La Oficina de Prensa de la Santa Sede ha confirmado la noticia.
Theodore McCarrick, acusado de abusos sexuales, de hechos ocurrido hace 50 años..
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"...No finjas más, no ocultes la excesiva
hambre de mí que te arde en la mirada..."Gala
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Las columnas políticas hoy, 28 de julio de 2018..
Frentes Políticos/Excelsior...
I. En lo correcto. La presencia de Jesús Seade en las negociaciones del TLCAN no pasó inadvertida. El mismo Enrique Peña Nieto, presidente de México, vio con beneplácito la participación de representantes del virtual ganador de los comicios, Andrés Manuel López Obrador. “Da certidumbre para contar con un acuerdo en agosto”, afirmó el Presidente. “Hemos incorporado y han sido designadas personas del equipo de transición para que sean parte, y estén presentes, y hagamos un frente común en esta negociación”. Seade y el representante comercial estadunidense, Robert Lighthizer, se reunieron muy cerca de la Casa Blanca. Los equipos técnicos de ambos países continuarán trabajando en la preparación de una próxima reunión. Jesús Seade desenredará, dijo, los temas que han obstruido el tratado. Todo el fuego al asador en el tema de mayor prioridad para el próximo gobierno. Bien.
II. Caminante. Si algo ha hecho Andrés Manuel López Obrador es visitar los rincones de México. Y por ello, este fin de semana viajará a la Selva Lacandona, en Chiapas, para hacer “trabajo de campo”, y de forma discreta, poder hablar con la población indígena y los campesinos, sin presencia de periodistas. López Obrador pidió “comprensión” porque no irá acompañado de medios de comunicación. “Cuando está de por medio una cámara, la gente se puede inhibir y yo tengo que hacer trabajo de campo, no puedo estar todo el tiempo en la oficina”, dijo. Además del encuentro cara a cara con las comunidades, realizará una investigación para sembrar árboles maderables y frutales en esa zona del país. Estallido económico. Sabe lo que hace.
III. Fortaleza. Así, tajante, reaccionó José Ramón Amieva, jefe de Gobierno de la Ciudad de México, ante el hallazgo de dos cuerpos en calles de la delegación Iztapalapa, uno decapitado y el otro al interior de una hielera. Reiteró que no se permitirá que grupos delictivos vulneren la tranquilidad de quienes habitan la Ciudad de México. La capital “no será territorio para delinquir ni tiradero de cadáveres”. Amieva anunció la instalación de una mesa de trabajo interinstitucional, en la que autoridades capitalinas y federales coordinarán acciones para dar seguimiento a perfiles, conductas e identidades de personas extranjeras para que, en caso de delinquir y ser detenidas, sus ilícitos no queden impunes y sean juzgadas con apego a la ley. Al menos, el 9% de las indagatorias tiene que ver con delincuencia importada. Pero hasta aquí llegaron. ¡Prohibido arrojar cadáveres!
IV. Focos rojos. Se está saliendo de control el tema de seguridad en Guanajuato. Lo que ha sucedido en las últimas 48 horas en el estado es preocupante. Se registraron 26 ejecuciones entre la mañana y noche del pasado jueves en varios municipios del estado, y ayer, en Irapuato, fueron ejecutadas ocho personas más. El Observatorio Nacional Ciudadano de Seguridad, Justicia y Legalidad alertó desde hace algunos años que en Guanajuato estaban aumentando drásticamente diversos delitos. El número de ejecuciones duplicó en seis meses lo del último año. Pero, como siempre, estas cifras no encajan en la realidad de los gobiernos estatales. ¿Los ataúdes sí?
V. Ánimo renovado. El Comité Ejecutivo Nacional del PRD presentará ante su Consejo Nacional un documento con las reflexiones y conclusiones de las mesas de análisis en cinco circunscripciones del país, luego de los resultados electorales del 1 de julio. Manuel Granados Covarrubias, líder nacional del sol azteca, aseguró que, luego de escuchar a gobernadores, líderes de expresión y candidatos electos, se elaborará el documento integral de diagnóstico “para entrar a una etapa de reorganización interna”. Afirmó que se refrenda su compromiso por hacer crecer al partido. Y la nota: Hubo coincidencias en temas de análisis, de crítica, pero al final concordaron que “hay PRD para mucho”. Bueno, al menos se lo creen, por algo se recomienza.
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TEMPLO MAYOR/ REFORMA
SI LA PRIORIDAD del próximo gobierno es el sector energético... ¡lo disimula muy bien! Y es que los destapes de los próximos titulares de Pemex y de la CFE dejaron a más de uno con el ojo cuadrado.
AL FRENTE de la petrolera estará Octavio Romero Oropeza, quien no tiene la menor experiencia en el sector energético, pero a cambio es uno de los amigos más cercanos de Andrés Manuel López Obrador. De hecho fue su oficial mayor en el gobierno capitalino.
ESTE ingeniero agrónomo y empresario ganadero será el responsable de dirigir la emproblemada petrolera que, ayer precisamente, anunció una nueva caída -de 7.3 por ciento- en su producción de hidrocarburos.
POR LO QUE se refiere a la CFE, sin duda echó chispas el nombramiento de Manuel Bartlett, quien ha sido secretario de Gobernación, secretario de Educación, gobernador de Puebla, senador... ¡pero nunca electricista! Aun así estará al frente de la empresa cuyas pérdidas se multiplicaron por 75.
LA VEZ anterior que Bartlett estuvo en la CFE su experiencia no fue muy grata, pues era la Comisión Federal E-lec-to-ral... ¡y se le cayó el sistema!
CON ESO de que todos quieren formar parte de la cuarta transformación de la República, el otro día Esteban Moctezuma tuvo que atemperar los ánimos desbordados.
COMO próximo secretario de Educación tiene reuniones constantes con su equipo, y en una de ellas iba a hablar sobre política deportiva Dieter Holtz, uno de los principales asesores de la campaña de AMLO en esa materia.
SIN EMBARGO, la cosa se complicó porque la senadora Ana Gabriela Guevara también quiso tomar el micrófono, pues dicen que aspira a dirigir la Conade. Ante el pataleo de la medallista olímpica, cuentan que Moctezuma decidió suspender la reunión.
ANTE el desdén de Jaime "El Bronco" Rodríguez para reunirse con Andrés Manuel López Obrador, Alfonso Romo se sacó de la manga una jugada maestra, que el virtual Presidente electo tuviera interlocutores de primerísimo nivel en Nuevo León.
DE AHÍ QUE el próximo jefe de la Oficina de la Presidencia logró sentar al tabasqueño con los capitanes de la industria regiomontana, aquellos conocidos históricamente como el Grupo de los 10 y que ahora son 12.
LA CARAMBOLA fue de tres bandas pues logró tender puentes entre AMLO y los empresarios regiomontanos, se plantearon proyectos y necesidades concretas del estado y se le dio la vuelta al desdeñoso gobernador.
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Oposición enojada y deprimidaRetrovisor
/VONNE MELGAR
Excelsior...
El comentario se volvió común, compartido y coloquial entre los perdedores del primero de julio: ese día, dicen, los atropelló un tren bala, un tráiler, un bólido. Y apenas comienzan a levantarse.
Tratando de quitarle solemnidad al funeral partidista, los políticos del PRI, PAN y PRD que logran verbalizar el tamaño de la debacle se siguen de largo con la metáfora para asumirse en condición de fracturados.
Pero la crudeza de los números de sus futuras y pequeñas bancadas, indica que antes de volver a caminar, tendrán que someterse a delicadas operaciones y terapias.
Es el caso del PRI y del PRD, donde la derrota ha sido de proporciones históricas.
Mientras el PRI cayó a nivel nacional a un tercer lugar, con un respaldo a su candidato presidencial de apenas 13.5 %, el PRD se desplomó en la CDMX a un 11.5% en su votación legislativa. De manera que, ante la debacle, el enojo hace de las suyas, en la búsqueda de culpables.
En el PRI, los reclamos soterrados son al equipo gobernante y al presidente Enrique Peña por haber tomado decisiones, dicen ahora, al margen de la militancia.
Es una forma de justificar el silencio con el que casi todos actuaron en agosto del 2017 al aceptar, por primera vez, una candidatura de alguien sin militancia.
Y si bien la cultura de supuesta disciplina priista inhibe que los señalamientos sean públicos, el balance responsabiliza a los tecnócratas de la administración peñista.
Fue notoria la manera en que políticos del PRI de todos los niveles y signos compartían en sus mensajeros telefónicos las columnas de Beatriz Pagés o el vídeo mensaje de Ulises Ruiz atribuyéndole la derrota a Los Pinos.
El enojo, igualmente se respira en las filas perredistas. “Las tribus y la corrupción se acabaron al partido”, me dijo fuera de grabadora un exdirigente nacional.
Pero el malestar también es con ellos mismos. Quizá por su tradición de ventilar públicamente sus diferencias, los perredistas pueden, más que el resto de los militantes de los partidos ahora en terapia intensiva, admitir sus excesos.
No supimos romper el pacto de impunidad, asume gente como Fernando Belaunzarán y Angélica de la Peña. Y es que, como ningún otro partido, el PRD tomó la ruta del acuerdo con el gobierno federal en turno o con los gobernadores en el plano estatal.
Alguna vez en las negociaciones de la reforma hacendaria, en este sexenio, un operador legislativo del gobierno de Peña me resumió la actitud de los perredistas: “¿Se acuerda de Vikky Carr y de la canción de Entrega total? Pues así, así ellos”.
Y hay quienes, sin todavía superar el enojo, le entran a la autocrítica quejándose de que tuvieron que cargar con la gestión mal calificada de Miguel Mancera y sus indefiniciones: a veces aliado del gobierno, otras del PAN.
Perteneciente a una de las tribus más cuestionadas al interior del PRD por su cercanía al priismo mexiquense, ADN, el futuro senador Juan Zepeda nos dice que el castigo en las urnas fue por haber abandonado las banderas de los marginados y olvidarse de ser oposición en serio.
Con un PRD así, canibalizado por la sobrevivencia en sus pequeños espacios, dispuesto a acomodarse como cómoda oposición, el Frente construido por Alejandra Barrales y Ricardo Anaya fracasó.
Y ésa es una de las principales causas del enojo en el PAN: saber que la alianza que su excandidato presidencial les vendió como panacea no fue tal.
Hay también entre los panistas balbuceos para emprender la aceptación frente al espejo de lo que se fueron convirtiendo: una versión cíclica de Caín y Abel, intercambiándose los papeles, pero siempre enfrentados, desde los años del presidente Felipe Calderón.
Ese pleito interno con el panismo que en el proceso electoral le dio la espalda a Ricardo Anaya —porque él los marginó y se fueron con el PRI o a esperar su derrota— es el que impide un examen de conciencia más allá de las pugnas.
Lo cierto es que unos y otros, desde los años del calderonismo, pasando por la dirigencia de Gustavo Madero y Anaya, se autoproclamen rebeldes, afines a Rafael Moreno Valle o a Marko Cortés, saben que incurrieron en el mismo pecado: el pactismo, la aceptación de prebendas desde el poder en turno, el reparto de cuotas y la colocación de cuates…
Esa forma de hacer política, caricaturizada por Andrés Manuel López Obrador como el PRIAN, es la que, como bien nos lo dijo el panista Ricardo García Cervantes, se encuentra en coma.
Porque a esa forma de hacer política, ajena al ciudadano y desde las cúpulas, es a la que el votante le dijo no.
Quienes todavía se niegan a ver la parálisis en que los dejó el atropellamiento, desde el enojo ensayan nuevos acuerdos y se solazan en sus revanchas.
En contraste, en pleno duelo, algunos, muy pocos, priistas, perredistas, panistas, aun en medio de los chistes de atropellados, comienzan a cederle espacio a la realidad.
Saben que el atropellamiento fue grave y no bastan ni el collarín ni las altas dosis de desinflamante, y que todavía siguen en terapia intensiva.
Esos pocos, poquísimos, que comprenden lo sucedido, están en depresión. Como corresponde a quien tiene una pérdida irreparable.
PD: Nos tomamos un receso. Y, por favor, si les parece, nos reencontramos el 25 de agosto.
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Cómo se llevaron a Alexander/Jorge Ramos Ávalos
REforma, 28 Jul. 2018
Alexander tiene apenas 11 años. Pero ya muestra esa personalidad del que ha vivido cosas muy difíciles y no se rompió. Estuvo separado durante 45 días de su madre y enviado, solo, a un centro de detención a cientos de millas de su madre. Eso es lo que hace la política de "cero tolerancia" del presidente Donald Trump: separa familias.
Cuando conocí a Alexander, traía ropa nueva; jeans, camisa negra y zapatos tenis rojos. La goma impedía que se le moviera un solo cabello. Con sus ojos bien abiertos, observaba todo y decía muy poco. Nadie puede culparlo de desconfiar de los adultos. Después de todo, no hace mucho que unos extraños lo separaron por la fuerza de su mamá.
Quizás por eso, hoy no se aleja de ella. Caminan juntos como si estuvieran atados por una cuerda invisible. Otilia, con su camiseta rosa, me contó que se fueron de Guatemala por el crimen y la falta de trabajo. Pero decidió traer solo a Alexander y dejar atrás a sus tres hermanos de 10, 6 y 4 años de edad. Alexander, el mayor, había sido el elegido para que tuviera una vida mejor en Estados Unidos. Los otros tendrían que esperar.
Entraron ilegalmente por Arizona y al poco tiempo los detuvo la patrulla fronteriza. Los metieron en una camioneta "muy caliente" y luego a "la hielera", un centro de detención conocido por sus bajas temperaturas. Estuvieron tres días juntos y luego un agente le hizo una terrible pregunta a Otilia: "¿Ya sabes que te van a separar de tu hijo?". No, ella no lo sabía.
Alexander, detrás de un vidrio, vio cómo se llevaban a su mamá. "A ella la llevaban encadenada de las manos, de los pies y de la cintura", me dijo el niño, con el recuerdo aún haciendo daño. Poco después, lo subieron a un avión con otros niños y se lo llevaron a un centro para menores en Chicago.
Ahí las cosas solo empeoraron para Alexander. Lo primero fue el bullying. "A mí me golpearon", me contó. Un niño de 14 años le metió el pie y su cabeza cayó contra el marco metálico de una cama. Se tocó la nuca y "mi mano estaba llena de sangre". Lo pusieron en otro cuarto pero el miedo no desapareció. Quien lo tenía que proteger nunca lo hizo. La trabajadora social a la que fue asignado "me decía que no me quería ver".
Otros no tuvieron mejor suerte. "Yo he visto a niños sufrir", me explicó Alexander, antes de detallarme cómo ter- minó un niño de seis años luego que lo separaron de su padre. "Al otro día el niño no se podía ni levantar. Estaba todo aguado. Vi a muchos niños llorar".
Mientras Alexander estuvo en Chicago, solo pudo hablar por teléfono dos veces con su madre, quien enfrentaba un proceso legal ante un juez de migración. Le pusieron una fianza de 20 mil dólares -una cifra descomunal para alguien que huye de Guatemala- y la dejaron salir. A pesar de todo, Otilia no se tuvo que ir del país sin Alexander. Otros inmigrantes sí han sido deportados sin sus hijos.
Más de 2,300 niños han sido separados de sus padres luego de entrar ilegalmente a Estados Unidos, según cifras oficiales. El número exacto jamás lo sabremos. Pero lo que sí sabemos es que el gobierno no pudo cumplir con la orden de un juez para reunificar a todos esos niños con sus padres para el pasado 26 de julio. Hay casos casi imposibles, con menores de edad en centros de detención en Estados Unidos y con sus padres, ya deportados, en Centroamérica y sin recursos ni información sobre cómo recuperarlos.
Le pregunté a Alexander si había valido la pena venir a Estados Unidos. Esperaba un no rotundo. Pero me sorprendió. "Sí", me dijo, sonando como un adulto y explicándome todos los esfuerzos que hicieron para llegar al norte.
¿Otilia, qué le quisiera decir a Trump? "Que nos comprenda", me dijo. "Que venimos a buscar un futuro, no a hacer cosas malas, a que nuestros hijos se preparen". A pesar de todo lo anterior, el gobierno del presidente Trump no se ha tocado el corazón frente a historias como las de Alexander y Otilia. Al contrario. Espera que esta información desaliente la llegada de nuevos inmigrantes.
Este no es, definitivamente, el país que Alexander se había imaginado cuan- do salió de Guatemala con su mamá. ¿Qué esperabas de Estados Unidos?, le pregunté. Su respuesta fue brutal: "Que fuera mejor".
@jorgeramosnews
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Barbarie/Jorge Volpi
Reforma
La relación de México y EU es vasta y compleja, pero ello no impedirá que los exabruptos de Trump marquen el futuro común
Vivimos una era de barbarie. La barbarie que hemos atestiguado, hace unas semanas, en esos niños llorosos, encerrados en jaulas como cobayas de laboratorio, hacinados en siniestros centros de detención, lejos de sus padres, confinados a su vez en otras prisiones. Esa, y no otra, es la imagen de nuestro tiempo: el país que se ha definido a sí mismo como la mayor y más antigua democracia del planeta considera que cualquiera que intente entrar por sus fronteras desprovisto de papeles es un peligroso criminal que merece el peor maltrato. Que se hayan filtrado estas escabrosas fotografías no es casual: se trata de una advertencia para cualquier otra familia que aspire a internarse en Estados Unidos sin permiso.
Donald Trump es el principal adalid de esta barbarie. Una política sistemática puesta en marcha desde el inicio de su campaña: caracterizar a los inmigrantes sin papeles como delincuentes y violadores; seres que, lo ha dicho, no merecen la condición de humanos. Sabemos que estas palabras son acicates racistas -como las pronunciadas por los nazis contra los judíos o los hutus a los tutsis-, disparadores del odio hacia otros seres humanos en razón de su color de piel, su religión, sus costumbres o su lengua. La comparación con Hitler -al menos con el Hitler de 1933- no es exagerada.
El racismo de Trump es, a estas alturas, innegable. Pero su talante despótico no se refleja sólo en el trato a los inmigrantes: se encuentra también en su obsesión con el muro en la frontera, la idea de obligar a México a pagarlo y sus ansias por dinamitar el Tratado de Libre Comercio. Tácticas que se suman a la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París, la decisión de reconocer Jerusalén como capital de Israel, la demolición del acuerdo nuclear con Irán, su trato deferencial con Putin, la guerra comercial con Europa y China, el desprecio hacia los demás líderes del planeta -en particular aliados como Merkel o Trudeau- y cada baladronada, mentira o insulto que acumula a diario contra algún individuo, grupo o nación.
El mayor peligro para el mundo hoy es, sin duda, Trump: un sujeto torvo y malintencionado, racista y xenófobo, mitómano compulsivo, que lidera a la mayor potencia de nuestro tiempo. Alguien que, como han comprobado sus aliados, no es digno de confianza. Todos los líderes del mundo, amigos y enemigos, no han tenido más remedio que lidiar con él: las represalias de Estados Unidos frente a un desaire o una pelea abierta causan justificado temor. El nuevo gobierno mexicano no será la excepción: la relación de México y Estados Unidos es vasta y compleja, y va mucho más allá de los presidentes en turno, pero ello no impedirá que los exabruptos de Trump marquen el futuro común.
Es entendible, en este marco, que López Obrador haya optado por iniciar su relación con Trump con una muestra de buena voluntad. Salvo la última parte de su carta -excesiva en su empeño por ganar la simpatía del tirano- asienta correctamente los términos de la agenda bilateral y relanza la idea de un plan de desarrollo mesoamericano. Trump, a su vez, ha respondido con cierta mesura que no debe confundirse, sin embargo, con aquiescencia. A Trump, no hay que olvidarlo, solo le importa Trump. Es alguien que detesta a los mexicanos -a los otros-, y en cuanto sienta que lo necesite para entusiasmar a sus bases o quiera distraer la atención de otra crisis, volverá a insultar a México y a los mexicanos y volverá a exhibir la barbarie íntima que lo anima.
Frente a un sujeto como éste, no queda más que la elemental táctica de teoría de juegos del Tit for Tat: vale la pena intentar cooperar con él, pero a la primera traición -por ejemplo, a la primera ocasión en que vuelva a mencionar no solo que pagaremos el Muro, sino la mera necesidad de construirlo-, el nuevo gobierno mexicano está obligado a responder con energía. El primer intercambio entre López Obrador y Trump no debe ser fuente de optimismo: la primera agresión contra nosotros, debemos estar ciertos, no tardará en llegar.
@jvolpi
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Ruta y ritmo del cambio
SOBREAVISO / René Delgado
Reforma, 28 Jul. 2018
Aun cuando la lentitud perjudicara, frustrara, pervirtiera o postergara el objetivo pretendido, los adoradores del gradualismo hicieron de este el altar del cambio. Elevaban salmos a la reforma paulatina por miedo al cambio drástico o abrupto.
En su lógica, el paso lento marcaba el ritmo; la paciencia inagotable, la actitud correcta; la tolerancia al fracaso o la negligencia, la oportunidad de corregir; y el desvío o el abandono del propósito, la experiencia aleccionadora. Si no se alcanzaba el objetivo o el resultado no era el previsto no había por qué desesperarse ni apartarse del gradualismo, la ruta aceptable del cambio.
Por eso, ahora, los gradualistas se comen las uñas y sudan ante los anuncios, pronunciamientos y planes de Andrés Manuel López Obrador. Reconocen el resultado electoral, pero no la consecuencia política. Les cuesta asumir el cambio propuesto por su calado, ruta y ritmo. Más cómodo el gradualismo: camino seguro para llegar no siempre a la meta, pero capaz de alimentar la expectativa y contener la desesperación.
Hoy, de un modo u otro y a veces apostándole al fracaso, los idólatras del paso lento advierten los supuestos peligros de hacer pronto y tantas cosas. Previenen lo que puede ocurrir, pero callan u olvidan lo ocurrido: las deudas e incumplimientos del gradualismo y, con ello, el abuso del aguante de la gente. Aguanta un piano, decían algunos.
A más de uno le preocupa la contundencia del triunfo electoral del próximo jefe del Ejecutivo, fortalecido además con el otorgamiento de la mayoría en el Legislativo, así como en múltiples legislaturas estatales. Temen un gobierno fuerte y un partido dominante.
En su momento, los gradualistas imploraron practicar el voto diferenciado y repudiar el voto en línea y, aun hoy, lamentan la falta de contrapesos. Llamaron también al voto útil, sin calcular a dónde iría a dar. Sin externarlo a voz en cuello, ahora se preguntan cómo es que la ciudadanía decidió empoderar a un líder y su partido sin ponerle freno alguno. Abominan el hecho y temen el resurgimiento de un régimen plural con partido dominante.
Quienes abrigan esa inquietud ocultan u olvidan lo sucedido casi durante veinte años, lapso en el cual los partidos establecidos hicieron del voto, materia combustible, o bien, patrimonio de su capricho.
Desde 1997, el electorado resolvió equilibrar a los poderes y optó por el gobierno dividido. Darle avenida al cambio gradual.
La ciudadanía decidió ensayar ese derrotero y, tres años después, invertir el rol de los actores políticos. Pero los partidos ignoraron el mandato. Gobernantes, dirigentes partidistas y coordinadores parlamentarios no se sentaron a negociar y acordar sobre la base del entendimiento, y frustraron los cambios. No en vano, el slogan electoral del panismo en la elección intermedia de 2003 era "quítale el freno al cambio" y el electorado se sostuvo en su decisión. Insistió en el equilibrio. Y los partidos desoyeron de nuevo el mandato, al punto de transformar el gobierno dividido en el gobierno paralizado.
En su turno, Felipe Calderón no se hizo bolas. Envió de vacaciones la doctrina, renunció a la política y se fue, como Mambrú, a la guerra hasta convertir al país en un cementerio. Ni caso ensayar un entendimiento entre Ejecutivo y Legislativo.
Durante este sexenio, la decisión electoral se pervirtió más.
Si de el gobierno dividido se pasó a el gobierno paralizado, la administración transitó a el gobierno corrompido. El Pac-to por México ignoró una vez más al electorado. Se puso en boga un doble concepto. Al electorado le corresponde votar, pero no mandatar; y, en política, lo que se arregla con dinero siempre es barato.
Así, las reformas estructurales no fueron producto de la negociación y el acuerdo entre los partidos, sino del canje y la transa entre las cúpulas gubernamental, partidarias y parlamentarias. Ahí, el problema del diseño y la instrumentación de buena parte de ellas.
Casi durante dos décadas, el electorado ensayó el cambio gradual, vía el gobierno dividido. Una y otra vez fue de- soído y, obvio, tras ver el desprecio y desacato del mandato reiterado y repetido, en la reciente elección resolvió empoderar a un solo partido. Nada irracional, reponer los rieles de esa vía.
Por eso, vaya absurdo, asombra la sorpresa. La congoja de quienes, en privado y mirando a los lados, critican al electorado y deploran haberle dado tanto poder a un solo partido, tanto en el Ejecutivo y Legislativo. Asombra la sorpresa.
Como el electorado, su elegido reconoce la circunstancia.
Evidentemente, el candidato triunfador es consciente del descomunal tamaño del mandato recibido, del tiempo para cumplirlo y, por lo mismo, de la velocidad a imprimirle a la instrumentación. De seguro, reconoce también la dimensión de la expectativa generada. Está urgido por actuar rápido, bien y fuerte.
Ahí, quizá, se explica por qué el vértigo de anuncios, el calado de las propuestas y la dureza en los términos de planes y planteamientos -a veces, puntos de partida- que formula. Le corre prisa porque las expectativas ya son ansias y las condiciones difíciles, pese al entusiasmo. Si no aprovecha su fortaleza, antes de un suspiro se podría desvanecer la posibilidad del cambio cierto.
Ojalá en medio de tensiones y presiones provenientes de muy distintos y diversos flancos, Andrés Manuel López Obrador y Morena prioricen qué batallas dar a brazo partido y cuáles no. El asunto no es de grado, sino de estrategia.
Por lo pronto, impulsar la reducción de las millonarias prerrogativas de los partidos políticos es un acierto.
· EL SOCAVÓN GERARDO RUIZ
Dice un lector amigo que un socavón es una oquedad, un vacío, en este caso, de autoridad y gobierno.
sobreaviso12@gmail.com
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