En junio de 2003 el madrileño El País, en su sección DEBATE - ¿Hasta dónde llegan
las reparaciones históricas?, difundió dos textos que no tiene desperdicio:
i)
La hora de las víctimas de Paloma Aguilar, profesora de Ciencia Política en la
UNED y;
ii)
El caso de Suráfrica de Madeleine Fullard,
historiadora surafricana, trabajó como investigadora para la Comisión
para la Verdad y la Reconciliación durante seis años.
Dice
el ensayo de Paloma: “ninguna joven democracia podrá ya instaurarse sin
plantearse qué hacer con las atrocidades perpetradas por el régimen
precedente…, la reflexión en torno al pasado es ahora insoslayable y ninguna
medida de gracia podrá garantizar ni su irrevocabilidad futura ni el silencio
de las organizaciones forjadas en torno a las víctimas..”
EL
PAÍS | Opinión - 15-de junio del 2003
La
hora de las víctimas/PALOMA AGUILAR*
Las
reparaciones morales o materiales a las víctimas -o sus familiares- de
atrocidades como el holocausto de los judíos perpetrado por los nazis, el
régimen surafricano del apartheid, la Guerra Civil española y la represión
franquista, o las dictaduras militares en Latinoamérica, entre otras, se
convierten en noticia cuando esas compensaciones se materializan. O cuando se
inician demandas como la presentada el pasado abril contra empresas que se
aprovecharon de la segregación racial en Suráfrica. En esta página se analizan
varios de esos procesos y los difíciles caminos de la reparación histórica.
Vivimos
tiempos guiados por un espíritu reparador. La Iglesia católica, tras siglos sin
reconocer sus más notorios errores, trata de ofrecer reparación simbólica mediante
súbitas muestras de arrepentimiento por las cruzadas, la conducta de algunos
misioneros, su silencio ante la esclavitud o la condena inquisitorial a
Galileo. Daniel Goldhagen acaba de publicar un libro en el que culpa a esta
Iglesia de haber alimentado el antisemitismo y de haber mirado en otra
dirección mientras los nazis perpetraban el Holocausto.
Varios
países recién democratizados están promoviendo medidas destinadas a la
reparación de las víctimas de las dictaduras precedentes, mientras que otros de
larga tradición democrática, como Estados Unidos y Canadá, han tenido que dar
satisfacción a demandas de reparación de sus poblaciones indígenas. En el caso
de EE UU ya se ha procedido, además, a la indemnización de los
japoneses-americanos internados en campos de concentración durante la Segunda
Guerra Mundial y de los negros que sobrevivieron tras ser inoculados
experimentalmente con sífilis durante 20 años.
No
obstante, ese mismo país está pendiente de un caso de mucha mayor envergadura,
pues en él está en juego la reparación para los descendientes de los antiguos
esclavos. Dicha demanda, que hasta hace poco tiempo era sólo auspiciada por
grupos como la Nación del Islam, no ha hecho más que recibir apoyos en los
últimos años. Por su parte, el Gobierno británico desestimó en 2002 la demanda
de indemnización presentada por un grupo de rastafaris jamaicanos que también
solicitaban reparaciones económicas por la esclavitud sufrida por sus
ancestros. El principal argumento que subyace a estas peticiones, que a muchos
parecen extemporáneas, es que se puede establecer una relación causal entre la
marginación que hoy sufren determinadas poblaciones y la esclavitud a que éstas
fueron sometidas hace tiempo.
El
Gobierno alemán ha destinado más de 60,000 millones de dólares a las víctimas
del Holocausto nazi. Éste es, sin duda, el mayor esfuerzo reparador que se ha
realizado hasta hoy, si bien parece que no todos los posibles receptores han
obtenido iguales compensaciones. Los descendientes de las más de 600,000
víctimas del pueblo gitano siempre se han quejado de haber recibido menos
indemnizaciones.
La
casuística es infinita y la plausibilidad de las demandas varía mucho. Con
todo, la puesta en marcha de la Corte Penal Internacional, la declaración de
determinados crímenes como imprescriptibles, la movilización protagonizada por
organismos internacionales y asociaciones nacionales para impedir la impunidad
de los verdugos y rehabilitar a las víctimas, son pruebas elocuentes de este
nuevo clima. Ninguna joven democracia podrá ya instaurarse sin plantearse qué
hacer con las atrocidades perpetradas por el régimen precedente. Aunque los
gobernantes decidan conceder una amnistía general, la reflexión en torno al
pasado es ahora insoslayable y ninguna medida de gracia podrá garantizar ni su
irrevocabilidad futura ni el silencio de las organizaciones forjadas en torno a
las víctimas. De hecho, en 1993, la Comisión de Derechos Humanos de la ONU
elaboró un estudio sobre "El derecho de restitución, indemnización y rehabilitación
de las víctimas de violaciones graves de los derechos humanos y las libertades
fundamentales", donde se dice que las víctimas tienen el derecho a
demandar reparaciones, y los países, la obligación de proceder a su
restitución, compensación y rehabilitación, así como a garantizar la no
repetición de las atrocidades.
Muchos
de los informes de las Comisiones de la Verdad que se han creado hasta la fecha
contienen recomendaciones acerca de la necesaria reparación, tanto económica
como moral, de las víctimas. El éxito de estas medidas, sobre todo de las de
carácter pecuniario, depende de la voluntad de las autoridades, de los recursos
organizativos de los demandantes, de lo saneadas que estén las arcas del Estado
y del número de víctimas a que se deba resarcir. Una combinación de estos
factores explica que la restitución haya sido mucho más eficaz en Chile y
Argentina que en Haití y El Salvador.
La
ironía de las demandas de reparación, sobre todo de las monetarias, es que
recaen sobre Estados ya democratizados que se ven, sin embargo, forzados a
asumir el coste de crímenes ajenos. Con todo, cuando las víctimas se encuentran
en una situación de extrema necesidad, derivada, precisamente, de su condición
de tales (asesinato del cabeza de familia, heridas incurables como consecuencia
de torturas, expolio de propiedades), hay que hacer lo imposible por ofrecerles
una forma de vida digna. Por otra parte, lo que resulta del todo incomprensible
es que, en ocasiones, ni siquiera se adopten medidas de reparación simbólica,
cuyo coste es mucho menor y que, sin embargo, pueden proporcionar gran alivio a
las víctimas y contribuir a su reintegración social.
A
nadie se le escapa lo inapropiadas que pueden resultar expresiones como
"reparación" o "restitución" cuando se trata de pérdidas
irreparables o de situaciones irrestituibles. Mientras que algunas asociaciones
de víctimas inciden en la reparación económica, otras, como un pequeño grupo
argentino, consideran una indecencia cobrar una pensión por sus familiares
asesinados y sostienen que el Estado trata de silenciar sus demandas de
justicia con dinero. No obstante, la gran mayoría de los allegados de las víctimas
piensa que una compensación económica equivale a un reconocimiento moral y
contribuye a la dignificación oficial de las víctimas.
Resulta
muy difícil pronunciarse sobre la pertinencia de algunas de las demandas
reparadoras aquí mencionadas, dado que, en ocasiones, se trata de violaciones
de derechos humanos que tuvieron lugar hace más de dos siglos. Como la historia
de la humanidad está repleta de violencia y abusos de poder, si todos los que
se consideran descendientes de víctimas históricas demandaran medidas
reparadoras la cuestión podría adquirir dimensiones grotescas. En otros casos,
sin embargo, resulta más sencillo establecer responsabilidades o entender la
necesidad de ofrecer algún tipo de reparación.
En
España, por ejemplo, desde la transición se han aprobado distintas medidas que
aspiran a reparar, aunque de forma tardía e imperfecta, la situación de los
mutilados, los ex combatientes, las viudas y los huérfanos del bando
republicano. Después llegaron algunas disposiciones destinadas a las víctimas,
no ya de la guerra, sino del franquismo. En el debate parlamentario del
20-11-2002 se reconoció la existencia de lagunas en términos de reparación, por
lo que se aprobó el "reconocimiento moral" de las víctimas de la
contienda y de quienes sufrieron la represión franquista, y la "acción
protectora económica y social" de los exiliados y de los niños de la
guerra. La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica sostiene,
sin embargo, que aún no se han adoptado las medidas necesarias para hacer
realidad lo que entonces se acordó.
*Profesora
de Ciencia Política en la UNED. Editora, junto con Alexandra Barahona de Brito
y Carmen González Enríquez, del libro Las políticas hacia el pasado. Juicios,
depuraciones, perdón y olvido en las nuevas democracias, Istmo, Madrid, 2002
**
El
caso de Suráfrica Madeleine Fullard*
Las
reparaciones morales o materiales a las víctimas -o sus familiares- de
atrocidades como el holocausto de los judíos perpetrado por los nazis, el
régimen surafricano del apartheid, la Guerra Civil española y la represión
franquista, o las dictaduras militares en Latinoamérica, entre otras, se
convierten en noticia cuando esas compensaciones se materializan. O cuando se
inician demandas como la presentada el pasado abril contra empresas que se
aprovecharon de la segregación racial en Suráfrica. En esta página se analizan
varios de esos procesos y los difíciles caminos de la reparación histórica
A
pesar de la aclamación internacional recibida, el proceso de la Comisión para la
Verdad y la Reconciliación (CVR) ha sido objeto de insatisfacción e importantes
críticas en Suráfrica. En especial, la cuestión de las indemnizaciones se ha
convertido en una dolorosa controversia. Las víctimas de violaciones flagrantes
de los derechos humanos experimentan una larga y decepcionante espera por las
indemnizaciones que debería entregarles el Gobierno democrático dirigido por el
Congreso Nacional Africano (ANC), el mismo Gobierno por el que la mayoría de
las víctimas lucharon y sufrieron. La CVR tenía tres misiones esenciales. Debía
investigar el alcance total de las violaciones graves cometidas desde 1960
hasta 1994, y permitir a las víctimas relatar las violaciones que sufrieron. En
segundo lugar, debía resolver las solicitudes de amnistía de quienes las
perpetraron. Por último, debía proponer las indemnizaciones que se someterían a
la consideración del Gobierno. La CVR sólo tenía autoridad para pagar pequeñas
cantidades de "indemnización provisional urgente" de hasta 5.000
rands (550 euros) a las víctimas.
Las
propuestas de indemnización enviadas por la CVR al Gobierno, establecidas de
acuerdo con métodos internacionalmente aceptados, pertenecían a cuatro
categorías generales.
Subsidios
de indemnización individual por una cantidad anual de 23.000 rands (2.537
euros) que se pagarían durante seis años a las víctimas o a los familiares que
dependieran de ellas. Las víctimas debían recibir además ayudas educativas,
médicas y de otro tipo.
Reparaciones
simbólicas, destinadas a restaurar la dignidad de las víctimas, centradas en
aspectos conmemorativos como la construcción de monumentos, el cambio de nombre
de lugares públicos y exhumaciones. También incorporaban medidas
administrativas como la emisión de certificados de defunción.
La
rehabilitación comunitaria prestaría atención a aquellas comunidades devastadas
por la violencia. Esto incluiría programas de "desmilitarización",
terapia para problemas de salud mental y traumas, programas de reasentamiento
para los desplazados por la violencia política y la rehabilitación de los
perpetradores.
Finalmente,
en virtud del derecho internacionalmente reconocido a la garantía de que no se
repetirán las violaciones, debería haber una reforma jurídica e institucional
mediante recomendaciones relativas al sistema judicial, las fuerzas de
seguridad, las prisiones y sectores como la educación, la empresa y los medios
de comunicación. La CVR propuso también un impuesto sobre el patrimonio en un
pago único para las grandes empresas.
Aunque
estas propuestas fueron entregadas al Gobierno en 1998, han transcurrido casi
cinco años sin que se haya producido una respuesta oficial. Las víctimas
esperaban cada vez más amargadas y con la sensación de que habían sido
traicionadas, mientras que las organizaciones de víctimas como el Grupo de
Apoyo Khulumani organizaban campañas, se manifestaban y se embarcaban en
acciones judiciales. La sensación de agravio se exacerbó al serles concedida la
amnistía a muchos de los 2.000 responsables que confesaron sus delitos en
audiencias públicas. Las indemnizaciones a las víctimas eran el contrapeso
implícito a la concesión de esa amnistía.
Las
razones para el retraso de las indemnizaciones son complejas, pero
probablemente tengan que ver con la aprensión del Gobierno a los pagos
económicos individuales. El ministro de Justicia, Dulá Omar, reflejó esta
incomodidad ante lo que se consideraba una "recompensa económica" al
declarar que "nuestros nobles hijos e hijas no participaron en la lucha y
no sacrificaron su vida por compensaciones monetarias". Además, al Congreso
Nacional Africano molestó que la CVR declarase que, aunque el Estado era el
mayor responsable de violaciones graves de los derechos humanos, los
movimientos de liberación también habían cometido ciertas violaciones durante
la lucha contra el apartheid. El ANC intentó incluso prohibir la entrega del
Informe de la CVR en 1998 debido al enfado que le produjo este fallo, que,
según Mbeki, "criminaliza" la lucha por la liberación.
Ante
los cada vez más numerosos llamamientos a que se dé una solución al problema de
las indemnizaciones, el presidente Thabo Mbeki presentó por fin la postura del
Gobierno en abril de 2003. Declaró que el Gobierno respaldaba la mayoría de las
propuestas de indemnización de la CVR enumeradas anteriormente, pero rechazaba
la propuesta de impuesto sobre el patrimonio. También anunció "un pago
único de un subsidio por valor de 30.000 rands a aquellos individuos o
supervivientes designados por la CVR". Esperamos que estos desembolsos
ayuden a reconocer el sufrimiento que estos individuos experimentaron y les
ofrezcan cierto alivio. Aunque anunció pagos individuales, expresó sus reparos:
"Lo hacemos con cierta aprensión, porque (...) nadie puede atribuir un
valor económico a la vida y al sufrimiento. Y no se puede sostener el argumento
de que los millones de surafricanos que lucharon por liberarse lo hicieron para
obtener beneficios económicos".
Aunque
el hecho de que el Gobierno hubiera esbozado por fin un plan de indemnizaciones
produjo cierto alivio, provocó también entre las víctimas y otros sectores un enfado
y una desilusión generalizados, debido a que las reparaciones ascendían sólo a
la cuarta parte de lo propuesto por la CVR. Queda por ver si se plantearán
objeciones. Además, puede que el pago origine nuevos problemas. Sólo aquellos
que declararon ante la citada Comisión y fueron considerados víctimas por ésta
tendrán derecho a indemnizaciones individuales. Pero miles de víctimas no
acudieron a la CVR por múltiples razones: inaccesibilidad, falta de
información, la breve duración de la misma u objeciones políticas. Las 22.000
víctimas declaradas por la CVR no constituyen en absoluto la totalidad. Además,
la Comisión se centró sólo en las víctimas de la represión política o de la
violencia directas, frente a los millones que sufrieron las crueldades más
sistemáticas del apartheid: discriminación racial, leyes de pase, despidos
forzosos y la pérdida de tierras y de la ciudadanía mediante la creación de
territorios étnicos artificiales. Sin embargo, se puede alegar que el programa
de transformación y reconversión económica, política y social del nuevo
Gobierno constituye una indemnización para este grupo más amplio.
El
fracaso de las indemnizaciones se ha extendido también hasta abarcar las
iniciativas privadas. En 2002, se presentaron en Estados Unidos dos demandas en
grupo contra casi treinta empresas y bancos multinacionales por haber ayudado
al Gobierno del apartheid a "hacer su trabajo sucio", mediante la
aportación de fondos, petróleo y tecnología. Las demandas, presentadas en
nombre de grupos de víctimas del apartheid y del Grupo de Apoyo Khulumani,
exigían tanto compensaciones individuales como contribuciones más generales
para desarrollo social. El Gobierno del ANC ha condenado estas demandas. El
presidente Mbeki declaró que "consideramos completamente inaceptables que
cuestiones que son esenciales para el futuro de nuestro país sean decididas en
tribunales extranjeros". En la actualidad, los litigios siguen su curso en
los tribunales estadounidenses, mientras que en Suráfrica se emprenden iniciativas
para negociar un acuerdo. Claramente, el debate sobre las indemnizaciones dista
mucho de estar zanjado.
*Historiadora
surafricana, trabajó como investigadora para la Comisión para la Verdad y la
Reconciliación durante seis años. Traducción de News Clips
No hay comentarios.:
Publicar un comentario