Consecuencias
estratégicas del intento de golpe en Turquía/Sinan Ülgen is Chairman of the Istanbul-based Center for Economics and Foreign Policy Studies (EDAM) and a visiting scholar at Carnegie Europe in Brussels. He is the author of the recent Carnegie Europe paper “A Threat-Based Strategy for NATO’s Southern Flank”.
Traducción: Esteban Flamini
Project
Syndicate, 20 de julio de 2016…
Todo
derrocamiento de gobiernos electos por parte de los militares suele desatar un
vendaval de análisis sobre la dirección futura del país afectado tras el
quiebre de la institucionalidad democrática. Pero los golpes fallidos pueden
ser igual de trascendentes. La intentona de elementos del ejército turco de
derrocar al presidente Recep Tayyip Erdoğan
incidirá profundamente en las relaciones de Turquía con el extranjero y su
papel regional en el futuro. Particularmente afectada resultará la relación con
Estados Unidos.
El
intento de golpe preanuncia una nueva y difícil fase en la relación turco‑estadounidense,
porque las autoridades turcas lo vincularon con Fethullah Gülen, un predicador
islámico que aunque está radicado en las afueras de Filadelfia desde 1999,
tiene una base de seguidores en Turquía.
A
Gülen ya se lo había acusado de montar una estructura paraestatal,
especialmente dentro de la policía, la justicia y el ejército. Más cerca en el
tiempo, las autoridades turcas calificaron al movimiento gülenista de
organización terrorista, rótulo que cobra nuevo significado tras el golpe
fallido. Pero a pesar de que cada vez hay más pruebas contra Gülen y sus
seguidores, la impresión en Ankara es que EE. UU. sigue negándose a limitar las
actividades de su red, que incluye numerosas escuelas y organizaciones civiles.
Esta
red permite a los gülenistas recaudar fondos considerables, que según las
autoridades sostienen operaciones ilícitas de sus afiliados en Turquía. Eso
llevó a que la permanencia de Gülen en Pensilvania se haya vuelto no solo tema
de conflicto en la relación bilateral, sino también fuente importante de
creciente antiamericanismo en Turquía.
El
golpe fallido no hará más que agravar esta tendencia. Superada la intentona,
habrá cada vez más presión para que EE. UU. reconsidere su actitud permisiva
hacia Gülen. El gobierno turco ya dio señales de que iniciará un pedido formal
de extradición.
De
modo que el intento de golpe hace más imperiosa la solución de esta importante
disputa entre dos aliados dentro de la OTAN. La falta de acuerdo en estas
nuevas circunstancias afectará las posibilidades de cooperación en muchos
niveles. Es indudable que estaría en riesgo la efectividad de la lucha conjunta
contra Estado Islámico (ISIS), que depende en gran medida de ataques aéreos que
salen de la base de Incirlik en el sur de Turquía. En un sentido más general,
una fisura en esta relación bilateral clave puede debilitar la cohesión de la
OTAN en su política hacia Rusia, ya que Turquía tratará de salirse del marco
confrontacional trazado en la reciente cumbre de Varsovia de la Alianza.
Es
probable que las consecuencias del fallido golpe también afecten la relación
turco‑europea. En
marzo, Turquía y la Unión Europea acordaron un ambicioso paquete de medidas
para detener el flujo de refugiados a Europa. Pero aunque el arreglo fue
exitoso, todavía es políticamente vulnerable. Para Turquía, el premio mayor era
la promesa de la UE de eximir de visado a los ciudadanos turcos que viajen a
países del Espacio Schengen, decisión que iba a hacerse efectiva en junio, pero
fue pospuesta hasta octubre, por la negativa de Turquía a cumplir con unas
pocas condiciones restantes.
El
motivo principal del atasco de las negociaciones es la demanda europea de que
Turquía modifique su legislación antiterrorista para adecuarla a las normas del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos. La Unión Europea busca garantizar que la
legislación se aplique solamente a casos de terrorismo auténticos y evitar que
se use como herramienta para restringir la libertad de expresión. Pero después
del intento de golpe, es de prever que el gobierno turco no estará tan
dispuesto a introducir dichas modificaciones.
En
consecuencia, es probable que en octubre se produzca una crisis diplomática,
cuando Turquía acuse a la UE de no honrar sus compromisos. Eso pondría en
riesgo todo el paquete de políticas para los refugiados (por el cual Turquía
sigue hospedando a más de 2,8 millones de refugiados sirios), lo que
repercutirá en el flujo de solicitantes de asilo.
Por
último, el golpe fallido restará a Turquía capacidad para contribuir a la seguridad
regional. El ejército turco atravesará un doloroso proceso de purga de los
elementos gülenistas que afectará inevitablemente la moral y la cohesión, en un
momento en que las fuerzas armadas turcas tienen una actuación fundamental en
el combate al separatismo kurdo y al terrorismo del ISIS, y en el
fortalecimiento del control de las fronteras turcas, que ayudó a impedir la
entrada de yihadistas extranjeros al territorio controlado por ISIS en Siria.
En particular, el intento de golpe afectará la confianza mutua y dificultará la
cooperación entre el ejército, la policía y los servicios de inteligencia.
Igual
que los golpes exitosos, los fallidos pueden repercutir seriamente en las
políticas de seguridad y asuntos externos de los países afectados. La intentona
golpista en Turquía aumenta la probabilidad de que la relación con EE. UU. y
Europa pronto pase por momentos cruciales.
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