Columna Razones/Jorge Fernández Menéndez
Excélsior, 12 de mayo de 2010;
Tres historias de Villanueva
La acusación. La investigación oficial sobre Mario Villanueva comenzó de forma prácticamente casual, con la detención de un narcotraficante de origen beliceño en la carretera que va de Chetumal a Escárcega, en Campeche, en un poblado llamado Caoba. El hombre llevaba un cargamento de cocaína. Al ser detenido pidió hablar con el gobernador, pero se equivocó de estado: ya estaba en Campeche y lo habían detenido militares, no policías, de Quintana Roo. Era 1998 y por primera vez se le tomó declaración ministerial, como indiciado, a Mario Villanueva.
Mientras tanto, los estadunidenses iniciaban su respectivo proceso: la fiscalía de Nueva York abría la causa S1 01 Cr.201, donde se establecía que Villanueva y Alcides Magaña, El Metro, entre 1994 y 1996 ingresaron 200 toneladas de cocaína a Quintana Roo. Por cada envío, Magaña le pagaba a Villanueva 500 mil dólares. En Lehman Brothers, a través de operaciones realizadas en distintos lugares del mundo, Villanueva, que no tenía una sola cuenta bancaria a su nombre en México, acumuló depósitos por 20 millones de dólares.
¿De dónde sale la acusación? De varias fuentes, pero las principales comienzan con la detención, en el Bronx neoyorquino, el 27 de febrero de 1997, de un grupo de narcotraficantes con 107 kilos de cocaína pura. El 7 de marzo cae otro en el hotel Holiday Inn, de Middletown, Nueva York, con mil 603 kilos de cocaína pura. Según The New York Times, citando fuentes de la DEA, sumaron 17 los testigos protegidos que, desde 1997, están trabajando con la fiscalía de Nueva York en el proceso contra Villanueva.
Varios testimonios son demoledores, pero dos son particularmente importantes: uno es el de José Alfredo Ávila Loureiro, hermano de la esposa de Ramón Alcides Magaña, quien dijo haber participado en una reunión entre El Metro y Villanueva en el hotel Cesar Park, de Cancún, en la que participó también Ricardo Marín Carrillo, entonces comandante de la Policía Judicial del estado, para ingresar cargamento de cocaína desde Belice a Quintana Roo. El otro testimonio es de Gilberto Garza García, uno de los principales operadores del cártel de Juárez y conocido como El GüeroGil. Él explicó cómo funcionaba toda la organización, quiénes eran los responsables de cada célula y los contactos que tenían con la llamada célula del sureste. Su primer testimonio es de octubre de 1998. A partir de esas declaraciones, se incautan numerosas propiedades de Alcides Magaña y Albino Meraz, los dos jefes de esa célula, en Cancún, sobre todo en Isla Dorada. Las declaraciones de los 17 testigos coinciden en señalar la participación de Villanueva en esa operación. Recordemos que, en Estados Unidos, para que el testimonio de un testigo protegido tenga validez, debe estar sustentado en pruebas materiales.
Las muertes. En 1997 comienzan a darse casos de muertes por abuso de drogas de jóvenes estadunidenses en Quintana Roo. El cónsul de ese país en Mérida, David van Velkunberg, comienza a investigar esos casos en Cancún. Es localizado por la gente de Villanueva y literalmente se le expulsa del país: se le puso en un avión con destino a Houston. Se envía un grupo de inteligencia militar a investigar el caso. Villanueva, a su vez, había formado un grupo de tareas que actuaba bajo sus órdenes y que encabezaba Óscar García Dávila, apodado El Rambo e involucrado en la muerte del cardenal Posadas. Había sido detenido en 1995 por el general Gutiérrez Rebollo y el capitán Horacio Montenegro, traicionó al cártel de los Arellano Félix para el que había trabajado hasta entonces y comenzó, con esos dos personajes, a laborar a favor del de Juárez. Gutiérrez Rebollo lo envió con Villanueva para crear ese “grupo especial de tareas”, el que secuestra a los integrantes de inteligencia militar (sabían de ellos por Rebollo): todos son torturados, uno de los elementos militares muere y los otros son arrojados en Campeche. El secuestro, la tortura y la muerte la encabeza personalmente García Dávila. Desde entonces, el caso Villanueva se convierte en prioritario para la Secretaría de la Defensa Nacional.
La carta. Le escribe, de puño y letra, Mario Villanueva, al entonces banquero Roberto Hernández, en torno a las acusaciones que el periódico Por Esto! realizaba contra Hernández. “Hablé con Mario Renato (Menéndez, director de ese periódico) para conocer el origen de su encono… la campaña tiene un fin: dinero. Mario Renato se queja de que en cuatro años Banamex no le dio publicidad”. Y concluye el texto, mucho más largo, “esta es la parte de la aclaración, deberías sentarte a hablar conmigo. Si decides, por el contrario, continuar con tu actitud, es asunto tuyo y te reitero, sin fundamento. Creo que me debes una disculpa. Mario Villanueva”.
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