Dos
concepciones del pluralismo/Ramin Jahanbegloo, filósofo iraní, es catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Toronto.
Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.
Publicado en El
País |3 de mayo de 2014;
Cuando
se escriba la historia definitiva del pensamiento democrático en el siglo XX,
Mohandas K. Gandhi e Isaiah Berlin serán considerados los dos teóricos más
distinguidos de la tradición pluralista. La historia dice que Gandhi y sir
Isaiah no llegaron a conocerse y que el segundo nunca escribió nada sobre el
primero. Sin embargo, Berlin visitó India en 1961 y se reunió con Jawaharlal
Nehru, aunque nunca abordó seriamente las ideas de Gandhi en su calidad de
líder anticolonialista. En una conferencia pronunciada en Nueva Delhi el 13 de
noviembre de 1961 sobre Rabindranath Tagore y la conciencia nacional,Berlin se
presentó como “vergonzosamente desconocedor de la civilización india, incluso
de sus partes más valiosas e importantes”.
En
este ensayo sobre las ideas de Tagore acerca del nacionalismo, Isaiah Berlin
solo menciona a Gandhi en una ocasión, al señalar que “Hay otras vías de acceso
al poder, pero Tagore las rechaza: el amoralismo nietzcheano y la violencia son
contraproducentes, porque, a su vez, engendran reacciones violentas. En este
sentido coincidía con Mahatma Gandhi y Tolstói, pero no aceptaba las airadas
simplificaciones de este, su tendencia al aislamiento y su actitud anarquista,
ni tampoco los fines esencialmente “apolíticos” (se me podrá corregir en este sentido)
y “aseculares” del Mahatma. Podríamos decir que la caracterización que Berlin
hace de Gandhi como figura histórica “apolítica” y “asecular” es un gran error,
pero al hacerlo no incorporaríamos la “grandeza” que Berlin sí veía en Gandhi,
algo que desarrolló en las largas conversaciones que con él mantuve. Gandhi y
Berlin son los protagonistas más influyentes del pluralismo moderno. Aunque
ambos comparten ese pluralismo como objetivo metapolítico, son distintas sus
concepciones sobre la función política del mismo.
En
tanto que Berlin se consideraba principalmente un pluralista de los valores,
algunos calificaron a Mahatma Gandhi de “pluralista integral”. Berlin se
debatió entre el pluralismo y el monismo, y también entre el universalismo y el
particularismo. Rechazó todas las formas de abordar la verdad desde el monismo,
pero criticó el relativismo moral que conlleva la tradición intelectual
moderna. En cuanto a Gandhi, su perspicaz forma de ver la religión, la cultura
y la política se concebía, en cada uno de esos niveles, con una argumentación
contraria a las ideas monistas y partidaria del pluralismo de los valores.
La
doctrina pluralista de Gandhi, según la cual la verdad y la realidad presentan
múltiples aspectos, se suele analizar en tanto que complemento de su filosofía
de la no violencia. Pero también podríamos interpretar su pluralismo moral como
una alternativa al relativismo moral que insiste en el valor relativo de
cualquier creencia, o como una forma de dar cabida a valores irreconciliables en
un entorno político que requeriría un mínimo nivel de margen de elección. Tanto
Berlin como Gandhi desconfiaban, stricto sensu, de los absolutos.
La
reinterpretación que hizo Gandhi de los valores hindúes se basaba
principalmente en la construcción de un puente entre la idea del bien común y
el desarrollo espiritual individual. Esta es la razón de que transformara lo
que de negación del mundo tenía la no violencia en una expresión política que
ve ese mundo desde la afirmación y el amor. Sin embargo, para Gandhi, el hecho
de ser un sujeto que ama el mundo tenía mucho que ver con su propio y sólido
compromiso con la verdad en tanto que praxis moral.
Gandhi
basaba su teoría del pluralismo en la idea de que igual consideración merecen
todas las conciencias individuales y en la ausencia de certeza absoluta sobre
la verdad. Dicho de otro modo, el pluralismo es necesario para otorgar el
adecuado respeto a la inviolabilidad de la conciencia ajena. En materia de
conciencia, Gandhi era un pluralista, aunque no un relativista. El hecho de que
mostrara un mismo respeto a todas las culturas y religiones conllevaba la idea
de que son necesarios el aprendizaje mutuo y el diálogo interconfesional.
Cuando Gandhi proclamó que “No quiero que mi casa esté tapiada por todas partes
y que mis ventanas estén cubiertas. Quiero que las culturas de todas las
tierras recorran mi casa con la mayor libertad posible”, invocaba un espíritu
de apertura que busca una sacralidad que va más allá de la religiosidad y los
credos organizados. Esencialmente, esta es la concepción del pluralismo de
Berlin.
Según
Isaiah Berlin, en la vida nos enfrentamos a constelaciones de valores
contrapuestos. Ante esa situación, lo que nos queda es elegir. Así describe su
posición: “Si, tal como yo creo, muchos son los objetivos de los hombres, y no
todos ellos son en principio compatibles entre sí, entonces la posibilidad del
conflicto, y de la tragedia, nunca podrá eliminarse del todo de la vida humana,
ya sea la del individuo o la social”. Esta es la síntesis de su concepción del
pluralismo de los valores. Dos son las inevitables consecuencias de esa
incompatibilidad de los valores: una trágica elección que siempre conlleva un
sacrificio y la ausencia de una vida perfecta, en el sentido de una
autorrealización total del ser humano.
En
consecuencia, no solo la idea de una comunidad de ideas es incoherente y
utópica, sino que ningún compromiso entre valores puede acercarnos a una
resolución de los conflictos históricos. En ese sentido, su pluralismo de los
valores penetra en todas nuestras culturas y subculturas, pero aunque “podemos
debatir los puntos de vista ajenos e intentar buscar puntos de coincidencia, puede
que al final lo que tú busques no sea conciliable con los fines a los que yo
creo que he dedicado mi vida”. Para Berlin, al contrario que para Gandhi, no
hay una visión común de lo que es una buena vida. “La solución debe radicar en
algún compromiso lógicamente desordenado, flexible e incluso ambiguo. Toda
situación exige una política propia y específica, ya que ‘del fuste torcido de
la humanidad’, como dijo Kant, ‘nada recto ha podido extraerse”.
Al
contrario que Gandhi, que veía en la no violencia la mejor solución para las
tensiones y los conflictos entre individuos y tradiciones, Berlin utiliza la
metáfora luterana del “fuste torcido” para expresar su idea de la no
reconciliación de las contradicciones en la historia humana. Pero aunque Berlin
veía con gran pesimismo la posibilidad de erradicar los conflictos que suscitan
los valores en las sociedades humanas, no dejaba por ello de esperar con
optimismo la posible materialización de lo que denominaba una “sociedad
decente”. Así, su pluralismo iba unido a la idea de que existe un umbral de
decencia humana, no inmutable a lo largo del tiempo.
Para
Berlin, la historia humana está libre de cualquier teleología que busque
significados y, la acción humana, carente de objetivos previos a los que
dirigirse. La ausencia de leyes y valores superiores que podamos invocar para
justificar nuestras opciones políticas e históricas da lugar a una perspectiva
mucho más fragmentada del pluralismo, que se conjuga con una permanente
sospecha de la tendencia humana a la violencia. A pesar de las diferencias que
se pueden encontrar entre los fundamentos espirituales del pluralismo de Gandhi
y las sospechas que en la visión del pluralismo de los valores de Berlin
suscitan los principios metafísicos y teleológicos, uno y otro reivindican la
posibilidad y la aceptación de la comunicación moral, rechazando la acusación
de que sus pluralismos estén teñidos de relativismo. Para Gandhi y para Berlin,
una de las formas de distinguir entre pluralismo y relativismo radica en
admitir la existencia de un núcleo de valores compartidos o universales que nos
permita llegar a un acuerdo sobre, por lo menos, algunas cuestiones morales. A
pesar de sus diferencias, ambas concepciones pueden considerarse
complementarias para poder aferrarnos a la idea de que existe un horizonte
humano común.
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