@FedericoArreola
SDP, sáb 04 ago 2018 10:00
"Cada vez que los gobernantes han hablado de democratizar los medios, la libertad de expresión ha entrado en receso y ha desaparecido". Mario Vargas Llosa
“No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo”. Oscar Wilde
Hoy, sábado 4 de agosto de 2018, el destacado periodista Jorge Ramos después de cuestionar en su artículo de Reforma a AMLO por haber nombrado a Manuel Bartlett al frente de la CFE, sintió la necesidad de lanzar una explicación:
“Y antes de terminar, una aclaración. Esta es solo una de las muchas críticas que espero hacer antes y después de la Presidencia de López Obrador. Yo, como muchos mexicanos, quiero un país sin corrupción, sin muertos y con oportunidades. Pero el trabajo del periodista es ser contrapoder. Y es ahí donde pienso estar: del otro lado del poder”.
Raymundo
Hace pocos días, el 26 de Julio de 2018, en El Financiero, otro periodista importante, Raymundo Riva Palacio, sintió la misma necesidad: explicar que él hará periodismo crítico en los tiempos del presidente López Obrador independientemente del precio que tenga que pagar por ello. Cito a Riva Palacio:
√ “Hoy en día, nadie va a vencerlo (a AMLO) con ideas y argumentos, pero la claudicación no contribuye a enriquecer el debate”.
√ “El silencio cómplice o el miedo ayudan a la instauración del autoritarismo, que facilita un poder absoluto como el que tendrá López Obrador”.
√ “Hay que discutir posiciones y confrontar ideas en la arena pública que luchen contra percepciones construidas sobre las realidades alternas, sofismas o medias verdades, que se anidan en las redes y los medios convencionales, para contribuir también a un mejor gobierno”.
√ “Dar la batalla en este campo es una obligación de todos, para que la nueva realidad mexicana no sea deforme ni disfuncional”.
Como en su lucha contra el enorme poder del virtual presidente electo Raymundo solo cuenta con las armas del periodismo, el columnista de El Financiero citó “el credo de Adolph S. Ochs, escrito en 1896 poco después de adquirir The New York Times: ‘El objetivo es dar las noticias… imparcialmente, sin favores ni temores, sin importar partidos, sectas o intereses, para hacer de sus columnas un foro de consideración de todo aquello de importancia pública’. No es una mala idea para la era de la cuarta transformación de la República”.
Comiendo con un amigo periodista
Hace días, en un restaurante de Santa Fe, un amigo –no daré su nombre porque la charla era absolutamente personal, ya sabrá él si difunde lo que me dijo o no–, un periodista tan destacado como los dos anteriormente citados, me decía que había hablado con el propietario del medio para el que escribe y que, en resumidas cuentas, vio al empresario mediático nervioso y confundido; así que ese hombre pidió a mi amigo que, mientras se aclara qué tipo de relación tendrá finalmente AMLO con la prensa, él, el dueño, sugería ser cuidadosos, prudentes en las críticas al tabasqueño.
Mi amigo no ha encontrado –todavía no– ninguna razón para cuestionar con fuerza a Andrés Manuel, pero la está buscando, esto es, se ha entregado ya a la tarea de investigar todo lo que malo que hagan el virtual presidente electo y su equipo. “Entiendo tu nerviosismo”, dijo ese periodista al empresario de medios que le pedía prudencia en el trato a AMLO, “pero la verdad de las cosas es que no pienso sumarme a los propagandistas a favor del Peje. Deseo de todo corazón que a López Obrador le vaya muy bien y le quiero ayudar, así que para apoyarlo voy a buscar todo lo malo que él y sus colaboradores hagan, y si lo encuentro, si vale la pena, lo voy a publicar”. Lo hará en el medio en el que escribe o en cualquier otro en el que lo dejen.
Los periodistas no deberían hacer aclaraciones
En una democracia con prensa absolutamente libre los periodistas no tendrían por qué sentirse obligados a aclarar que van a ser críticos. No tendrían que hacerlo ni públicamente frente a sus lectores ni en privado en charlas más o menos amistosas con sus editores o empleadores. Si no calumnian, si no inventan, si no caen en especulaciones absurdas, tendrían los periodistas que sentirse con la libertad absoluta de cuestionar al poder con la mayor naturalidad.
¿Quién presiona a periodistas y empresarios de medios?
Si periodistas como Jorge Ramos y Raymundo Riva Palacio tienen que dar explicaciones en público acerca de que serán críticos con el más que popular presidente Andrés Manuel, se debe a que se sienten presionados.
Si un empresario como el editor de mi amigo del restaurante de Santa Fe presiona a mi amigo pidiendo “prudencia” frente a AMLO mientras se aclare qué tipo de relación tendrá con la prensa, es que ese mismo editor es el que se siente presionado.
¿Quiénes presionan?
Un poco el propio Andrés Manuel cada vez que responde a medios y a periodistas que lo cuestionan, tal como lo hizo recientemente con el diario Reforma, al que acusó de actuar en complicidad con el INE y la SHCP en el tema del fideicomiso de Morena para apoyar a los damnificados por los sismos. Es verdad que AMLO no viola ninguna ley y ejerce su propia libertad de expresión al hacer eso, pero… un hombre con tanto poder tal vez debería aplicar la receta que le sugieren a mi amigo periodista del restaurante de Santa Fe: la de la prudencia.
Lo cierto es que las presiones de Andrés Manuel a los medios son en realidad menores y los periodistas que le conocemos –casi todos en México– sabemos que él lo hace como un ejercicio dialéctico y que jamás se atrevería a concretar nada indebido en contra de la prensa.
Las mayores presiones contra los medios en los tiempos de López Obrador son otras…
Empresarios y chairos, los verdaderos enemigos de la prensa
A los partidarios de AMLO después de las elecciones de 2006 se nos bautizó como “chairos”. El origen de la palabra con este significado tiene que ver, según pienso, con dos cosas: con la masturbación y con la ley islámica, la Sharía. En ciertos lugares de México, el chairo es el que se masturba o se hace chaquetas mentales. Es decir, a quienes denunciábamos el fraude electoral de aquel año se nos ofendía en las redes –sobre todo lo hacían los partidarios de Felipe Calderón– diciéndonos que estábamos bien puñetas. Otros, más cultos, ayudaron a popularizar el término por su parecido con la ley islámica, Sharía: o sea, que además de puñetas éramos fanáticos.
Me incluyo entre aquellos chairos porque estuve en la primer campaña presidencial de AMLO y fui muy activo, durante años, denunciando al espurio Calderón en redes sociales. El hecho es que los chairos, que hoy definitivamente son un problema –la verdad sea dicha, se pasan de agresivos– ,no fueron los que empezaron: simplemente en el origen del conflicto respondían a las agresiones insultantes y calumniosas de la derecha panista siempre muy bien vista por la derecha empresarial, incluyendo a los propietarios de no pocos medios de comunicación.
El problema, que no es menor, radica en que hoy los chairos apasionadamente partidarios de López Obrador se pasan de agresivos e insultan de más a cualquier crítico del virtual presidente electo. Llegan a ser seriamente intimidantes sus mensajes a los periodistas que se atreven a cuestionar a AMLO. Ya no son los puñetas que inocentemente pensábamos que había condiciones para denunciar un fraude electoral sin recibir ataques por semejante audacia. Ahora auténticamente han establecido su propia Sharía o ley religiosa de la que abreva el peor fanatismo que pone en riesgo a la libertad de expresión en México.
Creo que a los chairos que tanto los atacan van dirigidas las aclaraciones de Jorge Ramos y Raymundo Riva Palacio. Pero no solo a ellos.
El empresario de medios que presiona a mi amigo periodista del restaurante de Santa Fe no actúa en función de los chairos o la Sharía: pide prudencia porque no sabe si López Obrador lo dejará sin publicidad oficial y también porque sus anunciantes y a veces socios, esto es, otros grandes empresarios de distintas industrias –los que tanto combatieron a AMLO durante años– están más que nerviosos, asustados, y por la mala conciencia que tienen han decidido pasar del ataque feroz a Andrés Manuel a la más abyecta lambisconería. Tales hombres y mujeres de negocios presionan a sus colegas de los medios para que nadie toque al virtual presidente electo ni con el pétalo de una rosa, no vaya a pensar Andrés que, por ejemplo, los y las del Consejo Mexicano de Negocios u otros organismos del sector privado, siguen detrás de las críticas.
Periodismo
Dijo Orwell, aunque no es seguro que sea de él la frase, que “periodismo es publicar lo que alguien no quiere que se publique; el resto son relaciones públicas”. El periodista, lógicamente, no es publirrelacionista. Sus patrones, editores o anunciantes de los medios en los que publica podrán ser expertos en relaciones públicas, sin duda. Pero el periodista no se dedica a quedar bien. Todo lo contrario, lo suyo es quedar mal.
Ojalá todos los periodistas mexicanos hagan lo que han hecho Jorge Ramos y Raymundo Riva Palacio: comprometerse a cuestionar a AMLO, guste o no al tabasqueño, a los chairos o a los empresarios. Ojalá todos en este oficio de la crítica digan a sus editores las palabras con las que mi amigo del restaurante de Santa Fe respondió al empresario que le pedía prudencia: “Entiendo tu nerviosismo, pero la verdad de las cosas es que no pienso sumarme a los propagandistas a favor del Peje. Deseo de todo corazón que a López Obrador le vaya muy bien y le quiero ayudar, así que para apoyarlo voy a buscar todo lo malo que él y sus colaboradores hagan, y si lo encuentro, si vale la pena, lo voy a publicar”.
La prudencia es la mejor de las virtudes, no la usemos como eufemismo de censura.
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