El
tercer pleno: nueva hoja de ruta para China/Mario Esteban, investigador del Real Instituto Elcano especializado en Asia-Pacífico.
Real
Instituto Elcano | 18 de diciembre de 2013
Tema:
Los nuevos líderes chinos acaban de presentar las líneas maestras de la batería
de reformas más ambiciosa de los últimos 20 años.
Resumen:
La nueva generación de líderes chinos, encabezada por Xi Jinping y Li Keqiang,
considera prioritario sustituir el modelo de desarrollo económico que ha
catapultado la economía china durante los últimos 35 años. Este modelo, basado
en unos bajos costes laborales y una alta tasa de inversión, se está agotando.
En su lugar quieren situar el mercado interno y el aumento de la productividad
como principales pilares del crecimiento. Lograrlo no será fácil debido al alto
coste económico de las reformas y a la resistencia de los sectores del régimen
más favorecidos por el modelo de desarrollo anterior: gobiernos locales y
empresas estatales. Las autoridades chinas son conscientes de estas
dificultades y han adoptado una serie de medidas orientadas a facilitar la
implementación de esta línea reformista. De lograr su objetivo, ubicarían a
China en una senda de desarrollo más sostenible, que además ofrecería numerosas
oportunidades de negocio a las empresas extranjeras. Aunque con un calado mucho
menor, también han adelantado varias iniciativas positivas para aumentar el
respeto de los derechos humanos de la población china.
Análisis:
Tras la celebración en Pekín del tercer pleno del 18 Comité Central del Partido
Comunista Chino (PCCh), las autoridades chinas publicaron a mediados de
noviembre las directrices a seguir hasta el año 2020 para instaurar un nuevo modelo
de desarrollo económico que asegure un rápido ritmo de crecimiento.[1] La
segunda mayor economía del mundo no puede mantener su vertiginoso crecimiento
siguiendo la fórmula marcada a mediados de los años 90: bajos costes laborales,
exportaciones de manufacturas intensivas en mano de obra y una alta tasa de
inversión. Durante este último plan quinquenal los salarios han crecido en
China, al menos, un 13,4% anual y la trampa de las rentas medias se cierne
sobre China. De forma paralela, la crisis económica internacional ha contraído
la demanda externa, de ahí que en 2012 las exportaciones netas de China
generasen menos del 3% de su crecimiento económico.
China
tiene la mayor tasa de inversión del mundo, que es responsable de casi la mitad
de su crecimiento económico. Esta altísima tasa de inversión, cercana al 50%
del PIB, está derivando en una burbuja inmobiliaria y en un grave problema de
sobrecapacidad, ilustrado por el brusco descenso del retorno de la deuda. En
2008 se calculaba que cada yuan de deuda suponía 0,85 yuanes de crecimiento,
mientras que actualmente sólo supone 0,20. Por todo ello, la economía china
está sufriendo una desaceleración preocupante y un riesgo financiero creciente.
El crecimiento del PIB previsto por el gobierno para este año es del 7,5%, el
más bajo desde 1990, y la deuda total china ha pasado en los últimos cinco años
de 9 billones a 23 billones de dólares, lo que equivale a un 200% de su PIB.
Para
revertir esta situación se quiere reforzar el peso del consumo interno, que actualmente
apenas es responsable del 48,3% del crecimiento económico de China, y del
aumento de la productividad como vectores de crecimiento. Este giro implica
seguir los pasos de sus vecinos más desarrollados como Japón, Corea del Sur y
Taiwán. Entre las medidas orientadas a fomentar el consumo interno destaca el
compromiso de ampliar el nivel de cobertura de la seguridad social y de los
servicios públicos. De esta manera las familias podrán reducir su nivel de
ahorro y consumir más, al disponer de mayores recursos públicos para cubrir sus
necesidades básicas y hacer frente a posibles contingencias.
En
China son los gobiernos locales quienes sufragan las políticas sociales y los
servicios básicos, como sanidad y educación, recurriendo fundamentalmente a sus
propios recursos. Siendo China uno de los países del mundo con un mayor nivel
de desigualdad entre el mundo rural y el mundo urbano, esto lleva a la paradoja
de que la población rural, sensiblemente más pobre que la de origen urbano,
cuenta con una red de protección social pública y unas posibilidades de acceso
a servicios básicos mucho menores que la población urbana.
En
este sentido, todavía es más precaria la situación de los 250 millones de
emigrantes rurales que no cuentan con registro de residencia (hukou) en las
ciudades donde están afincados, lo que les convierte en ciudadanos de segunda
clase sin apenas acceso a prestaciones públicas. Sirva de ejemplo de esta
situación que la población con registro de residencia en el campo paga
directamente el 90% de su gasto sanitario, mientras que la población registrada
en las ciudades paga el 40%, o que el nivel de cobertura del sistema de
pensiones es seis veces mayor en el mundo urbano que en el rural. Aumentar el
nivel de renta disponible de estos grupos menos favorecidos tiene un impacto
muy directo sobre la potenciación del consumo interno. Los hogares con unos
ingresos de entre 7.000 y 10.000 yuanes gastan el 91% de su renta, mientras que
aquellos que superan los 400.000 yuanes sólo gastan el 37%.
Es
por esto que los cambios anunciados han puesto especial énfasis en el mundo
rural, destacando la aceleración de la reforma del sistema de registro de
residencia y el aumento de los derechos de propiedad de los campesinos. Se ha
adelantado que se relajarán las restricciones al asentamiento de población
rural en las ciudades, salvo en las más grandes, dónde se intensificarán los
controles para evitar la creación de megaciudades, y que estos emigrantes de
origen rural tendrán acceso a la red pública de protección social y a los
servicios públicos que allí se ofrecen. Este proceso de convergencia entre el
mundo rural y el mundo urbano como dinamo del consumo interno también se
pretende plasmar en el mercado inmobiliario.
En
1987 se inició la reforma del mercado del suelo en el mundo urbano, que ha dado
lugar a un boyante mercado inmobiliario. Sin embargo, en el mundo rural el
suelo normalmente es de propiedad colectiva y la población sólo tiene derecho
de usufructo, no pudiendo venderlo o hipotecarlo directamente. Al conferir a
los campesinos la propiedad del suelo sobre el que se asienta su vivienda se
posibilita que puedan usar esa tierra como fuente de capital para invertir en
actividades productivas o para trasladarse a la ciudad. Esta última propuesta
no sólo redundará en un mayor poder adquisitivo de la población de origen
rural, también favorecerá la creación de economías de escala en las
explotaciones agrícolas con el consiguiente incremento de la productividad.
En
cuanto al aumento de la productividad, se pretende reducir la “excesiva”
intervención del Estado en la economía a favor del mercado, pues, en palabras
del propio Presidente Xi, éste es “más eficiente”. El mercado pasa de tener un
papel “básico” a uno “decisivo”, lo que implica preeminencia en la asignación
de recursos sobre el Estado, que se convierte en un mero regulador del mercado.
Asimismo, se busca que el sector servicios y las pymes aumenten su importancia
a costa de la industria y las empresas estatales, que a su vez deben modificar
sus parámetros de gestión. Muchas empresas estatales pueden permitirse operar
de forma poco eficiente debido a que disfrutan de una serie de condiciones
preferentes respecto a las empresas de capital privado. Por ejemplo, fácil
acceso a financiación barata, baja fiscalidad, acceso preferente a terrenos e
inmuebles, etc. Se ha propuesto acabar con esto y con varias de las barreras de
entrada que tiene el capital privado en diferentes sectores de la economía
China, lo que supone también fomentar la llegada de capital privado en las
empresas estatales. Todo ello redundará en unas reglas de juego más homogéneas
y en unas empresas estatales más abiertas y transparentes, más responsables
ante los mercados y por tanto más tendentes a operar siguiendo criterios de
eficiencia. El gobierno también les va a exigir un esfuerzo presupuestario a
las empresas estatales, que deberán remitir un 30% de sus beneficios al
gobierno central para sufragar políticas sociales, lo que supone otra
iniciativa para reducir el nivel de inversión y aumentar el consumo.
En
el mismo documento, “Decisión sobre las cuestiones principales relacionadas con
la profundización de la reforma integral”, se han presentado otras propuestas
con un impacto positivo directo sobre las empresas extranjeras. Se va a unificar
y simplificar la reglamentación que regula la actividad empresarial en China,
lo que redundará en un entorno empresarial más sencillo y previsible. Además,
se va a estudiar el establecimiento de un tribunal especializado en propiedad
intelectual y la liberalización del precio del agua, el petróleo, el gas
natural, la electricidad, el transporte y las telecomunicaciones. Asimismo,
debido a la voluntad del gobierno de promocionar el desarrollo del sector
servicios se van a reducir las barreras a la inversión extranjera en varios
sectores como finanzas, educación, sanidad, cultura, cuidado de niños y
personas mayores, diseño arquitectónico, contabilidad, auditoría, comercio,
comercio electrónico y logística. Aunque no se explicita cómo se llevará a cabo
esta mayor apertura al capital extranjero, posiblemente se canalice a través de
nuevas zonas francas como la establecida el pasado septiembre en Shanghái. En
esta zona franca de Shanghái acaban de suprimirse todas las restricciones a las
operaciones por cuenta corriente y hay un compromiso para liberalizar
sustancialmente y a corto plazo las transacciones de capital.
>Asimismo,
se han anticipado otras medidas, que han atraído gran atención internacional,
para mejorar el respeto de los derechos humanos y la calidad de vida de la
población china. Entre ellas destaca la relajación de la política del hijo
único, la abolición del sistema de re-educación por el trabajo y la reducción
de la lista de crímenes que pueden ser castigados con la pena capital. También
se ha apuntado que se trabajará para prohibir las confesiones extraídas
mediante tortura y los abusos físicos. Uno de los asuntos que afecta más
negativamente a la calidad de vida de los chinos es el deterioro del medio
ambiente, hasta el punto de ser el detonante de numerosas protestas. Por
consiguiente, no debe sorprendernos que se hayan presentado iniciativas para
paliar este problema. Valga de ejemplo que en las áreas ecológicamente frágiles
la labor de las autoridades locales dejará de evaluarse atendiendo al
crecimiento de su actividad económica y en su lugar se tendrá en cuenta el
impacto provocado sobre los recursos naturales que estén dentro de su
jurisdicción; o que se perfeccionará el sistema de precios y tasas para
computar el uso y deterioro del medio ambiente con vistas a reducir las
externalidades negativas.
Aunque
todos estos anuncios son enormemente positivos, no debemos pasar por alto que
su implementación será bastante complicada, especialmente en lo referente al
cambio del modelo de desarrollo de China. Esto se evidencia en el propio
documento, que señala 2020 como el margen temporal para desarrollar estas
medidas. Además de dificultades técnicas, como la falta de un registro de la
tierra rural urbanizable, hay que tener presente la existencia de trabas
económicas y políticas que van a obstaculizar mucho la eventual puesta en
marcha de estas propuestas. Muchas de las nuevas reformas, además de tener un
alto coste económico, afectan negativamente a poderosos sectores del régimen
como los gobiernos locales y las empresas estatales. Si la asignación de
recursos financieros pasase a estar determinada exclusivamente por criterios de
mercado, el volumen de inversión caería sustancialmente y consecuentemente lo
haría también el ritmo de crecimiento económico y con él la creación de empleo
y con ella el consumo. Esto obligaría al PCCh a afrontar un contexto muy
negativo, en el que tendría que mantener la estabilidad social y evitar una
espiral deflacionista para sacar adelante el resto de reformas. Además, varias
de las medidas presentadas supondrían la reducción de los ingresos de unos
gobiernos locales altamente endeudados y a los que se pide de forma paralela
que asuman mayores gastos, derivados de la concesión de servicios sociales a
los inmigrantes, la extensión de su nivel de cobertura en el mundo rural o el
aumento relativo de la natalidad. Particularmente negativa para sus recursos
financieros será la ruptura de su monopolio sobre la venta de suelo
urbanizable, que además de ser una de sus principales fuentes de ingreso ha
propiciado numerosos casos de corrupción. La existencia de intereses espurios
dentro de los gobiernos locales y las empresas estatales también dificultará
que se redirija parte del crédito que ahora disfrutan estos entes a las empresa
privadas y los consumidores; o que se acabe con el tratamiento preferencial que
disfrutan las empresas estatales en muchos otros ámbitos.
Xi
Jinping y sus allegados son conscientes de estas dificultades de ahí que hayan
planteado varias iniciativas orientadas a facilitar la implementación del
cambio de modelo económico que desean impulsar. Esta determinación por sacar
adelante reformas difíciles, pero que considera imprescindibles, contrasta
notablemente con el inmovilismo de su predecesor. Para lograrlo se han creado
dos comisiones orientadas a reforzar su poder: una orientada a supervisar la
implementación de las reformas y otra a temas de seguridad nacional. Si ambos
grupos operan según lo esperado, Xi se convertiría en el líder más poderoso de
China desde Deng Xiaoping. La creación de un grupo de liderazgo para asegurar
la aplicación de las reformas propuestas reproduce un movimiento realizado en
1993 por la tercera generación de líderes, que les permitió aplicar ambiciosas
reformas económicas que en muchos casos resultaban impopulares o que
enfrentaban a diferentes ámbitos de la administración. La cuarta generación de
líderes no ejerció un control tan centralizado de los cambios que propusieron,
lo que llevó a una materialización mucho más desigual de los mismos. Durante
esa década (2003-2013) se mantuvo un sistema de liderazgo colectivo con una
estricta compartimentalización de funciones, que hacía casi imposible tomar
decisiones clave que afectaban de forma opuesta a diferentes sectores del
régimen. En base a esta experiencia, los nuevos líderes chinos entienden que se
impone la necesidad de establecer una agencia de rango superior capaz de romper
esta dinámica obstruccionista. El establecimiento de la Comisión de Seguridad
Nacional es otra prueba de que Xi Jinping no sólo quiere revertir la situación
anterior, sino que puede tener autoridad suficiente para ello. La creación de
esta comisión se lleva discutiendo desde los años 80, pero no había llegado a
ver la luz hasta ahora por las divisiones dentro de la cúpula del partido y la
resistencia del ejército. Este control directo de las fuerzas de seguridad y
del ejército por parte de Xi puede tener un efecto disuasorio sobre los que se
planteen oponerse a él.[2] Esto no hace más que reforzar el mensaje lanzado en
septiembre cuando se filtró la caída en desgracia de Zhou Yongkang, anterior
máximo responsable de las fuerzas de seguridad y el poder judicial y uno de los
individuos más influyentes dentro de la industria petrolera china. De hecho, la
investigación sobre sus actividades ilícitas se concentra en gran parte en su
gestión al frente de la China National Petroleun Corporation y se ha extendido
a otros colaboradores suyos en el sector. Entre ellos sobresale Jiang Jiemin,
que fue acusado de corrupción y depuesto de forma fulminante de la dirección de
la comisión encargada de supervisar a las empresas estatales. Tal muestra de
poder contra uno de los individuos mejor conectados dentro de las grandes
empresas estatales chinas es un nítido aviso para navegantes. La nueva comisión
de seguridad nacional también permitiría a Xi ejercer un mayor control sobre la
respuesta que se quisiese dar a un eventual aumento de la conflictividad social
derivado de una situación económica negativa. Que este escenario de crisis
social es barajado por el régimen también se trasluce del énfasis renovado que
pone el documento en aumentar su capacidad de influir sobre la opinión pública
a través de Internet.
El
uso de la lucha contra la corrupción como arma política contra los detractores
de las reformas es una posibilidad todavía más real si tenemos en cuenta los
cambios anunciados en el funcionamiento de las comisiones de inspección
disciplinaria locales. Estas comisiones son las encargadas de erradicar la
corrupción entre los cuadros del partido en el ámbito local. Uno de los
aspectos que más ha limitado su efectividad es que dependían directamente del
comité del partido de su mismo nivel administrativo, es decir, de los mismos
sujetos a los que teóricamente deben investigar. Para corregir esta situación
se ha establecido que, a partir de ahora, las comisiones locales de inspección
disciplinaria queden en primer lugar bajo el liderazgo de la comisión de
inspección disciplinaria del nivel administrativo inmediatamente superior y en segundo
lugar bajo el comité del partido de su mismo nivel administrativo. Esto se
traduce en que la supervisión de la investigación y el manejo de los casos de
corrupción pasa a estas comisiones de un nivel administrativo superior en
detrimento del comité del partido, y en que el presidente y el vicepresidente
de cada una de estas comisiones locales ya no será nombrado por el comité del
partido de su mismo nivel administrativo, sino por la comisión de inspección
disciplinaria del nivel administrativo inmediatamente superior. La misma línea
de actuación se ha seguido en el sistema judicial para hacerlo más
independiente de las autoridades locales. Ahora los tribunales del nivel
provincial, que son el actor central del sistema judicial chino, pasan a estar bajo
la supervisión directa del Tribunal Popular Supremo de China en vez de bajo el
secretario general provincial del partido. Todo esto permitirá a las comisiones
de inspección disciplinaria y a los tribunales de justicia actuar menos
mediatizados por la tupida red de intereses tejida por la colusión entre los
gobiernos locales y las empresas estatales.
En
cuanto a los obstáculos presupuestarios derivados de la aplicación de las
nuevas reformas, pretenden sortearse mediante cambios sustanciales en el
sistema fiscal como: aumentar los ingresos públicos derivados de los impuestos
sobre la renta y sobre la propiedad, establecer un sistema comprensivo de tasas
sobre el uso de recursos y permitir que los gobiernos locales emitan bonos. De
esta forma se espera fundamentalmente ofrecer a los gobiernos locales fuentes
de ingresos alternativas a las que verán reducidas por las nuevas reformas,
además de mitigar el crecimiento del precio de la vivienda y las crecientes
desigualdades sociales. Otro de los puntos centrales que se trata es la
delimitación de recursos y competencias entre los diferentes niveles de la
administración. Aquí el problema de fondo es que los gobiernos locales son
responsables de la mayor parte del gasto social, pero no reciben un porcentaje
equivalente de los ingresos públicos. Parece que dos de las soluciones
planteadas pasan por incrementar la centralización de las competencias y el
papel redistributivo del gobierno central. Por ejemplo, se apunta que el gasto
en educación ya no será competencia de los gobiernos distritales, sino
provinciales.
Conclusiones:
Los nuevos líderes chinos, encabezados por Xi Jinping, han planteado una oleada
de reformas de gran calado, cuyo tema central es el cambio del modelo económico
chino. Al igual que hiciese Deng Xiaoping en 1978, los actuales dirigentes han
optado por una profunda renovación a pesar de enfrentar enormes resistencias
dentro del régimen y de tener la certeza de que este giro, en caso de llegar a
buen puerto, conduciría a un escenario donde su capacidad para controlar la
economía y el conjunto de la sociedad sería menor que la actual. Su motivación
es idéntica a entonces: mantener el monopolio político del partido. El régimen
paternalista del PCCh necesita de un rápido desarrollo socioeconómico para mantener
la aquiescencia de su población y las autoridades chinas saben que esto sólo
será posible apartándose del modelo económico que tanto crecimiento ha generado
durante 35 años. Su éxito no sólo marcará el futuro del PCCh y de China, sino
también de la economía global.
[1]
Este documento, “Decisión sobre las cuestiones principales relacionadas con la
profundización de la reforma integral”, puede consultarse en: http://news.xinhuanet.com/politics/2013-11/15/c_118164235.htm.
No se ha publicado todavía una traducción oficial en inglés. El texto sigue la
línea marcada por un documento conjunto del Banco Mundial y del Development
Research Center, un think-tank del gobierno chino:
http://www.worldbank.org/content/dam/Worldbank/document/China-2030-complete.pdf.
[2]
La Comisión de Seguridad Nacional también tiene una dimensión internacional y
le permitirá a Xi Jinping coordinar la política exterior y de defensa con mayor
autonomía respecto al resto de miembros del Comité Permanente del Politburó.
Este organismo también facilitará una mayor coherencia entre la labor del
ejército y del resto de agencias que intervienen en estas áreas y que
frecuentemente han actuado con escasa compenetración entre sí. Esto puede
convertir a China en un actor internacional más previsible y estable.
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