2 abr 2019

La cumbre sobre abusos y la insidia “donatista”

Para comprender el alcance de la lucha contra la pedofilia en la iglesia, las respuestas adecuadas y el misterio del mal, de regreso de Marruecos abordo del vuelo el papa Francisco invitó a leer un artículo de Gianni Valente en Vatican Insider....donde habla de los donatistas. 
El artículo al que se refería el Pontífice fue publicado en el periódico en línea La Stampa, dedicado a la información sobre la Santa Sede y las religiones, el pasado 22 de febrero, es decir, durante el encuentro para la protección de los menores....
Lo podemos leer en español....

La vaticanista Cristiana Caricato de TV2000, le pregunta al Papa.....
-Santo Padre, usted apenas ha hablado del miedo, del riesgo de dictaduras que este temor pueden generar. Hoy un ministro italiano en referencia al Convenio de Verona ha dicho que más miedo que de la familia debe haber miedo al islam. Según él estamos en riesgo de dictadura en nuestro país, según usted es fruto del prejuicio, del desconocimiento. ¿Qué cosa piensa sobre esto? Usted denuncia con frecuencia las acciones del diablo, lo ha hecho recientemente, me parece que en el último periodo ha estado muy activo, también en la Iglesia. Según usted, qué se necesita para contrarrestarlo, sobre todo por el escándalo de la pedofilia, ¿bastan las leyes? Por qué así está activo el diablo en estos momentos.
La respuesta del Papa fue....

-Buenísimo, gracias por la pregunta. Un periódico, después de mi discurso al final del encuentro con los presidentes (de los episcopados del mundo) ha dicho: “El Papa ha estado avispado. Primero ha dicho que la pedofilia es un problema mundial, una plaga mundial, después ha dicho algo sobre la Iglesia, y al final se ha lavado las manos y ha echado la culpa al diablo”. Un poco simplista, ¿no? Aquel discurso es claro.
Un filósofo francés en los años 70s había hecho una distinción que a mí me ha dado mucha luz, se llamaba (Ininteligible). Me ha dado una luz hermenéutica. Él decía “para comprender una situación se necesita dar todas las explicaciones y después buscar las significaciones, qué cosa significa socialmente, personalmente o religiosamente”. Y yo busco de dar todas las explicaciones, y también las medidas de las explicaciones, pero hay un punto en el que no se entiende sin el misterio del mal. Piensa en esto: La pedopornografía virtual. Hubo dos importantes encuentros, uno en Roma y uno en Abu Dhabi. Yo me pregunto: ¿Cómo esto se ha convertido en algo cotidiano? ¿Cómo puede ser -estoy hablando de estadísticas serias-, que si quieres ver un abuso sexual de un menor en vivo, lo puedes ver con la pedopornografía virtual, te lo hacen. No digo mentiras, está en las estadísticas. Yo me pregunto, los responsables del orden público, ¿no pueden hacer nada?
Nosotros en la Iglesia haremos de todo para terminar con esta plaga. Y en ese discurso di medidas concretas, que ya estaban antes del encuentro cuando los presidentes de las conferencias me dieron ese elenco (de medidas) que les di a todos ustedes.
Los responsables de esta porquería, ¿son inocentes? Aquellos que ganan dinero con esto. En Buenos Aires, una vez con dos parlamentarios de la ciudad, no del gobierno nacional, habíamos hecho una ordenanza, no es una ley, sino una disposición no vinculante para los hoteles de lujo, donde se decía que pusieran en la recepción que en este hotel no se permiten las relaciones con menores. Ninguno quiso colocarlo. “No, no se puede, porque parece que somos sucios. Se sabe que nosotros no lo hacemos…”, pero sin el cartel.
Un gobierno, por ejemplo, ¿no puede individualizar dónde se hacen estos videos con los niños? Todos filmados en vivo. Esto para decir que la plaga mundial es grande, pero para decir también que esto no se comprende sin el espíritu del mal. Es un problema concreto, debemos resolverlo concreto, pero decir que es el espíritu del mal.
Para resolver esto hay dos publicaciones que recomiendo: un artículo de Gianni Valente, creo que en Vatican Insider, que habla de los donatistas. Es el peligro de la iglesia hoy de convertirse en donatista haciendo solo prescripciones humanas, que se deben hacer, pero solo esto olvidando las otras dimensiones espirituales, la oración, la penitencia, la acusación de uno mismo, que no somos habituados a hacerlas. Porque para vencer al espíritu del mal, no sirve lavarse las manos y decir el diablo lo hace. También nosotros debemos luchar contra el diablo, como debemos luchar con las cosas humanas....

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La cumbre sobre abusos y la insidia “donatista”/Vatican Insider, 02/04/2019...
GIANNI VALENTE
ROMA

Durante el vuelo de vuelta de Marruecos, el Papa recomendó leer este artículo de Gianni Valente. Lo publicamos también en español. 
Yo no creo que nuestros tiempos sean mejores que los del diluvio», dijo el martes pasado el Papa Francisco, celebrando la misa matutina en la capilla de Santa Marta. Se parece mucho a un diluvio universal la catástrofe de abusos y perversiones sexuales clericales, verdaderos y presuntos, que surgen en todas las latitudes del mundo, precisamente mientras en Roma el Sucesor de Pedro ha convocado a los representantes de todos los episcopados nacionales para reconocer las propias responsabilidades y para que traten de poner en práctica todo lo humanamente posible para proteger a los menores de edad y a las personas frágiles de los abusos en los ambientes eclesiales.
La cumbre es representada como una especie de Apocalipsis. 
La asamblea de la última oportunidad, del ahora o nunca más, de la cuenta final, de la última ocasión para que sobreviva la Iglesia, intimidada por los tiros preventivos de quienes ya afirman que todo lo que se pueda hacer será demasiado poco o, como sea, habrá llegado demasiado tarde. Los pecados y los crímenes de individuos y grupos se convierten, gracias a las posibilidades de la sinécdoque, en la confirmación de una culpa colectiva. Y así todo el cuerpo eclesial acaba en el banquillo en cuanto tal, como aparato corrupto, sistema de silencio cómplice de criminales, de contubernios mafiosos, de encubrimientos de sacro lupanar. El pasaje que vive la Iglesia representa, por supuesto, un momento de verdad. Y también lo es por factores que normalmente no son recordados por los que llevan a cabo la representación de lo que está sucediendo.
 El vértigo ante el mal e instrucciones de uso 
Desde mayo de 2014, durante el vuelo de regreso de la Tierra Santa a Roma, el Papa Francisco sugirió la causa última de la pederastia clerical, cuando comparó a los clérigos pederastas con quienes ofician misas negras. Los abusos clericales de los más débiles y menores de edad tocan vertiginosamente el misterio y la naturaleza misma de la Iglesia. Su misión como instrumento de la gracia. Instrumento no auto-suficiente que existe y puede vivir, en cada instante, solamente como reverberación y signo de la caridad de Cristo, que, encontrando y atrayendo a sí a las personas, la convierte visiblemente en Iglesia.
 En la historia de los hombres, la Iglesia es solamente la visibilidad de esta atracción amorosa, sin la cual, incluso las estructuras y las prácticas eclesiásticas pueden convertirse en peligrosísimos factores de perdición e infelicidad. Lugares en los que se consuman ritos sacrificiales, perpetrados en la carne viva de las personas. Como ha sucedido con todas las víctimas de los abusos clericales. La abominación de los abusos sexuales clericales, documentado no como fenómeno marginal de casos aislados, sino como una perversión endémica en amplias zonas del cuerpo eclesiástico, pude ser vista con lealtad y verdad solamente si no se oculta otro dato confirmado, y también vertiginoso: que la Iglesia, por su naturaleza, no se auto-redime de los males por sus fuerzas, con medios o estrategias humanas. Este es el auténtico parteaguas, esta es la partida más real que se está jugando en estos días. Si se censura este dato, incluso la crisis de la pederastia y de los abusos clericales se convierte en un pretexto para encerrarse en la burbuja asfixiante de las operaciones de la política eclesiástica.
 La némesis de las derechas clericales 
El deseo sin escrúpulos de explotar políticamente la catástrofe de los abusos sexuales del clero se ha manifestado con formas grotescas y vulgares sobre todo en amplios sectores de la red global de las derechas clericales. Con cardinales y agentes de prensa enrolados a tiempo completo para repetir con una insistencia obsesivo-compulsiva la letanía de la invasión homosexual en la jerarquía del clero. La pista del “complot” homosexual pretendía poner en dificultades al Papa Francisco, acusándolo de fantasmagóricas aperturas hacia la cultura homosexualista. Después, como sucede a menudo, el lodo arrojado al ventilador ha acabado ensuciando a todos. La “caza a los gays en el Vaticano y en las altas esferas eclesiásticas, con sus más recientes y escuálidas manifestaciones editoriales, sigue tocando a personajes de primer orden y círculos influyentes de los Pontificados anteriores. Y demuestra cuán vanos y pretensiosos son los argumentos de los que piden afrontar la crisis aumentando las dosis de adoctrinamiento moral “rigorista” sobre cuestiones sexuales en los seminarios, en los noviciados y en las universidades eclesiásticas.
 En las recientes estaciones eclesiales y, en particular, durante el largo Pontificado wojtyliano, la cúpula de la Iglesia había dedicado una atención particular a la reafirmación, incluso en la formación de los sacerdotes, de las reglas y los contenidos de la moral sexual católica. Sin embargo, precisamente en esa estación se verificaron los abusos que ahora salen a la luz. Las turbiedades aumentaban en el momento en el que la moral sexual parecía haberse convertido en el caballo de batalla del lenguaje eclesial. Infecciones y patologías que, seguramente, también llegaron a círculos y grupos clericales ocupados en la ostentación de los propios rigorismos pseudo-doctrinales (no sin obtener a menudo discretas recompensas en términos de poder eclesiástico).
 La ilusión tecnocrática 
La infección de los abusos clericales de menores y personas débiles revela traumáticamente la no auto-suficiencia de la compañía eclesial, su incapacidad para plasmarse por sí misma como “Societas perfecta” en virtud de proclamadas y enarboladas coherencias morales. Incluso el Papa Francisco, al inaugurar la cumbre sobre la protección de los menores en la Iglesia, repitió que hay que aplicar urgentemente en todo el mundo las «medidas concretas y eficaces»para desmantelar cualquier residuo de silencio cómplice y de encubrimientos eclesiásticos ante los abusos clericales. Pero la misma raíz de ese oscuro mal deja claro que es inapropiado cualquier enfoque que pretenda “arreglar las cosas” prescindiendo de la gracia de Cristo, necesaria. Inapropiado es, pues, cualquier enfoque que apueste por acreditar como instrumentos suficientes de auto-purificación los protocolos disciplinarios establecidos, vigilancia más estricta, denuncias más veloces, la represión más inmediata. O tal vez cursos de concientización, de dirección espiritual y de formación permanente.
 Ante el abismo de la pederastia clerical, la reacción neo-rigorista homo-sexofóbica y la reacción tecnócrata “políticamente correcta”, a pesar de estar ideológicamente alejadas, acaban compartiendo los mismos reflejos condicionados afines a una antigua herejía, que en los primeros siglos pretendía cancelar de la persona de Cristo mismo la eficacia de los sacramentos y de los medios de salvación administrados en la Iglesia, y sujetarla a la dignidad y a la impecabilidad de sus ministros. La herejía pretendía construir una “Iglesia de puros” y perfectos mediante la rigurosa fidelidad al Evangelio de los orígenes, encomendada ya no al don de la gracia, en cada instante, sino obtenida según el esfuerzo heroico de coherencia moral y rigurosa aplicación militar de procedimientos y medidas disciplinarias.
 Durante la historia, cada vez que la Iglesia ha pretendido curarse sola de sus males, ha acabado pareciéndose a una organización de inteligencia rehén de investigaciones y chantajes. Congestionada por el desprecio de los “lapsos” y de los contaminados. De esta manera todo el cuerpo eclesial no logra comunicar nada útil ni interesante a los hombres y a las mujeres que esperan la salvación de las heridas y enfermedades, y no se reconoce mendicante de sanación.
 Todo esto sucede si no es Cristo mismo quien cure las enfermedades de la misma Iglesia, si el deseo de frenar los encubrimientos de los abusos tiene como último fin defender a la “empresa Iglesia”, su buena reputación de benemérita organización social, y no coincide con el dolor por haber herido la carne misma de Cristo, con la condición mendicante de Su perdón y con la petición de que sea Cristo mismo quien salve las vidas (incluso las más arruinadas) tanto de las víctimas como de los carniceros.

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