En 1974 me hice cargo de la edición de El Correo de la Tarde en Mazatlán, Sinaloa.
En Sinaloa El Debate intenta desaparecer a Proyecto 3/Abraham García Ibarra
23 de octubre de 205...
En Sinaloa “hay bronca en el ejido”, como dicen los rancheros. La empresa periodística El Debate, impulsor de las candidaturas de los últimos tres gobernantes decidió atacar y desaparecer al semanario Proyecto 3/Voces que rompen el silencio, una publicación, a la que por su espíritu libre, independiente, decidí colaborar a motu proprio.
Para entendernos mejor: A punto de aterrizar (23 de octubre) a los 77 años de edad y a los 61 en el oficio periodístico, puede uno invocar ante sus editores el derecho a escribir en primera persona. Abordemos, pues, con un marco de referencia:
Durante la transición presidencial de José López Portillo a Miguel de la Madrid, a la dirección general de El Día, de la Ciudad de México, dirigida a mi nombre, llegó una carta con acento de intimación-intimidación en la que se me emplazaba a una suerte de duelo, a cuya respuesta no se le dio un segundo reclamo.
El motivo de aquella misiva, era un comentario periodístico en que aludí a un prominente personaje de la vida pública mexicana, al que me referí atribuyéndole vocaciones fascistas y documenté -con denuncias suscritas de sus compañeros de clase- que, aprovechando su posición de liderazgo nacional, se privilegiaba con protección judicial, créditos estatales y preferencias fiscales.
Sobre el primer punto hubo silencio. Sobre el segundo, se me imputó la intencionalidad de exhibir a aquel personaje como un vendido al gobierno.
Puesto que el beligerante personaje de marras ostentaba la posición de presidente una empresa editorial y colaboraba en algunas publicaciones metropolitanas, entre ellas El Universal, ¿podría inscribirse el episodio narrado en el rango de un mero diferendo profesional o polémica sobre un tema en el que está de por medio la Ética?
Yo no era más que un modesto colaborador en un medio periodístico auspiciado por una cooperativa de trabajadores, que me retribuía por mis servicios 600 pesos a la semana.
Mi desafiante corresponsal ocasional blasonaba ser fundador de más de una docena de negocios privados y ostentaba entonces el cargo de presidente nacional nada menos que del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), cargo al que había llegado después de ejercer la presidencia nacional de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex).
Desde esas encumbradas posiciones del poder económico, nuestro personaje era el enlace de la comunidad empresarial mexicana con sus pares de los Estados Unidos. Hablamos de Manuel de Jesús Clouthier del Rincón quien, al tiempo, sería candidato a la presidencia de México, nominado por el partido de las derechas, el de Acción Nacional.
¿Cuál es el quid de ese ejercicio memorioso, que me niego a tipificar como simple anécdota?
El centro de gravedad de esta narrativa tiene al menos los siguientes ingredientes: La definición y los límites del titulo de periodista; relación de la institución periodística-poder político, oficio periodístico-empresa editorial y empresa editorial como negocio y escudo de protección para multiplicar los negocios.
En 1974 me hice cargo de la edición de El Correo de la Tarde en Mazatlán, Sinaloa. En el editorial de presentación, a sabiendas del dato presupuestal, anuncié que la publicación llegaría sólo a la edición del número mil. A pie de página un texto decía: Este periódico no busca publicidad, ni la acepta.
En términos de ley se cumplieron requerimientos fiscales, incluyendo cotizaciones al Seguro Social, pero la gestión contable se caracterizó una anomalía: No existía cuaderno de facturas, porque el propósito no era facturar a nadie. Pretendíamos lectores, no clientes. Al llegar al final de la aventura, la liquidación al personal se hizo en especie con base en el reparto del patrimonio físico disponible. No dejamos acreedores resentidos.
Después de aquel plazo fatal anunciado en 1974, envueltos en una persecución política con represalias familiares, individualmente colegas y representantes de algunas organizaciones civiles me brindaron su solidaridad.
Tiempo después, en conferencia en que alternamos Carlos Monsiváis y yo, en Culiacán, un no ya tan joven empleado del diario de El Noroeste hizo a este escribidor un reproche por el tratamiento que en su figura política le dábamos a El Maquío, no obstante, alegó, que en aquella crisis, el diario de su propiedad fue el único que en Sinaloa nos apoyó.
Ignoraba dicho columnista que el “apoyo” consistió en notas de denuncia publicadas, en efecto, pero puntual y rigurosamente facturadas a nombre de Abraham García Ibarra.
Ahora bien: Asumimos entusiastamente la responsabilidad de rescatar El Correo de la Tarde (que ha quedado en prolongado suspenso), diríamos que en un rapto emotivo en memoria de don José Cayetano Valadés, el periodista porteño editor de La Tarántula, asesinado arteramente en 1870 por órdenes del gobernador Francisco Cañedo, y por lo que a ese crimen sucedió:
La posterior fundación de El Correo que, no obstante cierto origen de naturaleza gremial, por la presencia editorial sobre todo de Heriberto Frías (autor de Tomochic) y colaboradores como Rubén Darío, Amado Nervo y José Juan Tablada, entre otros, derivó a posiciones antirreeleccionistas contra la dictadura de Díaz, tendencia a la que se afilió Rafael Buelna, quien defendió con las armas lo que sostenía como periodista.
En un primer plano, abordo el tema desde la atalaya que nos permite la condición de miembro del Jurado Calificador del Certamen Nacional e internacional de Periodismo, auspiciado por el Club de Periodistas de México, A. C.. Se caracteriza como un reconocimiento entre pares y no admite estímulo en metálico.
Conforme ese certamen se ha acreditado, en las últimas ediciones anuales ha crecido la inscripción de postulantes, que ya para la entrega de 2015 fue superior a ocho mil. Todos los medios y todos los géneros.
¿Qué conclusión preliminar podemos ofrecer de esa experiencia? Desde mi criterio editorial: La expresión de heroísmo que late en los estados de la República donde el combate social corre a cargo de campesinos, indígenas, obreros mineros, etcétera, en creciente resistencia contra el despojo y la depredación de su patrimonio, cuyos usufructuarios no dudan en contratar sicarios para la represión, cuando los aparatos policiaco-militares ya no les son suficientes.
Al lado de esos combatientes, que han dejado de ser excepción, se juegan su suerte jóvenes y abnegados comunicadores surgidos desde el seno mismo de esos movimientos, que improvisan creativas formas de información que suplen y rompen el silencio de los medios convencionales.
Otra categoría procede de instituciones educativas y culturales, tanto las avecindadas en los teatros del conflicto, como de zonas metropolitanas donde la comunidad social está asqueada del rastrerismo rampante en la gran mayoría de los medios impresos, sobre todo los electrónicos.
Anticipamos esas dos categorías porque, en buena medida, son expresiones espontáneas financiadas con el producto de los boteos. Están aquellos periodistas cuyo oficio les viene en los genes y perseveran en el uso de viejos equipos del llamado “sistema caliente”, que para maldita la cosa les sirve a la maquila comercial si se les ocurriera pensar en esta opción.
Ahora se ha incorporado de buena fe a la defensa del Derecho a la Información y a la Libertad de Expresión una nueva generación que se vale de las redes sociales y, saltando sobre el anonimato, manifiesta su hartazgo al estado de cosas del que nadie -ni el poder político ni el poder económico- quiere hacerse responsable.
No es exagerado sostener que las formas de periodismo alternativo como las descritas superan ya en audiencia y lectura a las de los medios mercantiles: Los impresos que tienen predominancia en las zonas metropolitanas y, los electrónicos que tanto en el Distrito Federal como en los estados pueden ser catalogados con toda razón La voz de la autocracia en México.
Somos, pues, hombres de tinta. Nuestras mocedades en el oficio se vieron enorgullecidas y estimuladas en Sinaloa por la cercanía viva con aquellos que durante la primera mitad del siglo XX y gran parte de la segunda, dieron su fortuna moral e intelectual y sucumbieron en la miseria material.
Hablo de aquellos periodistas de cepa, hechos a machete, se decía, a los que el oficio les venía de herencia, generalmente etérea en lo físico y, cuando era acompañada con algún legado artesanal, terminaron siendo hombre-orquesta: Reportero, redactor, cajista, impresor, voceador, todo a la vez. Al morir, los colegas tenían que pasarse la charola para completar la factura del féretro.
En nuestro despegue, con cierta exageración lugareña, se hablaba de “periodismo moderno”, el de naturaleza empresarial: Irrumpía la Cadena García Valseca, se instituía El Debate y le seguiría El Noroeste… El summum de la modernidad: Los medios electrónicos.
No encontrarían su correspondiente Genaro Estrada Félix, Enrique Pérez Arce, José C. Valadés, don Alejandro Avilés, Antonio Nakayama, Jorge Medina León, Alfonso Paliza, don Carlos Mateos Sánchez, Francisco Gil Leyva, don Gustavo D. Cañedo, Ernesto Álvarez Nolasco, Manuel Ferreriro y Ferreiro, Antonio Pineda Gutiérrez, José María Figueroa, Herberto
Sinagawa Montoya, Esteban Zamora Camacho, Pomposo Salazar, José Elías Chávez, Mario Montijo. Francisco Robles Hernández, Ernesto Zenteno Carreón, Félix Cevallos Marcor, Blas Rojo… ¿Dónde andas, Miguel Ángel González Córdova?
No vamos a resignarnos a la sentencia de que los muertos entierren a sus muertos sin antes dejar testimonio de nuestra indignación ante el espectáculo que ahora mismo nos ofrecen en Sinaloa las prepotentes empresas editoriales como sociedades anónimas de capital variable: ¿Periodismo o negocio? ¿Periodismo o tráfico de influencias? ¿Periodismo o complicidad contratista? ¿Periodismo o depredación social, económica y ambiental? ¿Periodismo o agencia electoral?
¿Tienen las empresas mercantiles que regentean El Debate y El Noroeste escriturado en exclusiva el territorio de Sinaloa y titulado el monopolio de La Libertad de Empresa a expensas de La Libertad de Prensa? Por la inane arrogancia con la que actúan sus accionistas y empleados parecería que sí.
Parecería que sí…, si no fuera por la existencia de Proyecto 3/Voces que rompen el silencio porque se ha formado en Sinaloa una nueva sociedad civil de la que los magnates de la comunicación hacen como que ignoran su existencia por el sólo hecho de que su universo se enclaustró en una burbuja en la que sólo caben los que detentan intereses crematísticos, los del gran dinero, los de los capitales de procedencia inconfesable… y están convencidos de que los otros nacieron para obedecer y servir.
Una sociedad civil que, más temprano que tarde, se erigirá en sociedad política por la fuerza de las voces independientes de a deveras que, como las nuestras, romperán el silencio y a la postre terminarán por romper también el esquema de dominación.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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