Punto Crítico Sinaloa Digi Tv, 3 de mayo de 2021
La cogobernación Rocha-Cuén/César Velázquez Robles
No hay duda: los pelos se les pondrán de punta. Y es que Cuén, en caso de ganar –a estas alturas creo que siguen siendo altas sus probabilidades--, va a cogobernar y, en descuido, va a gobernar. Y tiene que cobrar bien. Es el alma de la campaña, el que pone el ruido, el que cuida a Rocha; el que, como Rubén Aguilar, lo interpreta y explica lo que quiso decir, el que siempre está presto a hacer las declaraciones vengan o no vengan al caso. Es el que pone a los activistas, el que dispone de la estructura para la movilización y la defensa del voto el día de la jornada electoral.
Si las cosas les salen bien a ambos, tendrá varias posiciones en el Congreso y en los gobiernos locales, amén de muy importantes posiciones en la administración estatal. En la búsqueda del poder, todo eso es oro molido. Alguien se pregunta en las redes sociales: ¿Va a poner oficina en el tercer piso? No creo. Esa oficina ya existe. Habrá –insisto, en caso de que ganen— un gobierno bicéfalo. Una especie de gobierno como el que hoy tienen los españoles, con un presidente del Partido Socialista Obrero Español y uno de los vicepresidentes perteneciente a Unidas Podemos, una fuerza de origen universitario, que a cada paso busca diferenciarse del gobierno del que forma parte, y que en no pocas ocasiones, por sus excesos y despropósitos en la tarea de “cogobernar” ha estado a punto de llevar a la ruptura la alianza de gobierno. El parecido es enorme, ¿a poco no?
Una breve historia del verbo cogobernar
Pero volvamos al tema. Hace algunos años –no muchos—Cuén utilizó el verbito ese. Poco después de que se disipó el humo de la pólvora electoral de 2016, conocidos los alcances de cada fuerza en el proceso que le dio la gubernatura a Quirino Ordaz Coppel, Cuén sostuvo una reunión con el que sería el siguiente titular del poder ejecutivo estatal. Al salir del encuentro privado, Cuén, sabedor del efecto que tendría su declaración, dijo, muy orondo, “cogobernaremos Sinaloa con Quirino Ordaz Coppel”. Hubo reacciones airadas –como seguramente las habrá ahora— entre ellas las de una revista: “¿Cogobernar qué? ¿Con quién? ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Quién autorizó a Ordaz Coppel a compartir el cargo que a él, solo a él, le dio una mayoría de votantes? ¿Necesita el aval de los partidos políticos cuando los electores ya le dieron la confianza? ¿Por qué el silencio del gobernador electo ante una premonición que inquieta a la sociedad? ¿No está viendo los saldos horrendos de los cogobiernos, como los que negociaron en su momento Mario López Valdez y Juan Millán Lizárraga?”
Por supuesto que no hubo tal cogobierno. Pero Cuén alborotó la bitachera. No lo hubo porque no tenía la fuerza para imponerlo en los hechos. Pero creo y así lo sostuve entonces, que el dirigente del PAS no andaba tan desencaminado. Escribí que desde la oposición también se gobierna: la oposición gobierna en la medida en que contribuye a la estabilidad y la gobernabilidad. Y Cuén lo dijo: se cogobernará desde los tres municipios que se ganaron, y no implicará que figuras del PAS se incorporen a la administración estatal.
Bueno, ahora puede ser distinto. Todavía habrá que ver qué dicen los electores. Si ganan, claro que van a cogobernar. De eso no hay duda. Y eso es lo que deben entender los morenistas a que alude el autor de Altares y sótanos.
Sobre el tema, una última reflexión, al menos por ahora: la democracia, nos hemos cansado de repetirlo como un mantra, es un sistema en el que el que gana no lo gana todo de una vez, y el que pierde no lo pierde todo. En Sinaloa podemos estar ante una excepción. Puede producirse una concentración de poder como no se ha conocido en la historia moderna de la entidad: el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder judicial, así como la práctica totalidad de los organismos con autonomía constitucional bajo control, mismo que se extendería hasta la más importante institución de la superestructura política. Así mueren las democracias.
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