La
hora del entendimiento en Venezuela/Gustavo Palomares es catedrático europeo en la UNED, presidente del Instituto de Altos Estudios Europeos y encabezó la Misión Electoral Internacional en Venezuela.
El
País, 19 de junio de 2013:
El
informe final de la Misión Electoral en Venezuela, presentado por el Instituto
de Altos Estudios Europeos en colaboración con Rediunipaz, desmitifica las
supuestas fortalezas electorales de ese sistema y subraya algunas tendencias
preocupantes hacia la ingobernabilidad en ese país.
Los
últimos datos económicos —a la cola continental, según las principales
magnitudes macros y micros consideradas—, los grandes niveles de
desabastecimiento —afecta al 60% de la “cesta básica”- y la crisis política
desde las elecciones de abril —con acusaciones de autoritarismo y de graves
delitos pre y poselectorales—, llevan a Venezuela a eso que llaman los expertos
como “Estados fallidos”. Fallidos, no por su tierna institucionalidad,
inexistencia del Estado y falta de consistencia política y social, como ocurre
en algunas realidades principalmente africanas. Más bien, por todo lo
contrario, por exceso y no por defecto; por una capacidad obscena para el
“derroche” basada en una falsa prosperidad económica al “debe”; con una élite
política y social que asume el “Estado como botín”; y un desarrollo social muy
loable, pero incapaz de consolidarse bajo el manto de la corrupción, la
inviabilidad presupuestaria y la inseguridad, física y jurídica. Esta
descripción próxima al infierno dantesco de la literaria Divina Comedia, se
tornó por mucho tiempo en la realidad diaria difícilmente sostenible para esa
ciudadanía, para cualquier poder que se precie y para cualquier sociedad, más
aun si tiene la madurez histórica y política que tiene la venezolana.
Ha
llegado el momento de una recomposición total en ese país que tenga como base
un pacto político y social amplio en donde las distintas fuerzas políticas
tengan cabida. Este llamado, probablemente más propio del reino de los sueños,
es urgente plantearlo en este momento de emergencia nacional. Ha llegado el
momento de los sectores más institucionales y moderados de ambos bandos para
que abran vías de acuerdo y de entendimiento entre dos proyectos nacionales
condenados a entenderse —antes o después— en ámbitos fundamentales como son la
recomposición política, el déficit público y monetario, la distribución
eficiente de los productos básicos, la nueva política energética y la seguridad
como principal inquietud ciudadana. Todas estas cuestiones redundan en la
imprescindible viabilidad como nación y como Estado fundamental en la región.
La
viabilidad de este imprescindible pacto nacional pasa por una cuestión previa:
es necesario superar el cisma político y social poselectoral. Evitar, por parte
de la oposición, una progresiva marginalización, propiciando una radicalidad
antisistema con una respuesta deslegitimadora hacia Maduro y su Gobierno. Y por
parte del Gobierno: no caer en la deriva autoritaria para contestar de esta
forma a las acusaciones de falta de limpieza y transparencia democrática e,
incluso, como una fórmula contundente para cerrar con mano firme los peligros
reales de la división interior.
Este
programa consensuado de gobierno tendría que basarse en una salida transicional
a la inestabilidad política e institucional, a tenor de los resultados
discutidos y discutibles de las últimas elecciones, pero teniendo como objetivo
consolidar el progreso relativo alcanzado dentro de las clases más populares
que nunca tuvieron esa oportunidad, acabando con el derroche, la corrupción
oficialista y la utilización descontrolada de los recursos petroleros,
propiciando un sistema productivo propio y estable, sin caer en una prosperidad
social financiada al “debe” de la compra sistemática de productos y servicios
en el exterior. Dar una base sólida al proyecto nacional y propiciar un tono de
normalidad en el debate político y parlamentario, desterrando la crispación, la
violencia y el insulto como práctica habitual.
Parece
evidente que esta solución podría ser calificada como un gesto de debilidad por
parte del integrismo chavista y, a la vez, como una aceptación implícita de
Maduro como presidente, por los sectores del conservadurismo histórico
incrustados en la oposición. Pero, en todo caso, podría ser salida de
emergencia para acudir en socorro de esa ciudadanía tan golpeada que empieza a
estar harta de esta eterna situación y también una fórmula para impedir el
camino inexorable de Venezuela hacia el precipicio.
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