Muere
el escritor José Emilio Pacheco
“Su
último texto: el Inventario para la revista Proceso dedicado a su amigo Juan
Gelman”
Hasta
ayer, la familia consideraba el ofrecimiento para velarlo en Bellas Artes
Nota de Ericka
Montaño Garfias
Periódico
La Jornada, Lunes
27 de enero de 2014, p. 2
La
poesía, la narrativa, el ensayo, la traducción y el periodismo dicen adiós a
uno de sus grandes autores. José Emilio Pacheco quien falleció este domingo a
los 74 años.
La
noticia fue dada por su hija Laura Emilia, a las 18:45, a los medios de
comunicación que desde el sábado, cuando ingresó al hospital, hacían guardia
afuera del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.
“Con
enorme pesar, tengo que decirles que mi padre falleció hace unos 20 minutos. Se
fue muy tranquilo, se fue en paz. Murió en la raya, como él hubiera querido. El
viernes terminó de escribir su Inventario (columna semanal para la revista
Proceso), dedicado a un amigo querido, a Juan Gelman. Hizo lo que hacía todas
las noches. Se acostó a dormir y ya no despertó. Eso es todo”, explicó la
también escritora, traductora y editora..
Agregó
que se despedirá a su padre este lunes a partir de las 12 horas en la sede de
El Colegio Nacional (Donceles 104, Centro Histórico), del que era miembro.
Ahí
va estar abierto para quien quiera. Él tenía mucha gente que lo quería, y a sus
lectores, añadió Laura Emilia, quien sólo explicó que su padre murió de un paro
cardiorrespiratorio.
A
los representantes de los medios de comunicación les dijo: él les hubiera
agradecido su atención, ustedes que lo trataron saben que era una persona muy
afectuosa con ustedes.
Al
fallecer el autor de Las batallas en el desierto se encontraban con él su
esposa, la periodista Cristina Pacheco; sus hijas, Laura Emilia y Cecilia, y
sus amigos, el artista Vicente Rojo, la escritora Bárbara Jacobs y la poeta
Coral Bracho.
Al
darse la noticia de que la despedida del escritor sería en la sede de El
Colegio Nacional y no en el Palacio de Bellas Artes, cundió la estupefacción e
incredulidad entre muchos escritores, quienes mencionaron que Bellas Artes es
el espacio del pueblo, al contrario del área de notables que es El Colegio
Nacional; en Bellas Artes estuvieron Octavio Paz y Carlos Fuentes; no podemos
creer esto.
El
presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Rafael Tovar y de
Teresa, declaró en la televisión que ofreció a la familia el Palacio de Bellas
Artes y que los deudos tomaron en consideración el ofrecimiento.
Autor
de la novela icónica Las batallas en el desierto, Pacheco, quien obtuvo en
2009, con unos meses de diferencia, los premios Reina Sofía de Poesía
Iberoamericana y el Cervantes, se enamoró de la ficción desde 1947, cuando
siendo niño vio una representación de El Quijote en el Palacio de Bellas Artes.
Así
lo recordó en su discurso de aceptación del Cervantes, el Nobel de la lengua
castellana: “En aquella mañana tan remota descubro que hay otra realidad
llamada ficción. Me es revelado también que mi habla de todos los días, la
lengua en que nací y constituye mi única riqueza, puede ser para quien sepa
emplearla algo semejante a la música del espectáculo, los colores de la ropa y
de las casas que iluminan el escenario. La historia del Quijote tiene el don de
volar como aquel Clavileño. He entrado sin saberlo en lo que Carlos Fuentes
define como el territorio de La Mancha. Ya nunca voy a abandonarlo”.
Y
en verdad nunca abandonó ese territorio. Lo recorrió como cuentista, poeta,
ensayista, traductor, novelista y editor. Lo tasó con las palabras que
pronunció en numerosas conferencias, presentaciones y cuando recibía los muchos
premios que se le concedieron por su obra o en las charlas con amigos, lectores
y periodistas que siempre buscaron de él una declaración tanto de lo que
escribía y pensaba de la literatura como de la vida política y social del país.
José
Emilio Pacheco nació en la ciudad de México el 30 de junio de 1939. Estudió
filosofía y derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México y desde entonces
comenzó su trabajo literario en la revista Medio Siglo.
Tan
sólo de poesía escribió 15 libros, entre ellos Los elementos de la noche, El
reposo del fuego, No me preguntes cómo pasa el tiempo, Islas a la deriva, Miro
la tierra, El silencio de la luna, Siglo pasado, La edad de las tinieblas y
Como la lluvia, algunos de cuyos poemas leyó en una ocasión memorable en el
auditorio del Museo Nacional de Antropología.
Dijo
que en ese último libro intenté decir que se pueden hacer poemas largos y
cortos sobre cualquier cosa. El poeta tiene el mundo entero a su disposición
para hacer poemas.
En
2009, el Fondo de Cultura Económica publicó la antología Tarde o temprano.
Poemas 1958-2009.
“Jamás
pensé que llegaría a escribir un libro de 800 páginas. Dije: ‘debo ser muy
fecundo, pero no, no es fecundidad, es muchísimo tiempo. Ochocientas páginas en
50 años no son más de 15 páginas al año. Podrían decir: ‘este tipo no escribe
nada’”, dijo en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 2009,
palabras que había dicho también unos días antes al recibir el Premio Reina
Sofía, sólo que en su discurso añadió: Ojalá el producto de tanto esfuerzo y
constancia sean, al final de todo, 10 poemas válidos.
Siguió
la tradición de ese premio de leer textos breves. “No quiero apartarme de esta
buena costumbre ni tampoco ignorar las trágicas circunstancias por las que
atraviesan México en particular y el mundo en general. Se ha dicho que lo
ocurrido en los 20 años posteriores a la caída del Muro de Berlín se resume
entre un título de Dickens y otro de Balzac: Grandes esperanzas y Las ilusiones
perdidas.
“Nací
a mediados de otro año horrible, 1939 y, sin embargo, me libré de los desastres
de la guerra. No sufrí los bombardeos, las batallas, las persecuciones, los
campos de exterminio. Todo lo experimenté a distancia y no por ello dejó de
imprimirse en cuanto he escrito.
“Ahora
la violencia y la crueldad extremas son mi pan cotidiano y vivo en medio de un
conflicto bélico sin esperanza de victoria. A ello se suma la visión agravada
del hambre y la miseria en México y en el mundo. A todo aquello en lo que no
dejo de pensar, añado la angustia de quienes se quedan sin trabajo y de los
jóvenes que no encuentran el sitio para el que fueron preparados.
“En
2009, muy a mi pesar, me he identificado con los osos que ven desaparecer el
suelo de hielo y nieve que los sustentaba y sobre un témpano se pierden en el
mar que es el morir.
También
por momentos me siento afín a Páladas, el poeta de Alejandría que vio
derrumbarse su propio mundo y contempló el triunfo del cristianismo contra lo
que había sido por mucho tiempo griego y romano.
Así
era como él, de pronto, dejaba caer esas frases lapidarias o también contaba
anécdotas con mucho sentido del humor. Su público, sus lectores de años y los
nuevos llenaban los auditorios con tal de escucharlo.
Pocas
veces podía recorrer los pasillos tranquilo. Lo detenían para pedirle una foto,
un autógrafo o para decirle cómo leer alguno de sus libros les había cambiado
la vida. José Emilio sonreía a todos, agradecía a todos y firmaba cuantos
libros pudiera, sobre todo Las batallas en el desierto, pero también sus
poemarios o ejemplares de sus otras novelas y cuentos: La sangre de Medusa y
otros cuentos marginales, Morirás lejos, El principio del placer, El viento
distante o Tarde de agosto.
El
libro Las batallas en el desierto también fue llevado al cine con el título de
Mariana, Mariana, dirigido por Alberto Isaac, con adaptación de Vicente Leñero,
y también al teatro; el grupo Café Tacvba le puso el nombre de Las batallas a
una canción.
José
Emilio también fue guionista: junto con Arturo Ripstein escribió el texto de El
castillo de la pureza, y en su labor como traductor trabajó en la obra de
autores como T. S. Eliot, Marcel Schwob, Samuel Beckett, Tennessee Williams y
Oscar Wilde, entre otros.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario