La relación bilateral entre México y Estados Unidos atraviesa un nuevo episodio de fricción. La política exterior de la administración de Claudia Sheinbaum hacia Cuba ha encendido alarmas en Washington, donde el Departamento de Estado y voces influyentes en el Congreso califican la postura mexicana como "contradictoria" frente a los valores democráticos regionales. Esta tensión trasciende la retórica y se materializa en tres ejes que comprometen la estabilidad binacional.
El factor energético y la sombra de la OFAC
El apoyo logístico a la isla ha escalado a niveles sin precedentes. Según datos de Mexicanos contra la Corrupción, entre mayo y agosto de 2025, el envío de hidrocarburos alcanzó los 3,000 millones de dólares, triplicando el promedio de la administración anterior.
Sin embargo, el riesgo real no es solo contable, sino jurídico. El uso del buque Sandino —operado por la filial de Pemex, Gasolinas Bienestar— para transportar combustible desde Coatzacoalcos, coloca a México en una posición vulnerable. Al ser este un activo sancionado por la OFAC (Oficina de Control de Activos Extranjeros) del Tesoro de EE. UU., el Gobierno mexicano introduce un factor de riesgo directo en el marco de la cooperación financiera con su principal socio comercial.
Las famosas Brigadas médicas: ¿Cooperación o conflicto laboral?
El segundo frente de tensión radica en las brigadas médicas cubanas. Mientras México defiende estos convenios como esquemas de cooperación sanitaria, Washington persiste en clasificarlos como "trabajo forzado". Esta discrepancia ética podría contaminar los capítulos de libertad laboral del T-MEC, afectando la integración económica bajo el argumento de que México estaría validando prácticas violatorias de derechos humanos contempladas en el tratado.
Choque de narrativas: Soberanía vs. Geopolítica
En su conferencia de prensa matutina, la Presidenta Sheinbaum apeló a la continuidad histórica, recordando que la relación con Cuba ha sido una política de Estado desde 1959. Argumentó que, incluso bajo administraciones del PRI y el PAN, México mantuvo su autonomía frente al embargo. No obstante, la mención de agravios pasados —como el polémico episodio del "comes y te vas" de la era Fox y el papel del excanciller Jorge Castañeda— pareció un recurso retórico innecesario que, cargado de "jiribilla", contrastó con la urgencia de la realidad actual.
Hoy, la respuesta de figuras como la congresista María Elvira Salazar es tajante: la cercanía con regímenes como los de Cuba y Venezuela será un factor "punitivo" en la evaluación de la relación bilateral. Para Washington, la postura mexicana ya no se interpreta como una decisión soberana de corte humanista, sino como una afinidad ideológica con costos económicos tangibles.
Una encrucijada estratégica
México se encuentra en un terreno pantanoso. Mientras la Presidenta busca reafirmar la tradición de autodeterminación de la Cancillería, la escala del apoyo material y el uso de infraestructura sancionada elevan el costo de oportunidad.
El desafío para la administración de Sheinbaum será demostrar que esta "solidaridad histórica" no compromete recursos públicos críticos ni contraviene tratados internacionales. En este escenario, la transparencia será el factor determinante para definir si esta política es un gesto humanitario legítimo o un riesgo geopolítico que México, en su contexto actual, no puede permitirse.
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