De
Cuando Éramos Jóvenes y Mamones Cardenal don Alberto (Suárez Inda) /Elly Castillo
@ellycastillo
Tomado de http://www.changoonga.com/, Martes 6 de enero de 2015
Elly Castillo es un pachuco bien cholo y más chundo con 12 años de experiencia en el periodismo michoacano quién además de ser un chichinfla bien malafacha cooordina al equipo de Changoonga.com y claro, baila el tibiritabara!
¡Vaya
que son misteriosos! Los designios del Señor: Seguramente no lo recuerda, pero
hace 13 años don Alberto, usted y yo éramos jóvenes (en nuestras respectivas
áreas) y ambiciosos. En el 2002, yo a mis 21 y usted a sus 63, teníamos planes,
vislumbrabamos nuestro futuro personal como exitoso y un aire de soberbia
autosuficiencia nos envolvía.
Mientras
yo anhelaba, soñaba en ese entonces convertirme en el gran reportero, en el
próximo periodista que Michoacán -no- necesitaba; usted soñaba, anhelaba con
encumbrarse dentro de eso que se llama “la
alta jerarquía católica”, la élite del poder de la religión más númerosa del
país.
(la foto El futuro Cardenal y su servilleta en algún lugar de Michoacán -2002-(
Ambos
confiabamos además, que nuestros talentos partículares nos abrirían paso entre
tanta competencia e intriga que habitualmente hay alrededor de nuestros
respectivos ámbitos. Aunque claro, usted también le apostaba a las “palancas” y
las relaciones pública porque el hecho de ser celayense lo manejó para que la
pareja presidencial de Vicente y Martha le procurara alguna cercanía, que el
poder le sonriera ampliamente luego de que para ese entonces ya había cumplido
7 años al frente del Arzobispado de Morelia pues mucha “acción” no había en ese
entonces en aquella apacible “Mochelia” que ya no existe más.
Usted
no se acordará de aquel joven reportero que le llegaba a acompañar en algunas
de sus visitas de obispo que realizaba a varias de las 226 parroquias con las
que cuenta la Arquidiócesis para cubrir la información para el semanario de
Comunidad Cristiana; pero sin duda que yo si me acuerdo de esos días.
Como
también recuerdo cuando años después me machuco el brazo con la puerta de su
auto para no responderme una pregunta sobre pederastas tras destaparse el
escándalo contra el cotijense Marcial Maciel. El dolor me duró como una semana
por cierto.
Pero
particularmente vino a mi mente aquellos días del 2002-03 cuando pude convivir
con usted de primera mano. Incluso llegamos a viajar juntos en el mismo auto
aunque ahora le he de confesar que prefería tomar camión y alcanzarlo en la
comunidad en cuestión pues viajar con usted era algo incómodo e intimidante,
pues en presencia del mero jefe como lo era usted, y además ostentando la
figura de “arzobispo”, uno debe portarse bien, no puede desparramarse en el
auto ni echar un coyotito agusto, en fin, detalles menores.
Sin
embargo, y aunque usted no llegue a leer estas
líneas, lo que le quiero decir, ahora que le nombraron Cardenal, es algo
que siempre se lo había querido comentar pero nunca hubo oportunidad y mucho
menos confianza. De esa que se requería por ejemplo, para llamarlo “don Beto”
como muy pocos lo hacen, en forma además de cariño familiar, de tono
respetuoso.
“Don
Alberto Suárez Inda, lo sé por experiencia personal, es un ser humano
excepcional, un pastor con olor a oveja como diría el Papa Francisco”,es la
referencia que me encontré sobre usted de un bloguero llamado
jorge.traslosheros quien se ha congratulado por su designación.
A mi me gustaría secundar esas palabras e incluso sumarme a las múltiples
felicitaciones que ha recibido de toda la comuna moreliana, de la clase
política y gobernante también, pero la hipocresía no se me da don Alberto,y por
el contrario, lo que me surgen son cuestionamientos, dudas e interrogantes.
Porque
debo hacerle otra confesión: Usted contribuyó a que me le alejara del
catolicismo. Como muchos mexicanos sino es que la mayoría, nací católico por
imposición, crecí, trate de continuar dentro de la grey, iba a misa los
domingos para escuchar la palabra de Dios. Me volví reportero, empecé a ver
cosas que no me gustaban y al final, terminé decepcionandome, y opté por
alejarme de la Iglesia como guía espiritual.
Claro,
usted no fue el único factor, para mi desencanto, pero si tuvo un papel
fundamental en ello. Una de las anécdotas que recuerdo es precisamente de esa
etapa de las visitas pastorales, cuando íbamos a la Ciénega de Zacapú, y usted
dejaba su lujoso auto, y se cambiaba a un modesto Tsuru para que en la
comunidad en turno no se viera ostentoso que el representante de Dios a nível
gerencial desentonaba con la situación de pobreza y jodidez del poblado
visitado
Fuí
testigo presencial de cómo la gente pobre, sencilla, humilde, veía en usted una
luz, una esperanza, un aliciente para cambiar sus paupérrimas condiciones
sociales. A usted, don Alberto, además le llegaban las primeras denuncias de lo
que ahora es el panorama general de Michoacán: extorsiones, levantones,
secuestros. A usted, que le prorrogaban un trato de gobernador, a veces incluso
de presidente de la República, con incluso más autoridad que algún alcalde.
Pocas
veces en cambio le escuché pronunciar una postura al respecto. Pocas veces le
vi llevar la causa de los más humildes entre los humildes a alguna tribuna,
aunque fuera la mediática. De vez en cuando soltaba algún exhorto, algún
pronunciamiento sobre inseguridad, sobre el quebranto social de Michoacán, pero
nada que no fuera atendido como un llamado a misa por las autoridades. Como cuando
el ¿moreliano? Felipe Calderón le ignoró en sus llamados.
Aún
así, reconozcamos don Alberto, que a usted le gustó más la cercanía de las
élites que el cobijo de los pobres. Me daba risa cuando llegaba a hacer alguna
que otra leve jeta cuando alguna indígena le besaba la mano babeándosela…!
Claro,
no todos mis recuerdos son ácidos o negativos, hay algunos incluso alegres,
como cuando disfrutaba que le tocarán el son de “El Gusanito”, una de sus
canciones predilectas dicho por usted mismo.
Y
sin embargo don Alberto, el tiempo pasó, estos años transcurrieron y usted nada
más logró ser vicepresidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano; y yo lo
más que logré fue la corresponsalía de El Universal.
Luego
como que nos empezamos a estancar, a desilusionarnos, nos volvimos viejos, un
poco más agrios por no decir amargos, pues los años de frustración no pasan en
vano.
Nos
llegabamos a ver de vez en cuando, le pedía una entrevista y usted me recibía
con esa cara de “¿y ahora que me vas a preguntar?, eso cuando no me salía con
la falta de tiempo, o una salida “de emergencia”.
Y
así, hasta que este domingo pasado fuí uno de los tantos sorprendidos por su
ascención al cardenalato. “Dios sí le da alas a los alacranes”, me expresó alguien muy cercano al enterarse de
la que considerábamos la más improbable de las noticias.
Al
final de cuentas yo lo que le puedo decir es “¡lo logró!”. Me consta que usted
la buscó. Como cuando un viejo compañero seminarista suyo me platicó que de
jóven, usted insistía en decirle a sus congéneres que “algún día seré
importante, seré destacado”.
Tal
vez fue cuando menos lo esperaba, cuando ya había incluso renunciado, con
próximos 76 años a cuestas, el premio a la constancia llegó. Y creame que
dentro de todo, lo aplaudo, porque ante todo, es un reflejo de que el Papa
Francisco tiene la mira en Michoacán, este estado literalmente tan lejos de
Dios y tan cerca de la corrupción, la violencia y el atraso.
Creo
don Alberto, que dentro de todo es la mejor noticia que ha recibido Michoacán
no en años, sino en siglos, tomando en cuenta que en el cierre del anterior y
en el principio del actual no hay mucho que festejar.
Ojalá
don Alberto, y ese es mi mensaje central, usted esté a la altura del reto,
ojalá haya acumulado más sensibilidad en estos años, ojalá esta ocasión se
ponga primero del lado del pueblo -de Dios- y no de las élites que lo manejan y
gobiernan. Ojalá, se le haya quitado lo mamón, con todo respeto del Señor.
Cosas
Que Ahí Están (pero a nadie le interesan):
Algún
día contaré la vez que me fumé un pedo cardenalicio…literal!
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