Venezuela
sin salida visible/Rodrigo Pardo, a former foreign minister of Colombia, is the news director at RCN television, Colombia.
Project
Syndicate |17 de abril de 2014
Las
protestas crecen y se extienden en las calles de Venezuela. La crisis se le
está escapando de las manos al gobierno de Nicolás Maduro. Ni la violenta
represión ni un tímido intento de diálogo logran sofocar el descontento. La
oposición está dividida y no parece capaz de llegar al poder. Desde el 12 de
febrero, cuando estallaron protestas, han muerto casi 40 personas, hubo unos
550 heridos y alrededor de 2000 han sido detenidos.
El
chavismo controla los tres poderes del gobierno y la mayoría de los medios, y
no hay elecciones a corto plazo que puedan romper la impasse y resolver una
lucha por el poder que sigue acentuándose.
Venezuela
es el país con la inflación más alta del mundo. Los comercios están
desabastecidos de productos esenciales. Los índices de criminalidad callejera
no tienen antecedentes. Y en vez de enfrentar los problemas, Maduro –que recién
ha cumplido un año en el poder- denuncia que las protestas son parte de un
intento de Estado, algo poco creíble y menos demostrable. Pero tres generales
de la aviación fueron detenidos, los medios nacionales y los extranjeros son
censurados, y se restringe el acceso al papel de diarios.
Los
venezolanos están acostumbrados a la retórica más encendida, la hipérbole
desbordada y las amenazas sin consecuencias. Pero la crisis es distinta hoy porque
refleja la división que comenzó a hacerse visible desde la muerte, hace un año,
de Hugo Chávez, elector en sus últimos días de Maduro como su sucesor.
Enseguida
Maduro derrotó por una precaria diferencia de votos, a Henrique Capriles
Radonsky, candidato único de la oposición, un joven de gran carisma, moderado y
enérgico. Y más tarde, en diciembre pasado, fortaleció su mayoría en elecciones
locales.
Sin
embargo no hay ninguna señal de que Maduro tenga los instrumentos, el apoyo o
las ideas que hacen falta para detener la espiral de violencia en las calles y
la parálisis de las instituciones. Y aunque ha contenido la lucha interna en su
partido, su posición no está consolidada. Nuevo en el cargo, en medio de
crecientes problemas económicos y políticos, todavía tiene que probar que es
capaz de cumplir la tarea que le encomendó Chávez.
La
oposición, por su parte, aprendió las lecciones de sus fracasados intentos por
sacar a Chávez por medios no institucionales, como el fallido golpe de Estado
de 2002 . Con paciencia logró construir una coalición y competir en elecciones,
terreno en el que Chávez era imbatible por su carisma, su gasto descomunal en
programas sociales y su uso descarado de los instrumentos del estado.
Pero
la oposición está divida en sobre qué hacer. Capriles insiste en la lucha
dentro de los canales institucionales, más larga y de cuestionable eficacia
para sacar al gobierno. Por otra parte, Leopoldo López y María Corina Machado,
dos líderes de la protesta, son más impacientes. López fue detenido en forma
injusta y teatral, y Machado fue destituída como congresista, de manera
inconstitucional, por criticar al gobierno ante la OEA (Organización de Estados
Americanos), usando el asiento de Panamá, cuyo gobierno está en conflicto con
el venezolano.
La
actitud de la OEA y otras organizaciones internacionales, y la de gobiernos
extranjeros no ha tenido ninguna eficacia. Venezuela logró impedir que la OEA
(Organización de Estados Americanos) enviara una comisión de cancilleres a
evaluar la situación. Por su lado, la Unión de Naciones Suramericanas,
organización de países con distintos grados de simpatía hacia Maduro, reclamó
abrir un dialogo con la oposición con la mediación de un emisario papal y los
ministros de relaciones exteriores de Colombia, Brasil y Ecuador. Los primeros
encuentros entre el gobierno y la oposición han aliviado las tensiones pero
nadie espera una solución definitiva de la crisis.
En
la comunidad internacional nadie quiere pagar un precio por involucrarse más.
Aunque no comparten el creciente autoritarismo del gobierno de Maduro, Colombia
y Estados Unidos están limitados por sus intereses comunes con Caracas. Brasil
no quiere quedar envuelto en una intervención que no le reportaría un beneficio
seguro. Y muchos de los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de
nuestra América, bloque regional formado por Chávez, son beneficiarios del
petróleo o bien aliados especiales de Venezuela.
Mientras
tanto, el gobierno y la oposición parecen no tener otro camino que la
confrontación, con todas las consecuencias políticas, económicas y humanas que
eso implica, y sin salida a la vista.
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