Publicado en Reforma, 18 Jun. 12;
Es absurdo pensar que las campañas electorales sean episodios de la deliberación pública. Así se les trata, como si fueran momentos en que la política se enfrentara al jurado razonante de la opinión. Las colisiones de una campaña tienen poco que ver con un torneo de razones donde sale avante el argumento más coherente, la propuesta más pertinente, la crítica más certera. En realidad, no hay momento político más adverso a la racionalidad que los tiempos de una campaña electoral. No me refiero ahora a la apuesta por la imagen, a la demagogia de los candidatos, a la política del espectáculo. Me refiero a la crítica pedestre, esa que impera en nuestro tiempo.
Hace unos días vi el video que preparó el movimiento #YoSoy132 para protestar contra Televisa. Los muros de la empresa se convirtieron en pantallas para mostrar la verdadera cara de la empresa. Una de las novedades, una de las aportaciones de esa protesta es precisamente lanzar su crítica a los medios y, en particular a esa televisora por su vínculo con la estructura del poder. El principio no podría ser más pertinente: denunciar una concentración que sin duda altera las condiciones de la vida democrática. Sin embargo, la crítica toma un atajo que la anula. En el video, Televisa aparece como una entidad al servicio de un régimen dictatorial que no ha modificado ni un milímetro su vileza. El régimen es idéntico al que existía en 1968: una mafia dedicada al aniquilamiento de sus enemigos, los estudiantes, los campesinos o los priistas que no acatan el mandamiento de la complicidad. Naturalmente, el trato de Televisa con ese sistema se mantiene en los mismos términos: el soldado al servicio del autoritarismo.
El video es, desde luego, una producción casera y, en el
fondo, una denuncia pueril pero se trata de un síntoma de nuestra crítica:
creer que las entidades políticas son esencias inalterables, que el auténtico
libreto de la historia es el guión de una película de conspiradores que ocultan
sus fechorías. Por mucho que cambien las leyes electorales, el Sistema seguirá
siendo una estructura represiva a la que encubren eficazmente los medios de
comunicación. Una tiranía bendecida por las telenovelas. Una explotación que
comienza y acaba con la colonización de las mentes. La cabeza de los mexicanos
ha sido a tal punto controlada por una empresa que un grupo de ciudadanos
lobotomizados está dispuesto a votar por sus verdugos. Esa es la historia que
nos cuentan y se cuentan y en estos momentos. La historia es, por supuesto, un
elogio para quien la cuenta: relatarla en esos términos es describirse como el
ciudadano que logró escapar de la caverna y ver la luz: sólo los ignorantes que
siguen pegados a la televisión pueden seguir acariciando sus cadenas.
Lo curioso es que el video que comento confiesa
involuntariamente el cambio que pretende negar. En el desfile de atrocidades
que trenzan la complicidad del régimen y Televisa se menciona de paso el caso
de Aguas Blancas. ¿Dónde se denunció la matanza de Aguas Blancas? En Televisa.
Ahí, todavía bajo una administración priista, se exhibió el atropello en
Guerrero. No rechazo, por supuesto, que se critique la cobertura de Televisa o
sus tratos con el poder. Lo que creo indispensable es afilar la punta de la
crítica para que logre su objetivo. La noción del dominio orwelliano de
Televisa es simplemente absurda.Lo mismo puede decirse del antipriismo pedestre que se escucha en tantos foros. No la crítica al PRI real, no la advertencia de los peligros probables, no la denuncia de sus tratos y sus costumbres, no la crítica a las lacras de su candidato sino la demonización del PRI como un sujeto históricamente irredimible, ontológicamente antidemocrático. Sólo los delincuentes y los manipulados podrían votar por el PRI, se dice; sólo el delito y la ignorancia podrían respaldar al PRI. Como a cualquier partido, al PRI le corresponden muchas críticas pero pensar que su historia (o el mito) lo nulifica como opción legítima de gobierno es un argumento inadmisible.
Me temo que la historia y la política no son películas de
Oliver Stone. La política mexicana de hoy se parece muy poco a la política
mexicana de hace veinte años. Que tenga muchos problemas no quiere decir que
sean los mismos que tenía hace un par de décadas. Me sorprende por eso que se
ataque al PRI más por sus fantasmas que por sus prácticas, como si la victoria
de Peña Nieto significara el regreso de Díaz Ordaz... o el retorno de Carlos
Salinas. Invocarlos como peligro es ignorar el presente, es renunciar a
comprender nuestro tiempo para refugiarnos en una fantasía conspiratoria y
maniquea. Es desatender la amenaza de carne y hueso temiendo a los espíritus.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario