Muere la periodista Paloma Gómez Borrero a los 82 años
Paloma Gómez Borrero, fotografiada en 2014. SERGIO GONZÁLEZ VALERO
IRENE HDEZ. VELASCOMadrid
El Mundo, 25/03/2017
Fue hace siete años, en Junio de 2010. José Luis Rodríguez Zapatero se acababa de reunir con Benedicto XVI en el Vaticano y, concluida la reunión, el presidente del Gobierno ofreció una improvisada rueda de prensa en la Plaza de San Pedro. Atraídos por el barullo de los micrófonos y las cámaras, los cientos de turistas españoles que pululaban en ese momento por allí acudieron a fisgonear. Y entonces, al ver quién estaba por allí, se volvieron locos y se lanzaron todos a una a gritar con entusiasmo: " ¡¡Paloma!! ¡¡¡Paloooooma!!!!! A Zapatero, ni caso.
Así era siempre que Paloma Gómez Borrero (Madrid, 1934, fallecida este viernes también en Madrid, a los 82 años) salía de casa y se topaba con algún connacional. Se abalanzaban sobre ella a abrazarla, a besarla, a estrecharle la mano, a darle un palmadita en la espalda, a tocarla... Al fin y al cabo era un mito: había sido la primera mujer corresponsal de TVE, informando desde Roma de la política italiana y, sobre todo, del Vaticano. Y, en concreto, de Juan Pablo II, un Papa al que conoció profundamente y al que acompañó por todos sus viajes alrededor del mundo.
Su aventura como corresponsal de TVE en Roma en realidad duró sólo siete años, desde 1976 hasta 1983. Pero fue tal el impacto que dejó en la retina de los telespectadores esa mujer siempre sonriente y siempre profesional, tan distinta a los tíos serios y aburridos que se estilaban por entonces, que tres décadas después casi todos los que la paraban por la calle le recordaban aquella época gloriosa. Y algún despistado incluso daba por hecho que seguía siendo la corresponsal de TVE en el Vaticano. Porque a Paloma siempre se la asociaba con eso: con los Papas, los cardenales, la curia, la Santa Sede y demás.
Conocía Roma y sus vericuetos como la palma de su mano, y del Vaticano lo sabía todo, todo, todo. Pero, en contra de lo que muchos pensaban, no era para nada ninguna beatona. Al contrario: había que verla contándole chistes picantes a los monseñores. Un espectáculo.
Tenía tantas anécdotas, tantas experiencias que referir, tanta vida vivida, tanta generosidad por compartirlo todo y un sentido del humor tan agudo que era imposible aburrirse con ella. Ante un buen plato de pasta (cocinado por Alberto, el piloto italiano con el que se casó, porque a ella los fogones se le daban sólo regular) lo mismo podía hablar de los rincones más exóticos del planeta que narrar los detalles del fantasma que sostenía haber visto que dar cuenta de detalles personalísimos de un jefe de Estado.
Era un torrente de energía. A pesar de los años (dato que constituía el tercer secreto de Fátima, porque era coqueta y se negaba siempre a revelar su edad), siempre fue la más marchosa de los vaticanistas. Bastaba verla en los lugares más insospechados mandando crónicas de radio sin parar para la COPE, la cadena en la que empezó a trabajar desde la capital italiana en 1984, un año después de dejar de ser corresponsal de TVE en Roma y de rechazar irse a Atenas como enviada de la televisión pública. Alberto tuvo mucho que ver en esa decisión.
Casi ningún joven reportero habría aguantado el brutal ritmo de vida que ella llevaba. Ya establecida en Roma durante 30 años estuvo viajando casi todas las semanas a España, dándose una auténtica paliza, para dar el pregón de las fiestas de no sé qué pueblo, para pronunciar una conferencia en el salón de actos de una localidad perdida, para participar en programas de televisión o para presentar alguno de los numerosos libros que escribió -Huracán Wojtyla (1982), Juan Pablo, amigo: la vida cotidiana en el Vaticano (1996), Los fantasmas de Roma (1998), La Alegría (2000), Adiós, Juan Pablo, amigo (2005), De Benedicto a Francisco. El cónclave del cambio (2013), Juan Pablo II. Recuerdos de la vida de un santo (2014) o Comiendo con Paloma Gómez Borrero (1983), por citar algunos de ellos-.
A lo largo de su carrera colaboró con numerosos medios, desde ABC a El Alcázar, pasando por Crítica, Senda, El Correo Español-El Pueblo Vasco, El Pueblo Gallego o EL MUNDO, y recibió numerosos premios y distinciones. Pero se merecía más, mucho más. Era realmente una mujer excepcional, una periodista excepcional.
#Paloma Gómez Borrero: la 'guardiana' de los secretos sobre el Vaticano
IRENE HDEZ. VELASCORoma
El Mundo, 24/03/2017 23:01
Este perfil se publicó en EL MUNDO el 8 de julio de 2012, cuando abandonó la Cadena Cope. Paloma Gómez Borrero ha fallecido este viernes en Madrid a los 82 años
Conoce a prácticamente toda la curia romana. Ha acompañado a Benedicto XVI en el avión papal en todos sus 23 viajes al extranjero. Sólo faltó, y por motivos de salud, a una de las 104 visitas apostólicas que Juan Pablo II realizó fuera de Italia. Se mueve con soltura entre cardenales, monseñores y obispos. Incluso se permite contar chistes picantes a Sus Eminencias. Benedicto XVI tuvo el detalle de felicitarla el año pasado por su cumpleaños. Juan Pablo II en persona bautizó a su nieta Caterina. Y cada vez que atraviesa la Plaza de San Pedro, los turistas españoles se abalanzan en masa a saludarla siempre con el mismo grito de guerra: «¡¡¡Palomaaaaaaa!!!"». Es Paloma Gómez Borrero, la más veterana corresponsal española en el Vaticano. Pero a partir de septiembre dejará de ser la corresponsal de la Cope en la Santa Sede, emisora a la que se incorporó a principios de los años 80. Paloma, cuya edad constituye uno de los secretos más impenetrables de la Santa Sede, lleva más de 40 años informando a los españoles de lo que se cuece en el Estado más pequeño del mundo. Primero como corresponsal de Televisión Española, donde trabajó durante 12 años y donde fue la primera mujer en ser corresponsal en el extranjero. Pero ahora, a Paloma Gómez Borrero la jubilan. Por edad, porque la cadena de los obispos quiere apostar por el cambio, por la renovación, por dar paso a gente joven. El caso es que la decana de los corresponsales españoles en Roma abandona la Cope. "Bueno, qué le vamos a hacer", asegura inasequible al desaliento y con su habitual optimismo. "Ya vendrán otras cosas", añade esta mujer que habla perfectamente cinco lenguas (inglés, francés, italiano, alemán y español). Se ha codeado con muchos de los grandes protagonistas del siglo XX. "¿Te he contado alguna vez cuando conocí a Paul Getty, el abuelo? Era muy antipático. Ava Gardner era guapísima. Dalí me dedicó un dibujo de una paloma. William Somerset Maugham era delicioso".Pero a quien Paloma Gómez Borrero recuerda con más cariño y admiración es a Juan Pablo II. "Santidad, yo le he visto nacer como Papa", le soltó en una ocasión. "Teníamos una relación muy bonita, muy cariñosa", explica. Lo que está claro es que Paloma no se piensa jubilar. "¿Retirarme? Ni hablar. Yo no sé estar en casa sentada". A pesar de los problemas de cadera que sufre, a pesar de que muchas veces tiene que echar mano de un bastón para poder seguir trotando de aquí para allá a su ritmo habitual, piensa seguir en primera línea informativa. "Creo que colaboraré con la Cope, continuaré participando en tertulias y seguiré escribiendo para La Gaceta y otros medios". Además, acaba de poner el punto final al séptimo de sus libros, un ensayo dedicado al cardenal Antonio Cañizares que lleva por título El cardenal Cañizares se confiesa. En un mundo tan masculino (y machista) como el Vaticano, esta mujer ha conseguido abrirse paso y hacerse con las mejores fuentes. "Siempre me he llevado bien con todo el mundo. Pero la clave es que siempre me he acercado a la gente del Vaticano con mucho respeto y nunca les he traicionado. Hay periodistas que hacen información religiosa y que tienen ideas preconcebidas, muchos prejuicios. Yo no".
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