11 ene 2009

¿Estado fallido?

México comparado con Pakistan según Condi Rice.
“Estado fallido”, confieso que el concepto me eriza la piel. Una situación donde la autoridad se disuelve y los preceptos básicos de la vida en sociedad se degradan a tal punto que entre nosotros reina el miedo y no la ley. Donde miras a la autoridad con desconfianza. Donde mentir, robar y hasta matar, son acciones que pocas veces tendrán un castigo acorde con la falta." Alejandro Martí.
La defensa de nuestra imagen/Enrique Krauze
Publicado en Reforma, 11 enero 2009;
El texto es una versión del presentado a Embajadores y Cónsules de México en Palacio Nacional y ante la presencia del Presidente Calderón.
Dijo Krauze el pasado viernes, 9 de Enero: "Espero que la honrosa invitación de hablar esta tarde ante ustedes se haya hecho atendiendo a mi carácter de historiador y no de profeta. Entre las antiguas profesiones humanas, la de historiador conserva algún lustre pero la de profeta ninguno, así de grande ha sido su incapacidad de previsión en hechos tan trascendentales como el derrumbe de la Unión Soviética, la adopción del capitalismo en China, el ascenso del terrorismo fundamentalista, el cambio climático y la depresión económica global...."
Agrego ( y está fue la nota): (...) En días pasados, a una pregunta expresa de un amigo sobre los sitios álgidos del mundo, Condoleezza Rice respondió: off the record, por supuesto, son Pakistán y México. Es evidente que la percepción de México como un Estado fallido comienza a permear en los corredores de Washington. Para revertir la tendencia no basta la publicidad: hace falta, además de los resultados tangibles en la guerra contra el crimen, imaginar e instrumentar una nueva relación con Estados Unidos que avance en los puntos de la agenda bilateral, pero sobre todo los persuada de modificar su cómoda percepción del tráfico de drogas y la violencia..."
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El texto de Krauze en Reforma
La revista Forbes asegura en un número reciente que México está a punto de convertirse en un "Estado fallido". Además de falsa, la visión es injusta. Lo que subyace en ella, sobre todo, es el doble efecto de las imágenes de violencia y los reportajes sobre el crimen en el país. Esa versión desdeña los progresos tangibles en la actual guerra del gobierno mexicano contra las organizaciones criminales y los avances económicos y políticos de los últimos años. Se ignora afuera (y a menudo se olvida adentro) el mérito de haber construido en apenas dos décadas -no sin sobresaltos, injusticias, errores y excesos- una economía abierta, diversificada y parcialmente moderna. Y la hazaña aún mayor de haber conquistado una transición democrática más aterciopelada que la de Praga: el país de la alquimia electoral creó el IFE; el país de la presidencia imperial eligió un Congreso de oposición; el país del centralismo dispersó el poder en estados y municipios; el país del partido único abrió paso a la alternancia; el país de la transa y la corrupción introdujo una ley de transparencia; el país de la "dictadura perfecta" instauró las más amplias libertades cívicas.
Pero lo cierto es que vivimos una guerra. A la luz de nuestra historia desde 1929 hasta hace unos pocos años, pienso con tristeza en el puerto de abrigo y la isla de paz que fuimos y que acaso podremos volver a ser. Pero entiendo también que esta batalla interna contra el crimen organizado era la guerra que el destino y la geografía nos tenían deparada. La guerra que nos ha declarado el crimen organizado es una guerra imprevista, injusta, brutal, incierta. Es una guerra sin ideología, sin nobleza, sin rostro, sin reglas, sin cuartel. No sé si podemos ganarla. Sé que debemos librarla y que, valerosamente, la estamos librando.
Una de las principales raíces de nuestro problema está en los usos y costumbres del consumo de drogas en Estados Unidos. Sería absurdo esperar modificarlas pero es mucho lo que los mexicanos podemos hacer para mejorar la realidad -y la imagen de la realidad- en el exterior.
El primer paso es reconstruir -como se ha estado haciendo- nuestro aparato de seguridad. En esto debemos disipar las nubes de la teoría y la ideología, aprender a pensar con sentido práctico y transformar con empeño y rigor nuestras policías, leyes, cárceles, sistemas de inteligencia, servicios de información, tecnologías, estrategias de comunicación, etc... Es una tarea que no sólo corresponde al gobierno: si somos ciudadanos y no inquilinos de este país, todos debemos participar.
No menos importante es recuperar la concordia nacional. Esa convivencia básica, ese respeto mutuo entre quienes piensan diferente, se perdió en 2006. A partir de entonces, la atmósfera del país ha estado envenenada de odio y ánimos de venganza. Pero esa división es riesgosísima. La frase bíblica formulada por Lincoln parece destinada a nosotros: "Una casa dividida contra sí misma no puede sobrevivir". Las próximas elecciones ofrecen una buena ocasión para que los partidos políticos den muestras de una civilidad que podría refrendarse durante el Bicentenario, con grandes beneficios para nuestra imagen externa. Y cuando llegue el 2010, no debemos concentrarnos en conmemorar sólo los movimientos insurgentes y revolucionarios sino en recordar (y proyectar) todo lo que los mexicanos hemos edificado a lo largo de 200 años. Ése debe ser, me parece, el sentido vinculante de las fiestas.
La guerra contra el crimen requiere que demos un giro a nuestra relación con los Estados Unidos. La falsa percepción de México como un "Estado fallido" comienza a permear en los corredores de Washington al grado de que, al hablar sobre los sitios preocupantes del mundo, algunos altos funcionarios nos comparan (off the record, claro- no meniona Krauze a Cndi Rice) con Pakistán. Para revertir la tendencia hace falta -además de resultados tangibles- imaginar e instrumentar una nueva relación con Estados Unidos que los persuada de modificar la cómoda percepción que tienen del tráfico de drogas y la violencia. Son ellos quienes mayormente consumen las drogas y son ellos quienes con lasitud irresponsable nos surten las armas. Pero no basta la tarea diplomática. Necesitamos llegar al público a quienes los políticos representan. Escritores, periodistas, artistas, académicos debemos proyectar a México al exterior. No se trata de que nos quieran: se trata de que nos conozcan.
Para alcanzar una mayor respetabilidad, debemos seguir empeñados en conquistar un liderazgo moral en América Latina. La deseable transición en Cuba ofrece una oportunidad de respetuosa colaboración. Después de todo tenemos una legitimidad de origen: fuimos los únicos en mantener relaciones con la isla durante la Guerra Fría. Otra carta es la defensa de los valores democráticos en el continente: practicar afuera lo que predicamos adentro. La celebración del Bicentenario abre también un campo al conocimiento, el debate y la solidaridad con los pueblos hermanos, que trabajaría en abono de nuestro buen nombre.
Concluyo con una nota personal. El domingo pasado comí en el centro y vi a las familias mexicanas caminar plácidamente por las calles, como hace siglos. Sé que esa paz tiene algo de ilusorio, pero aquellas caras mexicanas no engañan. No son inquilinos de este país. Llevan generaciones de habitarlo y amarlo. Debemos proyectar esas caras al exterior.
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Hasta allí el texto de Krauze, después el Presidente Calderón leyó un discurso de 40 minutos, allí dijo:
"En ese difícil escenario internacional ustedes (se dirige a los embajadores y cóncules) deben estar preparados para promover la imagen de nuestro país y para defenderlo no sólo de los posibles ataques que se puedan presentar, sino verdaderamente defenderlo para divulgar la realidad de lo que es y de lo que ocurre en México. No es una percepción ficticia un ambiente de paz y de tranquilidad en las calles del Centro de la Ciudad de México. Es una realidad. México tiene una circunstancia de gobernabilidad democrática..
Probablemente mis colaboradores aquí ya hayan entrado a detalles de los análisis que hemos hecho. Pareciera que en el mundo se generara la impresión de que en México se está, simple y sencillamente masacrando a la población civil, en las calles, incluyendo las de esta ciudad, y que se está generando una situación de caos y, honestamente, no es así (...)
No entraré en detalle en ese tema. Lo que sí puedo decirles, amigas y amigos, que pueden decir, y con orgullo, de que en México se está viviendo un proceso de recomposición institucional, que estamos poniendo la casa en orden; que así nos tome muchos años, como deben tomar muchos años los cambios trascendentes de cualquier nación, estamos recomponiendo la vida institucional del país, reorganizando y limpiando de arriba hasta abajo las policías federales, restaurando nuestras instituciones, vulneradas durante años, o quizá durante décadas.
Que estamos recuperando nuestro México para nosotros, los mexicanos, y la lucha que estamos emprendiendo, amigas y amigos, no es una lucha por ir a rescatar o a tomar por la fuerza algún recurso de una nación externa a miles de kilómetros de distancia; la lucha nuestra es, no para invadir una nación externa en cualquier parte del mundo, es aquí en México para defender a México y para defender a los mexicanos.
Y tenemos los recursos y especialmente la fuerza y la determinación para lograrlo y así lo vamos a hacer. Pueden decirlo, y no sólo pueden decirlo, les instruyo a que lo digan en cualquier parte del mundo. Qué puede decirse de México. Puede decirse de México que cuenta con estabilidad política. Sí, por supuesto que cuenta con estabilidad y gobernabilidad democrática; que sus Poderes funcionan con responsabilidad; que su Legislativo, por mucho que tiene que superar de animadversión mediática, es un Legislativo que trabaja y que está sacando reformas responsables. Que el Poder Judicial también está trabajando y haciendo un esfuerzo singular por renovarse; que el Ejecutivo está trabajando y llevando proyectos claves y estratégicos en materia de seguridad, sí, pero también en materia de infraestructura, en materia de desregulación, en materia de modernización, en materia de cambio y de propuesta legislativa, en materia ambiental, en materia social....

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