James Baldwin, conciencia negra y reconciliación racial/ Luis Castellvi Laukamp es doctor en Literatura Española por Cambridge
Publicado en TheObjective, Domingo, 20/Feb/2022
James Baldwin. Renate Ponsold (Zuma Press)
James Baldwin (1924-1987) ha reaparecido con fuerza en el discurso público como icono precursor de Black Lives Matter. En su biografía del escritor (James Balwin. Living in Fire, 2019), Bill V. Mullen sugiere 2016 como fecha clave: ese año se estrenó el documental No soy tu negro, basado en las anotaciones del propio Baldwin sobre Martin Luther King, Malcolm X y Medgar Evers. Al igual que estos tres líderes, Baldwin fue una figura de referencia del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos. Conviene conocer su vida para entender su trayectoria como escritor y activista.
Hijo mayor de una familia de nueve niños, su infancia transcurrió en la pobreza. Baldwin tomó su apellido del padrastro, pero sufrió el estigma de ser hijo ilegítimo de padre desconocido. El padrastro le trataba peor que a los demás hijos. En una entrevista con el Paris Review (1984), Baldwin afirmó que lo salvaron las dos bibliotecas públicas de Harlem, donde descubrió a Dostoievski y a Balzac. Baldwin ejerció como predicador en la iglesia local de los 14 a los 16 años. Allí deslumbró con sus dotes de improvisación, pues nunca escribía sus sermones. Esta experiencia resultó decisiva en el descubrimiento de su vocación de escritor. También le ayudó en su activismo.
Con el tiempo, el joven Baldwin se alejó de la religión. Creyó encontrar en el comunismo una solución al racismo sistémico de Estados Unidos. Dos factores lo acabaron desencantando. En primer lugar, como escritor aborrecía de la literatura proletaria propugnada por el realismo socialista. En segundo lugar, dada su orientación sexual, nunca se sintió cómodo con la homofobia de la izquierda. Otro tanto le ocurrió con el movimiento antirracista, que lo sometió a burlas y apodos como «Martin Luther Queen» para desprestigiarlo. Como explica Cornel West, en un primer momento Baldwin tuvo más apoyo entre progresistas blancos (sobre todo judíos) que entre los propios negros. No es casual que pasara largas temporadas en Turquía, Suiza y Francia, donde escribió buena parte de su obra. Trató de ubicarse al margen para preservar la intimidad de su vida privada, pues nunca creyó que la sexualidad fuera un asunto público. El racismo sí lo era.
Baldwin abandonó Estados Unidos en 1948 para instalarse en París. Allí escribió sus dos primeras novelas, aunque la primera la había empezado en la adolescencia. Una década después vería la luz como Ve y dilo en la montaña (1953). La novela comienza así: «Todo el mundo había dicho siempre que cuando John creciera sería un predicador como su padre». La primera frase ya nos da claves de lectura. Ve y dilo en la montaña es una novela semiautobiográfica sobre la relación con el padre y con la religión, que para Baldwin eran una y la misma cosa. De Henry James tomó la idea de que toda la acción transcurriera durante el cumpleaños de John. Si bien el presente narrativo transcurre durante un día en Harlem, varias escenas nos retrotraen al sur de Estados Unidos, es decir, al origen de la familia protagonista. Al ocuparse de tres generaciones, Baldwin disecciona la alargada sombra de la esclavitud y su legado. Abría así un camino que después siguieron escritoras como Alice Walker (El color púrpura, 1982) y Toni Morrison (Beloved, 1987).
Tres años después de su primera novela, apareció La habitación de Giovanni (1956), un libro muy audaz para la época. Cuenta una traumática historia de amor entre un expatriado americano (David) y un camarero italiano (Giovanni). La acción transcurre en París y todos los personajes son blancos. En aquel entonces, Baldwin se sentía incapaz de abordar las cuestiones racial y sexual en un mismo libro. Ya antes de conocer a Giovanni, David se debatía entre su inclinación y una homofobia internalizada: «Tuve un miedo repentino […] el deseo que surgía en mí parecía monstruoso». Ambos mantienen relaciones (igualmente tormentosas) con mujeres. El libro puede leerse como una anatomía de la vergüenza, sus raíces y el daño que ocasiona. Novela angustiada y angustiosa, retrato de un París que ofrece libertad y sufrimiento a partes iguales, La habitación de Giovanni impresiona por su honestidad y elegancia. También por la dignidad trágica que desprende. Hoy en día es un icono de la literatura gay comparable a Maurice (1971) de E. M. Forster, que solo vio la luz póstumamente.
Después de publicar La habitación de Giovanni, en pleno auge del movimiento por los derechos civiles, Baldwin regresa a Estados Unidos. En 1957 conoce a Martin Luther King. El activismo antirracista ralentiza su actividad literaria. Pero en la década siguiente publica su tercera novela, más extensa y ambiciosa que las anteriores. Se trata de Otro país (1962), ambientada de nuevo en Nueva York. Ahora bien, a Baldwin ya no le interesa tanto su Harlem natal, sino la libertad y el jazz del Greenwich Village. Otro país es una exploración de la bohemia y la infidelidad, así como un retrato (ya liberado) de la bisexualidad masculina. El origen de la novela está en el recuerdo de Eugene Worth, que en 1946 se suicidó en el puente George Washington. Baldwin necesitó 15 años para aceptar la muerte de su amigo, que finalmente recreó en el personaje de Rufus Scott. El duelo por Scott acerca a su hermana a un amigo blanco del difunto. Este vínculo permite analizar los retos de las relaciones interraciales, prohibidas en varios estados hasta 1967. Por su profundidad, Otro país da claves para entender las dificultades de la reconciliación racial.
Por último, centrándonos en esta cuestión, el ensayo más importante de Baldwin es La próxima vez el fuego (1963), cuyos ecos aún resuenan por su denuncia de la violencia policial contra los negros. El libro consta de dos cartas. La primera está dirigida a su sobrino en los últimos años de la segregación racial: «Lo que los blancos creen, así como lo que debes aguantar por su culpa, no demuestra tu inferioridad sino su inhumanidad y su miedo». La segunda carta es igualmente crítica con el racismo norteamericano, pero también marca distancias con Malcolm X. A juicio de Baldwin, no había ninguna necesidad de crear una nueva nación negra, separada de la blanca. Lo fundamental era que los blancos aceptaran a los negros como parte integral de su país, no como ciudadanos de segunda. Baldwin defendería estas ideas en un célebre debate (1965) en la Universidad de Cambridge, donde fue ovacionado.La escena aparece en el mencionado documental No soy tu negro (2016). No obstante, décadas antes de su estreno, Baldwin ya era un autor canónico en los planes de estudios norteamericanos. Esperemos que nuevas ediciones y traducciones contribuyan a divulgar su obra en España.
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