En una decisión que supone un terremoto para la comunicación del Vaticano y refleja el clima de guerra abierta alrededor de la institución, el Papa acepta la renuncia de sus dos portavoces
El estadounidense Greg Burke y la española Paloma García Ovejero con el papa Francisco. (EFE)
IRENE SAVIO. ROMA
El Confidencial.com 31/12/2018
En una inesperada decisión que supone un terremoto para la comunicación del Vaticano y refleja el clima de guerra abierta alrededor de la institución, el papa Francisco ha aceptado este lunes la renuncia de sus dos portavoces, el estadounidense Greg Burke y la española Paloma García Ovejero. Una decisión que se rumoreaba desde hace semanas en los pasillos de la Santa Sede y que se produce tras un año de intrigas en torno a quienes rodean al pontífice argentino.
El nombramiento de Burke y García Ovejero como director y subdirectora de la oficina de prensa vaticana, en julio de 2016, llevaba entre líneas una de las reglas no escritas del Vaticano: la del obligado equilibrio en la repartición de los puestos en la Santa Sede entre los dos principales bandos, progresistas y conservadores. Implicaba, de facto, la elección en un puesto clave de dos personajes cercanos a los sectores tradicionalistas de la Iglesia, por voluntad de un Papa considerado progresista.
El estadounidense y la española cumplían ambos requisitos. Él, por ser un supernumerario de la conservadora organización del Opus Dei, haber sido corresponsal de la (también conservadora) cadena estadounidense Fox News y, luego, asesor de la comunicación vaticana desde 2012. Ella, por haber ejercido como reportera primero en Madrid y luego en Roma (cuatro años) de la cadena Cope, la radio de la Conferencia Episcopal Española.
Además de ello, también se cumplían otros requerimientos de un pontificado que, por voluntad del propio Francisco, se mostraba deseoso de querer modernizar la Iglesia. De ahí que los comentaristas vaticanos no tardaran mucho en subrayar que García Ovejero se había convertido en la primera mujer en ocupar ese cargo, sin pertenecer además al clero (como Burke) y de lengua española. Ambos habían tenido el visto bueno ante al Papa del ambicioso Darío Viganò, un monseñor italiano que había sido designado al frente de la Secretaría de Comunicación un año antes, en junio de 2015, y que rápidamente se había convertido un personaje de gran influencia en el Vaticano...
En este clima, Burke y García Ovejero mejoraron el funcionamiento del sistema de envío de los comunicados papales a los periodistas acreditados, y llevaron adelante algunas otras iniciativas de modernización de la comunicación vaticana, como crear una herramienta en línea para acceder a la agenda oficial del Papa argentino.
No obstante, no pasó mucho tiempo antes de que se generaran las primeras polémicas. Unas por la gestión de la Sala de Prensa, en la que se extremó la tensión entre varios periodistas vaticanistas acreditados ante la institución. En algún caso, los dos portavoces incluso tuvieron que salir a minimizar algunas declaraciones del Papa concedidas directamente a reporteros en encuentros privados.
Y todo ello coincidió también con algunos resbalones en la comunicación del propio Francisco. Por ejemplo, en su viaje a Chile de comienzos de 2017, cuando defendió a un sacerdote, acusado de encubridor de un caso de abuso, levantando un gran revuelo a nivel internacional, dentro y fuera de la Iglesia.
El 'lettergate'
El primer cortocircuito visible de esto fue el denominado ‘lettergate’, un escándalo que en marzo pasado hizo rodar la cabeza de Viganò. El papa Francisco aceptó, de hecho, su renuncia después de que el sacerdote se viera envuelto en una ola de críticas, acusado de haber manipulado información, por haber divulgado parcialmente una carta privada de Benedicto XVI con una foto retocada. Como consecuencia, los detractores de Viganò lo criticaron, aduciendo que había violado códigos de la deontología periodística y dañado la credibilidad del Vaticano y del Papa.
Luego, en agosto, el sector adverso al Papa argentino lanzó un ataque sin precedentes al acusar públicamente a Francisco de encubrir a un excardenal acusado de abusos y pidió su dimisión como jefe de la Iglesia católica. La agresión tuvo su cenit el 26 de agosto, con la difusión de una carta acusatoria firmada por el exnuncio en Estados Unidos, Carlo Maria Viganò (no vinculado al otro Viganò) y difundida por cuatro medios conservadores, incluido el español ‘InfoVaticana’ y el canadiense ‘LifeSiteNews’.
Ante ello, la defensa más fuerte a favor del Papa provino desde fuera del Vaticano. El jesuita Antonio Spadaro, cercano al Papa pero sin puestos de relieve en la Santa Sede, y grupos de informadores latinoamericanos, junto con antiguos colaboradores de la oficina de prensa del Vaticano, como el sacerdote estadounidense Thomas Rosica, aportaron pruebas, documentos y testimonios en defensa del Papa, en particular por su gestión del caso de Theodore Edgar McCarrick, antiguo cardenal despojado de la púrpura en junio por voluntad de Francisco.
Otro muy activo fue Andrea Tornielli, un veterano vaticanista italiano y periodista de 'La Stampa' y 'Vatican Insider'. Su esfuerzo valió una recompensa. El pasado 18 de diciembre, Francisco nombró a Tornielli como Director de la Dirección del Dicasterio para la Comunicación, un cargo nuevo que no existía antes. Ocurrió después de que, tras un periodo en el que el cargo quedase interinamente en manos del argentino Lucio Ruiz, el Papa nombrase en julio a Paolo Ruffini, como nuevo prefecto del ministerio antes presidido por Viganò.
Ruffini pasó de esta manera a estar al mando de la estructura mediática de la Santa Sede, integrada por 'L’Osservatore Romano', el diario papal, el sitio Vatican News, Radio Vaticana y Vatican Media (el antiguo Centro Televisivo Vaticano), que posee unos 600 funcionarios. Por otra parte, el Papa también nombró al profesor Andrea Monda, docente de religión, director del diario 'L’Osservadore Romano', en sostitución de Gian Maria Vian, quien dirigió el rotativo por 11 años.
Pero, más allá de ello, el verdadero dato fue que Tornielli y Ruffini se convirtieron así en los hombres más fuertes de la comunicación vaticana. “Finalmente el colega Tornielli puede ejercer su papel sin usar a un cotidiano ‘independiente'”, llegó a escribir irónicamente Marco Tossati, un vaticanista cercano al sector conservador.
El nombramiento de Tornielli, en particular, fue probablemente la última gota que hizo desbordar el vaso. De hecho, pese a que este lunes ni el Vaticano ni Burke ni García Ovejero ofrecieron explicación alguna por su renuncia, la decisión ha sido interpretada como consecuencia de un desacuerdo en el actual funcionamiento de la comunicación vaticana. Esta es la tesis, entre otros, del periodista Francesco Grana, del diario 'Il Fatto Quotidiano', según el cual la renuncia de los dos portavoces, el último día del año, ha sido “una bofetada” contra el papa Francisco.
Con ello, quien estará ahora al mando de la comunicación vaticana de manera temporal es Alessandro Gisotti, un veterano funcionario vaticano que hasta ahora ejercía como coordinador de las redes sociales de la Santa Sede. Él, de 44 años y con dos hijos, laico también, y quien ejercerá el cargo hasta que no se designe el nuevo equipo, tiene fama de afable. Al menos, por ahora.
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