Guerras infames/Heriberto M. Galindo Quiñones
La Jornada, 6 de mayo de 2024
Una guerra solamente se justifica en defensa de la patria frente a una fuerza invasora. Pero hay de guerras a guerras.
La de Rusia contra Ucrania tiene su germen en la desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y la constitución de Ucrania como país con una parte de su población rusa, que habla ruso y desea vivir en Rusia y otra que desea permanecer allí. Vladimir Putin aprovecha la coyuntura para intentar recuperar parte del territorio y reincorporar riqueza, producción, productividad y parte de las plantas e instalaciones estratégicas que posee la nación gobernada por Volodymir Zelensky.
Merced a la diplomacia y a la influencia política internacional en el corto plazo podría haber un cese el fuego en esa región, que en el mediano iniciará un periodo de largas discusiones y que, finalmente, en el largo plazo las partes acordarán negociaciones económicas, financieras y políticas más una reubicación del conglomerado ruso que vive en Ucrania dentro de Rusia o en parte del territorio ucranio, pero bajo la anexión y control ruso, como propone Putin, pero habrá que conocer los términos y la aceptación de Zelensky.
Algo bueno sucederá. Urge terminar la masacre y que se acuerde la paz para que exista tranquilidad, pues los ucranios no están de brazos cruzados; también responden y disparan. Hay muertos en ambos frentes; los más y con mayor destrucción física, en Ucrania.
Esta guerra ha ocupado la atención mundial durante más de un año y sólo ha sido superada en medios por la que ahora se libra en Oriente Medio entre Israel y Hamas, con el involucramiento de Irán y otros grupos radicales de países vecinos.
En esta guerra el origen y el devenir histórico son las luchas ancestrales y milenarias entre judíos y palestinos por sus territorios, las cuales también deben cesar con soluciones, pues la violencia y las masacres que se observan son tan atroces, infames y de tan lesa humanidad como las que inspiró y dirigió Adolfo Hitler durante la segunda Guerra Mundial.
La solución final a este conflicto tan añejo habrá de lograrse –con el paso del tiempo– con el mutuo reconocimiento, maduro y civilizado, del Estado de Israel por parte de los grupos palestinos y del Estado Palestino por parte de los israelíes, y bienvenida la paz.
¿Acaso existe alguien que en su sano juicio esté de acuerdo con el infame y artero ataque del grupo radical y terrorista Hamas a los 280 jóvenes inocentes israelíes asesinados en un festival musical en su propio territorio?
Y ¿acaso existe alguien que esté de acuerdo con las arteras, demoledoras, fratricidas y horrorosas agresiones que en respuesta excesiva propina el ejército israelí a la población palestina bajo la inspiración y dirección del primer ministro Benjamín Netanyahu?
¿Qué culpa tiene la población palestina inocente y no terrorista como para ser masacrada inmisericordemente y sin distinción alguna por las fuerzas israelitas?
Por lo visto, para los dos bandos la política y la diplomacia están muy lejos de ser elementos de solución al conflicto. Lamentablemente, han preferido la guerra y la destrucción, y no se avisora el cese definitivo en el corto plazo.
Para lograr acuerdos pacificado-res se requieren mejores y más efi-caces negociadores, capaces y dispuestos a sellar una paz duradera.
Por desgracia, ni el señor Antonio Guterres ni la ONU en su conjunto han podido poner un alto a las dos guerras de la locura que aquí refiero.
Estados Unidos ha sido un importante factor de apoyo para Ucrania e Israel, y lo peor es que la guerra iniciada en Medio Oriente tiene potencial para extenderse, con el riesgo de una conflagración regional y mundial a todas luces lesiva para la humanidad.
Para colmo existen otras locuras derivadas de las ya mencionadas: Israel atacó las oficinas del consulado de Irán en Siria y las fuerzas militares iraníes respondieron con más de 100 artefactos de alta peligrosidad que pudieron quitar la vida a miles. Por fortuna, el sistema de seguridad israelita pudo defender su cielo y su territorio al contener los ataques, con excepción de uno, que hirió a una menor. Pero no satisfecho, Israel accionó otra locura y atacó posiciones en Líbano, lo cual provocó la ira del también grupo radical y terrorista Hezbolá, que se sintió agredido, y no tardó en responder con una locura adicional.
Y ahora Irán amenaza en el sentido de que si Israel continúa con sus ataques, serán los iraníes quienes con sus armas destructoras desaparecerán a Israel; y mientras tanto, el señor Netanyahu exige eldesplazamiento de un millón de palestinos inocentes so pena de bombardear la región de Gaza donde se encuentra actualmente asentada esa población.
¡Qué horror!
Urge que los líderes involucrados en estas refriegas y en estos conflictos encuentren un momento de paz, conciencia humanista, raciocinio, prudencia y visión, impregnados de un verdadero espíritu pacifista y de concordia, cediendo algo cada una de las partes, para que se abandonen los excesos y se acuerde una paz duradera y definitiva.
No es casual que se estén presentando protestas contra las agresiones de Israel a Palestina en la mayor parte del mundo, México incluido. Estas manifestaciones nos recuerdan las suscitadas contra la guerra en Vietnam de la que Estados Unidos salió derrotado.
Hoy en día luchar y pugnar por la paz en Ucrania y en Oriente medio es vital.
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