Francisco
concede una segunda vida al banco del Vaticano
El
Papa descarta su cierre igual que renunció a disolver los Legionarios tras los
casos de pederastia
El
IOR responderá de sus finanzas ante Moneyval
Nota de PABLO
ORDAZ Roma
El País, 7 ABR 2014;
Hace algo más de un año, la Iglesia católica tenía tres grandes problemas que necesitaba solucionar urgentemente y que, en buena parte, provocaron la renuncia de Benedicto XVI. La desconexión total del Vaticano con los fieles, los gravísimos escándalos de pederastia y las luchas internas de poder en torno, principalmente, a sus siempre oscuras finanzas. El primer problema lo solucionó Jorge Mario Bergoglio antes incluso de que la fumata blanca se llegase a extinguir. Aquel “buenas tardes” y aquel “recen por mí” junto a una insólita declaración de principios —“cómo desearía una Iglesia pobre y para los pobres”— despertaron un interés mundial que aún sigue creciendo. La pederastia y el dinero oscuro eran asuntos mucho más graves y más difíciles de resolver, pero el papa Francisco tenía ante sí dos importantes decisiones al respecto —la continuidad o no de los Legionarios de Cristo y el cierre o no del banco del Vaticano— que marcarían su impronta en la manera de atajar los problemas.
Hace algo más de un año, la Iglesia católica tenía tres grandes problemas que necesitaba solucionar urgentemente y que, en buena parte, provocaron la renuncia de Benedicto XVI. La desconexión total del Vaticano con los fieles, los gravísimos escándalos de pederastia y las luchas internas de poder en torno, principalmente, a sus siempre oscuras finanzas. El primer problema lo solucionó Jorge Mario Bergoglio antes incluso de que la fumata blanca se llegase a extinguir. Aquel “buenas tardes” y aquel “recen por mí” junto a una insólita declaración de principios —“cómo desearía una Iglesia pobre y para los pobres”— despertaron un interés mundial que aún sigue creciendo. La pederastia y el dinero oscuro eran asuntos mucho más graves y más difíciles de resolver, pero el papa Francisco tenía ante sí dos importantes decisiones al respecto —la continuidad o no de los Legionarios de Cristo y el cierre o no del banco del Vaticano— que marcarían su impronta en la manera de atajar los problemas.
La
decisión puede leerse como que una cosa es predicar y otra dar trigo
Y
su solución, comunicada ayer, sobre el futuro del Instituto para las Obras de
Religión (IOR) —fundado en 1942 y acompañado siempre por los escándalos— se
parece mucho a la que adoptó hace algo más de un mes sobre los Legionarios de
Cristo, la congregación ultraconservadora fundada en 1941 por el abusador
mexicano Marcial Maciel. En uno y otro caso, Bergoglio ha tirado por la calle
de en medio. Permitirá que tanto el banco del Vaticano como los Legionarios sigan
existiendo, pero sometidos a estrictos controles y bajo la amenaza constante de
su desaparición si no se someten, en tiempo y forma, a las exigencias marcadas
por Francisco, quien ha colocado a personas de su confianza en el interior de
la congregación y el banco.
La
decisión sobre el banco del Vaticano fue anunciada ayer por el cardenal
australiano George Pell, el nuevo responsable de economía del Vaticano: “El IOR
continuará sirviendo con atención y suministrando servicios financieros
especializados a la Iglesia católica en todo el mundo. Es significativo el
servicio que el Instituto puede ofrecer, asistiendo al Santo Padre en su misión
como pastor universal y apoyando a otras instituciones e individuos que
colaboran con él en su ministerio”. Para ello, el cardenal Pell recuerda que
durante los últimos meses —mediante sendas órdenes papales firmadas en agosto y
noviembre de 2013—, Jorge Mario Bergoglio introdujo “una amplia y articulada
estructura legal e institucional” con el objetivo de “regular las actividades
financieras en la Santa Sede y el Vaticano”. El IOR tendrá, pues, un doble
corsé. Tendrá que adecuarse a los nuevos y numerosos mecanismos de control
impuestos por la Santa Sede, pero también responder ante Moneyval, el órgano de
control del Consejo de Europa contra el blanqueo de dinero y la financiación
del terrorismo. Si bien sus últimos informes reconocen los “esfuerzos
significativos” de la Santa Sede por someterse a la reglamentación
internacional, también advierte de que aún queda mucho trabajo por hacer en el
terreno de la transparencia.
Un
prelado cree que si se detecta corrupción será eliminada de raíz
La
continuidad del banco del Vaticano, así como antes el visto bueno a los
Legionarios de Cristo, pueden tener dos lecturas. La más crítica es que una
cosa es predicar y otra dar trigo. Hay quien sin lugar a dudas hubiese visto la
desaparición del IOR y de los Legionarios —marcados para siempre por las
tropelías de su fundador— como la confirmación definitiva de que Bergoglio ha
llegado para cambiar la Iglesia. Pero también quien, lejos de considerarlo una
debilidad o un pacto con el viejo poder de la curia, ven en la decisión de
Francisco una muestra indiscutible de su poder. “Si el Papa ha decidido”,
explica un alto prelado, “que el IOR siga adelante es porque está muy seguro de
que ya no volverá a ser piedra de escándalo. Y está seguro porque ejerce el
poder. La gente lo ve como un Papa bueno, misericordioso, y es verdad. Pero
también es un Papa fuerte. Pueden volver a darse, cómo no, casos aislados de
corrupción, pero serán eliminados de raíz, rápidamente, como sucedió con
monseñor Nunzio Scarano [detenido por el supuesto blanqueo de cantidades
ingentes de dinero]”.
El
sistema de Francisco —y de nuevo vuelven a servir los ejemplos de los Legionarios
de Cristo y del IOR— pasa por el control constante. El cardenal Pell anunció
ayer que el presidente del Consejo de Superintendencia, Erns von Freyberg,
nombrado en sus últimos días como Papa por Joseph Raztinger, “finalizará su
plan para garantizar que el IOR pueda cumplir con su misión”, pero a la vez
dejó claro que serán muchos focos los que, a partir de ahora, se dirigirán
hacia las finanzas del Vaticano.
El
dinero de la Iglesia
El
presidente del banco vaticano, Ettore Gotti Tedeschi, redacta un informe con
documentos que muestran sus sospechas sobre algunas cuentas cifradas. El
economista, destituido de forma fulminante, creía que en ellas se ocultaba
dinero sucio de empresarios, políticos y jefes de la mafia. El informe solo
debía ver la luz si era asesinado. Pero la policía llegó primero y se incautó
del escrito en junio de 2012.
Joseph
Ratzinger nombra al abogado Ernst von Freyberg presidente del Instituto para
las obras de Religión, nombre oficial del banco vaticano, en febrero de 2013.
El
papa Francisco nombra una comisión de investigación sobre el banco vaticano,
presidida por el cardenal Raffaele Farina, en junio de 2013.
48
horas después, la fiscalía de Roma ordena a la Guardia de Finanza la detención
de Nuncio Scarano, un alto prelado del Vaticano conocido como monseñor 500,
acusado de fraude y corrupción. Los investigadores sospechan que los 20
millones que Scarano pretendía llevar de Suiza a Italia habían sido evadidos al
fisco años atrás.
El
banco vaticano hace público en octubre por primera vez un balance anual, el de
2012, que arrojó un beneficio neto de 86,6 millones de euros, de los que 54,7
irán a las arcas de la Iglesia.
El
Papa aprueba una ley para garantizar la transparencia del banco vaticano en
octubre.
El
Papa encarga a la auditora Ernst&Young que vigile las finanzas vaticanas en
noviembre.
La
policía detiene a Scarano en enero de 2014. El prelado había ideado un sistema
de blanqueo que hacía pasar por donaciones para los pobres grandes cantidades
de dinero de El Papa crea en febrero dos nuevos organismos para reforzar el
control de las finanzas: una Secretaría y un Consejo para la Economía.
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