¿Cuál es la meta de Quirino?" /Editorial, Noroeste, 23 de marzo de 2017
Quirino Ordaz Coppel fue un candidato inesperado a la Gubernatura y hoy es quien tiene los hilos del poder oficial en sus manos.
La pregunta que aún no tiene respuesta clara es ¿para qué buscó ser Gobernador?
La trillada respuesta sería que no hay político que no aspire a ese cargo, pero para que tal anhelo se convierta en realidad tiene que pasar por una larga cadena de consensos de grupos.
Si analizamos su discurso, encontramos que suele decir lo que la gente quiere escuchar: transparencia y cero corrupción. Y así ha ido estos dos meses y 22 días administrando la percepción pública. Suelta a cuentagotas información que hace pensar que va tras los delitos cometidos por el malovismo, pero sin dar pasos concretos hacia una verdadera denuncia pública.
Ha dicho que no lo hará hasta tener la evidencia concreta para que el caso no se le caiga en tribunales. Tiene lógica.
Pero más allá de eso, aún no tenemos claro a qué quiere llegar Quirino al final de su gestión.
Una hipótesis es que su misiónn es generar un cambio hacia la percepción del priismo que la gente tiene. Que, al tiempo, el electorado perciba al PRI como el partido que combate la corrupción y que da respuesta a los temas de la agenda ciudadana.
Así habla, y así insiste. En los hechos, la mayoría de su Gabinete tiene perfil técnico, lo cual dio la idea, en un inicio, que privilegio gente que sepa hacer las cosas, en lugar de aquellos que lucran a favor de su imagen. U otros con perfiles contables, como en obras públicas, distintos a la naturaleza del objetivo de la Secretaría, suponemos que la decisión fue para dar orden al desorden administrativo que dejaron.
Tales decisiones irían en el orden de nuestra hipótesis, recobrar la confianza del electorado hacia el PRI.
Pero Quirino tiene, al menos, dos problemas. El primero es él y la minimización que hace de la comunicación social. Es decir, hace o no hace, no comunica y lo justifica con su bandera de que no es político. Como si la comunicación social fuera propaganda.
Y el segundo problema es el tiempo. Si quiere recuperar la confianza hacia su partido, tiene que dar un resultado contundente ya, porque el tamaño del hartazgo de la gente así lo demanda. Tres meses para una ciudadanía burlada equivalen a un año.
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