Y la bandera de Merkel?/ Torsten Krauel es jefe de Análisis del grupo WeltN24.
El País, lunes, 20/Mar/2017
Angela Merkel tiene que marcharse. Eso es lo que dicen el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), Die Linke, Alternativa por Alemania, algunos de Los Verdes y no pocos de los partidarios de la CDU. Merkel tiene que salvar Occidente, dicen unos cuantos extranjeros que no simpatizan políticamente con Donald Trump o Marine Le Pen. La propia Merkel ha calificado todo esto de “grotesco, casi absurdo” al presentar su cuarta candidatura a la cancillería alemana. Ella no es capaz, afirma, de estabilizar sola el orden mundial.
¿Qué es, exactamente, lo que debe conseguir Angela Merkel este año? Tiene que ocuparse de que la CDU gane tres elecciones regionales. Tiene que ganar las elecciones generales. Tiene que tener cuidado de no irritar del todo al SPD: al fin y al cabo, puede volver a necesitarle. Tiene que suavizar la tensión entre musulmanes y no musulmanes, que las acciones de Erdogan ha exacerbado. Tiene que mantener unida a la UE sintiendo en la nuca el aliento de Trump. Tiene que mantener unida la OTAN.
Ah, sí, Merkel ha de sostener también el sistema de libre comercio creado a partir de 1945, pese a que fuerzas poderosas en la UE y el inquilino de la Casa Blanca desean destruirlo. Como es natural, Merkel tiene que hacerlo además sin reforzar demasiado a China, que a partir de 2025 será líder en todos los ámbitos clave de las industrias del futuro. Merkel tiene que contener a Rusia y hacer lo correcto en Oriente Próximo. Tiene que evitar un nuevo atentado terrorista en Alemania e impedir la emigración de África. Y tiene que salvar los valores occidentales.
¿Pero qué es lo que de verdad puede hacer? Le da al expremier británico David Cameron lo que este quería, y los británicos votan igualmente abandonar la UE. Mantiene un estrecho contacto con Putin, y este hace lo que le viene en gana. Vuela dos veces a Ankara, y Erdogan le toma el pelo a la UE. Vuela a Varsovia, y acto seguido Polonia bloquea una cumbre de la Unión. Deja las manos libres a los ministros de su socio de coalición, y el SPD exige que se marche. Logra un acuerdo con su aliado democristiano Horst Seehofer, y este vuelve a jugársela. No parece que la canciller pueda convertirse en la salvadora del mundo. Más de uno piensa lo mismo en su partido.
Merkel ha demostrado lo dura que puede llegar a ser una vez que ha tomado una decisión. Lo hemos visto en su decisión de respaldar a los ahorradores en 2008, en el volantazo a la política energética en 2011 o en la apertura de las fronteras a los refugiados en 2015. Cuando tiene la espalda contra la pared, Merkel no es de ninguna manera esa clase de políticos que, en las sarcásticas palabras del presidente estadounidese Theodore Roosevelt, “buscan con todas sus fuerzas rincones constitucionales para no tener que actuar”. Gregor Schöllgen, el biógrafo de Willy Brandt y Gerhard Schröder, atribuyó a Merkel en un artículo un singular instinto de conservación del poder. Si cuando se inicie el verano de 2017 Merkel vuelve a tener las cosas difíciles, es posible que quiera volver a decidir. ¿Pero salvar el mundo? Eso es pensamiento monárquico.
De momento Merkel actúa como un servicio de reparación política que está de guardia las 24 horas, pero que en cuanto se da la vuelta vuelve a reventar la tubería. Erdogan, las elecciones en Holanda y Francia, algunas de las jugadas de Putin en los Balcanes podrían volver a poner las cosas difíciles. Merkel es buena en el diálogo. Es buena forjando compromisos en las cumbres. No se prestará al tipo de actuaciones de ciertos políticos. En la campaña querrá “discutir, no odiar”, como dijo al presentar su candidatura. Pero precisamente esto es también su punto débil. Hay veces que es verdaderamente necesario discutir.
Una canciller en cuya visita al despacho de Erdogan se mostraron dos banderas turcas, pero ninguna alemana, y que pasó por alto tan flagrante desprecio, se hace acreedora de que le reprochen appeasement. Angela Merkel mantiene una adhesión férrea a los principios occidentales. Erdogan, por su parte, se ha mostrado dispuesto a llegar a determinados compromisos en el pacto sobre los refugiados. Obtuvo a cambio la libertad de visado para los ciudadanos turcos en varios países, lo que no es ninguna menudencia. Sin embargo, algunos electores tienen aquí la impresión de que se juega a la pelota con Alemania. En un año electoral no se trata únicamente de desactivar las crisis en política exterior. Un Gobierno también tiene que mostrar sus banderas. ¿Dónde está la bandera de Merkel?
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