Las mujeres también sufren desproporcionadamente la falta de retretes, porque la privacidad básica exige que solo vayan al baño después del atardecer, cuando son más vulnerables a los ataques físicos y a los accidentes.
La
revolución del retrete/Bjørn Lomborg, a visiting professor at the Copenhagen Business School, is Director of the Copenhagen Consensus Center, which seeks to study environmental problems and solutions using the best available analytical methods. He is the author of The Skeptical Environmentalist, Cool It, How to Spend $75 Billion to Make the World a Better Place and The Nobel Laureates’ Guide to the Smartest Targets for the World, and was named one of Time magazine’s 100 most influential people in 2004.
Traducción al español por Leopoldo Gurman.
Project
Syndicate, 17 de agosto de 2016
Los
políticos y filántropos suelen hablar de ideas abstractas y elevadas, como la
sostenibilidad y la transformación a través del diálogo. Así que debemos
aplaudir a Bill Gates y al primer ministro indio Narendra Modi por ocuparse de
un tema mucho más mundano, pero fundamental: los retretes.
La
Fundación Bill & Melinda Gates desea transformar la propia tecnología de
los retretes para que no dependan de grandes infraestructuras, como sistemas
cloacales y plantas de tratamiento de agua. En 2011, la Fundación Gates lanzó
su Desafío para la reinvención del retrete, que otorga subsidios a
investigadores que “estén usando enfoques innovadores —basados en procesos de
ingeniería fundamentales— para la gestión segura y sostenible de los
excrementos humanos”. Se espera que los baños del siglo XXI conviertan los
excrementos humanos en energía, fertilizantes e incluso agua potable.
Por
su parte, Modi ha declarado que es más importante construir baños que templos y
lanzó una campaña para poner fin a la defecación al aire libre en la India para
2019, que coincida con el 150.° aniversario del nacimiento del líder de la
independencia de la India, Mahatma Gandhi. Para lograrlo, el gobierno de Modi
está construyendo rápidamente instalaciones sanitarias básicas e instalando millones
de retretes en todo el país, que incluyen al menos uno en cada escuela.
Los
esfuerzos de la India son similares a los del mayor de sus vecinos, China, que
también está construyendo baños en todo el país, específicamente para apoyar a
su industria del turismo. En lo que está siendo llamada la “revolución del
retrete”, la Administración Nacional de Turismo de China afirma haber
construido 14 320 retretes en sitios turísticos en 2015 y mejorado 7689
instalaciones adicionales.
Los
responsables de las políticas aciertan al centrarse en este tema. La mala
salubridad es uno de los grandes desafíos del desarrollo; aunque 2000 millones
de personas lograron acceder a la salubridad básica y segura en los últimos 25
años, 2500 millones de personas —la mitad del mundo en vías de desarrollo— aún
carece de ella. Los retretes se dan por sentado en los países ricos, pero son
tan escasos en la India que en ese país viven 600 millones de los 1000 millones
de personas en el mundo que deben recurrir a la defecación a cielo abierto.
Esto
tiene graves consecuencias para la salud, especialmente para los niños. En la
India, la diarrea crónica mata a casi 200 000 niños por año y está vinculada
con la desnutrición y el raquitismo del 43 % de los niños de menos de 5 años.
Los niños expuestos a esas condiciones son vulnerables a infecciones
oportunistas como la neumonía e incluso la polio. Esos indicadores son mucho
más elevados en la India que en otros países con niveles de ingresos similares,
pero mejor salubridad.
Las
mujeres también sufren desproporcionadamente la falta de retretes, porque la
privacidad básica exige que solo vayan al baño después del atardecer, cuando
son más vulnerables a los ataques físicos y a los accidentes.
Los
perjuicios a la salud pública derivados de la mala salubridad limitan el
desarrollo económico, porque hacen que los trabajadores produzcan, ahorren e
inviertan menos, y mueran más jóvenes. Una estimación del Banco Mundial sitúa
el costo mundial anual de la mala salubridad en los 260 000 millones de USD; la
India representa casi 54 000 millones del total (el 6,4 % de su PIB), según los
datos de 2006 (los últimos disponibles).
No
hay una solución rápida para este problema. Incluso con más inodoros
disponibles, lleva tiempo que la gente adopte nuevos hábitos sanitarios, por lo
que organizaciones no gubernamentales como WaterAid han solicitado más
educación —en la escuela y en los medios— para explicar los beneficios para la
salud, la seguridad y económicos de una mejor higiene.
Esto
nos lleva a un desafío adicional: el coste. Tres mil millones de personas más
necesitarán acceso a la salubridad básica en los próximos 15 años y cubrir sus
necesidades costará unos 33 000 millones por año, según una estimación de Guy
Hutton, economista del Banco Mundial.
La
estimación de Hutton es parte de un análisis de los Objetivos de Desarrollo
Sostenible de las Naciones Unidas para el agua y el saneamiento, que llevó a
cabo para el Copenhagen Consensus Center, el grupo de expertos que dirijo. Bajo
el marco de los ODS, la ONU adoptó 169 metas de desarrollo que entrarán en
vigencia este año. El enorme volumen de nuevos niveles de referencia a
considerar hace cavilar a las organizaciones de desarrollo y los gobiernos
donantes, por lo que Copenhagen Consensus ha encargado a economistas que
examinen y prioricen las metas.
Con
una inversión de 33 000 millones, 3000 millones de personas más podrían acceder
a la tecnología de baños de bajo coste: letrinas con descarga manual y de hoyo
en zonas rurales, e inodoros con cisterna de recarga automática conectados a
tanques sépticos en las áreas urbanas. La rentabilidad de la inversión en
términos de beneficios reales sería de 94 000 millones de USD al año, o casi 3
USD por dólar gastado.
Esta
estimación incluye ahorros tanto por los resultados económicos como sanitarios,
como la mayor productividad de los trabajadores y los casos evitados de diarrea
crónica y otras enfermedades. Y los verdaderos beneficios probablemente serían
aún mayores si incluyéramos las mejoras relacionadas al ambiente y el
rendimiento escolar de los niños.
Pero
también debemos reconocer que el dinero gastado para mejorar la salubridad —en
términos de los beneficios sociales por dólar invertido— podría asignarse aún
mejor a metas de los ODS con impacto, como la eliminación de la tuberculosis o
la mejora del acceso a la planificación familiar. El dinero se debe asignar
primero a los proyectos sanitarios que logren más resultados. Un paso sencillo
sería centrarnos en eliminar la defecación al aire libre en áreas rurales
mediante la instalación de letrinas compartidas. Eliminar la defecación al aire
libre en las áreas rurales sólo costaría unos 14 000 millones de USD al año y
lograría beneficios de 6 USD por dólar gastado.
Una
generación atrás no se escuchaba a los políticos y filántropos hablar de
retretes (mucho menos considerarlos como algo central en su trabajo para el
desarrollo). Que Modi y Gates lo hayan hecho es un logro en sí mismo, pero
queda mucho por hacer y no debemos perder de vista los números al asignar
recursos escasos para la inversión en desarrollo. Sólo considerando
cuidadosamente los costos y beneficios podemos evitar tirar dinero útil por el
excusado.
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