2018:
¿Beltrones?/ Raymundo Riva Palacio
Estrictamente
Personal
El
Financiero, 26 de julio de 2016
Manlio
Fabio Beltrones debió haber visto que no podía seguir al frente del PRI
alrededor de las tres de la mañana del 6 de junio en Los Pinos, cuando junto
con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, le dijeron al
presidente Enrique Peña Nieto que la victoria en al menos nueve estados que le
habían dicho tendrían ocho horas antes, eran todo lo contrario. Peña Nieto, dijeron personas que conocen
de esa junta, perdió la compostura en un regaño airado que continuó al día
siguiente, cuando ante el gabinete gritó: “¿¡Qué no tienen claro que soy
priista!?” La pregunta era retórica. Priista, sí, en el más puro estilo del
priismo institucional, pero como Beltrones confió días después a sus cercanos,
tras insistir a Peña Nieto que aceptara la renuncia como líder del partido, “él
puede mandar, pero no mandarnos”.
La
salida de Beltrones tuvo costos para el político, pero muchos menos de los que
suponían sus enemigos del equipo compacto de Peña Nieto que tendría. Incluso,
cuando en las primeras horas de la renuncia el trato que tuvo en los medios fue
como víctima de las imposiciones de candidatos desde Los Pinos, y el desgaste
principal de las derrotas no estaba cayendo sobre él, varios emisarios peñistas
le sugirieron bajar el perfil mediático porque los nervios estaban
convirtiéndose al enojo dentro el círculo interno del presidente. Beltrones se
fue del partido casi en forma inmediata y salió del país unos días.
Cuando
se ungió a Enrique Ochoa como su sucesor, lo presionaron para que estuviera en
el acto, pero mandó decir que no sería posible al encontrarse a muchos
kilómetros de la Ciudad de México. Peña Nieto necesitaba que le diera apoyo a
Ochoa, y cuando regresó a México, le pidieron que se retratara con él, algo que
hizo durante un café que se tomaron, y cuya fotografía colocó en su cuenta de
Twitter. ¿Por qué el aval? Por la forma como se fue Beltrones del PRI. Cuando
le presentó su renuncia, le dijo al presidente que su sacrificio debía ser el
inicio de acciones y cambios para mostrar que las derrotas tenían
consecuencias. Lejos de hacerlo, impuso a Ochoa como dirigente del partido, en
una operación apresurada que motivó que senadores y diputados priistas de
varias legislaturas preparan documentos de censura al método de selección y de
deslinde del nuevo líder que pensaban hacer públicas.
Funcionarios
peñistas lograron sofocar las denuncias de los priistas renegados, pero las
semillas quedaron sembradas. La molestia contra el presidente dentro del PRI es
creciente, y la forma como impuso a Ochoa, la profundizó. Es tanta la
inconformidad que hay, que varias de las figuras más representativas del PRI
están pensando deslindarse de la dirigencia del partido y, por tanto, de Peña
Nieto. Paralelamente, un número creciente de priistas con diferentes orígenes y
fuentes de apoyo están presionando a Beltrones para que impulse la creación de
una corriente crítica dentro del PRI e inicie su campaña por la candidatura
presidencial del partido.
Beltrones
tiene programado reunirse el próximo viernes con la bancada del PRI de la
actual Legislatura, si bien se espera que dé un posicionamiento sobre lo que
sucedió el 5 de junio, en particular sobre las razones que llevaron a las
derrotas, no está claro si habrá un deslinde del presidente o si está listo
para tomar una decisión tan extrema como aquella a la que quieren llevarlo
varios priistas. ¿Está listo para retar al presidente? ¿Está listo para un
salto tan grande? Beltrones se entrenó en el priismo de las instituciones y ha
entendido a lo largo de su vida pública dónde están los límites y cuándo
replegarse. Lo demostró cuando contendió por la candidatura con Peña Nieto, al
ver que había una cargada priista contra él –encabezada, paradójicamente, por
algunos de los gobernadores acusados hoy de corrupción–, no provocó una
ruptura. Se retiró de la contienda y trabajo por el éxito del candidato.
Las
condiciones hoy en día son diferentes. No porque Beltrones se haya
transformado, sino porque Peña Nieto cambió. Priistas que lo conocieron desde
sus tiempos de gobernador en el Estado de México y lucharon juntos muchas
batallas, admiten no reconocer al inquilino de Los Pinos. No sólo abandonó a
sus viejos camaradas, sino al priismo en general. En las dos últimas
elecciones, las federales del año pasado y las del 5 de junio, los priistas
tuvieron que esconder el nombre de Peña Nieto de las campañas porque les daba
negativos. Beltrones dijo en su discurso de renuncia que el gobierno tenía que
estar cerca del partido, que fue una crítica al presidente que realizó acciones
de gobierno sin jamás consultar al partido o anticiparle decisiones que podrían
tener impacto en el electorado.
La
imposición de Ochoa fue la ratificación de que no escuchó Peña Nieto a los
priistas, ni tampoco a Beltrones. Ahora, quieren desafiarlo y enfrentarlo. A
quien pretenda Peña Nieto llevar a la candidatura presidencial, lo van a
combatir. Frente al candidato de Los Pinos, los priistas quieren a Beltrones.
La fractura en el PRI es importante, la que se ve más seria desde 1987, cuando
surgió la Corriente Democrática, pero la más seria porque no sólo puede
representar el quiebre del PRI, sino que en las condiciones actuales, el
principio de su fin.
Twitter:
@rivapa
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