Navidad franciscana/ Manuel Mandianes es antropólogo del CSIC y escritor. Su último libro es Nuevas fiestas: Fútbol y botellón.
El Mundo, Miércoles, 03/Ene/2018;
Querido Papa Francisco, eres lúcido, inteligente y ecuánime pero no equidistante. Estás con los que luchan y buscan la paz y respetan a los demás. Oírte vacuna contra el fanatismo y la estupidez. Desnudas con amabilidad y firmeza las miserias del mundo, aunque sabes como nadie que somos pobres realidades pasajeras. Los hombres de fuertes experiencias como tú se dedican de lleno a las tareas de la vida sin miedo a la muerte. Hablas en Roma para todos los hombres de buena voluntad con un lenguaje llano, claro, al alcance de los más humildes. Haces posible, con el raído arte de tus palabras que avanzan como una marea sobre el corazón de los humildes, la comprensión de la fe en Jesús.
Pensaron muchos que un Papa llegado de lejos sería una raya en el agua. No te crees ni un Mesías ni uno de los sabios del mundo. Tus palabras son como bálsamo para el alma estresada, como el sonido arrobador de la trompeta para el indiferente, tienen consecuencias y hacen de la teología algo asequible y hasta entretenido sin faltar al rigor, son un canto de ida y de esperanza. Y tus silencios son como espadas que llegan a esos corazones que laten como el de un enfermo. Como siempre hay quien ponga peros, algunos te consideran un vejo imprudente, un náufrago de un inmenso destino debatiéndose en una inmensa pesadilla, un remolino gigante que lo ha puesto todo patas. El tiempo pasa y tú te adaptas a los momentos y a los espacios elegidos porque no nace el sol ni anochece de la misma manera en todas partes pero en todas partes alumbra y se oculta el mismo sol.
Sabes que hay una manera de estar de acuerdo y mil maneras de estar en desacuerdo, que el verdadero liderazgo nace del conocimiento de nosotros mismos y del diálogo con el mundo que nos rodea, que todo tiene un límite, y que el mayor criminal puede llegar a santo y el hoy santo, mañana puede ser un criminal y todos hacen parte de la viña del Señor. Sabes que en todas partes hay problemas y que la solución de muchos es convivir con ellos sin dejarse arredra nunca. Sabes que la vida está compuesta, tejida con cosas fugacísimas; sabes que no hay reforma ni cambio duraderos que no pasen por la conversión del corazón del hombre. Para saber todo esto hay que escuchar, como tus escuchas, los ecos teológicos y religiosos del mundo.
El odio, estertor del herido que jamás encuentra límites, es un borracho al fondo de una taberna maloliente que se nutre de la deshumanización del otro, de destrozar al otro, de la autojustificación. Tu manera de ser, tu filosofía, tu vida, están rompiendo el espinazo del anticlericalismo de muchas instituciones, y te asiste una inteligencia privilegiada para hacer tratos con los señores del mundo porque has sustituido la diplomacia vaticana, sin renunciar a ella, por el cariño, la amistad, la bonhomía; sin espuelas ni látigo.
Hay un flujo de ti al pueblo pero también, y sobre todo, del pueblo a ti porque te has subido al tren de los tiempos, porque antes de hablar escuchas, porque ni renuncias a saber más ni crees que alguien haya dicho la última palabra sobre nada. Eres como un camposanto de todos los muertos sin tanatorio, sin funeral, y de todos los peregrinos sin santuario. Miras con dolor el mar Mediterráneo, este cementerio inmenso, fosa abismal de huesos viejos, donde yacen los cimientos de un futuro pasado de venganza demente y agonizantes lágrimas. Eres firme con los poderosos, y cargas suavemente los hombros de los pobres y humildes. Amas la belleza, la dulzura, la sencillez.
A veces eres la voz no sólo de los sin voz sino la voz del silencio. Del silencio interior de millones de personas, de los que reinan en el silencio y en la noche oscura. La voz del que grita en el desierto es el silencio. Sabes mejor que nadie que el mundo es doble, mal y bien, luz y oscuridad, del amanecer y del crepúsculo, dominio de la confusión. Sabes lo que tiene necesidad de reforma, de reajuste. Miras con piedad y esperanza ese mundo de ciencia sin sabiduría, confort sin seguridad y creencias sin fe. Estás convencido de que todos podemos ser victimas de un error cuyo ángulo no conocemos y nos acecha sin darnos tregua; confiesas sin tapujos que, muchas veces, todos hacemos lo que no queremos hacer y no hacemos lo que quisiéramos hacer. Tus palabras rezuman aquello que escribió Hölderlin: «Nada puede crecer y nada puede hundirse tan profundamente como el hombre».
En una sociedad resuelta a suicidare espiritualmente, nos abres los ojos ante las cosas inútiles para el mundo sin las cuales la forma de mirar el mundo cambiaría por completo. Tú prefieres estresarte a aburrirte, dejar de hacer cosas por falta de tiempo a no tener que hacer.
Estarías muerto de éxito si fueras tonto pero como eres inteligente aprendes de los fracasos de muchos clérigos y hasta de la Iglesia. A todo ello te ayuda tu profundo convencimiento de que la Iglesia es un medio para ir a Cristo, y de que dedicar la vida a resolver problemas estériles e insolubles es una idiotez. El talento de la Iglesia debe de ponerse a la escucha del hambre de Dios del mundo de hoy. El miedo, océano de niebla, reduce los espacios de libertad y achica nuestro mundo y nuestra alma. Sólo identificando la fuente de los errores se podrán diseñar instrumentos para corregirlos y poner el rumbo correcto.
El futuro es de los verdaderos emisarios de otro mundo que llevan vida a la literatura no literatura a la vida, que se esfuerzan por romper amarras y nos invitan a volar con ellos sobre las alas del espíritu que anuncian con adelanto un mundo nuevo. Nadie es poeta por hacer versos con ritma sino porque es capaz de cambiar profundamente el mundo. La poesía tiene por misión despertar al mundo. La poesía es materia de vida. No hacen falta papel ni lápiz para ofrecer poesía y repartirla, sino pasión, previsión, lucidez y el coraje ni la fe. Para muchos sectores de la Iglesia, eres un poeta que se avanza a su tiempo. Tu personalidad, compleja y rebelde, es la mejor aliada para fidelizar e incentivar a los fieles. No confundes las acciones con el lenguaje ni la tinta con la virtud. Sabes que o renovarse o morir porque es ridículo ignorar el zarpado el tiempo en todo, también en la Iglesia. Eres fuerte como una bestia y libre como un dios. Tu modestia y tu ascetismo son propios de las almas entregadas. A veces das la impresión de ser un lobo solitario que necesita más espacio y más libertad, que arde en deseos de que el futuro sea la inevitable realización de los deseos profundos del ser humano
Te apasiona lo que haces y lo que haces apasiona a la gente de buen corazón. Tus propuestas responden a las preguntas esenciales que se hace la gente de hoy: amor, amistad, honestidad, solidaridad, corrientes profundas que invaden todo tu hacer y decir y que, al mismo tiempo, son una denuncia de la cara monstruosa del lado oscuro de nuestro tiempo. Francisco de Asís implantó la tradición de los Belenes, como una teología plástica para dar a conocer el nacimiento de Jesús; tu vida alumbra el misterio del nacimiento, como un Cristo vivo. El gozo de tenerte acrecienta en nosotros el deseo de Jesús.
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