RÉPLICA
/ RESPONDE CRAIG PYES
REFORMA
/ Redacción
Cd.
de México (15 abril 2014).- En respuesta a una columna reciente de Denise
Dresser, Jesús Anaya, Director de Comunicación Social del Grupo Parlamentario
del PRI en la Cámara de Diputados, escribió una respuesta enojada en defensa
del ex-gobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones.
Desafortunadamente,
su defensa también criticó de manera equivocada e irresponsable la nota
ganadora del Premio Pulitzer que escribí con Sam Dillon para The New York
Times. Reportamos en 1997 que mientras que agencias del gobierno estadounidense
recibieron inteligencia sustancial vinculando a Beltrones y al entonces
gobernador Jorge Carrillo Olea con las redes del narcotráfico de Amado Carrillo
Fuentes, la política anti-drogas estadounidense se centraba sólo en los
narcotraficantes -no en las redes de protección política que los sostenían.
La
carta de Anaya se basa en una "investigación" llevada a cabo por la
Procuraduría General de la República, absolviendo a los gobernadores y
encontrando que Sam y yo los habíamos "difamado". Pero eso es
engañoso en el mejor de los casos. La PGR no hizo pública su investigación, y
la llevó a cabo aunque el Ministerio Público no tenía autoridad legal para
actuar en nuestra contra.
Y
si la absolución era la meta, cualquiera de los dos gobernadores podía haber
iniciado un juicio civil en contra del periódico para tratar de limpiar sus
nombres y obtener reparación, pero ninguno lo hizo.
El
único objetivo de ese teatro judicial fue el de amenazarnos con la cárcel bajo
un estatuto -ya desacreditado- de difamación criminal que no consideraba la
verdad como una defensa, para que nos retractáramos de nuestra nota.
Cuando
un funcionario de alto nivel insistió en ello en 1997, el Times se rehusó. Bill
Keller, el entonces editor de notas sobre el extranjero, respondió así:
"No nos alejaremos de una nota que creemos acertada para apaciguar a
alguien a quien le molestó nuestra nota".
La
posición del Times es la misma hoy. Eileen Murphy, Vicepresidenta de
Comunicación Corporativa, dice: "Nos paramos detrás de la nota y siempre
lo hemos hecho".
Pero
la carta de Anaya cruza la línea de la desinformación y la difamación cuando
asegura que la nota de 1997 arruinó mi reputación y que fui vedado de los
medios. De hecho, después de que fue publicada, compartí un segundo Premio
Pulitzer, el honor más alto del periodismo estadounidense y trabajé durante
años en periódicos de primer nivel incluyendo al New York Times y el Los
Angeles Times.
Hoy
soy un investigador privado autorizado. Pero no empecé mi compañía hasta 12
años después de la nota de 1997 y después de una carrera larga y orgullosa en
el periodismo. Para dejar la historia clara, en 30 años de periodismo de
investigación ni una sola de mis notas ha provocado un solo juicio civil por
difamación en mi contra, o una sola retractación.
Atentamente,
Craig
Pyes
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