Elogio
de lo invisible en el Cosmos/Rafael Bachiller es astrónomo, director del Observatorio Astronómico Nacional (IGN)y miembro del Consejo Editorial de EL MUNDO.
El
Mundo | 5 de enero de 2016..
Una
vez superadas estas fiestas de Navidad y Año Nuevo, en las que hemos asistido a
la acostumbrada bacanal de consumismo disparatado que culmina en esta noche de
Reyes, quizás encontremos una buena ocasión para mirar detrás de lo obvio y lo
ostensible, que aún impera por doquier, para interesarnos por lo menos
palpable. En nuestras vidas cotidianas algunos elementos intangibles pueden
llegar a ser al menos tan importantes como los más aparentes. Pensemos, por
ejemplo, en cuando en estas fechas entramos nuevamente en la casa de los
abuelos; no es un palacio ni un sitio maravilloso ni inundado por el lujo, pero
allí se respira un ambiente especial. Podemos experimentar sensaciones
similares en un paraje natural, o en una cafetería, o en cualquier otro lugar
al que volvemos después de un tiempo, o cuando volvemos a encontrarnos
nuevamente con esa persona que estaba alejada de nosotros. En todas estas
situaciones sentimos algo más que lo meramente visible.
De
manera un tanto similar, los científicos llevan mucho tiempo sorprendidos por
la presencia enigmática de algunos elementos invisibles que juegan papeles
decisivos en el Universo. Y de manera similar a lo que sucede en la vida
cotidiana, los científicos piensan hoy que en la Naturaleza los ingredientes
invisibles son al menos tan importantes como los visibles.
Consideremos
en primer lugar en la cantidad de radiación no visible que recibimos del
Cosmos, ondas ultravioletas, infrarrojas y de radio que en muchos casos nos
revelan la naturaleza auténtica del emisor. Por ejemplo, las regiones de
formación estelar y las galaxias más jóvenes emiten poca radiación óptica, pero
gracias a los radiotelescopios, que son capaces de analizar sus emisiones de
radiofrecuencias, podemos identificarlas y estudiar sus propiedades. La luz
óptica que detecta nuestros ojos no es más que una pequeña porción del espectro
electromagnético, y hay muchos astros que emiten la mayor parte de su radiación
en longitudes de onda más cortas (entre el ultravioleta y los rayos gamma) o
más largas (entre el infrarrojo y las ondas de radio). Así pues, aunque
directamente detectable, una gran parte del Universo no es visible.
Además,
junto con los ingredientes directamente detectables del Universo, existen otros
aún más sutiles. Varios astrónomos al final de los años 30 y principios de los
40 descubrieron que, en las regiones periféricas de las galaxias, la velocidad
de rotación de las estrellas en lugar de disminuir según nos alejamos del
centro de la galaxia, se mantiene aproximadamente constante. Estas
observaciones sugerían que las galaxias escondían mucha más materia que la que
era visible en las imágenes proporcionadas por los telescopios. El astrónomo
suizo Fritz Zwicky ya constató en 1933 que para explicar las velocidades de las
galaxias en el cúmulo de Coma también era preciso que el cúmulo contuviese
mucha más masa que la visible. Fue Zwicky quien acuñó el término materia oscura
para referirse a esta masa que no era detectable directamente, pero cuya
existencia era indispensable para explicar los movimientos de las estrellas en
las regiones más externas de las galaxias y los de las galaxias en el seno de
los cúmulos.
Hoy
nadie discute la existencia de la materia oscura, ni que su abundancia en el
Universo es unas seis veces mayor que la de la materia ordinaria, pero su
naturaleza sigue siendo un misterio. Quizá se trate de algún tipo de partícula
desconocida que posea poca masa y que interactúe muy débilmente con las otras
partículas conocidas, pero hay que seguir investigando. Actualmente hay
numerosos experimentos en curso tratando de detectarla de manera directa, o de
conseguir revelar más propiedades de esta elusiva substancia de manera
indirecta, y somos muchos los que confiamos en que alguno de estos experimentos
desvelará el gran secreto de la materia oscura en un futuro próximo.
Veamos
otro ingrediente invisible del Universo de suma importancia. A estas alturas
nadie pone en duda que el Universo nació en un gran estallido, el ‘Big Bang’.
Las medidas de la expansión que medimos en el Universo se corresponden bien con
ese principio explosivo, pues las velocidades relativas entre galaxias son
aproximadamente proporcionales a las distancias que las separan entre sí. Pero
esto tan sólo es una primera aproximación, las galaxias están ligadas entre sí
por una atracción gravitatoria que debe oponerse a este movimiento explosivo y
que debería hacer que la expansión se frenase. Sin embargo, en el año 1998, dos
equipos independientes de astrónomos, tras medir con mucho cuidado la expansión
del Universo tratando de ver el frenado que debía introducir la atracción
gravitatoria, se llevaron una sorpresa mayúscula. Las galaxias no se frenan en
su expansión sino que, todo lo contrario, se aceleran de manera muy
significativa. Es como si hubiese una fuerza de repulsión entre las galaxias
que no sólo se opone a la gravedad sino que puede superarla. A falta de un
término mejor, a esa energía que hace que las galaxias se alejen entre sí de
manera acelerada se le ha venido a denominar energía oscura. En términos
relativos, este componente invisible del universo constituye un 74 % del total,
superando en tres veces a la materia oscura y en unas 18 veces a la materia
ordinaria.
Vemos
pues como lo visible no es más que la punta del gran iceberg del Universo que,
realmente, está constituido mayoritariamente por ingredientes invisibles: la
materia y la energía oscuras, cuya existencia es innegable, pero cuya
naturaleza es el mayor misterio de la física contemporánea. Aún podemos hablar
de otro ingrediente de la Naturaleza que, si cabe, es aún más abstracto y
sutil: las leyes físicas. Imaginemos, por ejemplo, que en el mundo sólo hubiese
dos electrones que se cruzan en sus caminos. ¿Qué sucede? Pues, naturalmente,
que se repelen. Se repelen de acuerdo con una ley llamada de Coulomb, que no es
más que una expresión particular de las leyes de Maxwell del electromagnetismo.
Y, ¿por qué los electrones saben que deben repelerse? ¿La ley de repulsión es
algo escrito en los propios electrones, o es algo que subyace en el
espacio-tiempo y que es externo a las partículas? El caso es que hay todo un
cuerpo legislativo que establece cómo va a comportarse toda la materia y toda
la energía en la Naturaleza. Y lo que es más sorprendente: todo ese conjunto de
leyes puede expresarse muy exactamente con un lenguaje aparentemente inventado
por el hombre: las matemáticas. “La Naturaleza habla matemáticas”, decía
Einstein. Entonces, ¿las matemáticas son un invento de la Humanidad o son algo
que ya estaba ahí, y que nosotros hemos simplemente ‘descubierto’? ¿Qué son
exactamente las matemáticas?
Las
leyes físicas, expresadas de manera matemática, siempre me han fascinado. No
parecen variar en el espacio pues son iguales aquí y en los confines del
Universo, ni tampoco en el tiempo pues parecen haber sido las mismas desde el
‘Big Bang’ hasta la actualidad. De las leyes de la física, expresadas con
matemáticas, se derivan las leyes de la química y de la biología que, por
tanto, deben ser igual de universales. ¿Surgieron estas leyes con la materia en
el ‘Big Bang’ o son algo mucho más ‘eterno’? Si hubiese otros universos…
¿estarían todos sometidos a las mismas leyes? La ciencia no tiene hoy respuesta
para todos estos interrogantes, ni para muchos otros. El caso es que las leyes
de la Naturaleza no son materia ni son energía, pero son un componente esencial
del Universo. Estas leyes, algo invisible, rigen el comportamiento de todo lo
visible, e incluso de la materia y de la energía oscuras. Nuevamente lo
invisible parece superar en importancia a lo visible. Ante este Universo en el
que predomina lo invisible, los científicos tenemos sensaciones muy similares a
las que experimentamos en la vida cotidiana y que describía más arriba. Hay
algo especial en un paraje o en una casa, o en una cafetería, o en una persona.
En todos estos casos, en estos lugares, en estas personas, sentimos que
predomina algo intangible. Por todo ello nunca hay que perder de vista lo
invisible ni en la vida cotidiana ni en el estudio de la Naturaleza. Saint
Exupéry lo expresó muy bellamente: “Sólo se ve bien con el corazón, lo esencial
es invisible a los ojos”.
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