El
ISIS quema petróleo para frenar el avance de la coalición hacia Mosul
Los
peshmergas alimentan la ofensiva y creen que mucho depende de lo que haga la
población del feudo yihadista
JUAN
DIEGO QUESADA (ENVIADO ESPECIAL)
El País, Majmur
(Irak) 18 OCT 2016
Al
segundo día de batalla, una nube negra tiñó el cielo de Mosul. Una espesa
niebla dificultó el avance de las tropas iraquíes y kurdas que tratan de
hacerse con la ciudad, la segunda más importante de Irak, en manos del Estado
Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) desde hace dos años. Los yihadistas
incendiaron un yacimiento petrolífero para cegar a los aviones enemigos e
impregnaron la batalla de un aire apocalíptico. Aun así, los aliados volvieron
a ganar terreno por segunda jornada consecutiva e hicieron ondear la bandera
iraquí en las villas reconquistadas. Soldados con la cara tiznada sostenían el
estandarte.
La
batalla empezó temprano, al alba. Los soldados desplegaron su esterilla y
rezaron en medio de un páramo polvoriento, con Mosul al fondo. Al acabar,
agarraron los Kalashnikov y las botellas de agua y marcharon hacia lo
desconocido: detrás de esa tela negra que envolvía el horizonte se escondía el
enemigo.
“Hemos
avanzado y claramente estamos desestabilizando a Daesh. Va a depender mucho de
la población que está dentro de Mosul. Si ellos se dan cuenta de que están
perdidos y tienen que ayudarnos, todo será mucho más sencillo”, explicaba el
coronel Mahdi, encargado de la base kurda de Majmur, donde se centraliza buena
parte de la gestión de la batalla.
La
Cruz Roja teme que el ISIS use a los civiles como escudos humanos en Mosul
Obama
busca una victoria en Mosul antes del cambio en la Casa Blanca
Si
en el frente se habla del territorio ganado, en la retaguardia se cuenta a los
muertos. Los kurdos han perdido seis hombres, quizá siete. A los ejércitos no
les gusta hablar de los caídos en combate porque tiene que ver con el fracaso.
Mientras Mahdi comenta los avances sobre el ISIS con un corrillo de soldados y
de vez en cuando pide silencio para escuchar lo que están diciendo en la
televisión sobre la ofensiva, en un despacho del ministerio peshmerga —una
oficina de la eterna guerra en la que viven— se encarga de llamar a los
familiares de los fallecidos: “¿Es usted la madre? Su hijo murió como un héroe.
Pase mañana a recoger su cadáver al hospital de Erbil. Allí le diremos la
pensión que usted va a recibir”.
En
Erbil, la próspera ciudad cercana a Mosul y capital del Kurdistán, los
vendedores de gallinas seguían apostados en las esquinas de la carretera, los
hojalateros continuaban rebuscando algún tesoro entre los montones de chatarra
que les llega de Europa y las jóvenes de la clase alta celebraban cumpleaños en
hoteles de cinco estrellas. Cuando has vivido siempre en medio de una guerra,
los cañonazos son solo una música de fondo, como la radio para los abuelos que
pasan los días solos en casa.
Sin
embargo, el valor del dinero es otro desde que comenzó la batalla. Sobre todo
en los gremios que tienen que ver de alguna manera con el conflicto. El taxi
que lleva hasta la base vale el triple que hace tres meses, el traductor no
agarra el teléfono porque tiene una mejor oferta y los precios de las
habitaciones de los hoteles se han disparado.
En
las bases también circula con alegría el color verde del dólar. Sorani, el
encargado de comprar la comida y arreglar los coches en Majmur, compra estos
días en Erbil una pistola a 30 dólares, una réplica de una Glock de fabricación
turca, y la vende a la tropa por 100 después de manipularla.
“Todo
el mundo quiere ir lo más armado posible si vas al frente”, dice Sorani, el
único que habla inglés de todo el regimiento.
El
Estado Islámico tomó Mosul por las bravas, con una horda de iraquíes que
conocían a la perfección la zona y extranjeros adeptos a la causa. Arrasaron la
comisaría de policía e incendiaron los puestos de control. La bandera iraquí
fue bajada del mástil y se colocó un paño negro con el símbolo del ISIS.
Cambiaron los profesores en las escuelas y los imanes en las mezquitas. Se
calcula que hay un millón de personas viviendo bajo ese régimen, donde escasea
la luz, el agua, no hay Internet y la gente se divierte y se horroriza con las
ejecuciones públicas. Puede que sea la ciudad más aislada del mundo. Por las
bravas también va a tener que ser reconquistada.
Residentes
consultados por la agencia Reuters denunciaron ayer que los milicianos del ISIS
han empezado a utilizar a civiles como escudos humanos, forzándoles a
instalarse en inmuebles que podrían ser objeto de ataques. Un portavoz del
Pentágono sostuvo ayer que el ISIS empezó este tipo de maniobra desde hace
semanas, y recalcó cómo sus milicianos se esfuerzan para impedir la salida de
civiles de la ciudad.
Al
caer la tarde decenas de camiones iraquíes circulan hacia sus alrededores. No
solo cargados de armas, sino también de sacos de arena, excavadoras y maderos
para levantar puestos en las zonas que están arrancado de las manos al
califato. Tres policías que han llegado haciendo dedo hasta el check point más
avanzado se dirigen a un futuro incierto.
“Hay
que apoyar a las tropas y asegurar la zona”, dice uno de ellos, con un bigote
que bien podría ser el de un mariachi. Aunque eso sí, añade, Dios nos proteja,
no sabemos lo que nos vamos a encontrar. La nube negra no deja ver el horizonte
y da miedo.
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