- Inauguraen México el ciclo de cine en su honor en la Cineteca, del programa Viva Perú, con la proyección de La fiesta del chivo; después va a la FIL de Guadalajara.
La reproduce este jueves 28 de noviembre el periódico mexicano La Razón que dirige Pablo Hiriart.
Dieciocho
novelas, dos libros de cuentos y 23 ensayos, todos basados en experiencias
periodísticas en sus viajes por el mundo, han valido a Mario Vargas Llosa un
reconocimiento mundial no sólo en el rubro literario, sino también en la política
de América Latina, tema que acompaña y respira al escritor que no para de
trabajar.
-Acaba
de publicar El héroe discreto, novela con la que vuelve a Perú después de
habernos hecho por la Dominicana, el Congo, Tahití o París en sus novelas
anteriores. ¿Tenía ganas de volver a casa?
-Bueno, no fue premeditado. Ocurrió
que hace tres años, luego de mucho tiempo, volví a hacer un recorrido por el
interior del Perú. Estuve en el norte, en Piura, en una ciudad de la que yo
tengo muchos recuerdos de infancia y de juventud, y me impresionó enormemente
la transformación del país. En realidad nació a partir de una anécdota que ya
no sé si la leí o me la contaron, pero uno de los problemas de la modernización
en el Perú ha sido la proliferación de las bandas, de mafias que piden cupos a
los empresarios para supuestamente protegerlos, en realidad para no hacerles
daño. Y me contaron que en otra ciudad de la costa que ha crecido mucho,
Trujillo, un pequeño empresario había hecho públicamente una declaración diciendo
a la mafia que él no iba a pagar las cuotas, y que si la mafia quería matarlo,
que lo matara, pero que él no iba a pagar. Y eso me dio la idea de uno de los
personajes principales de El héroe discreto y la idea de una historia situada
en el contexto de lo que es hoy el Perú, país muy diferente del país de mi
infancia e incluso de lo que era hace 20 años. Así que así nació El héroe
discreto, y es verdad, es una novela que ocurre en el Perú y hacía 15 años que
no escribía una novela situada en el Perú.
-Y
frente a los personajes extraordinarios que abordó en sus novelas anteriores,
esta vez los protagonistas, los héroes, son dos peruanos de a pie. ¿Es la épica
del hombre corriente?
-En cierta forma sí. Tiene que ver con esos héroes
anónimos, los héroes que salen del montón, que muchas veces no llegan siquiera
a las noticias ni a los periódicos, y que son la reserva moral de una sociedad.
Son capaces de ir contracorriente en nombre de unas convicciones, de unos
valores, y de arriesgar mucho, de arriesgar su situación, su familia y a veces
su propia vida.
-Es
la primera novela desde la concesión del Premio Nobel. ¿Pesa este galardón a la
hora de enfrentarse a la escritura? ¿Siente una carga extra de responsabilidad?
-Dicen que el Nobel es una especie de lápida que le ponen al que lo recibe sobre
la espalda y que eso le crea grandes dificultades para seguir escribiendo. La
verdad es que siempre me da mucho trabajo escribir, pero no he sentido digamos
más dificultad o más responsabilidad escribiendo esta novela que otras. En
realidad todas las novelas me exigen una enorme dedicación; me dan muchos
dolores de cabeza, pero también un enorme placer. En este sentido esta novela
ha sido igual a las otras.
-Tengo
una curiosidad muy concreta: ¿cómo sabe que ha terminado una novela? ¿Cuándo
deja de escribir y pone “fin”?
-Pues para mí es clarísimo. Termino la novela
cuando siento que la novela puede terminar conmigo si no paro…
-¿O
cuando el editor le persigue ya?
-Ya me he dado cuenta de que he llegado a una
especie de límite a partir del cual las correcciones van a empezar a empobrecer
lo que he hecho, así que cuando llego a ese momento, a esa sensación, tengo la
seguridad de que no debo seguir trabajando en ese libro.
-Desde
hace 20 años publica en el diario El País y en otros periódicos su columna
Piedra de Toque, en la que analiza la situación mundial. ¿En qué traje se
siente más cómodo, en el de novelista o en el de ensayista con capacidad de
influir en el debate global?
-El periodismo ha sido para mí una fuente riquísima
de experiencias. Creo que por lo menos la mitad de los libros que he escrito no
los hubiera escrito sin las experiencias que he tenido gracias al periodismo. Y
aunque mi pasión y mi vocación es la literatura, nunca me ha gustado la idea
del escritor completamente aislado, del escritor a los Proust, encerrado en un
cuarto de corcho, confiando en sus propios recuerdos. No. Para mí es muy
importante tener por lo menos un pie en la calle. Y eso es el periodismo. El
periodismo es una manera de estar en contacto con la actualidad, una manera de
opinar públicamente sobre lo que está ocurriendo fuera de mi escritorio. Y ese
contacto, esa conexión con la historia que se va haciendo, para mí es
fundamental; eso alimenta muchísimo mi vocación literaria.
-Sus
ensayos siguen destilando optimismo y una gran fe en el ser humano. ¿No se deja
tentar nunca por el desencanto?
-Bueno, me he desencantado muchas veces de
muchas cosas, pero haciendo las sumas y las restas creo que soy más optimista
que pesimista. Y si uno compara su país, su realidad, su mundo, no con el
ideal, sino con lo que fue hace 20 años, yo creo que hay un progreso
considerable. Indiscutiblemente hay muchísimas cosas que están mal, que deben
mejorar, pero hay un progreso. Pienso en el Perú, pienso en América Latina, por
ejemplo. Lo que era América Latina cuando yo era joven, un mundo de dictaduras
militares, un mundo donde las bases para una cultura democrática eran muy
restringidas, muy pequeñas. Hoy en día es muy diferente. Creo que hay unos
consensos a favor de la democracia, unos consensos a favor incluso de las
políticas económicas abiertas, que es una gran novedad en América Latina, y eso
ha traído progreso y desarrollo.
-Revisando
la hemeroteca encontré su primer artículo en El País. Es de 1980 y se titula
“Los 10.000 cubanos”, sobre la irrupción de miles de cubanos en la embajada de
Perú en La Habana para pedir asilo político, y que dio pie al famoso éxodo del
Mariel. Han pasado 33 años y el castrismo, como el dinosaurio, sigue ahí…
-Extraordinario el caso de Cuba. Es la dictadura más larga de la historia de
América Latina. Pero incluso en Cuba yo veo síntomas muy interesantes. El
fracaso de la revolución ha llegado a tocar fondo; es evidente y es evidente no
sólo vista Cuba desde el exterior, sino desde el propio interior. De ahí las
pequeñas reformas que se vienen introduciendo, que indican que por lo menos en
ciertos sectores del régimen hay una conciencia de que el país se está yendo a
una verdadera ruina. Una vez que se toca fondo, sólo se puede empezar a
cambiar, y mi esperanza es que en Cuba vengan cambios que al mismo tiempo sean
radicales y pacíficos.
-¿Y
cómo explica que Cuba siga siendo modelo para algunos líderes latinoamericanos,
en Venezuela, Bolivia, o Nicaragua?
-Creo que eso representa una espuma. Hoy en
día, a diferencia de lo que ocurría en los años 60, por ejemplo, cuando Cuba
era vista como el modelo de todos los jóvenes latinoamericanos más o menos
sensibles, conscientes de las grandes desigualdades, de las injusticias
sociales… Hoy en día me parece que eso es muy minoritario, y muy concentrado
más en cúpulas, en gobiernos… En la propia Venezuela, que es donde ha habido el
mayor esfuerzo para mantener vivo el mito de la revolución cubana, creo que hay
una mayoría de venezolanos, y creo que en las últimas elecciones se comprobó
que han perdido completamente la ilusión con el modelo revolucionario, han
visto el fracaso en la propia Venezuela de lo que es el socialismo del siglo
XXI…
-Sí,
pero, pese a ello, algunos siguen presentándolo como un proyecto de futuro para
América Latina.
Hay una falta de realismo en lo que representa Venezuela —y
hablo concretamente de Venezuela— porque en Nicaragua hay una retórica revolucionaria,
pero la revolución ha desaparecido completamente. Es un país capitalista más o
menos intervenido por el Estado, pero del socialismo, en Nicaragua, nada. Creo
que nadie, y sobre todo el comandante Ortega no se cree seriamente que eso sea
una revolución. Incluso en Bolivia Evo Morales tiene una retórica muy
revolucionaria, pero la política que está haciendo no es ni revolucionaria ni
socialista. Es un capitalismo muy corrompido, porque es un capitalismo
profundamente intervenido. Habría que ser muy ingenuo o ciego para pensar que
Venezuela o Cuba pudieran representar el futuro de América Latina. Creo que
clarísimamente el futuro de América Latina está representado por los países que
realmente están progresando a través de democracia política y economías
abiertas. En las encuestas, en las calles, la gente muestra cada vez más
rechazo por la clase política.
-Usted
hizo una incursión directa en esta actividad, fue incluso candidato
presidencial. ¿Qué impresión le produce ver esta oleada de rechazo a la
actividad política?
-Yo creo que es uno de los grandes problemas que tiene la
democracia en el siglo XXI. La política ya no atrae a los mejores, la política
atrae ahora a los mediocres. Los mejores se apartan de la política porque
consideran que la política es sucia, la política es corrupta, y es verdad, creo
que el cáncer de la política es la corrupción. Pero eso tiene que ser
enmendado, tiene que ser corregido. En primer lugar porque no es verdad que la
política sea sólo eso; la política puede ser un instrumento extraordinario de
renovación, de reforma social, de lucha por la justicia, de lucha por las
oportunidades para todos, así como por un sistema de verdadera igualdad en una
sociedad, y eso es lo que hay que inculcarle a los jóvenes, a las nuevas generaciones.
Porque si los mejores no van a hacer política, y van sólo los peores, pues
efectivamente la política va a seguir siendo sucia, va a seguir siendo
corrompida.
-Ahora
me gustaría proponerle un pequeño ejercicio. Voy a leer unos titulares de noticias
recientes de América Latina, para que usted los comente. Empezamos con este:
“Diputados chavistas agreden a opositores en la Asamblea Venezolana”...
-Son
manifestaciones de terror-pánico al ver que el Estado chavista se les está
desmoronando. Ellos han sufrido una derrota clarísima en las últimas
elecciones, jamás esperaron que por lo menos la mitad del país votara contra
ellos, en condiciones de hostilidad, de persecución a la oposición; y
probablemente no fuera la mitad del país, sino una mayoría. Entonces están
tratado de desacreditar a la oposición, de acallarla, de desprestigiarla, pero
yo creo que lo que hay que ver en eso son manotazos desesperados de quienes
sienten que están sobre un volcán. Y mi impresión es que el régimen ha empezado
a dar sus últimas boqueadas, que el régimen no tiene cómo sostenerse entre
otras cosas porque quien tiene al frente es una persona de una enorme
limitación, tanto intelectual como política. Es claramente un hombre formado
políticamente en Cuba, es un agente cubano, claramente, que ha sido colocado
allí, todo su pasado es muy misterioso. Lo único claro es que es el hombre de
Cuba en Venezuela y al mismo tiempo es un “aparatchik”, es un hombre que no
tiene ni el carisma ni la energía que tenía Chávez. En manos de un pequeño
burócrata como Maduro me parece muy difícil que ese mar tan agitado que es hoy
día Venezuela pueda calmarse, consolidarse. Yo creo que el proceso de
destrucción del mito chavista ha comenzado en esas últimas elecciones, y creo
que todos los demócratas latinoamericanos deberían solidarizarse, de manera
activa, con los demócratas venezolanos que están dando una batalla con enorme
coraje desde hace muchos años, y muchas veces en la orfandad.
-¿No
parece que los líderes latinoamericanos estén respondiendo como debieran…?
-No,
no parecen en absoluto. No sólo no están respondiendo sino que están actuando
en muchos casos, y es una vergüenza, en complicidad con la dictadura, primero
de Chávez y luego con la de Maduro. Quizás el país al que habría que reprocharle
más esto es Brasil. Brasil ha sido cómplice descarado de Venezuela. Lo es de
Cuba en instancias internacionales, en tanto internamente respeta las
instituciones democráticas, los usos democráticos. Hay una contradicción
absoluta entre su política internacional y su política interna.
-Segundo
titular: “Chile impide abortar a una niña de 11 años violada por su
padrastro”...
-Chile es una sociedad muy conservadora, y es probablemente el
país donde la Iglesia católica más conservadora tiene más influencia sobre la
sociedad. Ha sido el último país latinoamericano en admitir el divorcio, y un
divorcio en unas condiciones difíciles. Y respecto al aborto, pues claro, la
Iglesia tiene una política tan intolerante y rígida, y esto hace que no sólo en
Chile, sino en la mayor parte de los países latinoamericanos no se admita. Lo
que es una gran hipocresía, porque el aborto se practica por supuesto a granel,
y con la diferencia de que las personas que tienen recursos económicos tienen
abortos en clínicas con todos los cuidados del caso, y son las mujeres humildes
las que se desangran utilizando métodos absolutamente primitivos, sin
condiciones higiénicas.
-Otro
titular. “La Corte Suprema de Argentina veta la reforma judicial de Cristina
Fernández...
-Es interesante, porque demuestra que todavía hay jueces
independientes en Argentina. Los jueces han parado un proyecto que era
claramente anticonstitucional, claramente autoritario, para permitir la
reelección de la señora Kirchner. Hoy en día el desprestigio de la presidenta
argentina es enorme y el resultado de las últimas elecciones es clarísimo: no
va a poder reformar la constitución, no va a poder reelegirse, lo cual
significa que hay esperanza de cambio, de renovación, de lo que es el gran
misterio de América Latina: por qué el país que fue el más próspero, por qué el
país que fue y probablemente sigue siendo el más culto de América Latina, es
tan absolutamente ineficiente en el campo político.
-Y
este otro: “Uruguay despenaliza la mariguana”...
-Bueno, yo ya he felicitado
justamente en un artículo al Gobierno uruguayo, porque es un acto de coraje
porque no había una mayoría favorable, y sin embargo, el Congreso ha aprobado
la ley y creo que es un paso muy adelantado, que ojalá sea imitado, si es que
América Latina quiere enfrentar de una manera valerosa el problema de la
corrupción. La corrupción es un cáncer hoy día en América Latina, y la razón de
ese cáncer fundamentalmente es el narcotráfico.
-¿Cuál
es el principal desafío de América Latina?
-La corrupción. Yo creo que la
corrupción es el gran problema que tiene hoy día América Latina, y que es una
corrupción que resulta gran parte del narcotráfico y del poder económico del
narcotráfico. Por eso yo creo que el cambio de política respecto a la manera de
enfrentar el narcotráfico es fundamental, no sólo porque la legalización podría
traer la desaparición de la criminalidad asociada al narcotráfico, sino sobre
todo porque se reduciría drásticamente la corrupción, que es el gran problema
hoy día de América Latina. El problema mayor, político social en América Latina
es la corrupción.
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