Tómate esta botella conmigo y en el último trago me besas,
esperamos que no haya testigos
por si acaso te diera vergüenza... J Alfredo Jiménez.
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Buika y Chucho interpretan el dolor de Chavela
CARLOS GALILEA
CARLOS GALILEA
Babelia, EL; 10/10/2009;
El último trago, un disco con canciones que la mexicana de adopción ha llevado a los mejores escenarios, es un homenaje a la cantante en sus 90 años, en la voz de una española "que canta para no odiar y no volverse loca". Lo más difícil para el pianista cubano fue arreglar las rancheras, "porque si cambias la base armónica, dejan de serlo"
Fui a cantar a México”, cuenta Concha Buika, "y Chavela entró en el camerino llorando y me dijo: 'Tú eres mi hija la negra". Aunque no fue amor a primera vista. Se habían conocido en Madrid. "De todos es sabida la mala leche de Chavela. Mariana, mi representante, me llevó a la Residencia de Estudiantes. La idea era que Martirio y yo la acompañáramos en un concierto. Empezamos a hablar y me dice: 'Cántame, niña'. Y a mí me tembló un poco la voz. Antes de que terminara me dijo: 'Para, para, necesitas mucho todavía para poder cantarme'. Me quedé de piedra. Nos marchamos a casa y me llamó Mariana y me dijo: 'Dice Chavela que no te quiere en el escenario, ni a ti ni a la otra", recuerda con una carcajada. "Un día estaba yo muy sola, me sentía muy mal, y Chavela me echó la bronca", dice riendo. "Me dijo que yo era una de esas bobas que tenía la soledad como enemiga. Que la soledad era la mayor de las libertades y que tenía que aprender a aliarme con ella. Chavela sabe decirle: 'Nos estamos aburriendo, pero nos aburrimos las dos, no te confundas".
Ahora la mallorquina con sangre guineana ha grabado para El último trago canciones que Chavela Vargas hizo suyas. "Muchas pertenecen a mi infancia. A mi mamá la educaron mucho. La enseñaron a solemnizar el dolor, que es algo que nos negamos a hacer. El desamor es otra faceta del amor que necesita un poco de publicidad a favor. Necesitamos más ayuda que en el amor porque el amor es una fuerza que a veces hasta te cuesta frenar. El desamor hay que empujarlo si se quiere salir de él", afirma en la oficina de su agencia.
Concha Buika atribuye la idea del disco a "una conjura entre Javier Limón, Pedro Almodóvar y Mariana". Lo ha grabado con el cubano Chucho Valdés, uno de los grandes pianistas actuales: "Es uno de esos maestros que deja espacio". "Tiene la capacidad de destrozar el piano en millones de astillas, pero es cada vez más como Picasso, va consiguiendo la síntesis, que es lo que busca todo artista, y logra con menos notas el mismo o más efecto", comenta el productor del disco en su guarida de Casa Limón.
Grabaron en abril en los estudios Abdala, de La Habana. Sólo 11 horas para 13 temas. "Estábamos muy bien compenetrados, y ella puso la voz en directo, cosa que hoy día no se atreve casi nadie. Quiero que se sepa la fuerza que tiene grabar todo en directo", pide Chucho Valdés por teléfono desde La Habana. "En mi opinión, acompañar a un cantante es más difícil que ser solista. Es como un sastre que tiene que tomar las medidas para que al final la persona diga: 'Estoy cantando cómoda". El pianista ha acompañado a Charles Aznavour, Ivan Lins, Pablo Milanés, Omara Portuondo... "En ningún caso he podido utilizar la misma fórmula. Concha es muy efusiva, temperamental. Está muy segura de lo que hace. Y es muy buena improvisadora. Se te puede ir por cualquier camino, y eso a mí me gusta muchísimo". "El disco se grabó muy rápido porque Chucho es un animal", dice Limón. "Concha y yo empaquetamos las canciones aquí en Madrid a guitarra, se las mandamos y él estuvo haciendo los arreglos. Sabes cómo son los Valdés, obsesos del arreglo. Cuando llegamos estaba todo clavado. Al terminar el primer ensayo en casa de Chucho me dijo Buika: '¿Qué buen bolo, no?".
El primer encuentro de cantante y pianista tuvo lugar en el Festival de Vitoria de 2008, cuando ella salió a cantar con Bebo e hijo. Con Chucho y Concha, y Limón, que también produjo el exitoso disco de Bebo y El Cigala, en la partida, es inevitable mencionar Lágrimas negras. "La forma de afrontar las canciones que tienen Buika y El Cigala es completamente distinta. Buika lo hace desde la palabra, casi hablando, y Diego jugaba un poquito más con las melodías originales", explica Javier Limón.
Buika es consciente del riesgo de acercarse al repertorio de Chavela Vargas. "Hoy ya no se compone igual, ya no se vive igual, ya no se le da la mano a los poetas para caminar en la música. Versionar esos temas, respetando la veracidad que hay en el sonido de José Alfredo y de Chavela, es muy difícil con 37 años. Pero como tengo mi propia herida abierta y siempre sangramos del mismo lado... Reconocerme en ese dolor me ha ayudado mucho", afirma. "Yo necesito que el cante duela. Tienes que estar peleándote con tus fantasmas, y acojonada, ésa es la lucha". ¿Por qué cantaba de niña? "Para no pensar. Después descubrí que canto para no odiar y compongo para no volverme loca. Cantaba para no escucharme. Ahora me cojo de la mano. Antes era una huida de mí misma, lo reconozco. Cantar es una manera de hablar. No queremos hablar porque nos damos miedo a nosotros mismos. Recuerdo que cuando mi abuela no se atrevía a decirle algo a mi madre, lo cantaba".
En su sabiduría al acompañar en canciones como Sombras -"habla de ese momento en el que sabes que la otra persona se va a marchar", dice ella-, Cruz de olvido -"de adulto, frente a la obsesión por otra persona, hay puertas por las que ya no pasas"- o El andariego -"me divierte el trapicheo de los sentimientos y esa incoherencia que nos aleja de los animales, tan racionales ellos"- se nota el reencuentro de Chucho con Bebo. Valdés hijo puede tocar con su cuarteto cubano, en trío de jazz, con big band, a dos pianos con Herbie Hancock... "Pensé mucho en Bebo porque él me enseñó todas estas cosas del acompañamiento desde que yo era un muchacho. Inclusive me fui un poco hacia el estilo suyo aunque a mi manera", cuenta Chucho. "Al volver a trabajar con Bebo después de tantos años es cuando realmente entiendo lo que me estaba enseñando. He aprendido lo mismo, pero mejor".
Lo más difícil para Chucho fue arreglar las rancheras, "porque si le cambias la base armónica, deja de ser una ranchera. Y hacerlas a piano cuando se suelen hacer con guitarra". Las escuchó una y otra vez buscando los acordes uno a uno. "Me demoro en pensar lo que voy a hacer y en llegar a un consenso sobre qué hay que hacer. Una vez tengo la idea, soy muy rápido. Y escribo los arreglos y las copias a mano con lápiz".
Curioso: en la gira de presentación no estará el pianista. Se aceptan todo tipo de cábalas. Lo único seguro es que el cubano no va a tocar con la española. Chucho Valdés, que trabaja como investigador para el Smithsonian de Washington, está muy ilusionado con el disco que grabará en noviembre con el cuarteto con el que lleva diez años: Lázaro Rivero (contrabajo), Yaroldi Abreu (congas) y Juan Carlos Rojas (batería). "Después del último disco para Blue Note, en 2002, pensé en otro camino. Estuvimos siete años analizando cómo modificar la clave. Un concepto totalmente libre de la rítmica cubana. Improvisaciones colectivas, diferentes polirritmias, algo que no se ha oído nunca".
En cuanto a Javier Limón, anda involucrado en un proyecto de cuatro discos. Está irreconocible: perdió 42 kilos en dos años. "Soy alumno de Paco de Lucía en todo menos en adelgazar, que ahí le estoy reventando", dice riendo. Limón resume El último trago con la palabra emoción: "A los amigos a los que he mandado el disco se lo envié con un paquete de pañuelos. Yo no he podido hacer una escucha fría, técnica, porque te agarra". Cree que lo mejor de Concha está por venir. "Hay muchas cosas suyas que aún no se han visto. Canta muy bien en inglés clásicos del jazz y maneja muy bien la música experimental y la electrónica. Cada vez compone mejor y tiene muchas ideas audiovisuales. Lo único que yo hago es poner un poco de orden para que no salga todo de golpe y la gente se agobie".
"Desde que conozco a Javier le he descrito como mi amante", confiesa Buika, "porque leí de Miller que el arte era sexo, un quiero salir de mí para entrar en ti a través de tus sentidos. En vez de bajarse los pantalones y yo también, él coge la guitarra, yo mi cante, y hacemos el amor". La web de Concha se abre con una frase: "Artista no es el que canta o pinta, sino el que hace de su vida un arte". "No te confundas porque el protagonista eres tú. No le dejes el papel a otro. Uno no tiene que ponerse a buscar pretendiendo encontrar lo que busca, sino lo que encuentre", explica. Hace un mes estuvo en México y le llevó la grabación a Chavela. "Al día siguiente, cuando volví a su casa, me había dedicado un poema muy bonito. Decía que iba a cambiar mi nombre y ponerme Pasión. No puedo desvelar más porque es un secreto nuestro. Me dijo que conmigo era capaz de cualquier cosa". -
Fui a cantar a México”, cuenta Concha Buika, "y Chavela entró en el camerino llorando y me dijo: 'Tú eres mi hija la negra". Aunque no fue amor a primera vista. Se habían conocido en Madrid. "De todos es sabida la mala leche de Chavela. Mariana, mi representante, me llevó a la Residencia de Estudiantes. La idea era que Martirio y yo la acompañáramos en un concierto. Empezamos a hablar y me dice: 'Cántame, niña'. Y a mí me tembló un poco la voz. Antes de que terminara me dijo: 'Para, para, necesitas mucho todavía para poder cantarme'. Me quedé de piedra. Nos marchamos a casa y me llamó Mariana y me dijo: 'Dice Chavela que no te quiere en el escenario, ni a ti ni a la otra", recuerda con una carcajada. "Un día estaba yo muy sola, me sentía muy mal, y Chavela me echó la bronca", dice riendo. "Me dijo que yo era una de esas bobas que tenía la soledad como enemiga. Que la soledad era la mayor de las libertades y que tenía que aprender a aliarme con ella. Chavela sabe decirle: 'Nos estamos aburriendo, pero nos aburrimos las dos, no te confundas".
Ahora la mallorquina con sangre guineana ha grabado para El último trago canciones que Chavela Vargas hizo suyas. "Muchas pertenecen a mi infancia. A mi mamá la educaron mucho. La enseñaron a solemnizar el dolor, que es algo que nos negamos a hacer. El desamor es otra faceta del amor que necesita un poco de publicidad a favor. Necesitamos más ayuda que en el amor porque el amor es una fuerza que a veces hasta te cuesta frenar. El desamor hay que empujarlo si se quiere salir de él", afirma en la oficina de su agencia.
Concha Buika atribuye la idea del disco a "una conjura entre Javier Limón, Pedro Almodóvar y Mariana". Lo ha grabado con el cubano Chucho Valdés, uno de los grandes pianistas actuales: "Es uno de esos maestros que deja espacio". "Tiene la capacidad de destrozar el piano en millones de astillas, pero es cada vez más como Picasso, va consiguiendo la síntesis, que es lo que busca todo artista, y logra con menos notas el mismo o más efecto", comenta el productor del disco en su guarida de Casa Limón.
Grabaron en abril en los estudios Abdala, de La Habana. Sólo 11 horas para 13 temas. "Estábamos muy bien compenetrados, y ella puso la voz en directo, cosa que hoy día no se atreve casi nadie. Quiero que se sepa la fuerza que tiene grabar todo en directo", pide Chucho Valdés por teléfono desde La Habana. "En mi opinión, acompañar a un cantante es más difícil que ser solista. Es como un sastre que tiene que tomar las medidas para que al final la persona diga: 'Estoy cantando cómoda". El pianista ha acompañado a Charles Aznavour, Ivan Lins, Pablo Milanés, Omara Portuondo... "En ningún caso he podido utilizar la misma fórmula. Concha es muy efusiva, temperamental. Está muy segura de lo que hace. Y es muy buena improvisadora. Se te puede ir por cualquier camino, y eso a mí me gusta muchísimo". "El disco se grabó muy rápido porque Chucho es un animal", dice Limón. "Concha y yo empaquetamos las canciones aquí en Madrid a guitarra, se las mandamos y él estuvo haciendo los arreglos. Sabes cómo son los Valdés, obsesos del arreglo. Cuando llegamos estaba todo clavado. Al terminar el primer ensayo en casa de Chucho me dijo Buika: '¿Qué buen bolo, no?".
El primer encuentro de cantante y pianista tuvo lugar en el Festival de Vitoria de 2008, cuando ella salió a cantar con Bebo e hijo. Con Chucho y Concha, y Limón, que también produjo el exitoso disco de Bebo y El Cigala, en la partida, es inevitable mencionar Lágrimas negras. "La forma de afrontar las canciones que tienen Buika y El Cigala es completamente distinta. Buika lo hace desde la palabra, casi hablando, y Diego jugaba un poquito más con las melodías originales", explica Javier Limón.
Buika es consciente del riesgo de acercarse al repertorio de Chavela Vargas. "Hoy ya no se compone igual, ya no se vive igual, ya no se le da la mano a los poetas para caminar en la música. Versionar esos temas, respetando la veracidad que hay en el sonido de José Alfredo y de Chavela, es muy difícil con 37 años. Pero como tengo mi propia herida abierta y siempre sangramos del mismo lado... Reconocerme en ese dolor me ha ayudado mucho", afirma. "Yo necesito que el cante duela. Tienes que estar peleándote con tus fantasmas, y acojonada, ésa es la lucha". ¿Por qué cantaba de niña? "Para no pensar. Después descubrí que canto para no odiar y compongo para no volverme loca. Cantaba para no escucharme. Ahora me cojo de la mano. Antes era una huida de mí misma, lo reconozco. Cantar es una manera de hablar. No queremos hablar porque nos damos miedo a nosotros mismos. Recuerdo que cuando mi abuela no se atrevía a decirle algo a mi madre, lo cantaba".
En su sabiduría al acompañar en canciones como Sombras -"habla de ese momento en el que sabes que la otra persona se va a marchar", dice ella-, Cruz de olvido -"de adulto, frente a la obsesión por otra persona, hay puertas por las que ya no pasas"- o El andariego -"me divierte el trapicheo de los sentimientos y esa incoherencia que nos aleja de los animales, tan racionales ellos"- se nota el reencuentro de Chucho con Bebo. Valdés hijo puede tocar con su cuarteto cubano, en trío de jazz, con big band, a dos pianos con Herbie Hancock... "Pensé mucho en Bebo porque él me enseñó todas estas cosas del acompañamiento desde que yo era un muchacho. Inclusive me fui un poco hacia el estilo suyo aunque a mi manera", cuenta Chucho. "Al volver a trabajar con Bebo después de tantos años es cuando realmente entiendo lo que me estaba enseñando. He aprendido lo mismo, pero mejor".
Lo más difícil para Chucho fue arreglar las rancheras, "porque si le cambias la base armónica, deja de ser una ranchera. Y hacerlas a piano cuando se suelen hacer con guitarra". Las escuchó una y otra vez buscando los acordes uno a uno. "Me demoro en pensar lo que voy a hacer y en llegar a un consenso sobre qué hay que hacer. Una vez tengo la idea, soy muy rápido. Y escribo los arreglos y las copias a mano con lápiz".
Curioso: en la gira de presentación no estará el pianista. Se aceptan todo tipo de cábalas. Lo único seguro es que el cubano no va a tocar con la española. Chucho Valdés, que trabaja como investigador para el Smithsonian de Washington, está muy ilusionado con el disco que grabará en noviembre con el cuarteto con el que lleva diez años: Lázaro Rivero (contrabajo), Yaroldi Abreu (congas) y Juan Carlos Rojas (batería). "Después del último disco para Blue Note, en 2002, pensé en otro camino. Estuvimos siete años analizando cómo modificar la clave. Un concepto totalmente libre de la rítmica cubana. Improvisaciones colectivas, diferentes polirritmias, algo que no se ha oído nunca".
En cuanto a Javier Limón, anda involucrado en un proyecto de cuatro discos. Está irreconocible: perdió 42 kilos en dos años. "Soy alumno de Paco de Lucía en todo menos en adelgazar, que ahí le estoy reventando", dice riendo. Limón resume El último trago con la palabra emoción: "A los amigos a los que he mandado el disco se lo envié con un paquete de pañuelos. Yo no he podido hacer una escucha fría, técnica, porque te agarra". Cree que lo mejor de Concha está por venir. "Hay muchas cosas suyas que aún no se han visto. Canta muy bien en inglés clásicos del jazz y maneja muy bien la música experimental y la electrónica. Cada vez compone mejor y tiene muchas ideas audiovisuales. Lo único que yo hago es poner un poco de orden para que no salga todo de golpe y la gente se agobie".
"Desde que conozco a Javier le he descrito como mi amante", confiesa Buika, "porque leí de Miller que el arte era sexo, un quiero salir de mí para entrar en ti a través de tus sentidos. En vez de bajarse los pantalones y yo también, él coge la guitarra, yo mi cante, y hacemos el amor". La web de Concha se abre con una frase: "Artista no es el que canta o pinta, sino el que hace de su vida un arte". "No te confundas porque el protagonista eres tú. No le dejes el papel a otro. Uno no tiene que ponerse a buscar pretendiendo encontrar lo que busca, sino lo que encuentre", explica. Hace un mes estuvo en México y le llevó la grabación a Chavela. "Al día siguiente, cuando volví a su casa, me había dedicado un poema muy bonito. Decía que iba a cambiar mi nombre y ponerme Pasión. No puedo desvelar más porque es un secreto nuestro. Me dijo que conmigo era capaz de cualquier cosa". -
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