12 jul 2014

Día del abogado en Los Pinos, 2014


Diversas intervenciones durante la celebración del Día del Abogado
Los Pinos, 11 de julio.
El Secretario del Trabajo y Previsión Social, maestro Alfonso Navarrete Prida:
Señor Presidente, licenciado Enrique Peña Nieto, Jefe del Estado mexicano:
Le agradecemos y reconocemos su amplia y decidida disposición para retomar este encuentro que congrega a las mujeres y hombres que han dedicado su vida a estudiar, enseñar, crear, aplicar, interpretar y hacer de la ley y la justicia su más caro anhelo.
Doctor Raúl Cervantes Andrade, Senador de la República y Presidente de la Comisión Permanente del Honorable Congreso de la Unión; Diputado licenciado José González Morfín, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados; doctora Margarita Beatriz Luna Ramos, Ministra de la Suprema Corte de Justicia y representante personal del señor Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Compañeras y compañeros miembros del Gabinete; doctor Raúl Plascencia Villanueva, Presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos; licenciado Luis Maldonado Venegas, Presidente de la Academia Nacional de Historia, Emérito de la Legión de Honor Nacional de México y Presidente del Comité Rector del Día del Abogado.
Licenciado José Elías Romero Apis, Presidente de la Federación Nacional de Abogados al Servicio de México; don Joaquín Gamboa Pascoe, Presidente de la Confederación de Trabajadores de México; licenciado Fauzi Hamdan, Rector de la Escuela Libre de Derecho; señoras y señores Procuradores de Justicia de las entidades federativas que nos acompañan, y de la Procuraduría de Justicia Militar que nos acompañan.

Señoras y señores Presidentes de los Tribunales Superiores de Justicia Federales y locales; amigos abogados; licenciado Jesús Murillo Karam, Procurador General de la República; licenciado Humberto Castillejos Cervantes, Consejero Jurídico del Ejecutivo Federal; Magistrado José Alejandro Luna Ramos, Presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Son muchos los abogados eminentes que se encuentran aquí, presentes, y no quisiera, por omisión o por falta de tiempo, poder no decir algún nombre que evidentemente detrás de sí lleva una gran trayectoria.
Había una lista que me habían preparado, y con su disculpa, no la voy a pronunciar, pero sientan con claridad el reconocimiento, el agradecimiento y la manifestación de afecto que el Gobierno de la República le tiene a cada uno de ustedes por su trayectoria y por su dedicación al servicio como abogados, al servicio del país, al servicio de México.
Bienvenidos sean todos ustedes.
He de saludar con afecto a representantes de las barras, colegios, asociaciones y federaciones de abogados de los estados, del Distrito Federal, Aguascalientes, Tlaxcala, Estado de México, Hidalgo, Chihuahua, Nayarit, Sinaloa, Jalisco, San Luis Potosí, Guanajuato, Morelos, Tabasco, Zacatecas, Colima, Querétaro, Baja California Sur, Veracruz, Yucatán, Puebla, Nuevo León, Oaxaca y Michoacán.
Sean todo ustedes bienvenidos.
Muchas gracias, señor Presidente, abogado Enrique Peña Nieto, por encabezar este tan significativo evento para sus colegas, por invitarnos a su casa para celebrar, como hace muchos años no se hacía, el Día del Abogado.
Los abogados somos gente de arraigadas tradiciones, y ésta, la conmemoración de nuestro día que logró prevalecer gracias a la perseverancia de un grupo de abogados distinguidos que se encuentran hoy aquí, es una de las más importantes para el gremio. Gracias por rescatar la tradición.
El evento conmemorativo solemne, con presencia del Presidente de la República, es, sin duda, una manifestación más de sensibilidad política y de estatura como estadista.
En México existe proyecto nacional. Existe una firme conducción y un claro rumbo, y existe también un Jefe de Estado y de Gobierno, que pone todo su empeño por cimentar las bases de una transformación cualitativa del país.
La revolución del Siglo XXI se está dando en estos momentos. Particularmente, en los órganos legislativos del país. Se está dando en las instituciones, en la Constitución Política y en las leyes.
De qué se trata el cambio.
Se trata de entender que la realidad de México es imaginarnos un vehículo que va en una carretera con tres grandes carriles; que está en medio, en un carril de una transición epidemiológica en donde ha pasado el país de tener mortalidad por enfermedades infectocontagiosa a crónico degenerativas.
Que esto implica que ha aumentado la edad de los mexicanos. Que esto implica, de entrada, el enorme reto de sostener el régimen de pensiones y de servicios médicos para México.
Significa que en el segundo carril hay una transición demográfica, donde el país ha pasado de ser un país eminentemente rural, a ser un país eminentemente urbano; donde el 50 por ciento de sus habitantes viven en ciudades, zonas metropolitanas, y el 75 por ciento en ciudades o localidades que ya se consideran como tal, y no poblados.
Significa que en el tercer carril va pasando por una transición democrática con alternancia, competencia y efectiva vinculación a la ley.
En este panorama, México se encuentra en la enorme encrucijada de saber que en estas transiciones, el país, de aquí a los próximos 20 años, va a pasar por el mejor momento de su historia, que no se va a volver a repetir; el famoso bono demográfico.
El mayor número de jóvenes en la historia de México se incorporará al mercado laboral de aquí, a los próximos 20 años.
Significa, en concreto; 800 mil jóvenes que cada año buscarán una alternativa de incorporación al mercado laboral en cada uno de estos años, y que el país, con toda claridad, ha tenido un crecimiento mediocre, en promedio en los últimos 20 años, de tan sólo 1.9 por ciento.
Cada punto porcentual de crecimiento económico significa la creación de alrededor 200 mil puestos de trabajo.
En estas condiciones, el país se encuentra en crear sólo 400 mil empleos por año para 800 mil jóvenes que, de entrada, inercialmente reclamarán en derecho su deseo de incorporarse a tener una vida digna y de satisfactores para llevarlos a su casa y a su vida.
Si el país continuaba en esa tendencia, el resultado sería la realidad que tenemos; 60 por ciento de informalidad.
Seis de cada 10 mexicanos en un empleo informal sin prestaciones ni seguridad social, con empleos precarios y, sobre todo, lo más grave, con enorme desaliento social, porque estamos desalentando la esperanza de un joven, sobre todo, en escuelas públicas en el que el Estado mexicano le invirtió dinero, confío en él, lo formó durante cuatro o cinco años, para terminar en un historia de frustración, de desempleo y de inequidad.
Ésta es la revolución que se plantea al inicio de este sexenio, y en donde los partidos políticos jugaron un papel fundamental.
Por ello, no fue gratuito decir que México requería crecer a tasas del cinco por ciento sostenidas y de manera permanentes por lo menos para las próximas dos décadas, para poder absorber a esos 800 mil jóvenes que cada año, con legítimo derecho, reclamarán ingresar a un trabajo digno y formal, y poder abatir poco a poco esa enorme tasa de informalidad que hoy deja al país paralizado, donde de cada 10 pasos que da, avanza cuatro, porque detrás de sí hay seis gentes que no gozan de prestaciones, ni de seguridad social, ni tampoco contribuyen al engrandecimiento de México con impuestos.
Ese es el tema que hizo que las reformas se plantearan. Ese es el tema que hizo que se presentaran y se rompieran inercias; que se presentara una Reforma Educativa con la enorme paradoja de tener el país con mayor concentración de jóvenes estudiando y con niveles de calidad que no hacen que el país pueda crecer en su productividad y cada año pierda un punto porcentual en promedio durante los pasados 20 años, para encontrarse con poca competitividad.
Eso es lo que hizo que este país afrontara y arriesgara en una Reforma Laboral una alta apuesta de flexibilizar contratación individual, para darle acceso a mayor número de jóvenes a un empleo formal y empleo digno.
Eso es lo que hizo que se planteara una Reforma Financiera, que bajara el crédito y que permitiera que el 72 por ciento de los mexicanos que viven del comercio pequeño, poco productivo, de gran empleabilidad y de bajo salario, pudiera tener acceso a su modernización y, por lo tanto, los trabajadores a formalizarse, tener capacidad para capacitarse, certificar habilidades y empezar a subir en la cadena de ingresos.
Eso es lo que hizo que se esté discutiendo la Ley de Telecomunicaciones, y que se apruebe, y que aprovechemos el espectro que significa aprovechar esa banda y entrar a las tecnologías de la información, donde México ocupa el último lugar de la OCDE en este tipo de materias.
Eso es lo que hizo que México planteara una Reforma Energética para desarrollar su potencial en las generaciones de ahora, conservando la rectoría de los recursos naturales y discutiéndola, pero poder explotar nuestro potencial para desarrollar la economía y crecer a esa tasa.
Y eso es lo que hizo que la Reforma Hacendaria se planteara con un sólo principio; que la política fiscal fuera un política de redistribución del ingreso, y que fuera un política de equidad social.
La revolución del Siglo XXI que se está dando en estos momentos, es la que le toca vivir al gremio de los abogados.
La pregunta es: de qué se trata el papel del abogado en este momento de la historia.
Estamos siendo testigos de cambios que habrán de modificar el rumbo de nuestro México, y el reto consiste en ser actores del cambio.
Los abogados estamos llamados a que esta revolución estructural se dé bajo una premisa, que es la que el país más necesita; el marco y el respeto al Estado de Derecho.
Estamos llamados a sumarnos a causas justas, y es justo que nuestros hijos tengan una educación de calidad que los prepare para enfrentar la vida de manera exitosa.
Es justo que las desigualdades que tanto ofenden, se moderen. Que podamos disfrutar de bienes y servicios de calidad a precios asequibles, que los grupos más desfavorecidos de la sociedad puedan acceder a empleos dignos y de calidad, a créditos que les permitan construir su patrimonio.
En un Estado de Derecho, como el nuestro, los abogados estamos llamados a defender la legalidad como mínimo ético de convivencia social.
También, debemos defender la legitimidad, la justicia, no sólo la formal, sino la justicia real y auténtica que le dio origen al Estado mexicano del Siglo XX. La que permita que los mexicanos con carencias alimentarias tengan diariamente no sólo un pan que llevarse a la boca y un techo que cobijarse, sino una oportunidad de estudio y trabajo para transformar verdaderamente su vida.
Esta generación de abogados estamos invitados por la historia a recobrar los cauces del respeto a los derechos de los demás, de sus vidas, sus libertades, sus propiedades. No podemos mirar con pasividad la arbitrariedad, la corrupción, la injusticia o el abuso. Hay que volver los ojos a nuestros valores fundamentales, como individuos y como colectividad.
Tenemos ante nosotros la oportunidad invaluable, y tal vez irrepetible, de aportar nuestro mejor esfuerzo por alcanzar mejores estadios de vida para todos; o enfrentamos unidos las mejores soluciones para el país o habremos perdido nuestra oportunidad histórica de transformar para mejorar, y nos ubicaremos en el umbral del severo juicio de las futuras generaciones
Para el Gobierno del Presidente Peña Nieto, la modernización del marco normativo como un bien público al alcance de todos los ciudadanos, es uno de los ejes fundamentales de la necesaria transformación de México y del fortalecimiento de nuestra democracia.
Con el más amplio consenso y con sentido de responsabilidad histórica, los cambios normativos impulsados buscan asegurar que al tiempo que prevalecen y se fortalecen los principios constitucionales que dan rumbo e identidad a la Nación, México despliegue su verdadero potencial.
A estos avances y logros han contribuido abogados de membrecías muy diversas, de todas las filiaciones ideológicas, de todas las corrientes doctrinarias, formados por diversas generaciones de maestros en diferentes casas de estudio que, con pasión y generosidad, han aportado a la discusión, construcción, perfeccionamiento y modernización del andamiaje legal e institucional, el país que hoy está en proceso.
Como conocedores de la ley, los abogados debemos asumir una postura crítica, pero objetiva y propositiva ante los grandes problemas nacionales y aún más, ante las grandes soluciones que se presentan para enfrentar esos problemas.
Somos una gran comunidad. Un verdadero ente crítico e inteligente, sensible y actuante. Debemos constituirnos en el factor de equilibrio entre la inexorable realidad globalizada y la tradición de nuestra rica cultura.
Por ello, desde el foro, la academia, el servicio público, la diplomacia, la empresa, debemos defender el derecho y la justicia que son pilares de la Nación, porque los procesos históricos que nos han formado como tal no han sido producto de casualidad, sino de expresiones puras del sentir colectivo y de enormes y complejas causalidades.
Mucho se ha hablado de dignificar la profesión. Dejemos a un lado las palabras, y vayamos a los hechos.
Podremos abogar por intereses diversos, hasta opuestos, pero no debemos perder de vista que nuestra profesión obliga a la salvaguarda de un valor fundamental: el Estado de Derecho.
No debemos olvidar que realizar, promover o tolerar el rompimiento de la ley, va en detrimento de todos. Que contribuir a minar el Estado de Derecho puede llegar a colocarnos como indefensos sujetos de unas arbitrariedades cada vez mayores, porque quien infringe la ley una vez, la pueda violentar siempre.
La justicia no es sólo una aspiración de orden político o una prescripción de orden moral, sino una vía instrumental para alcanzar la gobernabilidad democrática y el bienestar a través del imperio de la ley, como expresión concreta y tangible del Estado de Derecho, condición que no puede materializarse sin la actuación del abogado.
Todos quienes aquí coincidimos, somos mexicanos que creemos en la justicia como un valor supremo, esencial para la convivencia social y la gobernabilidad democrática.
Creemos en el derecho como un elemento de cambio, un factor determinante en la transformación de las condiciones socioeconómicas y culturales de nuestro pueblo.
El derecho ha significado orden, armonía social, respeto, pacto cívico de convivencia, y la historia nos ha demostrado que más de una vez, cuando éste se fractura, se vulnera la libertad, la justicia y la democracia.
La auténtica construcción de un Estado de Derecho y del respeto irrestricto a la ley, inicia por la conciencia colectiva y generalizada de que la legalidad es un valor superior más allá de ideologías o posturas políticas.
Hoy, más que nunca, México necesita transitar por el camino del derecho y por la ruta de la legalidad.
Sólo con una práctica cotidiana respetuosa de la ley escrupulosamente responsable, mantendremos la vigencia del Estado de Derecho, garantizando, al mismo tiempo, la convivencia y el orden social.
El desafío central, en síntesis, es crear una nueva cultura de legalidad en el corazón mismo del ciudadano; arribar al verdadero Estado de Derecho, donde la autoridad se subordina escrupulosamente a la ley, y el particular tiene la garantía absoluta de la protección de sus derechos humanos frente a la arbitrariedad.
Los abogados tenemos la palabra. Aquí, nos hemos vuelto a reunir en Los Pinos, y la petición será, por ser muchos, que con el Presidente salgamos de Los Pinos el próximo año a festejar.
Puede estar seguro, señor Presidente, que los abogados harán valer el convencimiento en el derecho y la ruta que el mismo ofrece para caminar con paso ligero, pero con paso seguro hacia la transformación de México que hoy enfrentamos, de frente, de cara a la sociedad en el Siglo XXI.
Muchas gracias, y muchas felicidades a todos los colegas.
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-MODERADOR: Corresponde el uso de la palabra a la Ministra de la Suprema Corte y representante personal del Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, doctora Margarita Luna Ramos.
-MINISTRA MARGARITA LUNA RAMOS: Señor licenciado Enrique Peña Nieto, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Distinguido colega.
Señores Presidentes de las Mesas Directivas de la Cámara de Diputados y de la Cámara de Senadores; señores integrantes del Gabinete Legal y del Gabinete Ampliado.
Señoras y señores abogados; colegas todos; señores representantes de los medios de comunicación; señoras y señores.
Con visión y proyección, don Adolfo López Mateos afirmó: El mexicano de hoy tiene que ser lógicamente un producto de la historia de México, de nuestras luchas ancestrales por conquistar en todos los ámbitos la libertad, la democracia y la justicia.
Un pueblo es un tejido histórico, y la actividad social es inseparable de la continuidad que enlaza el presente con el pasado, y lo proyecta hacia el porvenir.
En la evolución constitucional mexicana, la realidad histórica, los hechos y las conductas humanas manifestadas a través de las relaciones sociales, económicas, políticas y jurídicas, favorecieron el nacimiento, formación y evolución de nuestras instituciones.
A lo largo de nuestra historia, el gremio de los abogados ha coadyuvado a hacer de México un país de leyes.
El 12 de julio de 1960, el Presidente de la República, Adolfo López Mateos, instituyó el Día del Abogado.
A partir de entonces, se conmemora el inicio de la cátedra de leyes que hace 461 años impartiera el jurisconsulto oriundo de Talavera de la Reina, Bartolomé de Frías y Albornoz, celebración que pone de manifiesto la necesidad de que hoy, como entonces, se desarrolle en México la investigación jurídica, se mejore la enseñanza del derecho, se perfeccione la norma jurídica y se optimice y transparente la impartición de justicia.
Es para mí un honor estar presente en este recinto oficial, y traer, además, la honrosa representación del señor Ministro Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y del Consejo de la Judicatura Federal, don Juan Silva Meza, para conmemorar el Día del Abogado.
Expreso mi gratitud al señor Presidente de la República, por permitirme dirigir estas palabras para compartir con ustedes esta gran celebración.
Reciban todos los abogados una cordial felicitación y mi reconocimiento por la labor que cada uno desempeña, como destacados mexicanos que abrazan con fervor y pasión nuestra profesión.
El vocablo castellano abogado deriva del latín advocatus, traducible como llamado, palabra que hacía referencia a la costumbre romana de llamar a los conocedores de la ley para apoyar en la defensa de sus derechos a sus patrocinados en asuntos controvertidos de difícil solución.
Los abogados hemos estado presentes de manera relevante en las diversas etapas de la evolución de nuestro país. El carácter multifacético de nuestra profesión nos permite incidir en diversos ámbitos sociales.
El apostolado de la academia, la pasión por el foro, la disciplina en la investigación, el compromiso de vida en la impartición de justicia, la necesaria e incesante tarea legislativa, así como la vocación por el servicio público.
Es fecha idónea para honrar a tantos hombres de derecho, quienes con su particular cosmovisión, diseñaron y aportaron su conocimiento para el desarrollo de nuestro país.
El camino del derecho para nosotras, las mujeres, no ha sido fácil.
En la Roma antigua, pudieron desempeñarse como abogadas hasta los tiempos de Cicerón. Época en que se les prohibió, excepto para defenderse a sí mismas. Los alegatos certeros y profundos de la abogada Caya Afrania provocaron la ira del Pretor contra el que contendía en el foro, merced a lo cual se prohibió a las mujeres ejercer la abogacía por sus posiciones temerosas e irrespetuosas
En la Tercera de las Siete Partidas, de Alfonso Sabio, se prohibía a las mujeres el ejercicio de la abogacía por no ser decoroso que tomen el oficio del varón, así como porque si pierden la vergüenza, es fuerte cosa oírlas o de contender con ellas.
Largo ha sido el proceso de aceptación de la mujer en las actividades políticas, económicas y sociales, antes encomendadas solamente a los varones.
Por eso, es de justicia honrar también a aquellas mujeres que abrazaron nuestra profesión, que con enorme talento y determinación demostraron su capacidad, entrega y profesionalismo, abriendo brecha para las que hoy seguimos sus pasos.
Recordemos a María Asunción Sandoval, la primera abogada mexicana, que presentó su examen profesional en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, en 1898. Y sobre todo, a doña Cristina Salmorán de Tamayo, primera mujer designada Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en 1961, por el entonces Presidente don Adolfo López Mateos, abogado e ilustre mexiquense.
A 199 años de existencia del máximo tribunal del país, solamente nueve mujeres, después de ella, hemos tenido el honor de ser Ministras.
Señor Presidente:
Las mujeres reconocemos que gracias a su in iniciativa, a partir del 24 de mayo próximo pasado, el Artículo 25 de la Ley General de Partidos Políticos establece la obligación de garantizar candidaturas con paridad de género a las legislaturas a nivel Federal y local; acción positiva en favor de equidad de género.
El país vive hoy profundas transformaciones. Nuevas instituciones aparecen en el escenario nacional. Nuestro sistema jurídico evoluciona acorde a los cambios políticos, económicos y sociales.
La modernización de México se está dando. El progreso es un reto que nos incumbe a todos.
Las Reformas Constitucionales y su eficaz aplicación sólo son posibles si en ellas se da la conjunción de esfuerzos de toda la comunidad jurídica, en un ambiente de apertura y participación creativa, con discusión que privilegie la evolución del derecho con propuestas positivas, sin, por ello, desechar aquellos criterios que por constituir la base de nuestro sistema, el Constituyente conserva inmutables.
Con propuestas serias y responsables que tengan como único objeto el desarrollo de un sistema jurídico fuerte, eficiente, confiable y competitivo, con reglas claras y universales de ejecución real efectiva y eficaz, acorde a la modernidad y transformaciones que al país está teniendo.
Un Poder Judicial que se suma a la consolidación de nuestra transformación, al hacer vigentes los derechos humanos de víctimas y victimarios en plena armonía con el orden público y la seguridad jurídica, bajos los principios de igualdad, equidad y no discriminación.
La justicia es un valor inherente al ser humano, un anhelo inquebrantable, una esperanza que se transforma en una realidad cuando aquel que tiene el honor de dirimir y decidir, lo hace con transparencia y apego a la ley.
En mis casi cuatro décadas de servir ininterrumpidamente al Poder Judicial, he sido testigo de estas grandes satisfacciones que acompañan aquel que, con rectitud, realiza una función de bien común.
Señor Presidente.
Compañeros abogados:
En equidad de género el avance es significativo. Esperamos se continúe favoreciendo este principio.
En el Poder Judicial estamos conscientes de la modernización de nuestro país, y asumimos nuestra responsabilidad con irrestricto apego a la Constitución y a la ley.
Si el abogado es el defensor con que cuenta la sociedad, qué más importante compromiso que la transformación de un México en el que prevalezca la justicia y la paz.
En este día tan solemne y en presencia de los más altos abogados del país, reafirmo mi convicción en la fuerza del derecho como medio único de equilibrio, justicia y equidad.
Y el ejercicio de la abogacía como la alta y honrosa responsabilidad de quienes hemos decidido abrazarlo, no como profesión, como ideario de vida; como un auténtico ministerio.
Muchísimas gracias.
-MODERADORA: Escucharemos las palabras del Presidente de la Federación Nacional de Abogados al Servicio de México, licenciado José Elías Romero Apis.
-LIC. JOSÉ ELÍAS ROMERO APIS: Señor Presidente de la República; compañeros abogados; amigos todos.
Tengo el privilegio de hablar con la venia del consejo rector de esta celebración que preside Luis Maldonado Venegas, y que integran muy respetables organizaciones.
Los abogados mexicanos saludamos esta reunión con el Presidente Enrique Peña Nieto. Nos une la profesión, nos une el ideal de justicia, pero por encima de ello, nos une México, que es más que todo y más que todos.
Es muy importante su presencia, señor Presidente, porque éste no se trata de un acontecimiento protocolario, sino de un asunto de la mayor importancia para la Nación.
Es muy justificado saludar una de las características distintivas del actual Gobierno; me refiero a su voluntad de legalidad.
El Presidente de la República se ha aplicado al cambio por la vía de la ley y no por el atajo de su gusto o de su capricho. Su propuesta de cambio no es personal y efímera, sino transtemporal, y eso sólo se logra con la ley y por la ley. Las reformas de la ley son el tema preminente del Gobierno mexicano.
La Reforma Política, la Energética, la Educativa, la Financiera, la Fiscal, la Laboral, la de Telecomunicaciones, la Procesal, y muchas otras, han transitado o habrán de transitar por el camino que siguen los gobernantes comprometidos con el republicanismo, con la democracia y con la libertad; es decir, el camino del consenso de posiciones convertido en voluntad de mayoría y culminado en razón de Estado.
Cuando el poder y la justicia se encuentran en el mismo destino es, ya de suyo, reconfortante y estimulante para la salud de México, porque a lo largo del devenir nacional hemos vivido tiempos difíciles donde los gobernantes y los gobernados no aplican su plena voluntad a favor del Estado de Derecho.
Hay quienes dicen que el gobernante ejerce un poder que proviene de las atribuciones que le confiere la ley; es decir, que el poder político proviene de la potestad jurídica.
Por el contrario, hay quienes afirman que la fuerza efectiva de una ley proviene de la voluntad aplicativa que le imprime el gobernante; es decir, que la vigencia jurídica proviene de la regencia política.
Sin embargo, en la vida real, y no en la teórica, el poder requiere de la ley para ser aceptado, y la ley requiere del poder para ser aplicada.
Por eso, hemos visto con preocupación regiones mexicanas donde el poder político se desbarata, se subyuga o se entrega a la no aplicación de la ley. En buena hora que el Gobierno de la República ha desplegado iniciativas y realizado acciones.
Pero, por otra parte, tengamos las suficientes dosis de realismo; ni todo es culpa de los gobiernos, ni todo es responsabilidad de ellos, porque un análisis más profundo nos previene y nos advierte sobre un posible embeleco colectivo.
Si lo decimos con claridad, en verdad todos los gobernados quieren que nuestros gobiernos apliquen las leyes; todos los gobernantes quieren legalidad, honestidad y justicia; todos los mexicanos, de verdad, quieren castigo para el infractor. No creo que podamos estar muy seguros de todo ello.
Por eso, la agenda del porvenir es grande. Es compleja y no siempre es grata. Implica buenas leyes, ejecutores de las mismas, presupuestos suficientes, instituciones eficientes, coordinación entre potestades, honestidades y lealtades, cultura de legalidad y, por si fuera poco, gobernantes obedientes de la ley y no sólo gobernados sometidos a ella.
Señor Presidente de la República:
Hemos escuchado en su discurso de campaña, en su discurso de Gobierno, e incluso en su discurso de academia, que la libertad y la autoridad son dos de los mayores desafíos de nuestro futuro. Lo ha dicho con inteligencia, con valentía, con oportunidad y con patriotismo, con la visión y la videncia del verdadero estadista.
En efecto, las dos peores derrotas a las que puede enfrentarse un sistema político contemporáneo, son el fracaso de su autoridad y el fracaso de su libertad. El triunfo de ambas no es sencillo sino complejo.
En muchas ocasiones, el triunfo de autoridad se paga con cargo a la libertad, así como en muchos eventos la victoria de la libertad se paga con cargo a la autoridad.
El orden proviene de la autoridad o la autoridad proviene del orden. Esto no es un enigma académico. De ello depende mucho de nuestro programa gubernamental, de nuestro programa político y de nuestro programa histórico.
Lo primero, es el pensamiento de casi todos los pueblos occidentales modernos. Estados Unidos, Canadá y casi toda Europa han instalado su autoridad a partir de la previa presencia del orden, así como en Italia y en América Latina, con frecuencia, ha habido poca autoridad, porque ha habido poco orden.
Por el contrario, lo segundo es el pensamiento de casi todos los pueblos orientales contemporáneos. Desde Rusia hasta Japón, pasando por China, India y los países árabes, piensan que sólo con una recia autoridad se puede instalar un orden confiable y duradero.
Los pueblos que no aciertan en la resolución de este enigma se confunden y se extravían, viviendo largas épocas de mucha autoridad y poca libertad, así como otras de mucha libertad y poca autoridad.
Qué bueno que todos trabajemos para evitar la gran catástrofe de no haber consolidado la plena potestad de nuestra autoridad, al mismo tiempo de no haber entronizado el adecuado uso de nuestra libertad.
En buena hora por esta conjunción de los que, como usted y su Gobierno, creemos y deseamos el bien superior de México.
Durante más de una década, esta confirmación anual de nuestros votos profesionales se realizó sin la presencia testimonial del Jefe del Estado Mexicano.
Transitoriamente triunfaron las intrigas cortesanas y palaciegas, en el sentido de que la abogacía era un gremio que criticaba todo y que no construía nada.
Sin embargo, nunca dejamos de reunirnos con la convocatoria de Luis Maldonado Venegas y de todos aquellos que creemos que la abogacía no es el asiento de un empleo, sino la trinchera de un servicio.
Hoy, merced a su visión de estadista, de promotor del Estado de Derecho, señor Presidente, esta ceremonia retorna al sitial prominente de esta Residencia Oficial.
El gremio jurídico nacional que lo reconoce y aprecia, le agradece, también, la puntual interlocución de su Secretario del Trabajo para la convocatoria y organización de este solemne acto.
El Comité rector de la institución ha tributado reconocimiento a los méritos de abogados y ciudadanos que han contribuido a la justicia esta misma mañana.
Juzgadores como Luis Miranda Cardoso y Mariano Azuela; directivos universitarios y académicos como Luis Raúl González Pérez, José Antonio Lozano, Rafael del Castillo, Gerardo Leveaga, Diego Valadez, Héctor Fix, Leonel Péreznieto y Rodolfo Cruz.
Docentes como Sara Bialostoski, Juan Pablo Piña y Héctor Paya; dirigentes políticos propulsores de las Reformas emanadas del Pacto por México como Gustavo Madero, César Camacho y Jesús Zambrano.
Activistas defensores de derechos humanos como Jesús Orozco; funcionarios como Javier Láynez, Guillermo Jiménez Morales, Elva Leonor Cárdenas, María de los Ángeles Fromow, Renato Sales y Mauricio Farah.
Abogados postulantes como Pedro Solís Cámara; notarios públicos como Carlos Rea; estudiantes distinguidos como Sofía Treviño; instituciones como la Academia Mexicana de Derecho Internacional, la Fundación Miguel Alemán y el Observatorio Parlamentario de México, así como nuestros precursores y fundadores hoy y ausentes: Federico Bracamontes y Pedro Ojeda Paullada.
Estamos con usted, señor Presidente, porque estamos juntos luchando por la conquista de una justicia que no se tuerce, que no se cansa, que no se asusta, que no se corrompe, que no se equivoca, que no se arrodilla y que no se vende.
Muchas gracias.
-MODERADOR: Acto seguido, el licenciado Luis Maldonado Venegas, Presidente de la Academia Nacional de Historia y Geografía, Presidente Emérito de la Legión de Honor Nacional de México y Presidente del Comité Rector de la Organización del Día del Abogado 2014, hará entrega de una efigie del ex Presidente Adolfo López Mateos, al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Enrique Peña Nieto, en el marco del Día del Abogado.
(ENTREGA DE EFIGIE)
(A CONTINUACIÓN, HIZO USO DE LA PALABRA EL PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS, LICENCIADO 

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