Afloró en Brooklyn la corrupción mexicana y estadunidense/J. JESÚS ESQUIVEL..
A lo largo de las 38 audiencias del juicio contra El Chapo –que comenzó en noviembre del año pasado– no sólo se hizo evidente la culpabilidad de Joaquín Guzmán como el narcotraficante más poderoso de la historia reciente, sino que se conocieron actos de corrupción que presuntamente implican a las más altas autoridades mexicanas y a las instancias encargadas de combatir el tráfico de estupefacientes hacia Estados Unidos. El Chapo fue declarado culpable. Pero sólo él…
WASHINGTON.- ¡Culpable! El veredicto unánime de los 12 integrantes del jurado puso punto final al proceso contra el narcotraficante mexicano más famoso del mundo, Joaquín El Chapo Guzmán, luego de un juicio que expuso traiciones, corrupción, mentiras y hasta violaciones sistemáticas a la soberanía mexicana por parte de agentes de la DEA.
La decisión del jurado de hacer al Chapo responsable de los 10 delitos de tráfico de drogas y lavado de dinero que le imputó el gobierno de Estados Unidos bajó el telón a un proceso judicial que empezó el 13 de noviembre de 2018 y concluyó el pasado martes 12.
El próximo 25 de junio El Chapo pisará por última vez la Corte Federal del Distrito Este en Brooklyn, Nueva York, para ser sentenciado por el juez Brian Cogan; la pena que se prevé es la de cadena perpetua.
Poco más de medio centenar de testigos, llevados por el Departamento de Justicia de Estados Unidos, incriminaron al Chapo y revelaron las intrigas que permean la llamada guerra contra las drogas.
Juan Carlos Ramírez Abadía, El Chupeta, y los hermanos Álex y Jorge Cifuentes Villa, narcotraficantes colombianos, son sólo tres de los 14 testigos cooperantes más destacados que en Brooklyn declararon contra El Chapo. Sus sentencias serán reducidas por la justicia estadunidense gracias a los acuerdos de cooperación establecidos con la DEA.
Con tal de imponer un castigo ejemplar al Chapo, el Departamento de Justicia cambiará la pena, por ejemplo, del Chupeta, quien sin tapujos admitió haber ordenado la ejecución de 150 personas y asesinado él mismo a otra con un disparo en el rostro.
Álex Cifuentes Villa, quien durante meses vivió escondido con Guzmán Loera en las montañas de Sinaloa, sirviéndole como secretario y enlace para la compra de cocaína en Colombia, narró en la Corte en Brooklyn que El Chapo y sus socios del Cártel de Sinaloa –entre ellos Ismael, El Mayo, Zambada– en 2012 entregaron maletas atiborradas de dólares al venezolano y consultor del PRI, J.J. Rendón, para financiar la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto.
No sólo eso, el colombiano recalcó que en octubre de 2012, ya con Peña Nieto como presidente electo, éste recibió 100 millones de dólares de los capos sinaloenses, de los 250 millones que supuestamente les habría exigido para “dejarlos trabajar”.
Como criminal, Cifuentes Villa puede no tener credibilidad, pero Jeffrey Lichtman, uno de los tres abogados del Chapo, le hizo admitir, con los documentos oficiales del Departamento de Justicia en la mano, que este presunto evento de corrupción al más alto nivel del gobierno mexicano se lo contó a fiscales estadunidenses y agentes de la DEA a principios de 2014.
Al ayudar a que eventualmente Guzmán Loera quede encerrado en la cárcel de máxima seguridad de Florence, Colorado, y gracias al acuerdo de cooperación que tienen con la DEA, el Chupeta y los hermanos Cifuentes librarán la pena de cadena perpetua y podrían ser castigados con sentencias de entre 10 y 15 años, pese a haber reconocido que metieron decenas de toneladas de cocaína a Nueva York, Chicago, Los Ángeles, Las Vegas y otras ciudades de Estados Unidos.
En el banquillo de la Corte en Brooklyn también fueron sentados Jesús Zambada García, El Rey, y Jesús Vicente Zambada Niebla, El Vicentillo, hermano e hijo del Mayo, respectivamente. Amigos y compadres del Chapo, estos dos mexicanos, cabecillas del Cártel de Sinaloa, desmadejaron las complejas redes de operación de una organización criminal de alcance mundial.
El Rey y El Vicentillo explicaron a detalle la forma en que los grandes socios y líderes del Cártel de Sinaloa –El Mayo, El Chapo y Juan José Esparragoza Moreno, El Azul–, con políticos, militares y policías de todos los niveles presuntamente en su nómina, usaron y siguen usando a México como plataforma para el trasiego de grandes cantidades de cocaína, heroína, mariguana y metanfetaminas a Estados Unidos.
El Rey declaró haber sido jefe de plaza en la Ciudad de México y haber manejado a su antojo el aeropuerto internacional Benito Juárez para facilitar la llegada de cargamentos de drogas de Centro y Sudamérica, así como de Asia.
El hermano menor del Mayo Zambada fanfarroneó incluso haber sido enlace del Chapo para lanzar su guerra contra cárteles enemigos: el de Tijuana, de los hermanos Arellano Félix; el de Juárez, de los Carrillo Fuentes; y el de los hermanos Beltrán Leyva, asentados en Guerrero y Morelos.
Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública en el gobierno de Felipe Calderón, fue uno de los funcionarios mexicanos que, de acuerdo con el testimonio del Rey Zambada, recibió millones de dólares de los cárteles de Sinaloa y de los Beltrán Leyva.
“El Vicentillo”
En el mismo tenor, El Vicentillo se mostró ante el jurado como el hombre de confianza de su padre y del Chapo para las operaciones de tráfico de drogas, eliminación de enemigos y sobornos de alto calibre para el Cártel de Sinaloa. Incluso relató cómo, gracias a sus contactos con funcionarios del gobierno federal, planearon usar buques de Pemex para meter a México cocaína sudamericana.
Aunque ese proyecto con Pemex no se concretó, sí quedó establecido –según sus declaraciones en la Corte– el tamaño de los tentáculos de su padre y del Chapo dentro de las estructuras de poder en el gobierno mexicano.
Zambada Niebla era uno de los cooperantes del Departamento de Justicia más esperado por parte de la prensa durante el juicio. Al hijo del Mayo –testigo protegido de la DEA– se la atribuye haber pasado al gobierno estadunidense información relevante y valiosa para la ubicación del Chapo en sus capturas en Mazatlán, en febrero de 2014, y en Los Mochis, en julio de 2015.
Con sus declaraciones durante el interrogatorio de la fiscalía y en el contrainterrogatorio al que lo sometió Eduardo Balarezo, otro de los abogados de Guzmán Loera, El Vicentillo enmarcó a su padre como el verdadero capo de capos del Cártel de Sinaloa y como un narcotraficante protegido por la DEA.
Al haber sido declarado culpable, El Chapo puede ser la salvación del Vicentillo, pues el próximo abril Zambada Niebla será sentenciado por el juez federal Rubén Castillo, quien está obligado a tomar en cuenta lo que el acusado aportó para que el capo sinaloense quede de por vida en Florence.
Por este favor que le hizo a la DEA, El Vicentillo podría quedar en libertad dentro de cinco años y no pasar el resto de sus días detrás de las rejas, como debería ser si el gobierno de Estados Unidos lo castigara por los delitos que le imputa.
El Vicentillo, con tono sarcástico y respondiendo a una pregunta de Balarezo, dijo no saber por qué la DEA no ha podido capturar a su padre, si le proporcionó las coordenadas precisas donde éste se esconde en la Sierra Madre Occidental, de sus casas de seguridad en Culiacán, la Ciudad de México, Guadalajara y otras entidades.
En respuesta a Balarezo, El Vicentillo admitió que una noche, hace tres años, agentes de la DEA lo sacaron de su celda y le pasaron un teléfono para que hablara con El Mayo.
El Vicentillo no marcó el número del teléfono de su padre; la DEA lo hizo. Y cuando los agentes le pasaron el celular, El Mayo ya estaba al otro extremo de la línea.
El captor
Víctor Vázquez, agente especial de la DEA y que ahora comanda esa dependencia federal en Lima, Perú, fue otro de los testigos en el juicio contra El Chapo. Fue el agente de la DEA con quien se reunió El Vicentillo en un hotel de lujo de la Ciudad de México la noche anterior a su captura, en marzo de 2009.
Su encuentro con Vázquez y otros agentes de la DEA, conforme a lo que testificó El Vicentillo en la Corte en Brooklyn, se llevó a cabo por pedido del propio Chapo para pasarle información al gobierno de Estados Unidos sobre las operaciones de narcotraficantes enemigos y competidores del Cártel de Sinaloa.
El Mayo y El Chapo esperaban que a cambio de la información que le proporcionaría El Vicentillo, la DEA dejaría en paz las operaciones del Cártel de Sinaloa. No fue así… o lo fue parcialmente.
La DEA doblegó al Vicentillo para que traicionara al Chapo.
Vázquez fue llevado al juicio por los fiscales para que presumiera los detalles de la estrategia de la DEA, en supuesta colaboración con la Marina de México, que desembocó en la captura del Chapo en febrero de 2014. El agente dijo ante el jurado que durante varias semanas él comandó a un ejército de marinos mexicanos hasta que pudieron detener al capo en el hotel Miramar de Mazatlán.
Vázquez se autoproclamó héroe. No uno estadunidense sino mexicano, porque en videos y fotografías del hecho se le vio vestido con el uniforme de la Marina de México y portando armas de alto calibre; actos, ambos, que la Constitución prohíbe a extranjeros en territorio mexicano.
Vázquez aseguró que él coordinó la captura del Chapo en Mazatlán, pero que físicamente no participó en el arresto del capo dentro del hotel Miramar, porque esa fue tarea de los marinos mexicanos.
La narración de Vázquez ante el jurado en Brooklyn contradijo lo que en julio de 2015, aunque bajo el anonimato, afirmó a Proceso: que él, sus colegas de la DEA, de la CIA y de los Alguaciles de Estados Unidos, y no los marinos mexicanos, fueron quienes arrestaron al Chapo.
Balarezo lo cuestionó sobre ello. Al agente de la DEA se le fueron las sonrisas y el fanfarroneo cuando el abogado lo hizo contradecirse. Vázquez rechazó haberse vestido de marino mexicano, haber sido él quien arrestó a Guzmán Loera y haber portado armas de alto poder en territorio mexicano.
Las mismas pruebas que presentó la fiscalía para que Vázquez presumiera su papel en la captura del Chapo en Mazatlán, Balarezo las usó para exponer a un agente de la DEA que cometió perjurio ante un jurado y en una Corte Federal, sin que hubiera consecuencias.
Combate en entredicho
El dramatismo, la corrupción y el morbo fueron común denominador a lo largo de las 38 audiencias del juicio y los seis días que le tomó al jurado deliberar para al final declarar culpable al Chapo.
Los tediosos testimonios de testigos sin credibilidad y los miles y miles de documentos de prueba que presentó la fiscalía ante el juez Cogan para incriminar al Chapo, abren interrogantes para el futuro de la cooperación bilateral en el combate al narcotráfico y apuntan hacia un fracaso de la guerra estadunidense contra ese delito.
El narcotraficante supuestamente más poderoso del mundo ya está anulado, pero los cárteles de Sinaloa y de Jalisco Nueva Generación siguen metiendo drogas al por mayor a Estados Unidos.
De acuerdo con las cifras de Washington, en promedio cada día mueren 130 estadunidenses por sobredosis de droga. Es decir, el enjuiciamiento y próximo castigo ejemplar al Chapo no alivia ese problema de salud y educación que está asesinando a miles de personas.
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