10 mar 2019

(A AMLO) Lo nombramos presidente, no sultán...: Woldenberg

Revista Proceso # 2210, 10 de marzo de 2019..
Rasgos de autoritarismo/
ÁLVARO DELGADO

José Woldenberg, quien presidió el Instituto Federal Electoral durante los comicios de la primera alternancia presidencial, en 2000, manifiesta su preocupación por el “resorte autoritario” que observa en las decisiones iniciales del gobierno lopezobradorista, por lo que llama a los distintos sectores sociales a evitar que en el país se escuche sólo la voz del presidente.
José Woldenberg está molesto con Andrés Manuel López Obrador, quien hace tres décadas fue su compañero en el PRD:
–Lo nombramos presidente, no sultán.
Al evaluar las decisiones, acciones y omisiones de López Obrador en sus primeros 100 días de gobierno, admite que ha “modificado las coordenadas de la política nacional”, como tender puentes con la sociedad que antes estaban rotos, pero ve malas señales para la democacia.
En particular, Woldenberg afirma que López Obrador “desprecia, y mucho, a las instituciones del Estado y a sus funcionarios, desprecia a los órganos autónomos y desprecia a las organizaciones de la sociedad civil. Y esto no presagia nada bueno”.

–¿Hay ya un modo de gobernar de López Obrador?
–Sí. Lo que más me preocupa es que existe un resorte autoritario en el presidente de la República.
Después de renunciar al PRD en 1991, por discrepar de la línea política del partido que presidía Cuauhtémoc Cárdenas, Woldenberg encabezó el primer consejo ciudadanizado del Instituto Federal Electoral (IFE), en 1996, justo cuando ascendía López Obrador al liderazgo perredista.
Se mantuvo en ese cargo hasta 2003, cuando López Obrador cumplía tres años al frente de la Jefatura de Gobierno de la capital del país, desde la que se catapultó para ser tres veces candidato presidencial, hasta que ganó, en 2018, con 53% de los votos.
Desde su cubículo de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, donde estudió López Obrador, Woldenberg observa un fortalecimiento del presidencialismo, un afán centralizador de decisiones, una descalificación a “rajatabla” de sus adversarios, y decisiones autoritarias, como las consultas.
Las organizadas para cancelar el nuevo aereopuerto y sobre la termoeléctrica de Huexca, reprueba, no son constitucionales, ni siquiera encuestas con muestra representativa: “Son más bien caprichos donde el poder se ve en el espejo y el espejo le dice al poder lo que éste quiere oír. Eso tampoco presagia nada bueno”. 
En particular, le parece aberrante la consulta que López Obrador organizará, el 21 de marzo, en el natalicio de Benito Juárez –uno de sus próceres favoritos–, para definir si son enjuiciados los expresidentes del “neoliberalismo”: Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
“Eso a mí me parece un delirio. ¡Un delirio!”, exclama para manifestar su repudio a esa consulta que considera indigna de un jefe de Estado, porque no se pude enjuiciar a quienes fueron presidentes por haber sido neoliberales.
“Eso no es un cargo. La democracia se hace para que las corrientes neolibeales, socialistas, conservadoras se expresen, contiendan y finalmente se trata de políticas diferentes, pero no pueden ser llevadas a tribunales”, explica.
Lo que sí puede llevarse a los tribunales son delitos específicos, pero de lo contrario “volveríamos a la época de los juicios de alzada, sin garantías para los inculpados. Impartir justicia tiene su chiste”.
Si se quiere juzgar a los expresidentes, añade, que el Ministerio Público arme los expedientes para establecer los posibles delitos y se los presente a un juez, para que se notifique al inculpado y se defienda, y si es culpable que se sancione. 
“Está hablando desde Salinas hasta acá. Muchos de los eventuales delitos es muy probable que hayan prescrito”, advierte, y reitera: “Hablar de cosas que pasaron hace 25 o 30 años y que van a ir a tribunales me parece una bufonada”.
–Pero va a ocurrir.
–Yo espero que no. 
–¿Debe reconsiderar?
–Creo que sí. Eso sería un show, sin ninguna base legal, sin ninguna base constitucional. Espero que eso no suceda.
Woldenberg entiende que López Obrador diga que la consulta prevista en la Constitución es inoperante, pero entonces que se modifique.
“Yo no digo que a nuestra Constitución tengamos que verla como las tablas de la ley reveladas. Pero el presidente sobre todo está obligado a cumplir con lo que la Constitución dice. Lo nombramos presidente, no sultán. Y es presidente porque hay un marco constitucional en que derivan todas sus potencialidades, pero también todos sus límites.”
Llamado a resistir
Constructor y defensor del proceso de transición democrática en México, Woldenberg lamenta el poco aprecio que López Obrador y la sociedad tienen de los logros en esta
materia.
“Me preocupa que desde el gobierno, y también desde la sociedad, no se valore mucho lo que se construyó en México en las últimas décadas en materia democrática. En el discurso presidencial la etapa de transición a la democracia prácticamente es omiso”, subraya.
Autor de una treintena de libros, entre ellos La mecánica del cambio político en México y México: la democracia difícil, el expresidente del organismo antecesor del Instituto Nacional Electoral valora los logros de la transición democrática, como el sistema plural de partidos, hoy debilitado, la Presidencia de la República acotada por el Congreso y el Poder Judicial, así como el sistema de organismos autónomos.
Pero reconoce que esto obedece a que la corrupción, la inseguridad y la desigualdad han estado más en el centro de la atención pública. 
“No hay un disolvente mayor de la confianza en las instituciones públicas que los fenómenos de corrupción que llevan aparejada impunidad”, subraya, y añade que, en paralelo al proceso democratizador, hubo una espiral de violencia que alimentó el malestar con los políticos, los partidos y los gobiernos.  
“Y si a eso sumamos que la economía no creció a tasas medianamente importantes como para atender la incorporación de millones de jóvenes al mercado de trabajo, que acabaron en la informalidad, y si además agregamos las enormes desigualdades que marcan nuestro país, entonces quizá podamos entender por qué esa desafección con los partidos que hicieron posible la transición democrática en los primeros años de la democracia.”
Esto explica en buena medida, dice, el triunfo de López Obrador, pero también le advierte: “Ese caldo de cultivo sigue ahí y no se revierte sólo con proclamas y con anuncios. Mucho del performance del nuevo gobierno sí ha tendido puentes con los ciudadanos, pero si la corrupción y la violencia no se abaten, si la economía no crece, si la gente no ve un horizonte productivo para él y para sus hijos, es probable que los fenómenos de desencanto vuelvan a aparecer”.
Alerta: “Ojalá no tiremos al niño con el agua sucia. Para mí el niño se construyó en términos democráticos y el agua sucia son todos estos fenómenos, todos estos rezagos, estas plagas que erosionan la vida misma”.
Para Woldenberg, es claro que en los primeros 100 días de gobierno de López Obrador hay el afán de “reconcentrar en la Presidencia muchas facultades y eso, bien pensado, no le conviene ni al presidente”.
–¿Por qué?
–Porque entre más facultades concentra, más responsabilidades tiene.
–¿Y más costos?
–Pero desde su punto de vista no se ve así, sino ve que entre más concentra poder, menos obstáculos para desplegar su voluntad tiene. Eso es lo que me preocupa. 
“Creo en los principios del ideal democrático republicano, que es muy importante que las autoridades sean electas, ese es el punto de partida, pero luego es muy importante que el poder esté regulado, dividido, vigilado, equilibrado, y eso es lo que va a estar en juego en los próximos meses y años.” 
Añade: “Hoy tenemos un presidente mucho más fuerte que los del pasado, tanto por el triunfo electoral, por la correlación de fuerzas en el Congreso, como por el apoyo popular que mantiene. Y por otro lado, por la caída en votos de la oposición”.
–¿Ve riesgo de despotismo?
–Yo sí veo un riesgo de autoritarismo.
Y es que, si bien entre los diferentes proyectos existen voces discordantes –“eso está en el código genético de la democracia”–, López Obrador polemiza descalificando.
“Esas pulsiones son las que a mí me preocupan, y mucho. Hay un afán centralizador y un no entendimiento de que los Estados democráticos modernos aspiran a que el poder esté dividido, regulado, equilibrado, contrapesado, y a veces me da la impresión que, desde la visión del presidente, quienes cumplen con esas funciones son vistos como trabas, como obstáculos.”
–¿Esto debe generar una reacción crítica o, al contrario, que se subordinen?
–Por eso hablo de una puja. En efecto, ante el acoso, puede haber quien se venza, pero puede haber, y es a lo que apuesto, quien resista.
Pone como ejemplo la desaparición de la autonomía universitaria de la Constitución, que él cree que sí fue un error, pero eso movilizó a los rectores: “Ahí hubo resistencia y fue claro que no pueden hacer su voluntad como si no existieran otros”.
Pero hay otros casos, lamenta, en los cuales “podemos ver que se reblandezcan las instituciones y quieran alinearse con los propósitos del presidente de la República”.
Un ejemplo es la Comisión Reguladora de Energía (CRE), cuyo presidente, Guillermo García Alcocer, fue acusado de conflictos de interés y ofreció renunciar.
“Las dos cosas son dignas de preocupar. Que desde Presidencia aparezca como una especie de persecución a alguien indeseado y que esta persona perseguida, en un momento, pida clemencia. Bueno, ninguna de las dos cosas está bien.”
Por eso apuesta a que los órganos autónomos del Estado mexicano “sepan valorar lo que es la autonomía y no siguiendo las directrices del Ejecutivo federal. Eso lo veremos en los próximos meses”.
–Que no se acobarden.
–Sí, que sigan actuando como órganos autónomos. No deben quedar bien con el presidente de la República, sino cumplir con su misión.

Pero además Woldenberg apuesta a que la sociedad también se movilice, “desde las organizaciones de la sociedad civil hasta grupos empresariales, sindicales, agrarios, medios de comunicación” para evitar que exista una sola voz.

“Esa es mi esperanza: las condiciones socioculturales de México no dan para que esa diversidad se exprese de manera unificada. Ese es un sueño que ni en mis peores pesadillas alcanzo a ver.”

¿Cambio de régimen?

Contrario a lo que proclaman López Obrador y Morena, Woldenberg niega que haya habido un cambio de régimen con la alternancia. “Por eso no uso esta fórmula de la Cuarta Transformación”, aclara.

“El régimen sigue siendo el mismo: una república federal, democrática, representativa y laica. Eso es lo que dice la Constitución. Hubo un cambio de las fuerzas que conducen el entramado estatal, pero hasta ahí.”

Tampoco cree que pueda restaurarse un partido hegemónico, porque México es una sociedad modernizada, “si se quiere de manera contrahecha”, y plural. Quizá Morena en las próximas elecciones “refrende ese punch”, pero volverán las elecciones competidas.

“Morena puede acabar siendo un partido predominante o incluso un partido hegemónico, pero puede, no está escrito en ninguna ley, y eso dependerá de la gestión de gobierno, de lo que haga Morena pero también de lo que haga el resto de los partidos. Esta historia no se ha acabado, porque no se acaba nunca y hay muchas contingencias.”

–¿Entonces no está en riesgo la democracia?

–El día de hoy tenemos una incipiente democracia a la que hay que cuidar, valorar y apuntalar, porque estas construcciones no son de una vez y para siempre. No hay nada que puede garantizar que la democracia perdure por siempre. 

Por eso alerta sobre la estrategia del gobierno de transferir dinero en efectivo de programas sociales, que él rechaza, pero que son efectivos para el proyecto de López Obrador en curso. 

“La primera impresión de millones de gentes es: ‘Estos sí nos están atendiendo, están viendo por nosotros’. Con todo lo que eso implica”, subraya, y recuerda que el padrón fue levantado por simpatizantes de Morena cuando eran particulares.

“Esos son los resortes preocupantes. Los marcos normativos no les gustan, los sienten como una camisa de fuerza y entonces viene la buena voluntad.  A estas alturas deberíamos saber que la buena voluntad, por sí misma, puede generar los peores infiernos.”
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