“El
nuevo nuevo testamento”/JAVIER
BETANCOURT
Proceso # 2066, 5 de junio de 2016
Dios
existe pero es un cabrón (“salaud”), según afirma su hija de 10 años, quien
para vengarse del tirano se arma un wiki decesos, suelta por SMS la fecha de
muerte de cada ser humano; después escapa a la tierra, Bruselas, para añadir
otros seis apóstoles a la lista, y escribir un evangelio más reciente.
A
pesar de la irreverencia de la anécdota, El nuevo nuevo testamento (Le tout
nouveau testament; Bélgica, 2015), del inclasificable realizador belga Jaco van
Dormael, no es una película antirreligiosa como lo sería la de Monty Pyton (la
parodia de la vida de Jesús), encarnizado en masacrar al cristianismo; tampoco
cae en la pedantería teológica como sucedió con Kevin Smith en su Dogma (1999).
Aquí, el fondo es una reflexión sobre la ineficacia del régimen patriarcal; con
lo que Dios (Benoit Poolvorde) se topa cuando aterriza de manera burlesca en la
tierra es con la consecuencia de haber creado al hombre a imagen y semejanza
suya.
Lo
que hace soportable la blasfemia de esta fábula, es que el Dios de Poolvorde no
semeja en nada al Dios bíblico, menos aún al de la patrística cristiana, sino
al macho empeñado en imponer su ley al mundo, empezando por su familia,
particularmente a su mujer y su hija. Este Dios que exige sumisión absoluta
recuerda al del Paraíso perdido; esa deidad implacable a quien Milton muestra más
antipática que al mismo Satanás, imagen que posteriormente el poeta trató de
enmendar con su Paraíso recobrado.
Ea
(Pili Groyne), narradora de la historia, cuenta cómo su padre además de
tiranizar a su mujer y no soportar la menor crítica, se dedica a crear leyes
absurdas para fregar a la humanidad, desde hacer que el pan siempre caiga del
lado de la mermelada, o la vajilla sólo se rompa después de lavada, hasta
terribles accidentes aéreos. Ea quiere cambiar las cosas, mejorar lo que su
hermano, JC, trató cuando escapó y le fue mal.
En
busca de la diversidad, Ea recluta personajes que van desde la mujer objeto de
deseo, el asesino en ciernes, hasta el niño que desea convertirse en niña;
Martine, uno de los nuevos apóstoles, demuestra que la septuagenaria Catherine
Deneuve es capaz de sorprender hasta al público más fogueado con el cine
surrealista. Todos tienen en común una herida profunda, y una capacidad
insospechada de amor incondicional; y a cada uno le descubre Ea la música que
le corresponde.
Con
esos temas diferentes, Van Dormael compone, nunca ampuloso, una sinfonía que
resuena con una interrogante muy simple: ¿qué vale la pena hacer el resto de la
vida? Y la respuesta sólo es posible si se toma en cuenta el punto de vista
femenino reprimido por la cultura patriarcal. Aunque son constantes las
referencias, siempre perspicaces, a los cineastas admirados por el director,
Nagisa Oshima entre otros, la narrativa,
poesía e imágenes de El nuevo nuevo testamento son inéditas.
En
esta época de plena intolerancia religiosa y política, Jaco van Dormael se
atreve criticar al Dios del rancio patriarcalismo que, en el fondo, se odia a
sí mismo; por lo mismo, resulta ser un director incómodo para muchos. A lo
largo de tres décadas, su filmografía es escasa, pero su propuesta es rica y
transparente: reconciliación con la vida y sus cosas esenciales.
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