PAR DE CORAZONES/Alexandro Alvarez
-¿Cuántos años
tenía?
-No sé,
veintitantos
-¿Veintitantos
recién entrado a los veinte, o veintitantos pegándole a los treinta?
-No sé, tal vez
pegándole a los treinta, eso no importa
-Claro que sí,
tengo que imaginármelo bien
-Veintitantos. La
década de los veinte no hay mucho pedo
-Por supuesto que
sí, no es la misma de los veinte a los veinticinco que de los veinticinco a los
treinta. Siempre he pensado que a partir de los veinticinco la parábola de la
vida comienza a descender.
-¿Qué parábola de
la vida guey?
-La de la vida,
asciendes, desciendes.
-Déjame seguir
contándote.
El guey dejó su
bicicleta recargada en la pared junto a la puerta de entrada, había llegado
desde las 4 de la tarde, después de su jornada laboral.
-¿este guey
trabajaba?
-Sí, salía a las
tres.
-Como burócrata.
-De hecho era
burócrata.
-No mames en esa
condición, ¿qué hacía?
-Hacía los mandados
en las oficinas del ayuntamiento.
Entró caminado
sereno como quien entra a su habitación de madrugada y sabe que su cama está
lista para el descanso, pero aquí no había ni cama ni descanso.
Saludó al par de
meseras de siempre, sobra describirlas, en todas las cantinas de este país el
físico de una mesera es el mismo.
-Menos la chichí,
esa vieja estaba buena
-¿Qué chichí?
-La de “El Gitano”
-Ah! Es la
excepción
Después de
saludarlas con un apretón de manos fue hasta la barra con don Carlos, se sentó
en un banco alto, y pidió una cerveza.
-¿Qué pasó Abdul? ¿Cómo
te va?
-Bien Do…don
Carlos, de…de…deme una cerveza
-¿De cuál?
-Co…co…corona
-¿Era tartamudo o
qué pedo?
-Tenía un pedo con
el habla, no es que fuera tartamudo sino que hacía el doble de esfuerzo para
decir las palabras, el problema era la lengua, no la podía mover muy bien, por
cuestiones cerebrales, había toda una explicación científica para eso.
-¿Cómo se llamaba
esa enfermedad?
-No sé guey, no
recuerdo
-guey estás
hablando de Abdul y ¿ni siquiera sabes que enfermedad tenía?
-No, no estoy
hablando de él, estoy contándote su historia, es muy diferente hablar de
alguien que contar su historia
-¡Que complicado!
-¿Qué es
complicado?
-lo de la parábola
de la vida, ¿cómo es que podemos ser niños por segunda ocasión?
-¿Me vas a dejar
que continúe con la historia?
-Perdón, continúa
-¿En qué me quedé?
-Pidió una cerveza
-Ah, para que no
haya pedos, te dejo claro. Abdul hacía el doble de esfuerzo para soltar las
palabras de su boca, era como si se le quedaran atascadas en la punta de la
lengua, palabras que podía soltar únicamente con un movimiento brusco hacia delante
con su cabeza al término de cada frase. Tenía un tic nervioso de jalar su
cabeza al lado derecho cada vez que escuchaba a su interlocutor, era de ideas
muy cortas y razonamientos simples debido a su retraso mental.
-¿Caminaba bien y
todo el pedo?
-Caminaba bien, su
problema cerebral afectaba además de su inteligencia el habla y uno que otro
movimiento involuntario, pero todo lo demás estaba bien.
-¡Así nació!
-Así nació, creó
que su mamá le entraba duro a “la piedra” estando embarazada.
-¡Aquí está su cerveza
bien helada, para el cliente favorito de este pinche changarro!
-Gra..gra..gracias
don Carlos, se la pago de una vez, no me gusta deber
-No te mortifiques
aquí te hago la cuentita, de todos modos no son muchas las que te vas a tomar ¿o
sí?- Cada vez que don Carlos hablaba con Abdul soltaba una carcajada al término
de sus frases, como si hablara con un hijo del cual se sentía orgulloso.
-No, no serán
muchas, unas cuantas en lo que llega la Mary.
-¡A qué mi
muchachón tan enamorado!
-¿Cómo era don Carlos?
-¿Cómo te lo
imaginas?
-No sé, chaparro,
de bigote, medio pelón, panzón…
-No, todo lo
contrario, alto, sin bigote, con mucho cabello con canas, no panzón pero si una
leve panza que crece con el paso del tiempo y una vida sedentaria. Cuenta que
en su juventud era galán, que vieja a la que le tiraba la onda, vieja con la
que terminaba en la cama.
-Y ¿por qué terminó
ahí?
-¿Ahí dónde?
-Sirviendo tragos
en una cantina barata
-No sé guey, por
qué habría de terminar en otro sitio, el destino es el mismo estés galán o no
-No sé, pienso que
podría haberse ligado a una vieja de harto baro y asegurar su futuro.
Puso la botella
sobre la barra de un solo golpe, tomó un pequeño trozo de cartón en el que
anotó una línea debajo del nombre “Abdul” escrito con letras cursivas.
-Y ¿qué dice la
grilla Abdul, cuéntame tú que te codeas con puro pesado, quiénes suenan para
las boletas electorales?
-e…e…el licenciado
es el más fuerte de la terna, a…a…los otros no les llega su ti…ti…tiempo
todavía, no…no…no es su momento.
-Si te digo, hablas
como todo un conocedor. El licenciado está bien para la alcaldía, la gente
siempre lo ha visto con buenos ojos.
-y…y… es el mejor
posicionado
-¡Sí, seguramente!
Los demás no les llegan ni a los talones
-na…na…nada más
buscan negociar un puesto, a…a…la mera hora abandonan la….la con…contienda y se
quedan con una dirección
-Tienes razón
-Oye, Abdul sabía
del pedo de la política, porque como me estás contado pareciera que está al
tanto de todo lo que ocurre en su ayuntamiento.
-Un cabrón en las
condiciones que te acabo de describir, que sólo hace mandados en las oficinas
de palacio municipal, ¿crees que sea capaz de eso? El guey sólo repetía lo que
escuchaba en los pasillos, lo que decían los directores, lo que platicaban sus
compañeros sobre el que sería su nuevo “patrón”
-“patrón” como en
la mafia
-sí, como en la
mafia, ¡“patrón”! así lo decía Abdul, a manera de repetidora por supuesto.
Después de una hora
de plática sobre los posibles candidatos y posibles resultados electorales cual
analista político de periódico barato, don Carlos le anotó la segunda “rayita”
al cartón con el nombre Abdul en cursivas y puso sobre la barra una botella
mientras recogía la vacía al tiempo que pasaba un trapo para secar el resto de hielo
que se desprendía de esta.
-¡Así me gusta
mijo! Que tome despacio
-sí…sí…despacio,
porque se me sube rápido
-¿Qué se escuchaba?
-¿En dónde?
-Pues ahí guey, en
la cantina ¿qué música había?
-Buen punto.
Después de dar el
primer trago a su segunda cerveza, Abdul se puso de pie y se dirigió a la
máquina de música, una rokola que para funcionar tenías que darle un ligero
golpe una vez depositada la moneda. Depositabas cinco pesos y podías escoger
tres canciones.
-¿Cuáles puso?
-Una de Vicente
Fernández que no recuerdo el nombre y dos de José José; “el triste” y “a esa”
-¡Muy buenas!...
Sobre todo por el ambiente de la cantina me imagino
-El sonido no era
muy bueno.
Abdul regresó al
banco de la barra para seguir tomando su cerveza.
-¡Ah pero qué
enamorado eres mijo! Ya no tarda la Mary- le dijo don Carlos al tiempo que
limpiaba un tarro vacío para acomodarlo sobre la alacena.
-¡Don Carlos!
Traigo di…di…dinero para la Mary mi…mi…mire-le confesó mientras sacaba de su
bolsa derecha del pantalón un puño de billetes arrugados
Don Carlos tosió
nervioso volteando la mirada por toda la cantina y dejó por fuera las
carcajadas para decirle.
-Guarda eso mijo,
aquí hay mucho pinche ratero, no sea que te vean y te lo quieran arrebatar.
-no…no hay pedo Don
Carlos, usted me cuida ¿que no?
-Pues sí mijo pero,
en un descuido que tal y… mejor guárdalo, no vaya a ser el diablo-le ordenó el
cantinero
-lo…lo…lo guardo
pa’ la Mary entonces
-mijo, no sea
pendejo, ¿que no ha escuchado eso de que a las mujeres ni todo el amor ni todo
el dinero?
-sí, pe…pero a mí
me vale, la…la Mary lo es todo
-Por cierto ya
llegó, se está cambiando
-ya lle…llegó!
De…de…deme otra do…do…don Carlos
-Pero si ni siquiera
te has terminado ésa chamaco
Abdul tomó su
botella y de un solo trago se la bebió
-¡ya! de...de…deme
otra-le ordenó
-Despacio muchacho,
tranquilo, todavía queda mucha tarde y
mucha Mary no te acarreries
Después de diez
minutos de larga espera, en los que Abdul se frotaba constantemente el dedo
índice sobre el pulgar de la mano derecha, de eterna espera en la que su tic
nervioso de jalar la cabeza hacia el lado derecho era casi permanente, en la
que daba tragos cortos pero consecutivos a su cerveza, en las que desabrochaba
sólo para volver abrochar el botón de su camisa, apareció Mary.
Abdul había tenido
sueños húmedos con Mary, desde la primera vez que la vio…
-Estaba buena me
imagino
-No tanto
Era una señora de
ojos grandes, contrario al resto de sus compañeras la mirada de Mary aún estaba
despierta, como si soñara despierta, como si el mundo sobre el que caminaba
fuera distinto a una cantina con siete mesas, un baño sin puerta del que emanan
todo tipo de olores, su mundo no está repleto de la densa nube de humo de
tabaco que se forma a partir de las ocho de la noche en que la cantina se
llena.
Su cuerpo va
cansado pero no se dobla, detrás del delantal y sus blusas entalladas se
esconde una cicatriz en su vientre, esa misma cicatriz que la mantiene en un
trabajo que le roba su dignidad pero le da el dinero suficiente para olvidarla.
Es muy probable que
de joven haya sido el mejor cuero de su barrio, su colonia, vecindad, o donde
sea que haya crecido. Y no es que este mayor, sino que su ritmo de vida le roba
su juventud a bocanadas, tal vez su parábola de la vida no sea más que un
vaivén de curvas como las de su cuerpo.
De ella, estaba
perdidamente enamorado Abdul, no era sólo una cuestión sexual, según él, era
algo que provenía de su pecho, del corazón. Aunque en más de una ocasión haya
tenido fantasías meramente sexuales, estaba convencido de que la amaba.
-O sea, a este guey
se le paraba cada vez que la miraba
-Probablemente en
algunas ocasiones, pero en otras, la miraba con ojos de amor
-Pero sí le
dedicaba unas chaquetas
-Seguramente, pero
el pedo no era sexual, él sentía que la amaba, además Abdul era un guey que iba
a la iglesia, era muy cercano al cura, se confesaba continuamente y en una de
las confesiones se lo dijo
-¿Qué le dijo?
-Que tenía
pensamientos obscenos con una mujer y que recurría a “la chaqueta”
-¿Y qué le dijo el
cura?
-Que no estaba mal
masturbarse de vez en cuando, pero que controlara esos pensamientos, porque podrían
llevarlo a cometer locuras.
-Era muy allegado
al cura entonces
-Más bien el cura
era muy allegado a él y su mamá, sobre todo a su mamá
-¿Por qué? ¿La
señora era de las organizadoras de los eventos que hacen en las iglesias o algo
así?
-No, la visitaba
dos veces por semana para cogérsela.
Mary llegó hasta la
barra para saludar a Abdul con una sonrisa y un beso en la mejilla mientras
pasaba su mano sobre el rostro de él
-Buenas Abdul,
madrugaste como siempre
-Bu…bu…buenas
tardes Mary
Cuando Abdul se
ponía nervioso se agitaba su respiración, como a la mayoría de nosotros, pero
lo de él era notable, sus palabras se cortaban para tomar aire después de su
movimiento brusco de cabeza al final de cada frase.
-Tranquilo mijo,
tranquilo- le contestó Mary abrazándolo y llevándole la cara a sus pechos.
-Estaban grandes
-Lo normal
-Quie…quieres una
cerveza, te invito una
Estaba demás la
invitación, como una forma de cortesía Mary siempre abría garganta con Abdul.
-Claro que sí mijo,
ya sabe que con usted comienzo el día
-do…do…don Carlos
dele una cerveza light!
-Tú si sabes mijo,
debo conservar la figura
Abdul sacó de su
bolsa el puño de billetes para pagar, don Carlos tosió y se acomodó la garganta
al tiempo que tomaba el billete.
-Mucho cuidado
chamaco, mucho cuidado!-exclamó alerta el cantinero
-y…esto es para ti-
le entregó a mary un billete y un moneda para la máquina de música.
-¿Cuál quieres que
te ponga?
-la…la…la que tú
quieras mi reina
Pudo haber ido él
mismo a poner las canciones como muestra de caballerosidad, pero que ella fuera
le permitía verla caminar de espaldas y disfrutar del zarandeo de sus nalgas.
-¿Tenía buen culo?
-¡Cabrón!
-¡Chingón!
Sólo observar a
detalle los movimientos de las nalgas de Mary provocaba en Abdul una erección
que disimulaba poniendo su mano izquierda sobre ella.
-Qué pasó y ese
pantalón tan abultado
-No…no es nada!
-No se me sonroje,
al contrario, es un halago para mí que le provoque…eso
Don Carlos miraba
celosamente aquella escena, no confiaba en Mary, para terminar pronto, don
Carlos no confiaba en nadie.
-Entonces qué mary,
¿te la cuento como ficha?
-No, nada de eso,
esta me la tomo con gusto con mi niño grande, no es negocio es un gusto-le dijo
Mary a don Carlos mientras le tocaba la erección a Abdul
-¿No mames le dio
un agarrón de huevos?
-¡Cabrón!
-Puta este guey se
ha de haber mojado todo
-No sé, lo que sí
sé es que su respiración se volvió más apresurada.
Después de una hora
de plática, risas, agarrones de erección y nalgas y un par de bailes cual
novios de secundaria, Mary se despidió momentáneamente de Abdul para llevar
tragos y sentarse en la mesa de unos clientes recién llegados al lugar.
-No se me ponga
triste mijo, tiene que chambear, así es este negocio, usted ya sabe-le dijo Don
Carlos dándole otra cerveza-esta se la invito yo, pa’ que vea que soy buena
gente.
-sí, pe…pero no me gusta que se vaya a sentar
con otros hombres, ni que la toquen
-O sea que la vieja
era puta
-No exactamente,
era mesera, uno que otro cliente le metía mano pero hasta ahí
-Como Abdul
-A Abdul no lo
miraba como cliente, a él lo dejaba tocarla por amistad, además la tocaba por
accidente, le rozaba una teta o una nalga por accidente, como si no tuviera esa
intención, pero ella sabía que sí, así que no decía nada y sólo sonreía.
-¿Y con los
clientes?
-esos cabrones si
se manchaban, metían mano donde fuera
-¿Por debajo del
bra y todo?
-Por debajo del bra
y todo
-No chingues, si se
manchaban, ¿pero por qué dices que no era puta entonces?
-Pues porque una
puta se dedica a eso, a ser puta, vende su cuerpo, ella no, ella mesereaba,
fichaba, y dentro de eso había ocasiones en las que se dejaba meter mano,
cuando le gustaba el cliente decía ella. No cobraba extra por agarrón, entonces
no era puta.
-¿y se acostaba con
los clientes?
-con uno que otro,
si le gustaba claro está. Le daban un dinero extra por eso pero era sólo como
una especie detalle.
-no, pues no, no
era puta.
Esa noche Abdul
bebió más a prisa de lo común a pesar de las advertencias de don Carlos, pocas
veces se le había visto en ese estado, como algo curioso el problema con el
habla disminuyó comunicándose sin dificultad, el tic no dejó de presentarse
pero era menos esporádico y su mirada comenzó a volverse para todos lados.
-Oye mijo ¿qué
tienes?-le preguntó don Carlos alarmado
-es…estoy
encabronado!
-calma, calma no
hagas coraje, los corajes no dejan nada bueno.
-ni qué calma ni
que la chingada-comenzó a barrer la “che” como consecuencia de la acumulación de saliva en sus labios
Se puso de pie y
fue hasta la mesa donde Mary se encontraba atendiendo a los clientes
-¡Mary! ¿Cuánto te
está pagando este pendejo? ¡Yo te doy el doble, vente!
El cliente
confundido miró a Abdul y a Mary
-Calma Abdul, estoy
trabajando, esto nada más es trabajo ya sabes
-Pero es mucho
pinche toqueteo, a la chingada vente deja a este pendejo!
-Ya estuvo bueno
pinche chamaco-contestó enojado el cliente de Mary
-Calma mijo-le dijo
Mary que tenía dentro de su brassier la mano del cliente
-No me calmo, no me
calmo!
-¡Don Carlos!-le
gritó Mary al cantinero
Don Carlos levantó la
puerta de la barra para llevárselo al banco alto en el que había pasado las
horas bebiendo a toda prisa intentando sin éxito borrar las imágenes de Mary
dejándose tocar por los clientes.
-Es que yo la
quiero don Carlos
-Yo sé que la
quieres, pero está trabajando, debes de entender- le extendió un plato pequeño
con un limón rebanado en cuartos, un puño de sal y una salsa huichol- ándale pa’
que te sepa mejor el trago.
-deme otra!
Abdul quedó dormido
sobre la barra con la cabeza descansando sobre su brazo izquierdo y la madera,
sus labios con exceso de saliva en posición de soltar una “o” exagerando el
gesto, la otra mano en los huevos y comenzó a soñar.
-¡Para de mamar!
Soñó que no estaba
enfermo. En su sueño don Carlos aparecía como su hada madrina, estaba desnudo y
llevaba un par de alas verdes que agitaba apresuradamente, sostenía una flauta
que hacía tocar después de cada frase con la que se dirigía a Abdul. Su cabello
no era canoso, sino rubio, con rulos, su piel dorada y su cara siempre
reflejaba una sonrisa...
-¿y los huevos?
-por una extraña
razón, sus huevos aparecían “pixeleados”, censurados como video porno japonés
En el sueño, Abdul
vestía de saco y corbata, sin pantalones, sólo una trusa azul y calcetín azul
marino. Su peinado era hacia un lado con exceso de goma, caminaba sobre una
avenida larga, con trayectos empedrados, otros tramos de calle estaban sin pavimentar,
se acumulaba polvo, más adelante cuando empezó la lluvia se convertía en lodo,
había exceso de lodo en sus sueños.
Hasta que giró en
una avenida en curva que a pesar de que en descendía lo llevó hacia lo alto de
un cerro desde donde pudo contemplar toda su ciudad. ¡Yo seré presidente! Se
dijo.
Regresó a la larga
avenida en donde ya no había polvo ni lodo, sólo tumultos en los que se habría
paso mientras saludaba de mano a todas las personas que se acercaban a él
llamándolo licenciado, cada frase de sus conciudadanos terminaban con la
palabra licenciado a lo que él respondía, “yo veo eso”, “que mi secretario lo
anote” o “dese una vuelta por mi oficina”.
Don Carlos
convertido en un hada que sólo él podía ver volaba cercano a sus orejas para
decirle “vas por la grande Abdul, tú eres el bueno, ya te vi Abdul presidente
municipal, es tu momento, los tiempos políticos te favorecen lánzate”
Los avisos de su
hada madrina lo llevaron al registro de su candidatura dentro de una oficina de
un metro de largo por un metro de ancho en el que laboraban siete mil empleados
en ropa interior gris y una corbata enredada al cuello, llenando solicitudes y
sellando columnas de hojas en blanco que después tiraban a la basura mientras
preparaban una gran torta con los residuos de identificaciones oficiales que
habían sido trituradas.
De nuevo en la
larga avenida Abdul caminaba entre el tumulto que esta vez se debía a su
presencia, saludaba con promesas de mejoras a caminos y carreteras, con
eliminación de la pobreza y con mejores salarios para todos, a lo que el
tumulto, que no era más que largas filas de personas vestidas de color café con
cabeza de pato, respondían con largos gritos de ¡Abdul! ¡Abdul! ¡Abdul!
Ya en la cantina y
sobre la barra, don Carlos intentaba despertar de su largo sueño al pequeño
Abdul.
-Era pequeño o ¿lo
dices por su edad?
-las dos cosas, era
joven, bajo de estatura y delgado
-¿moreno?
-más bien tirándole
a blanco.
-Despiértate
cabrón-le dijo don Carlos sobándole la cabeza-despiértate ya te orinaste y
estás oliendo a caca, a lo mejor ya te hiciste
Cuando despertó le
contó el sueño a don Carlos, se tomó otra cerveza y miró a Mary, que ya no
estaba con el cliente anterior sino con Don Raúl, un cliente que llevaba
visitando la cantina mucho antes de que Abdul naciera, conocía a Mary desde
antes de que tuviera a su primer hijo, algunos rumoraban que sus tres hijos
eran de él.
-Está con ese
pinche viejo pelón, me caga que esté con ese viejo, con los otros lo puedo
pasar, ¡pero con ese viejo no!
Se dirigió hasta la
mesa de Don Raúl, tomó a Mary de un brazo mientras gritaba toda clase de
improperios, al viento, sin un destinatario en concreto.
Don Raúl se puso de
pie salpicado por la cerveza que Abdul llevaba en su mano, lo tomó por el
cuello y gruñó.
-¡Cuántas veces les
he dicho que no quiero ver a este tarado por aquí!
-cálmate Raúl-le
dijo asustada Mary
Se lo llevó casi
cargando por el cuello hasta la barra, lo azotó contra la madera y le quebró
una botella en la cabeza. La espuma corría lentamente sobre su cabeza
mezclándose con la sangre que comenzaba a brotar, lo tomó del cabello
arrastrándolo hasta la máquina de música, ahí lo estrelló un par de veces
haciéndola sonar.
Lo llevó jalando
hasta el baño y ahí lo dejó tirado, propinándole antes un par de patadas en la
cara y un par en el estómago. La espuma y la sangre ahora se mezclaban con los
restos de orines regados por todo el baño.
-¡A la verga!
Don Raúl regresó a
su mesa, tomando de la cintura a Mary y siguió su juego de póquer que tenía
empezado
-par de corazones
Desde otra mesa se
escuchó gritar a un cliente -¡hey mi lic!- el otro le regresó una sonrisa desde
su mesa y levantó su mano izquierda extendida a manera de saludo.
Don Carlos corrió
al baño y después de un minuto salió componiéndose la garganta y guardándose el
puño de billetes que tantas veces había mostrado Abdul mientras viraba su
mirada a cada punto de la cantina.
Después de un breve
silencio “el lic” gritó a todos los presentes
-¡Que bonito es
estar tomando así, entre puros conocidos!
-¿Cuánto es Don
Carlos?-le pregunté al cantinero después de beber el último trago de cerveza y
ponerme de pie.
Apagué la colilla
de mi cigarro y le pagué, me guardé el cambio y caminé hasta la puerta de
salida, afuera en el suelo estaba la bicicleta de Abdul, con un letrero que
decía “el tarado es puto”.
-¿Qué canciones
puso?
-¿Quién?
-Mary
-¿Cuando?
-Cuando Abdul le
dio la moneda para poner música
-ah, no sé, yo
también me quedé viéndole el culo.
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