Cinco millones de mujeres contra Trump... y apenas es el comienzo/
EILEEN TRUAX
Revista Proceso # 2100, 28 de enero de 2017
Según algunos cálculos, fueron 5 millones de mujeres las que el sábado 21 marcharon en varias ciudades de Estados Unidos para gritar su repudio a Donald Trump, un día después de que éste asumiera como el presidente 45 de ese país. Las razones: el desprecio del republicano (hecho público desde hace tiempo) hacia las mujeres, los inmigrantes, los discapacitados, los derechos civiles, la ecología… La instancia que organizó la protesta, Women’s March, no se va a quedar sólo con esa demostración y ya anunció más medidas de presión contra el entrante gobierno.
Los Ángeles.- La tercera semana de noviembre de 2016, días después de que Donald Trump ganara las elecciones en Estados Unidos, Juana Martínez-Neal entró a Facebook y se encontró con una invitación: un grupo de mujeres se organizaba para convocar a una marcha en Washington al día siguiente de la toma de posesión.
La idea la entusiasmó: llevaba días pensando en una manera de manifestar su desacuerdo con las políticas del presidente electo, pero siendo mamá de tres niños le resultaba complicado viajar desde Arizona a la capital del país. Entonces decidió buscar una alternativa en su ciudad. Lanzó una convocatoria y 40 días después, ante sus sorprendidos ojos, 30 mil personas marchaban por el centro de Phoenix.
La Marcha de las Mujeres se celebró el sábado 21, un día después de la toma de posesión de Trump como presidente número 45 de Estados Unidos. Coordinada desde Washington por cuatro mujeres activistas –Carmen Pérez, Tamika D. Mallory, Linda Sarsour y Bob Bland– y un Comité Nacional, tuvo como objetivo presentar una plataforma en la que confluyeran la necesidad de poner fin a la violencia, la defensa de los derechos reproductivos, laborales, civiles, de la comunidad LGBTQIA, de los inmigrantes, de las personas discapacitadas y por la justicia ambiental.
Miles de organizaciones activistas en estas áreas participaron en marchas por todo el país.
“Creemos que los derechos de las mujeres son derechos humanos, y que los derechos humanos son derechos de las mujeres”, señala el comité en un manifiesto publicado en su página web, citando la conocida frase de Hillary Clinton en el foro de las Naciones Unidas en Beijing en 1995, cuando la excandidata era primera dama de Estados Unidos. “Debemos crear una sociedad en la que las mujeres –incluidas las negras, nativas, pobres, inmigrantes, discapacitadas, musulmanas, lesbianas, queer y trans– sean libres y tengan la posibilidad de cuidar y alimentar a sus familias, cualquiera que sea su conformación, en espacios saludables y seguros, libres de impedimentos estructurales”.
Paola Mendoza es la directora artística del Comité Nacional de la Women’s March. Originaria de Colombia, es cineasta, vive en Nueva York, ha pasado la mayor parte de su vida en Estados Unidos y ha dedicado gran parte de su trabajo documental a hablar sobre inmigrantes. Cuando se enteró del proyecto a través de Carmen Pérez, supo que tenía que participar.
–Me senté a hablar con ella, quería saber cómo ayudar, porque yo tengo experiencia creando alianzas y mucho de mi trabajo es sobre inmigración. Empezamos a conectar con organizaciones establecidas y con organizaciones de inmigración, y a crear una lista de artistas y celebridades para invitarlos a venir y a marchar. De Los Ángeles convoqué a 150 personas. Y una parte adicional de mi trabajo fue organizar el programa de oradores, además de curar el diseño de arte. Lo hicimos todo en dos meses –dice orgullosa.
De acuerdo con las cifras finales de Women’s March, se registraron marchas en más de 600 ciudades en Estados Unidos, siendo las más numerosas las de Washington, con 1 millón de personas; Los Ángeles, con 750 mil; Nueva York, con 500 mil y Chicago, con 250 mil, y un total de 5 millones en todo el país.
Un conteo realizado por un profesor de la Universidad de Connecticut, publicado por la revista The Atlantic, dio por resultado entre 470 mil y 680 mil participantes en Washington y una participación total de entre 3.6 y 4.6 millones de personas a escala nacional.
“Jamás había marchado”
El día que Juana Martínez-Neal –peruana de 45 años, con 22 viviendo en Estados Unidos– decidió que buscaría marchar en Phoenix, pensaba hacerlo sumándose a alguien que ya estuviera organizando algo, pero vio que aún no había nada. Puso un mensaje en Facebook, y la noche del 20 de diciembre, un mes antes de la toma de posesión, Kristy King, Eva Burch y ella empezaron a planear la marcha.
–Teníamos que hacerlo todo muy rápido, pero la ventaja es que encontramos gente muy competente. Kristy es profesora de ciencia política en una universidad de Arizona, Eva es enfermera y sus papás son abogados; actúa eficientemente en situaciones de respuesta rápida y es muy buena para hablar. Y yo soy ilustradora y autora de libros infantiles. Mi trabajo se enfoca en la diversidad, expongo la cultura latina a la gente que no está normalmente acostumbrada a verla, porque la mayoría de los autores son blancos, no gente de color. Las tres hemos encontrado afinidad, nos complementamos.
Lo que siguió fue coordinarse con la marcha central en Washington, que a su vez ya se encontraba rebasada; así se crearon coordinaciones estatales. Se abrió un grupo de Facebook para los organizadores, donde podían hacer preguntas. Se abrió también un grupo en la plataforma de mensajes Slack, para compartir archivos, y se coordinaron llamadas semanales para hacer preguntas y compartir
información.
–El mayor obstáculo fue obtener el apoyo de las organizaciones ya establecidas. Cada vez que intentábamos hablar con ellos, desde el Partido Demócrata en Arizona, hasta los grupos que apoyan mujeres en la política, era difícil que nos devolvieran las llamadas o nos pusieran atención. Espero que se hayan dado cuenta ahora de que se equivocaron –dice, riendo, Juana, al recordar el éxito que tuvo la marcha.
Cuando el equipo empezó a dar entrevistas a los medios, Juana decidió ser conservadora: dijo que si llegaban mil personas, la marcha sería un éxito. Conforme se acercaba la fecha subió la cifra: 2 mil, 4 mil. La mañana del sábado 21 su página mostraba a 13 mil personas registradas. Al final, los números oficiales cerraron en 30 mil.
–El momento en el que me di cuenta de cuántos éramos fue cuando empezamos a marchar. Pasaron 15 minutos y la gente no podía dar un paso. Después vimos las imágenes desde el helicóptero en las noticias –recuerda emocionada.
Para Juana tiene un significado especial el que un acto así haya ocurrido en Arizona, un estado con una tradición de voto republicano y activos grupos antiinmigrantes, incluidos los seguidores del alguacil Joe Arpaio.
–Estamos ansiosas de seguir trabajando. Yo jamás había marchado, jamás había ido a un evento de este tipo. Arizona es un estado que por tradición es rojo (color de los republicanos), pero sé que hay mucha gente que no está de acuerdo con las ideas de Trump. Han tenido que estar en la marcha para darse cuenta de que no están solos, de que en el estado y en la ciudad no todo es acerca de Trump.
Poner el ejemplo
Tracy Samson, socia de una firma de bienes raíces, es mamá de dos niños y vive en Los Ángeles. Como Juana, escuchó sobre la marcha en Washington, pero el trabajo y la familia le impedían viajar allá. Tras conectarse ella y otras mujeres en redes sociales, en un proceso similar al de Phoenix y al de muchas otras ciudades, lograron armar la sorprendente marcha de la ciudad californiana.
–Aún lo estoy procesando –dice Tracy riendo–. Esperábamos 100 mil personas y llegaron más de 750 mil. Fue impresionante, me da fe y optimismo. Y fue fascinante hacer contacto con otras personas planeando, con gente de todo el mundo. Empezamos a hacer conferencias telefónicas con las marchas “hermanas” de California para compartir nuestras ideas y trabajar juntos, pero hubo ocasiones en que hablamos con quienes organizaban las marchas de Tokio, o las de Canadá.
Para Tracy, lo más sobresaliente es la cantidad de gente “nueva” participando en movilizaciones. Por ello, el equipo del que forma parte busca crear acciones para que la gente pueda seguir participando a nivel local, ya sea que puedan dar una hora de vez en cuando, o lo hagan de manera constante.
–Yo nunca había ido a una marcha, la mayoría de quienes están en nuestro equipo administrativo tampoco. Queremos decirle eso a la gente, que no necesitas experiencia si tienes pasión por ello. Yo decidí marchar porque soy mujer y porque soy mamá de dos niños, y los niños suelen ver al presidente como una figura a imitar; pero lo que veo no es lo que yo les quiero enseñar a mis hijos. Y no puedo decirles cómo enfrentar el acoso escolar o cómo denunciar una injusticia si yo como adulto no lo hago. Tengo que poner el ejemplo.
Valorar la experiencia inmigrante
Wendy Carrillo llegó siendo niña a Estados Unidos, huyendo de El Salvador con su familia. Su padre presentó una solicitud de refugio que le fue negada, pero de todos modos vinieron; así es como Wendy vivió una parte de su vida como inmigrante indocumentada en Los Ángeles. Hoy, a sus 36 años, es ciudadana estadunidense, es candidata independiente a un cargo en el Congreso federal y fue una de las oradoras en la Marcha de las Mujeres de Washington.
–Estaba planeando participar en el evento de Los Ángeles, pero una semana antes recibí la invitación para viajar a Washington y compartir mi historia; para hablar de cómo en este país, cuando uno tiene documentos, puede aspirar incluso al Congreso. Es una historia que interesa a mucha gente, sobre todo ahora, con un presidente que no valora la experiencia de los inmigrantes.
“Pude ver lo que pasa cuando las mujeres se organizan y salen a protestar, y están en esa acción con el corazón. Hay mucho coraje por lo que está pasando; la mayoría de las mujeres estaban ahí por amor al país, a sus familias, y para proteger los derechos civiles.”
En los meses por venir Wendy dirigirá sus esfuerzos a obtener el puesto en el Congreso que dejó libre Xavier Becerra, nombrado procurador de California. Lo decidió, dice, tras la decepción que sufrió luego de la que considera una elección primaria deshonesta entre los demócratas Hillary Clinton y Bernie Sanders. Justo en ese momento el cargo para el Congreso en su distrito quedó vacante.
–Estaré enfocada en la campaña, pero si hay acciones de Women’s March a las que asistir, lo haré. Es el momento de dejar nuestras diferencias y unirnos.
El movimiento que viene
La pregunta sobre “qué sigue” ha caído sobre el grupo coordinador de Women’s March desde las horas posteriores a la marcha.
Como primer paso el equipo lanzó la campaña “10 acciones/100 días”, que consiste en realizar una acción cada 10 días hasta que sean los 100 primeros de la gestión Trump, cuando tradicionalmente se realiza un balance. La primera acción, compartida en la página en internet, consiste en escribir una tarjeta postal al senador que corresponda, con las cosas que importan más a la persona que la envía. Hay un diseño de postal para descargar e imprimir en casa, y la campaña sugiere invitar a las personas a reunirse y hablar de su experiencia enviando las postales.
–Todo lo que hicimos, lo hicimos diligentemente continuando al mismo tiempo con nuestra vida diaria, con nuestros trabajos, atendiendo a nuestras familias –explica Paola Mendoza–. Mucha gente nos pregunta qué sigue, y está impaciente porque quiere seguir participando; mucha de esa gente no había participado nunca en un evento de este tipo y ahora tiene mucha energía.
“Pero nosotros estamos claros en que esto es una estrategia de largo aliento, rumbo a la elección (intermedia) de 2018 y la presidencial de 2020. En tanto, estamos pidiendo que la gente se involucre en asuntos en los cuales se sienta bajo ataque cada día; que creen alianzas con organizaciones. Ya iremos dejando saber qué otros mecanismos están disponibles y cómo pueden ayudar.”
A la pregunta de si el equipo no se encuentra desgastado por el intenso trabajo de los dos últimos meses, la respuesta de Paola es contundente.
–Estamos en una situación en la que el Partido Republicano está tomando el poder, empujando los límites como no lo habían hecho antes. La gente se está organizando no porque quiera, sino porque no tiene alternativa. Sus comunidades están siendo afectadas directamente por la administración Trump, de manera que esto no es algo que le pasa a alguien más; esto es personal. No se trata de ver si puedes o quieres salir a la calle; ésta es nuestra realidad ahora. Ellos no están cansados, así que nosotros no podemos darnos el lujo de estarlo.
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