El presidente, que en su día jaleó las filtraciones y dio credibilidad a Assange, guarda silencio tras filtrarse los supuestos métodos de espionaje de la CIA. La Agencia de Inteligencia advierte de que este tipo de filtraciones "dan armas al enemigo para hacernos daño".
AMANDA MARS
El País, Nueva York 8 MAR 2017 -
Donald Trump, hace unos días en un astillero militar en Virginia. STEVE HELBER AP
El último escándalo de Wikileaks, la filtración de los supuestos métodos de la CIA para espiar a través de los teléfonos, ordenadores o televisores de cualquiera, ha irrumpido en la actualidad política americana en medio de un singular silencio. No ha habido astracanada por parte de Donald Trump en Twitter, pese a que la desconfianza del presidente hacia la agencia federal es manifiesta, ni salida en tromba de demócratas o republicanos. Preguntado por la cuestión, su portavoz, Sean Spicer, dijo que el republicano está "extremandamente preocupado".
"El presidente ha indicado que cualquiera que filtre información clasificada deberá ser sometido a la ley en grado máximo. Perseguiremos a la gente que filtre información confidencial, y lo haremos en el máximo grado que permita la ley", apuntó Spicer.
Según informó la CNN, la CIA y el FBI están llevando a cabo una investigación criminal para averiguar cómo esos documentos han llegado a manos de la plataforma fundada por Julian Assange y si, tal y como dice Wikileaks, ha sido un antiguo colaborador quien los ha robado. Funcionarios citados por Reuters señalaron este miércoles que a finales del año pasado se detectaron brecha en la seguridad que han llevado a esta filtración. "Ese tipo de filtraciones no solo ponen en peligro el personal y las operaciones estadounidenses, sino que otorgan a nuestros adversarios herramientas e información para hacernos daño", dijo este miércoles la portavoz de la CIA Heather Horniak, según AFP, si bien la agencia sigue sin confirmar o desmentir la autenticidad de los documentos difundidos.
Para Trump, la situación es delicada. En su día, cuando en plena campaña Wikileaks filtró los correos privados del Partido Demócrata, atacó a los demócratas. Durante el verano llegó a pedir jocosamente a Rusia que espiara a su rival, Hillary Clinton. Y cuando después las agencias de Inteligencia de EE UU acusaron a Moscú de orquestar una campaña de ciberataques para influir en los comicios y ayudar al republicano a llegar a la Casa Blanca, el ya presidente electo expresó más confianza en Wikileaks que en sus propios servicios de espionaje. “Julian Assange dice que ‘un chaval de 14 años podría haber hackeado a Podesta’. ¿Por qué tuvo tan poco cuidado el Partido Demócrata? ¡Además dijo que los rusos no le dieron la información!”, afirmó a primeros de enero.
A este respecto, el portavoz de Trump dijo este miércoles que "hay una gran diferencia" entre aquella filtración y la actual, relacionada con la CIA, y se quejó de un "doble rasero" de la prensa al tratar ambos casos.
Comey: "No existe la privacidad absoluta en Estados Unidos"
Mientras, a micrófono abierto, hay poco ruido político. Uno de los pocos en manifestarse fue el presidente del Comité de Inteligencia del Congreso, Devin Nunes, que fue preguntado por ello el martes mientras atendía a la prensa por la investigación por parte de la Cámara de la presunta injerencia en alas elecciones presidenciales estadounidense. “Parecer algo muy, muy serio”, dijo, “estamos extremadamente preocupados y lo estamos siguiendo de cerca”.
El director del FBI, James Comey, sin mencionar específicamente a este caso, hizo una reflexión durante una conferencia en Boston sobre el que es el gran tema de fondo en este nuevo escándalo de Wikileaks: “No existe algo como la privacidad absoluta en Estados Unidos, no hay un lugar al margen del alcance judicial”, dijo. “Tenemos una expectativa razonable de privacidad en nuestros hogares, coches y en nuestros dispositivos. El Gobierno no puede invadir esa privacidad sin una buena razón revisable en los tribunales”.
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