- Convertida en icono de la libertad de expresión, la revista ha saneado sus finanzas gracias a las ventas millonarias, pero se ve perjudicada por los conflictos internos
ÁLEX
VICENTE París, El País, 6 ENE 2016
Ejemplares
del último 'Charlie Hebdo' en un quiosco de Niza. / E. GAILLARD (REUTERS)
Un
año después del atentado que logró diezmar su redacción, Charlie Hebdo ha
dejado de ser aquel pequeño semanario satírico de otra época, a ratos
malquerido y algo pasado de moda, para convertirse en un icono del combate por
la libertad de expresión y contra el fundamentalismo. Hace doce meses estuvo a
punto de echar el cierre, pero hoy nada en la abundancia, gracias a sus ventas
millonarias y a las generosas donaciones de las que ha sido beneficiario. Pese
a todo, su futuro sigue pareciendo incierto, a causa de las luchas intestinas
por el control de la revista y las dificultades para reinventar la publicación
con un nuevo equipo, sin contar con la carga psicológica derivada de los
atentados de enero de 2015.
Pero
ambos obviaban otro tipo de problemas, relativos a la batalla que se ha librado
en el interior de la revista en los últimos meses. Ya en marzo pasado, 15 miembros
de la redacción —entre ellos, Pelloux y Luz— firmaron una tribuna en Le Monde
donde denunciaban el funcionamiento “opaco” de la revista y exigían que se
constituyera en una sociedad cooperativa, en la que los integrantes del equipo
se repartieran las acciones a partes iguales. “Rechazamos que un puñado de
individuos tome el control, ya sea total o parcial, con un menosprecio absoluto
por quienes lo fabrican y lo apoyan”, dijeron. En la actualidad, la revista es
propiedad del nuevo director, Riss (70%) y del director financiero, Éric
Portheault (30%). Supervivientes del atentado, ambos se niegan a crear esa
cooperativa, pero se han comprometido a reinvertir el total las ganancias de
este año en la propia revista.
El
título de aquella violenta tribuna sigue planeando sobre el futuro de la
revista: “¿Cómo escapar al veneno de los millones?”. A los beneficios
registrados por sus impresionantes ventas, que hoy se sitúan en unos 100.000
ejemplares semanales tras haber bordeado los 200.000 hasta el verano (antes de
la tragedia, no eran más de 30.000), se les suman 4,3 millones de euros
procedentes de 36.000 donaciones particulares llegadas de 84 países distintos,
además de un millón de euros desbloqueado por el Ministerio francés de Cultura.
Además, Charlie Hebdo contaría hoy con unos 200.000 suscriptores. Antes del
atentado no eran más de 10.000.
“En
total, el diario sumaría entre 20 y 28 millones de euros”, estima Denis Robert,
periodista de investigación que destapó el caso Clearstream. Ahora publica Mohicans,
un volumen sobre el pasado y el presente de Charlie Hebdo, en el que examina
cómo el ideal de sus fundadores ha terminado convertido “en marca comercial”.
“Pese a todo ese dinero, el futuro de Charlie Hebdo sigue siendo frágil. Sus
responsables tienen que entender que ese dinero no les pertenece. Deben crear
una revista abierta y generosa, pero están haciendo lo contrario. La dirección
y el equipo no se dirigen la palabra. De seguir así, terminarán por
desaparecer”, opina Robert. Pese a sus reproches, el autor sigue comprando la
revista cada semana: “Más vale un mal Charlie Hebdo que ninguno”.
Por
su parte, el cineasta Emmanuel Leconte acaba de estrenar en Francia L’humour à
mort, un documental en el que los supervivientes explican cómo han sobrevivido
al año trascurrido desde aquel 7 de enero. “La gran manifestación ciudadana del
11 de enero en defensa de la libertad de expresión les impulsó a seguir. Por
primera vez, se dieron cuenta de que no estaban solos. Pero luego vino el
descenso a los infiernos”, relata Leconte, aludiendo a quienes se negaron a
proclamar aquello de Je suis Charlie. “El Papa Francisco dijo que la fe no
podía ser objeto de burla, algunos escritores del PEN Club se opusieron a
concederles un premio y el demógrafo Emmanuel Todd firmó un libro que trataba a
sus defensores como católicos zombis. Para el equipo, el shock postraumático ha
sido difícil de superar. Llevan muchos meses durmiendo mal, no tienen vida
propia y se sienten al borde del ataque de nervios”, afirma Leconte.
Un
número especial, un año después
Este
miércoles ha llegado a los kioscos un número especial de 32 páginas y una
tirada de un millón de ejemplares, con dibujos de los ilustradores fallecidos,
como Charb, Honoré, Cabu, Wolinski o Tignous, y mensajes de apoyo de
personalidades como Juliette Binoche, Charlotte Gainsbourg, Isabelle Adjani o
la ministra de Cultura, Fleur Pellerin.
En
su editorial, Riss sostiene que el futuro de la revista no corre peligro.
“Nunca hemos tenido tantas ganas de romper la cara a los que soñaron con
nuestra desaparición”, escribe el director. “No serán unos capullos
encapuchados los que echen por tierra el trabajo de nuestras vidas y los
momentos formidables que vivimos con los que murieron. No serán ellos los que
vean morir a Charlie. Es Charlie el que los verá morir”.
Además,
Francia dedicará esta semana varios homenajes a las víctimas. Tras conceder la
Legión de Honor de forma póstuma a los dibujantes y periodistas fallecidos,
distintas placas conmemorativas fueron destapadas este martes en varios puntos
de París. El próximo domingo, una ceremonia en su memoria ha sido convocada en
la Plaza de la República. La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, plantará un
simbólico “árbol del recuerdo” en recuerdo de las víctimas.
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