El llamado es a que estemos muy pendientes de todo el juicio, que no sea un asunto nada más de tribunales judiciales, que se aun asunto de un tribunal ciudadano, popular para que todos conozcamos cuál era el modus operandi de los delincuentes de cuello blanco..” AMLO.
¿Justicia o política?/Ana Laura Magaloni Kerpel
en REFORMA, 1 Ago. 2020
Todo parece indicar que el detonante más importante del juicio de Emilio Lozoya fue político. El presidente López Obrador seguramente sabe que la gravedad de la crisis económica, aunada a la ineficacia de su gobierno para reducir los contagios y salvar vidas durante la pandemia, tendrán un impacto negativo para Morena en los procesos electorales de 2021. Por ello, llevar a juicio a Emilio Lozoya y, por lo que parece, también a otros altos funcionarios de la pasada administración, es increíblemente conveniente para recordarle al electorado por qué voto por AMLO. Sin duda, la extraordinaria y desbordante corrupción del sexenio anterior es un obstáculo para que existan oposiciones electorales fuertes en 2021.
Sin embargo, más allá del contexto político-electoral, quiero imaginar que el fiscal general y el propio Presidente entienden que el verdadero cambio o contraste con la clase política del pasado no es armar una acusación contra algún alto funcionario por razones políticas. Eso lo hemos visto muchas veces. La diferencia sustantiva sería separar la justicia de la política. Para ello se necesitan llevar a cabo juicios ejemplares que muestren a todos que el castigo no es una venganza política o una mera estrategia electoral. Por el contrario, el castigo es producto de un proceso judicial basado en las normas jurídicas, las razones, los argumentos, las pruebas y la confrontación en un plano de equidad entre las partes. Esto último sería un verdadero cambio de régimen.
Prácticamente no existen referentes en México de juicios ejemplares. Nuestras instituciones de procuración e impartición de justicia todavía no logran hacer realidad la potencia que subyace en el sistema de juicios orales. Una de las principales diferencias entre los procesos escritos y los procesos orales es que estos últimos centran la dinámica del juicio en el relato de historias humanas concretas. Así, por ejemplo, el fiscal en el caso de Lozoya y anexos debe ser capaz de explicarnos los distintos modus operandi de la corrupción en la cúpula del poder en el sexenio anterior, así como el destino final de los recursos robados y la responsabilidad concreta de los acusados. La defensa, por su parte, debe proponernos una historia alternativa o resaltar las inconsistencias de la historia propuesta por el fiscal. La trama de estas historias se debe ir urdiendo con las pruebas que aportan cada una de las partes y que desahogan de cara al juez, al acusado, a la opinión pública y a la ciudadanía. Los jueces, en este contexto, tienen una gran responsabilidad, pues la forma en la que conducen el juicio y su decisión final van a impactar en la construcción de los referentes colectivos de lo que significa la justicia y cómo ésta se teje de la mano con el derecho.
Andrés Baytelman y Mauricio Duce, expertos chilenos en el tema, sostienen que: "la apertura de los tribunales a la ciudadanía y a la prensa suele producir un fenómeno que supera la mera publicidad. Los procesos judiciales capturan la atención de la opinión pública, catalizan la discusión social, moral y política de la colectividad, se convierten en una vía de comunicación entre el Estado y los ciudadanos a través de la cual se afirman valores, se instalan simbologías y se envían y reciben mensajes mutuos".
Mi argumento central es el siguiente: la FGR tiene una oportunidad inigualable de diferenciarse sustantivamente de la PGR. Para ello, en el caso de Lozoya y anexos debe buscar construir referentes colectivos de justicia y no prestarse a participar en un circo político con claras intenciones electorales. La calidad de los procesos judiciales constituye uno de los asideros más importantes que tiene el Estado para demostrar a la colectividad que su principal fuente de autoridad proviene de la razón, la justicia y la ley y no de la fuerza, el capricho y la imposición.
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De repente me vienen a la mente el poema del poeta británico norteamericano W. H Auden, la ley (es) como el amor...:
"La Ley, dice el juez desde su solio,
hablando claramente y con severidad (...),
La Ley, como antes había dicho,
La Ley, como supongo ya saben,
La Ley, si otra vez me permiten explicarlo,
La Ley es La Ley...(y) no es ni equívoca ni justa...”.
De repente me vienen a la mente el poema del poeta británico norteamericano W. H Auden, la ley (es) como el amor...:
"La Ley, dice el juez desde su solio,
hablando claramente y con severidad (...),
La Ley, como antes había dicho,
La Ley, como supongo ya saben,
La Ley, si otra vez me permiten explicarlo,
La Ley es La Ley...(y) no es ni equívoca ni justa...”.
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