24 dic 2025

Sayedna Chedraoui: Del vecino en la Narvarte al jerarca de Bosque Real

Sayedna Chedraoui: Del vecino en la Narvarte al jerarca de Bosque Real

La noticia me asaltó la mañana del miércoles 14 de junio de 2017: Sayedna Antonio Chedraoui Tannous había fallecido. Eran las 04:53 horas cuando el Arzobispo Metropolitano de la Iglesia Ortodoxa de Antioquía dio su último suspiro a los 85 años. Se fue tras una larga enfermedad, justo cuando estaba por celebrar su onomástico. Con su partida, se cerraba una era irrepetible en la historia religiosa y política de México.

Sayedna —que significa "Nuestro Señor" o "Maestro"— nació en Trípoli, Líbano, en 1932, pero su corazón terminó siendo profundamente mexicano. Llegó a nuestro país en los años sesenta, joven y con la maleta llena de fe. Aunque sus estudios de Teología y Filosofía provenían de la Universidad de Atenas, fue en suelo azteca donde construyó su leyenda.

El ascenso: entre la fe y la "palanca" política

Su camino no fue sencillo. Cuando el Sínodo lo envió a México como obispo, se topó con la barrera de la burocracia: las autoridades migratorias le negaron la visa. En aquel entonces, las iglesias carecían de personalidad jurídica. Sin embargo, el destino —y sus sólidos vínculos con la comunidad libanesa— lo acercó al presidente Gustavo Díaz Ordaz.

Gracias a ese puente, Sayedna entró por la puerta grande. México necesitaba un guía para la creciente comunidad ortodoxa, mientras los maronitas asistían al templo de Nuestra Señora de la Balvanera. Él fue el hombre indicado para dirigir la Catedral Ortodoxa de San Jorge, en la calle de Tuxpan, en la colonia Roma.

Para 1993, ya era un personaje con un peso político envidiable. Fue de los primeros en registrar su Iglesia como Asociación Religiosa y, un año después, se nacionalizó mexicano. Su ascenso fue imparable: en 1996 fue nombrado Arzobispo Metropolitano para México, Venezuela, Centroamérica y el Caribe.

Las legendarias pasarelas de enero

No se puede entender la política mexicana de finales del siglo XX y principios del XXI sin mencionar las famosas fiestas de cumpleaños de Chedraoui; eran auténticas pasarelas de poder. Cada 17 de enero, tras la liturgia en honor a San Antonio el Grande en Huixquilucan, se armaba el festín.

Ahí se veía de todo: desde Carlos Slim y secretarios de Estado, hasta gobernadores de todos los colores. Entre tacos de carnitas, jabalí y brindis con tequila o whisky, se tomaba el pulso político del país. Sus eventos competían en convocatoria incluso con las celebraciones de monseñor Onésimo Cepeda, obispo de Ecatepec.

Una memoria personal: el vecino de la Narvarte

Más allá del jerarca, confieso que lo conocí de una forma mucho más terrenal en 1980. En ese entonces, yo no dimensionaba su jerarquía; éramos simplemente vecinos "casa con casa" en la calle Doctor Barragán, en la colonia Narvarte. Charlábamos de forma modesta en la banqueta; él vivía con una sencillez que no delataba su enorme influencia.

Solía hacerme bromas: una vez, mientras yo lavaba mi auto, me pidió entre risas que le ayudara a lavar el suyo, que —huelga decir— era mucho más elegante que el mío. Recuerdo que en 1982 cerraron nuestra calle porque en su casa cenaba Arturo "El Negro" Durazo, entonces jefe de la Policía capitalina. Me molestó el despliegue de seguridad e hice un reclamo..

El destino nos volvió a juntar en enero de 1994. Yo era director de Asuntos Religiosos en Gobernación y me encargaron realizar los perfiles de los principales líderes religiosos del país. Sayedna se enteró y, a través de un amigo común, Genaro Jaimes, me invitó a comer al restaurante árabe Adonis, en Polanco. Pasó por nosotros en un Cadillac imponente. Al vernos de nuevo, tardamos apenas unos minutos en reconocernos; reímos recordando aquellos días en la Narvarte y brindamos "como Dios manda".

El legado de la concordia

A partir de ahí, nuestra relación se estrechó. Lo visité en más de una ocasión a su casa del Pedregal.  Recuerdo con especial afecto cuando la Academia de Geografía y Estadística le otorgó la Legión de Honor; dio un discurso brillante en el Centro Libanés sobre libertad religiosa. Me regaló una copia y, con esa humildad que lo distinguía, me pidió mi opinión, la cual le di de inmediato.

La última vez que lo vi fue el 7 de abril de 2017, apenas dos meses antes de su partida. Estábamos en el Museo Memoria y Tolerancia para el evento "Obreros por la Paz", convocados por Beatriz Pagés y el reverendo Abner López. Compartimos el estrado como oradores. Lo vi visiblemente desmejorado y cansado, pero su espíritu seguía firme, enviando un mensaje de concordia para México.

Tras su fallecimiento, el clero y la comunidad ortodoxa lamentaron profundamente la pérdida del "Bienaventurado y Siempre Recordado Arzobispo". Fue velado en la Catedral de San Pedro y San Pablo, en Bosque Real. Aunque no asistí al funeral, acudí a la misa de réquiem en la Catedral de San Jorge, en la colonia Roma, junto a Abner López..

Hoy, Sayedna Chedraoui descansa en la Catedral de Bosque Real, tal como él lo dispuso. Se fue el líder, pero nos queda el recuerdo del hombre que supo navegar entre la fe y la política con una sonrisa y una mano siempre extendida.

Como dice la tradición de su Iglesia: ¡Que su memoria sea eterna! Descanse en paz, Sayedna.

No hay comentarios.:

Sayedna Chedraoui: Del vecino en la Narvarte al jerarca de Bosque Real

Sayedna Chedraoui: Del vecino en la Narvarte al jerarca de Bosque Real La noticia me asaltó la mañana del miércoles 14 de junio de 2017: Say...