3 abr 2010

Columna Sobreaviso


Columna SOBREAVISO / Peligro: ¡Alta Tensión!
René Delgado
Reforma, 3 abril 2010.- Si Gobernación emitiera un reporte con los índices de estabilidad política, paz social y violencia criminal, quizá daría una alerta con la leyenda: "Peligro: ¡Alta Tensión!".
Y es que el saldo del primer trimestre del año, antesala de la competencia electoral que cobrará calor en 15 estados de la República, no augura un proceso tranquilo. Todo lo contrario, advierte un peligro.
Serias complicaciones en los frentes social y diplomático derivadas de la violencia criminal y una creciente tensión política producto del golpe de timón en las alianzas del calderonismo afloraron durante estos primeros 90 días. A ellas se agregarán, por naturaleza, las diferencias que toda elección subraya.
Ante esa perspectiva es deseable que el gobierno tenga bien claro el porvenir, tome las precauciones necesarias y cuente con un plan de emergencia.
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El desbordamiento de la violencia criminal al ámbito social y diplomático, particularmente en la frontera norte, repuso sobre la mesa dos cuestiones ante las cuales no cabe el asombro.
El lanzamiento de granadas contra la gente la noche del 15 de septiembre de 2008 en Morelia y la aparición de "los tapados" en febrero de 2009 en Monterrey avisaron de la desestabilización que el crimen podría provocar si atentaba contra la sociedad o si integraba a segmentos de ella a su actividad. Esos dos sucesos, junto con el ingrediente ideológico-propagandístico que "La Familia" -primer cártel denominado por un valor y no por su radio de operación- incorporó a su proceder, hablaban de un cambio cualitativo en la actuación criminal.
Ese aviso obligaba a reconsiderar si la sola estrategia policial-militar bastaba para encarar el desafío. Sí, era preciso sostener la parte represiva fortaleciendo la inteligencia para evitar derrames, pero también atender la parte preventiva desarrollando políticas de empleo, educación, salud y bienestar. Detrás del Ejército y la policía deberían de ir los empleadores, los maestros y los médicos, se advirtió entonces.
Pese a lo evidente se mantuvo la estrategia original. Se despreció la crítica, todo era cuestión de apoyar en sus términos el combate. Así se llegó a la crisis de este enero, cuando la ejecución de 15 jóvenes en Juárez expuso dolorosamente el fracaso de aquella estrategia y, contra la pared, ahora se intenta replantearla, reconociendo que el combate al crimen no puede reducirse a un problema de capacidad de fuego.
A lo ocurrido en Juárez siguió Torreón, Juárez de nuevo, Monterrey, Pueblo Nuevo y la alteración constante de la muy relativa paz social en distintas plazas de Tamaulipas. Sobra decir que la ejecución de personal vinculado al consulado de Estados Unidos en Ciudad Juárez derramó el problema a un campo más: el diplomático. Un extra que, ahora, con obvia dosis político-clientelar, explota el senador republicano John McCain pidiendo militarizar la frontera de Arizona con México. Y que se concreta en Nuevo México a instancias del gobernador Bill Richardson.
Aun hoy, el rediseño de aquella estrategia no cobra cuerpo y menos aún arroja resultados. Las giras oficiales para condenar la muerte de vidas inocentes y condolerse de ellas es la novedad.
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A ese desbordamiento de la violencia criminal al campo social y diplomático se sumó un ingrediente político.
Pese al problema de gobernabilidad que plantea el crimen, el gobierno y su partido resolvieron privilegiar su participación en el terreno electoral. Al efecto, se tomó una decisión con dos vertientes y una consecuencia: encarar las elecciones estatales a fin de reposicionarse ante la sucesión presidencial; convertir al aliado político en el adversario electoral (el priismo) y al adversario político en el aliado electoral (el perredismo); y, consecuentemente, encarecer los acuerdos que serán imprescindibles si la crisis criminal arrecia.
Aunado a lo anterior, el único asunto estructural con espacio en la agenda nacional durante el primer trimestre del año -la reforma política- tiene ahora muy reducidas posibilidades de concretarse. Si la elaboración y aprobación de esa reforma a partir de las distintas propuestas prevalecientes no se realiza en este mes, deberá guardarse al menos hasta el próximo periodo legislativo ordinario. Resulta difícil pensar en un periodo extraordinario para legislar ese asunto, al calor de las campañas electorales.
Ese giro de 180 grados en la política del gobierno y su partido ha provocado ya desencuentros entre el panismo y el priismo -ahí está el escándalo del "papelito y papelón"- y, dada la importancia de los comicios estatales en la perspectiva de la sucesión presidencial, es claro que se va a la polarización. Si las elecciones subrayan diferencias y desvanecen coincidencias, estos comicios tienen por característica la confrontación de dos bloques. Hay siete partidos, pero en seis de las 12 gubernaturas a renovar se perfila una competencia entre dos candidatos. Se va a la polarización.
El argumento de que se quiere acelerar la democratización del país a través de la alternancia donde nunca se ha conocido una administración distinta al tricolor es falaz: el foxismo demostró que alternancia no es sinónimo de alternativa.
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Las 15 elecciones convocarán a las urnas casi al 32 por ciento del padrón nacional y renovarán 12 gubernaturas.
Por su peso electoral, Veracruz, Puebla, Chihuahua, Oaxaca y Tamaulipas obligarán a los contendientes a desplegar sus mejores y sus peores artes para hacer de esos territorios y gobiernos enclaves fundamentales en el 2012. Los tambores de "guerra sucia" suenan fuerte y desde ahora en Veracruz, Oaxaca, Hidalgo y Puebla, pero sin duda redoblarán más ahí donde la competencia sea cerrada.
Lo grave de esto es que el poder político estará en juego, precisamente, donde el crimen ha desestabilizado un número considerable de plazas y disputa al Estado el control del territorio, el monopolio de la violencia, el cobro del tributo e incluso el gobierno. Dos de ellas colindan con Estados Unidos -Tamaulipas y Chihuahua- y dos más tienen por sello el desarrollo de la industria criminal en un marco de impunidad: Sinaloa y Durango. Ahí jugarán los partidos... pero, sin duda, también podrá hacerlo el crimen.
Sin reparar en las campañas donde la "guerra sucia" dejará oír sus tambores, realizar campañas en territorios fuera de control por parte de la autoridad civil y sometidos parcialmente por el crimen es peligroso.
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