“Las
lágrimas de Edipo”/ESTELA
LEÑERO FRANCO
Revista Proceso # 2066, 5 de junio de 2016
La
desaparición de los 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa ha
consternado a todo el país, y el reclamo de justicia ha rebasado al ámbito
internacional como evidencia de la impunidad y el engaño en el que se vive en
nuestro dolorido México.
Hablar
en el teatro de esta realidad resulta fundamental como espacio artístico y
político donde confluye la indignación y la solidaridad entre público y equipo
que hace posible un espectáculo. Las lágrimas de Edipo cumple cabalmente con
esta función y resulta significativo presenciar un testimonio, vuelto teatro,
de un hecho que, después de 20 meses, sigue consternando nuestras conciencias y
mantiene en pie de lucha a los padres de familia de estos hijos desaparecidos y
a gran parte de la sociedad civil.
Las
lágrimas de Edipo, escrita por Wajdi Mouawad –autor libanés, primero exiliado
en Canadá y radicado actualmente en
Francia–, es dirigida y adaptada por Hugo Arrevillaga Serrano, entremezclando
la tragedia de Sófocles con acontecimientos del presente. Si bien el original
se basa en los atentados contra la embajada de Israel en Atenas, donde un joven
de 15 años fue asesinado por un policía en el barrio de Exarchia, la versión de
Arrevillaga ubica los sucesos en un teatro abandonado de México. Mouawad, estando
en nuestro país, presenció el activismo ante lo sucedido en Iguala durante la
noche y la madrugada del 26 y 27 de septiembre y abrió la puerta para que el
director de la obra pudiera adaptarla a esa realidad.
En
Edipo en Colono, Edipo y su hija/hermana, Antígona, vagan errantes después de
que el padre se ha arrancado los ojos al ver cumplido el trágico oráculo que le
decía “mataría a tu padre y se acostaría con tu madre”. Edipo busca un lugar
dónde morir pues el oráculo también le ha dicho que donde caiga muerto será una
tierra beneficiada por los dioses. En Las lágrimas de Edipo, el padre ciego y
su hija se refugian en un teatro abandonado justo la noche de la tragedia y se
sorprenden con la llegada de un joven que les cuenta lo que sucede allá afuera,
de la misma manera que el Corifeo funciona en la tragedia griega. El joven les
dice que la ciudad está convulsa, los policías persiguen a los estudiantes y
que a César Mondragón Fontes lo han matado después de haberlo torturado y
desollado. La obra se centra en la muerte de este joven estudiante y la
reproducción de algunos pasajes de la obra de Sófocles.
Lo
más emocionante en la función de estreno fue la presencia y las palabras de la
viuda de César Mondragón quien, con lágrimas en los ojos y voz ahogada, reclamó
justicia y resaltó que la muerte de su esposo sigue presente en la lucha. El
público contagiado remató su intervención con el conteo del 1 al 43 reclamando:
“¡Justicia!”
A
pesar que el espacio escénico de Las lágrimas de Edipo –traducida por Humberto
Pérez Mortera– precisa representar un teatro abandonado, los elementos que se
utilizan crean una estética sin ningún atractivo, amorfa y desperdigada. Vicky
Araico en el papel de Antígona logra la verosimilitud y la contundencia que el
personaje requiere, y reafirma su escena fungiendo como la Esfinge que
atormenta a Edipo. Ulises Martínez se queda en la superficie del sufrimiento de
Edipo, y David Illescas apenas se muestra preparado para interpretar con fuerza
al joven que trae al interior del teatro la terrible realidad que se vive
afuera.
Las
lágrimas de Edipo se presenta de miércoles a domingos hasta el 12 de junio en
el Teatro del Centro Nacional de las Artes.
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