Estados
Unidos espió los teléfonos móviles de 35 líderes mundiales
El
diario británico 'The Guardian' revela que la NSA intervino 200 números de
teléfono de jefes de Estado y de Gobierno
CLAUDI
PÉREZ / LUCÍA ABELLÁN
El País, Bruselas 25 OCT 2013
La
Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos (NSA) ha rastreado las
comunicaciones de miembros del Gobierno español, según han manifestado a EL
PAÍS fuentes conocedoras de la documentación filtrada por Edward Snowden, el
exanalista de la citada agencia refugiado en Rusia y cuyas revelaciones han
abierto una profunda crisis internacional. “Las agencias de espionaje
estadounidenses han empleado la misma práctica en muchos países. Y España no ha
sido ninguna excepción”, aseguraron las citadas fuentes, que no precisaron la
identidad de los políticos vigilados ni el periodo en que se interceptaron las
comunicaciones. Esta labor se efectuó en paralelo a la masiva recogida de datos
procedentes del rastreo de comunicaciones electrónicas y telefónicas de los ciudadanos
españoles, tal y como ha sucedido en otros países.
El
Gobierno español teme que entre los políticos espiados figure el presidente, ya
sea Mariano Rajoy o José Luis Rodríguez Zapatero. El Ministerio de Asuntos
Exteriores tiene previsto convocar al embajador estadounidense, James Costos,
en el mismo momento en que disponga de información en este sentido, ya sea de
forma oficial o a través de los medios de comunicación. El pasado martes, EL
PAÍS adelantó que los servicios secretos españoles estaban convencidos de que
España había sido objeto de masivos barridos de llamadas telefónicas y
comunicaciones por parte de la NSA. Del mismo modo que Francia o Alemania.
Documento
al que ha tenido acceso The Guardian.
La
sospecha de que los servicios de inteligencia de EE UU llevan años espiando el
móvil de la canciller Angela Merkel irrumpió ayer en la enésima cumbre del
euro. E hizo saltar por los aires una agenda cargada de temas tan crudos como
fundamentales para la UE (telecomunicaciones, unión bancaria e inmigración), al
conocerse que la querencia norteamericana por el control de datos llega hasta
el mismísimo teléfono de la canciller alemana. Pero Merkel no es ni mucho menos
la única. El escándalo sigue agigantándose: la Agencia de Seguridad Nacional (NSA)
de EE UU supervisó las conversaciones telefónicas de 35 líderes mundiales,
según reveló ayer el diario británico The Guardian basándose en un documento
secreto que asegura que un alto funcionario entregó dichos números a la
agencia.
Un
memorando confidencial revela que la NSA fomenta que los funcionarios de mayor
rango de toda la Administración, incluida la Casa Blanca, el Departamento de
Estado y el Pentágono, compartan sus agendas para que la agencia pueda
monitorizar los números de teléfono de los líderes extranjeros con sus sistemas
de vigilancia. El documento señala que un funcionario estadounidense no
identificado entregó más de 200 números, incluidos los de los 35 líderes.
Berlín
y París dejan a un lado el lenguaje diplomático para acusar a Washington
Esa
revelación aumenta las tensiones diplomáticas entre Estados Unidos y sus
aliados. Y da alas al malestar en Europa: Berlín y París olvidaron anoche
viejas rencillas y se conjuraron para acusar a EE UU de las peores tretas, en
un lenguaje inusualmente poco diplomático para los tiempos que corren.
Prácticamente todos los países secundaron esa enérgica reacción —unidad
europea, al menos esta vez— con un tableteo de declaraciones.
Alemania
y Francia acordaron de madrugada buscar un pacto con EEUU este año paras entar
unas nuevas bases de funcionamiento del espionaje. La escalada verbal fue
contundente: "Lo más importante es encontrar bases para el futuro. La
confianza se ha dañado seriamente y tenemos que reconstruirla", dijo
Merkel en una comparecencia en Bruselas tras la cena. El presidente François
Hollande destacó también de madrugada que, aunque se deben establecer nuevas
normas, "la relación con Estados Unidos es prioritaria" y abogó por
la reactivación del grupo para la negociación del tratado comercial entre
Bruselas y Washington.
La
escalada verbal fue contundente: la canciller fue mucho más allá del habitual
lenguaje de madera de las cumbres y apuntó en Bruselas que el espionaje “es
totalmente inaceptable”. En un giro relativamente inesperado tras la tibia
respuesta inicial alemana cuando se desencadenó el escándalo, Merkel explicó
que ya informó a las autoridades estadounidenses de su malestar por estas
prácticas el pasado junio, y anteayer volvió a hacerlo en una conversación
telefónica con el presidente de EE UU, Barack Obama. El equipo de Obama volvió
a negar ayer que esté espiando o vaya a espiar a Merkel, aunque lleva dos días
midiendo cuidadosamente sus palabras acerca de si pinchó —o no— el teléfono de
la canciller en el pasado.
La
gran mayoría de los presidentes y primeros ministros europeos presentes en
Bruselas secundó las críticas del eje franco-alemán, aunque España, por
ejemplo, evitó pronunciarse al respecto. Los dirigentes se dividían entre
quienes reclaman medidas concretas como respuesta (la paralización de las
negociaciones sobre el tratado de libre comercio con EE UU, por ejemplo) y los
que prefieren una reacción más modulada, sin represalias.
Varios
dirigentes de
la UE plantean suspender el diálogo sobre libre comercio
No
faltaban en los pasillos de Bruselas teorías conspirativas, análisis sobre el
tempo de las denuncias franco-alemanas y tesis sesudas sobre lo bien que
vendría un enemigo exterior para unir a un continente falto de consensos. Solo
una cosa es segura: el hecho de que esta cumbre esté copada por el espionaje
(y, en segunda instancia por la inmigración) consolida la idea de que el
interés por la economía se desplaza a otros campos. Probablemente sea la
primera cumbre en la que la crisis no monopoliza el debate.
La
dimensión alcanzada por el escándalo probablemente sea la llamada de atención
definitiva para convencer a los países más titubeantes (con Alemania a la
cabeza hasta hace dos días) de que este es un asunto europeo, explicaron
fuentes diplomáticas, en el que merece la pena meterse a fondo. El debate tiene
varias aristas interesantes. La principal, las explicaciones que se deben
exigir a EE UU, hasta ahora muy reticente a rendir cuentas. Ahí lo fundamental
es la fuerza de cada país contra Washington: Europa no tiene competencias sobre
cuestiones de seguridad nacional e inteligencia. Por eso Washington solo admite
como interlocutores válidos a los Estados, lo que debilita la posición europea.
Más
allá de la impotencia mostrada hasta ahora, lo ocurrido pone patas arriba las
relaciones transatlánticas. Anteayer el Europarlamento pidió que se anule el
acuerdo de transferencia de datos bancarios con EE UU, muy sensible para
Washington porque eso le permite acceder a información sobre transferencias
financieras para luchar contra el terrorismo. Por otro lado, la Comisión
estudia suspender el otro gran acuerdo vigente: el llamado safe harbour, por el
que unas 3.000 empresas estadounidenses acceden a datos de los europeos.
Otra
cosa será que estos episodios fuercen la negociación en el Consejo sobre una
norma europea de protección de datos, que lleva meses estancada. Contar con un
marco más garantista que el actual (y adaptado a Internet) favorecería a los
europeos, pero tampoco es la panacea y, en la práctica, no puede evitar este
tipo de intromisiones alegales, según las fuentes consultadas.
Cruce
de reproches
Hemos
dejado claro que Estados Unidos reúne información en el extranjero igual que
hacen todas las naciones”, dijo ayer el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney,
que sin embargo eludió aclarar si EE UU espió el teléfono de la canciller
alemana.
Angela
Merkel en Bruselas: “Espiar a los amigos es totalmente inaceptable”. “Sin
motivos ni indicios muy serios no hubiésemos dado un paso diplomático de esta
gravedad”, dijo Guido Westerwelle, ministro de Asuntos Exteriores alemán, tras
reunirse con el embajador de EE UU.
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Washington
controló millones de llamadas y espió a políticos en España
Fuentes
del Gobierno limitan las supuestas escuchas a la etapa de Zapatero
MIGUEL
GONZÁLEZ Bruselas 24 OCT 2013 - 21:22 CET468
La
Agencia Nacional de Seguridad (NSA) estadounidense no solo ha rastreado
masivamente las comunicaciones telefónicas, SMS y correos electrónicos de
millones de españoles, sino que ha espiado a miembros del Gobierno y a
políticos, según fuentes conocedoras de los documentos secretos sustraídos por
el exanalista Edward Snowden. El Gobierno español, que hasta el último minuto
se ha negado a aceptar las evidencias de que el espionaje de EE UU también ha
actuado ilegalmente en España, intentaba ayer evitar que el caso dañe sus
relaciones con Washington.
Mientras
el escándalo iba creciendo en los pasillos de Justus Lipsius, el edificio de
Bruselas donde estaba reunido el Consejo Europeo, Mariano Rajoy era uno de los
pocos mandatarios que guardaba silencio.
Rajoy
intenta evitar que el escándalo dañe las relaciones con EE UUU
Ayer
por la mañana, un alto cargo gubernamental insistía en que “no hay constancia”
de que el espionaje estadounidense hubiera aplicado en España prácticas de
rastreo masivo de comunicaciones, pero añadía: "Si hubiera sido así, eso
se habría producido en la etapa de [José Luis Rodríguez] Zapatero". La
frase evidencia que el Gobierno sabía a esas alturas más de lo que admitía en
público; o que intentaba marcar distancias, al situar estas prácticas en una
etapa superada y endosar a su antecesor la responsabilidad de no haberlas
evitado.
El
Centro Nacional de Inteligencia (CNI), principal servicio secreto español, daba
por descontado desde hace tiempo que la poderosa agencia estadounidense de espionaje
electrónico había interceptado masivamente comunicaciones privadas en España,
pero descartaba que hubiera tomado como objetivos selectivos a políticos
españoles. En julio pasado, cuando salieron a la luz las primeras filtraciones
de Snowden, el minstro de Defensa, Pedro Morenés, declaró tajante: “A mí no me
han espiado y creo que, en general, tampoco”. Tras conocerse que también había
sido interceptado el móvil de la canciller germana Angela Merkel, esta
confianza acabó de resquebrajarse. “Lo que me importa es el móvil de Rajoy”,
confesaba ayer un colaborador del presidente.
El
ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, José Manuel García-Maragallo, ya
anunció el pasado martes, tras revelar EL PAÍS las prácticas ilegales de la NSA
en España, que si esta información se confirmaba convocaría al embajador de EE
UU en Madrid, James Costos, para trasladarle su queja y pedirle explicaciones,
como han hecho Francia o Alemania. Los últimos datos van incluso más lejos, al
incluir el espionaje selectivo de miembros del Gobierno y políticos de España.
La
presidenta brasileña, Dilma Rousseff, canceló su visita a Washington para
reunirse con Obama cuando supo que el espionaje estadounidense había vulnerado
su cuenta de correo, pero Rajoy lleva meses esperando a que el presidente de EE
UU le dé cita en la Casa Blanca y lo último que desea es abrir ahora una crisis
con su más poderoso aliado. La relación con EE UU es una de las prioridades de
la política exterior española: mientras en el resto de Europa se reducen las
tropas estadounidenses, en España se han incrementado, con el despliegue de
cuatro destructores antimisiles en Rota (Cádiz) y una unidad con 500 marines en
Morón (Sevilla). En noviembre, los Príncipes visitarán California y Florida,
con la intención de reivindicar y reforzar las raíces hispanas de EE UU. España
es, además, uno de los socios que apoya con más entusiamo la negociación de un
acuerdo de libre comercio con EE UU.
Fuentes
diplomáticas explicaron que, al tratarse de un problema que afecta a muchos
países europeos, deben ser las instituciones de la UE las que articulen una
respuesta.
Rajoy
se entrevistó ayer durante algo menos de media hora con Merkel, quien no ocultó
su indignación tras saber que su propio teléfono había sido espiado. Por si
acaso, tanto el presidente español como la canciller alemana se dejaron sus
móviles fuera de la sala.
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EE
UU promete espiar sólo lo que necesite, no todo lo que pueda
Washington
insiste en su derecho a recabar información en cualquier país para proteger a
sus ciudadanos
ANTONIO
CAÑO Washington 25 OCT 2013 - 21:21 CET156
El
Gobierno de Estados Unidos insiste en su derecho a recabar información en
cualquier país del mundo con objeto de proteger a sus ciudadanos, pero está
dispuesto a revisar los programas actuales de espionaje para asegurarse de que
se recoge la información que realmente se necesita, no toda la que su
desarrollada tecnología es capaz de reunir.
En
ese contexto, la portavoz del Departamento de Estado, Jean Psaki, comentó que
la Administración estaba considerando la propuesta hecha por Alemania y Francia
de discutir con EE UU nuevas reglas para limitar el espionaje, aunque añadió
que no había todavía ninguna decisión al respecto.
EE
UU admite que recoge datos en el exterior, como todos los países
La
portavoz dijo que funcionarios de distintos niveles de la Administración habían
mantenido contactos en los últimos días con Francia, con Alemania y con Italia
para tratar de responder a la preocupación que el asunto del espionaje había
provocado, y habían discutido fórmulas para poner fin a este conflicto.
Con
ese propósito, el presidente Barack Obama ordenó hace ya varias semanas la
revisión de los sistemas actuales de espionaje, pero ninguna novedad se ha
producido desde entonces. Al contrario, las pruebas aportadas por Edward
Snowden sobre la extensión casi ilimitada de la vigilancia de EE UU han
continuado y las quejas de los países más afectados –Alemania, Brasil, Francia,
México- han aumentado.
La
crisis ha escalado hasta el punto de que la relación bilateral ha retrocedido,
en términos prácticos, con alguno de sus aliados (Brasil), se ha complicado con
otros (México) y ha adquirido una aspereza con Europa que no se recuerda desde
los tiempos de la guerra de Irak, con la diferencia de que entonces estaba en
la Casa Blanca un neo con antieuropeo y ahora está un progresista proeuropeo.
La
Casa Blanca confía en poder salir de esta situación a base de amabilidad y
contactos personales que devuelvan la calma a las agitadas capitales europeas.
Entre otros perjuicios, el espionaje ha herido la dignidad de los europeos y
los ha expuesto ante alguna de sus más profundas frustraciones: la desigualdad
de su relación con EE UU.
La
Administración está considerando la propuesta hecha por Alemania y Francia de
discutir con EE UU nuevas reglas para limitar el espionaje
Pese
a que Obama y los portavoces norteamericanos insistan en que la práctica del
espionaje es vieja y habitual entre todas las naciones del mundo, también entre
amigos y aliados, les falta añadir que ninguna de ellas dispone de los medios
con los que cuenta EE UU para entrometerse en los secretos ajenos y proteger
los propios. Aunque Alemania tuviera interés en el teléfono móvil de Obama, es
dudoso que consiguiera tener acceso a él.
El
problema de fondo, por tanto, es el del disparatado tamaño y poder alcanzado
por los servicios secretos de EE UU. La Agencia de Seguridad Nacional (NSA), de
la que más se habla ahora porque es de donde proceden los papeles de Snowden,
es solo una de las 16 agencias del Gobierno norteamericano dedicadas a
recopilar información, toda la que puedan.
Los
límites están, por supuesto, establecidos por la ley y por el control judicial
y parlamentario al que el espionaje está formalmente sometido. Pero las nuevas
tecnologías han hecho esos controles ineficaces y obsoletos. Ninguna comisión
parlamentaria, ningún juez del tribunal establecido para ese fin es capaz de
controlar las millones de comunicaciones que los servicios de inteligencia de
EE UU siguen a diario. Si, además, esa comisión y ese tribunal actúan también
en secreto, la falta de transparencia llega a ser alarmante.
La
crisis ha escalado hasta el punto de que la relación bilateral ha retrocedido,
en términos prácticos, con alguno de sus aliados (Brasil), se ha complicado con
otros (México) y ha adquirido una aspereza con Europa
Ese
control es aún más difícil desde las atribuciones que la Ley Patriótica
promulgada tras el 11 de septiembre de 2001 concedió al presidente. Obama
reconoció hace unos meses en un discurso que esos poderes presidenciales eran
excesivos y no estaban justificados por las amenazas a las que el país se
enfrenta en la actualidad. Pidió al Congreso que se reformulara esa
legislación, pero tampoco se ha avanzado al respecto todavía.
No
es fácil la vuelta atrás. Una vez que se ha creado un monstruo de espionaje de
semejantes proporciones, no es sencillo que éste acepte voluntariamente
renunciar a sus capacidades. A los espías se les entrena para conseguir
información. No es fácil añadirles excepciones.
Ahora
Obama necesita, al menos, la apariencia de que se van a aumentar los controles.
No se negocian las leyes nacionales con los Gobiernos de otros países, pero
seguramente sería tranquilizador para Francia y Alemania la abolición de la Ley
Patriótica. De cara a los propios norteamericanos, mayor transparencia
parlamentaria y judicial parece lo más urgente.
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