INFOVATICANA 2 mayo, 2018..
Publicado originalmente en La Nuova Bussola.
Traducción para InfoVaticana de Helena Faccia.
Poco antes de morir al niño inglés se le administraron algunos fármacos desconocidos aprovechando un despiste de sus padres. (Mmm)..
Alfie aguantó sin soporte vital, pero el (hospital) Alder Hey le negó el oxígeno que le llevaron al pequeño sin autorización. Alfie no fue alimentado durante 36 horas y la infección pulmonar no fue tratada; a pesar de todo, estaba estable, lo que llevó a Thomas, convencido que tenían ya un pie fuera del hospital, a negociar el silencio de prensa a cambio de más soporte vital. Sin embargo, poco antes de su muerte, al niño le suministraron algunos fármacos.Es verdad que el hecho más escandaloso sucedido al pequeño Alfie Evans ha sido ser entubado y ventilado mecánicamente durante 15 meses, y que le haya sido negada la traqueotomía, porque un mes después de haber sido ingresado (diciembre de 2016) ya se había decidido que tenía que morir, sin ni siquiera intentar diagnosticarle. De hecho, aunque los periódicos han escrito que Alfie tenía una enfermedad mitocondrial, no hay una sola prueba médica que lo demuestre.
También es desconcertante que los tubos de la ventilación de Alfie fueron reemplazados al cabo de cinco meses después de habérselos puesto, por lo que estaban llenos de moho, tal como ha demostrado su padre con una serie de fotografías (algunas publicadas por nosotros, -NBQ-) que demuestran las numerosas negligencias del Hospital Alder Hey de Liverpool. Pruebas que han impresionado profundamente a Mariella Enoc, presidenta del Hospital Niño Jesús, a la que el hospital inglés le prohibió entrar en la habitación de Alfie. En resumen: todo esto es verdad, pero Alfie no ha muerto sólo por esto.
Alfie, una vez quitada la ventilación, fue sometido a un tratamiento tremendo. Al haber estado sus pulmones acostumbrados a dilatarse mecánicamente, los médicos deberían haberlo “destetado” para no provocar su muerte inmediata, que no sobrevino, aunque después de detener las máquinas el pequeño contrajo una infección pulmonar.
Por este motivo, Alfie, como explicó Thomas a un médico italiano con el que estaba en contacto, habría necesitado una terapia antibiótica immediata que le fue negada. Sin embargo, a pesar de todo esto, el pequeño consiguió respirar solo, sin ayuda, durante horas, dado que los médicos le habían negado también la mascarilla necesaria para ayudarle a respirar, aunque ya lo hiciera autónomamente.
Por todo ello, la noche del lunes 23 de abril, después de quitarle la ventilación a las 22.15 horas (españolas), Thomas hizo un llamamiento pidiendo que alguien llevara oxígeno al hospital, pero el muro policial en la entrada impidió cualquier intervención externa. Fue entonces cuando uno de los abogados de la familia, Pavel Stroilov, acorrió al Hospital Alder Hey cuando Thomas le llamó. Mientras Stroilov entraba, intentaron seguirlo otras seis personas, una con la mascarilla en la mano, que no consiguió entrar con él. Lo que hizo entonces es lanzar la mascarilla por encima del muro de agentes de policía, permitiendo que el abogado se la llevara a los padres de Alfie. El pequeño, que en ese momento ya había demostrado ser un luchador, desmintiendo así al abogado del hospital, Michael Mylonas, que en una audiencia había garantizado al juez Hayden que la muerte de Alfie habría sobrevenido en cuanto se le quitara la ventilación, recibió ayuda para respirar.
Pero, de nuevo, los médicos intentaron privar al niño de la mascarilla con la excusa que no era material del Alder Hey, dando en dos ocasiones orden de quitársela, hasta que Thomas amenazó con presentar una denuncia, visto que el protocolo de muerte aprobado por el juez Hayden no hablaba ni de privación de oxígeno ni de suspender la nutrición. Por el mismo motivo, Thomas consiguió que el pequeño, privado de nutrición durante 36 horas, fuera alimentado. Sí, Alfie estuvo sin recibir alimento durante 36 horas, un tiempo larguísimo para un niño tan pequeño, cuyo corazón había realizado un esfuerzo notable después de quitarle violentamente la ventilación sin “destete” previo.
Además, cuando se le proporcionó el alimento, se hizo en proporciones mínimas. El niño ha vivido amenazado por los médicos y defendido por sus padres durante 4 días, abriendo de vez en cuando los ojos, reaccionando. Por lo que el hospital, para silenciar a la prensa, le prometió a Thomas más oxígeno y más soporte vital. Dos horas antes de morir, la saturación del oxígeno era de 98 y los latidos cardiacos de Alfie eran de 160; de hecho, Thomas estaba convencido que pronto les dejarían llevarse a su hijo a casa (es lo que les había dicho la administración del hospital el viernes por la tarde). Antes de morir, mientras Thomas había salido un instante, dejando a Kate medio dormida y a otro familiar en la habitación, una enfermera había entrado y explicado que le iba a administrar el niño cuatro fármacos (no se sabe cuáles) para curarlo. Treinta minutos después la saturación había descendido a 15. Dos horas después, Alfie había muerto.
No sabemos cuánto habría vivido Alfie si hubiera sido ayudado y tratado de modo adecuado; no sabemos si ulteriores pruebas médicas habrían llevado a un diagnóstico y, por lo tanto, a encontrar una cura; no sabemos tampoco si Alfie estaba en esas condiciones por alguna responsabilidad interna de un hospital cuyo currículum es, cuando menos, monstruoso (como se puede leer en este artículo y este otro de la NBQ, según los cuales muchos indicios hacen que esta hipótesis sea admisible, si no demostrada). Lo que sí es cierto es que no podemos decir que Alfie ha muerto sólo porque se le ha quitado el soporte vital.
Como había escrito el conocido genetista y director científico del Hospital Niño Jesús, Bruno dalla Dallapiccola, «el pequeño Alfie no podrá resistir mucho tiempo sin el aporte de sustancias nutricionales por sonda. Sin aporte nutricional, la supervivencia puede variar de pocas horas a algunos días». Ciertamente, «la duración de la supervivencia está condicionada por las condiciones de partida del paciente», aunque en el caso de Alfie «no podemos pronunciarnos con certeza». En cualquier caso, había concluido Dallapiccola, «independientemente del hecho que el pequeño siga respirando de manera autónoma, ahora la falta de aporte nutricional representa una emergencia».
También Angelo Selicorni, conocido genetista italiano, dos días después de que a Alfie se le quitara la ventilación había dicho: «Desenchufado de las máquinas, el niño ha “resistido” durante horas sin “tener intención de morir”». Este giro, ha proseguido, «plantea alguna duda sobre “el estado terminal” de su condición médica».
Alfie, agotado y sometido a tratamientos violentos, ha sido privado de la terapia antibiótica necesaria para curar la infección y, también, de alimento y oxígeno durante demasiadas horas. Quienes no quieren tomar posición se esconden detrás del mantra del “caso demasiado complicado”, cuyos límites son difíciles de establecer. Pero, ¿no será que tal vez falta el valor de mirar de frente la realidad y afirmar que estamos ante un caso clarísimo de ensañamiento eutanásico? Es evidente que si para los médicos la vida de Alfie era “fútil” y, por lo tanto, un peso y un coste que no valía la pena sostener, el enfoque clínico sólo podía ser, hasta el final, el de eliminarlo. Como ha escrito Selicorni: «Si considero el caso de Alfie un valor negativo, una historia humana inútil, sin sentido, no puedo no pensar que cuanto antes le ponga fin, mejor es».
¿Una fantasía? En 2012 estallaron numerosas polémicas a causa de una serie de denuncias presentadas por pacientes implicados en el Liverpool Care Pathaway (Lcp), el programa de tratamiento de fin de vida entonces en vigor en Gran Bretaña. Una enfermera del Alder Hey, Bernadette Lloyd, harta de ver casos similares, había escrito al Ministerio de Salud denunciando cómo morían los niños y los recién nacidos. «Morir de sed es terrible, y es inconcebible que niños tengan que morir así. Los padres se encuentran en una encrucijada, y se sienten casi obligados a elegir esta vía porque los médicos les dicen que sus hijos tienen pocos días de vida. Pero predecir la muerte es muy difícil, y he visto a un pequeño grupo de niños que ha vuelto a vivir después de que el Lcp fuera puesto en marcha e interrumpido». «He visto morir a niños de sed de manera terrible, porque la hidratación es suspendida hasta que mueren. He visto a un muchacho de 14 años, enfermo de cáncer, morir con la lengua pegada al paladar cuando los médicos se han negado a hidratarle. Su muerte fue angustiosa para él y para nosotros, sus enfermeros. Es la eutanasia, que está entrando por la puerta de atrás». El sistema sanitario nacional respondió a Bernadette Lloyd sin entrar en el mérito de la cuestión: «Los cuidados para el fin de vida deben cumplir los más altos criterios profesionales, y es necesario saber estar al lado de los padres durante el proceso decisorio».
Esto es lo que ha hecho el martirio de Alfie, además de convertir a tantos corazones: nos ha obligado a unirnos contra un monstruo, a mirar de frente la brutalidad de un sistema eugenésico disfrazado de democracia. Un sistema con un poder ilimitado sobre la persona y considerado una religión civil por la política y la justicia inglesas. Un poder que aplasta muchas otras vidas frágiles, y que difunde una mentalidad utilitarista que es necessario empezar a combatir si no queremos acabar igual. Pero quién sabe, tal vez la historia de Alfie desvelará mucho más, porque a muchos les queda una pregunta: ¿qué justifica el ensañamiento llevado a cabo por el hospital, aterrorizado ante la idea de que el pequeño fuera trasladado a otro centro hospitalario? ¿Qué es lo que ha hecho temblar al Hospital Alder Hey?...
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