Las cañerías/Arturo Santamaría
Noroeste, 05/04/2021
Poco después de que Héctor Melesio Cuén ganó en 2005 la elección para Rector de la UAS, en medio de un enorme dispendio y francachelas reseñadas en su momento por el diario El Universal, algunos universitarios percibimos de inmediato los rasgos autoritarios y las pretensiones políticas del fundador y dueño del PAS.
En lo personal, empecé a escribir sobre ese peligro en las páginas de Noroeste durante el segundo semestre de 2005. A uno de mis artículos lo intitulé ¿La UAS soy yo?, en obvia referencia al rey absolutista, Luis XIV, quien presumiendo su poder total acuñó la famosa frase célebre: El Estado soy yo.
En cuanto escribí esa opinión en Radio UAS y algunos columnistas de Mazatlán y Culiacán desataron sus calumnias e ira contra mí y otros universitarios que opinábamos en diferentes diarios del estado señalando el tobogán en el que estaban metiendo a la casa rosalina.
En todo México, y particularmente en Sinaloa, ya había abundantes antecedentes de un periodismo de cañería, sobre todo en la era del dominio aplastante del PRI, en el que se atacaba a personas que osaban hacer alguna crítica a los políticos en el poder, combinando siempre la mentira, los insultos y falsas acusaciones sobre la vida personal y o familiar. Pero con el arribo del cuenismo a la UAS nació una especie de subgénero de este periodismo fétido porque a cada señalamiento de los abusos de Héctor Melesio Cuén y de que, indudablemente, estaba construyendo una fuerza política utilizando a la UAS para después de terminada su gestión saltar a la palestra partidaria, brotaba una andanada de improperios y amenazas, a veces veladas y en ocasiones muy directas, contra nuestra integridad.
En mi caso, la más amenazante de todas provino no de una columna sino de un desplegado anónimo publicado en El Debate, la última semana de diciembre de 2011, cuando Héctor Melesio Cuén ya no era Rector, pero seguía siendo, como hasta la fecha, el verdadero poder dentro de la UAS. En ese anónimo, posteriormente reclamado, una vez que hice la denuncia, como propio por Miguel Ángel Díaz Quintero, quien en 2014 fue recompensado jugosamente con la Subrrectoría de la UAS en la Zona Sur, me acusaban de ser un “sicario del periodismo” y de «atentar contra la vida de los miembros de la comunidad universitaria”.
Una vez que, ante la Comisión Estatal de los Derechos Humanos y la Procuraduría de Justicia del Estado de Sinaloa, denuncié a Héctor Melesio Cuén como el responsable intelectual de esas amenazas, el Rector de la UAS, Víctor Antonio Corrales Burgueño, se deslindó totalmente del libelo, pero Melesio Cuén lo refrendó, insistiendo en que yo era “un sicario del periodismo”, y señalaba que Noroeste había emprendido una campaña contra él.
Me enteré del cobarde anónimo que me amenazaba porque Rubén Rocha Moya, amigo mío, me comunicó de la noticia por teléfono. No había leído El Debate porque estaba con mi familia en Cabo San Lucas, pero gracias al ex Rector de la UAS empecé a tomar providencias porque a mi regreso a Mazatlán durante tres días seguidos diferentes grupos de sospechosos se estacionaban frente a mi hogar observando mis movimientos, además de que preguntaban a mis vecinos por los horarios en los que entraba y salía de mi casa. Ante esta grave situación, cuatro ex rectores de la UAS, Rubén Rocha Moya, Jorge Medina Viedas, Audómar Ahumada y David Moreno, escribieron un desplegado en mi defensa y le pedían al Rector Corrales Burgueño “encabezar la exigencia de que los derechos de todos los universitarios y la legalidad de la UAS estén salvaguardadas como condición básica de que ésta sea un espacio libre de crítica, con diversidad y pluralidad de pensamiento”. Mi familia se sentía angustiada, pero el respaldo de los ex rectores le había devuelto un poco de tranquilidad. Por eso estaré eternamente agradecido con ellos, y especialmente con el doctor Rubén Rocha Moya.
El cobijo de estos importantes universitarios y de decenas de académicos y científicos de México, Estados Unidos y Sudamérica que me apoyaron con cartas publicadas en Noroeste fue determinante para que un potencial ataque físico a mi persona se detuviera.
No me arredré ante las amenazas y continué escribiendo sobre el lamentable y grave retroceso que experimentaba la UAS en su autonomía, y las libertades de expresión y asociación en el recinto educativo. La universidad estaba siendo utilizada para construir un partido político y había que denunciarlo. Lo mismo hicieron otros distinguidos académicos como Tere Guerra, Ana Luz Ruelas, Ernesto Hernández (Norzagaray) y Guillermo Ibarra, y los improperios y descalificaciones llovieron sobre ellos. Y hasta la fecha.
Bueno, pues lo anterior fue solo el comienzo. Cuando el cuenismo se convirtió en partido político y adquirió más poder creció el periodismo de cañería; pero ahora con medios partidarios impresos y electrónicos. Con las redes sociales potenciaron su propaganda y agresión partidaria.
En días recientes, Oswaldo Villaseñor, uno de los periodistas que ha sufrido de ataques viles en varias plataformas, pidió a la Policía Cibernética investigara quien regentea y patrocina esas fabricadoras de calumnias y villanías. Oswaldo nos dice que no tardará en saberse. Por lo pronto, han parecido dos nombres, uno de ellos es de un periodista que se firma como Juacer y es columnista de Radio UAS. Él niega cualquier participación en esas redes infames, pero les puedo decir que en varias ocasiones esta persona me dirigió una sarta de mentiras e insultos grotescos, muy parecidas a las que vemos en las redes que denuncia Oswaldo.
No podemos dejar pasar la miseria periodística y política que amenaza a Sinaloa. Ni ahora ni nunca.
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