Nunca tuve indicios contra Cienfuegos, dijo el presidente López Obrador en la mañanera de hoy, aprovechó para criticar la nota de la agencia Reuters
Mmm. Nada es casual, dijo...¿Fue entones un asunto perverso de Trump para ganar las elecciones?
El C. presidente afirmó que su Gobierno nunca tuvo indicios de asociación delictuosa entre el general Cienfuegos y el crimen organizado.
"En este caso, no teníamos nosotros información, no (ni siquiera indicios) (..) por eso cuando me informan oficialmente me llamó a dudar de cómo estaba elaborada la investigación.
"Cómo si estoy aquí todos los días de 6 a 7, recorro todo el País, estoy pendiente... Entonces, por eso pedí que se revisara el marco en que se da la cooperación con las agencias de EU aquí y pedí que enviaran elementos de pruebas", comentó en la mañanera.
Pero, en la mañanera del 16 de octubre el Presidente dijo otras cosas, ...
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Las columnas políticas hoy, a 23 de noviembre de 2020
HISTORIAS DE REPORTERO/Carlos Loret de Mola /
El Universal
Cienfuegos: la historia detrás de su captura y liberación
Los Cienfuegos fueron llevados a una sala tipo VIP, donde otra persona pidió al general que la acompañara a otra habitación.
Lo único raro que notó el general Salvador Cienfuegos antes de abordar ese vuelo a Los Ángeles fue que un hombre le estuvo tomando fotos discretamente en el aeropuerto de la Ciudad de México. Ese hombre abordó primero y se sentó en la zona de primera clase.
Quien fuera secretario de Defensa Nacional en el sexenio de Enrique Peña Nieto ocupó con su familia los asientos en clase Turista. ¿Quién era ese hombre? En la era de las redes sociales y los teléfonos inteligentes, una foto que intenta no ser detectada no es motivo de particular sospecha.
Así que nada parecía salirse de lo normal. El general Cienfuegos y su familia estaban listos para unos días de descanso en Los Ángeles y San Diego, California. Cuando la nave aterrizó y descendieron para realizar el habitual trámite de Migración y Aduanas, fueron amablemente interceptados por una persona que, tras preguntarles si viajaban juntos, les pidió que la acompañaran como familia, separados de los demás pasajeros.
Aquello parecía mucho más una cortesía para quien fuera un alto funcionario, condecorado por el gobierno estadounidense, que el inicio de la aprehensión de un exsecretario de estado acusado de poner el Ejército al servicio de un cártel del narcotráfico.
Los Cienfuegos fueron llevados a una sala tipo VIP, donde otra persona pidió al general que la acompañara a otra habitación, mientras los demás lo esperaban. De nuevo: para la familia, aquello se veía como la continuación de una deferencia.
No lo era. Le habían tendido la cama, como se dice. Cienfuegos no volvió a reunirse con los suyos. Más de una hora después, la familia recibió la noticia: Salvador Cienfuegos Zepeda, ex secretario de la Defensa Nacional, era acusado de coludirse con el narcotráfico y estaba detenido por las autoridades de Estados Unidos.
El general de cuatro estrellas sólo alcanzó a comunicar a su esposa que realizara un par de llamadas clave a sus cercanos para informar de su situación y pedir auxilio. En la familia reinaron el desconcierto y el drama.
¿Qué había hecho? ¿Por qué lo detenían? ¿Cómo a él, a quien Estados Unidos había tenido la confianza de incluir en el Comando Norte, en el Comando Sur, que fue homenajeado unas semanas antes de dejar su cargo, que tenía un acceso privilegiado al Pentágono, a la CIA? ¿Qué estaba pasando? ¿Había hecho algo y nadie supo? ¿Era una injusticia? ¿Lo habían confundido? “Confíen en mí”, mandó el general Cienfuegos como mensaje, a manera de clamor de inocencia.
Lo que siguió fue una operación de Estado para liberar al general Cienfuegos. Tomó un mes.
Si bien la reacción inicial del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, fue colocar al general Cienfuegos en el basurero de los corruptos del pasado y usarlo como combustible para su narrativa político-electoral, fue el propio presidente de México quien intervino decisivamente para pedir a su homólogo estadounidense, Donald Trump, la liberación del militar de alto rango.
El presidente cambió de opinión sobre el caso debido a la influencia de una persona en particular: el actual secretario de la Defensa Nacional, el general Luis Cresencio Sandoval.
El general Sandoval no sólo es el sucesor del general Cienfuegos en el cargo. Es en buena medida su hechura. A lo largo del sexenio anterior, pasaban mucho tiempo trabajando juntos: reuniones, giras, vuelos, operaciones.
Sería difícil pensar que Cienfuegos se hubiera coludido con el narco y Sandoval nunca hubiera sospechado. Sería difícil pensar que Cienfuegos intercambiara miles de mensajes por celular con un operador del crimen organizado sin que tuviera noticia de ello Sandoval, hombre de su confianza y mando central en las operaciones cotidianas del Ejército.
Por eso, el secretario de la Defensa actual, recogiendo también la preocupación de la élite militar, presentó en la junta matutina al presidente de México una exposición detallada de quién era a su juicio Cienfuegos, por qué era inocente de los cargos de narcotráfico que se le imputaban y por qué había que intervenir a su favor. Habló de su personalidad, de su gestión, incluso de su dinero, de su casa en Ciudad Satélite, Estado de México, y su modo de vida.
Conociendo las posturas del presidente López Obrador sobre el expediente de derechos humanos del Ejército mexicano en el sexenio pasado y su diagnóstico sobre la corrupción del pasado, insistió en que la acusación por la que fue detenido Cienfuegos no tenía que ver ni con una cosa ni con la otra.
El general Cresencio Sandoval, pues, fue clave para que el presidente López Obrador entendiera lo que estaba en juego y decidiera usar el capital político que a lo largo de dos años de gobierno acumuló frente al presidente Trump.
La implementación de esta decisión corrió a cargo del canciller Marcelo Ebrard. Del otro lado de la mesa, además del fiscal William Barr, intervino también el superasesor y yerno del mandatario estadounidense, Jared Kushner.
Un mes y tres días después de aquel vuelo de la Ciudad de México a Los Ángeles en el que lo único raro que notó fue que un hombre le tomaba fotos discretamente, el general Cienfuegos quedó libre. Llegó a México por vía aérea el 18 de noviembre. Pude reconstruir esta historia con base en fuentes cercanas a su protagonista y al gobierno federal mexicano, que me relataron así lo sucedido.
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ESTRICTAMENTE PERSONAL/Raymundo Riva Palacio /
El Financiero
El anhelo del general
Teóricamente es correcto lo que dijo el secretario de la Defensa, el general Luis Cresencio Sandoval, de que las Fuerzas Armadas no anhelan el poder. Cierto, porque ya lo tienen. El tamaño de los problemas del país, que no imaginó ni calculó el presidente Andrés Manuel López Obrador, lo obligó a dar un giro de 180 grados, y de querer desaparecerlas, las volvió pilar de su régimen.
El Presidente vive hoy en una jaula de oro protegido por los militares que le han resuelto todo. Pero como nada es gratis, el pago han sido dinero, concesiones, privilegios, encubrimientos y cumplirles una exigencia: defender, a costa incluso de incomodar a su Némesis Donald Trump, al general Salvador Cienfuegos, a quien por presiones mexicanas liberaron en Estados Unidos pese a un expediente de “miles de documentos” que probaban, decían, sus nexos con el narcotráfico.
Entonces, tiene razón el general Sandoval. Si el Presidente quería mantener un cuerpo homogéneo para que le diera cobertura y permitiera hacer todo lo que desea, violentando normas y ajustando o ignorando leyes, tenía que hacerles caso. Con los militares mexicanos no se juega.
No es que tengan un espíritu golpista, por lo que cada vez que se habla del tema, como el propio López Obrador lo ha llegado a decir públicamente, se recuerda que el Ejército es el más institucional de América Latina. Igual se decía del Ejército chileno hasta que el general Augusto Pinochet le dio golpe de Estado al presidente Salvador Allende en 1973 –un evento que tiene fijo el inquilino de Palacio Nacional.
El inhibidor aquí son los tres mil 200 kilómetros de frontera con Estados Unidos y las represalias políticas y económicas que habría con una toma de poder de facto.
Ese escenario no existe, porque López Obrador se los dio. Las Fuerzas Armadas desvanecieron a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. El Ejército absorbió a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, dejándole sólo la responsabilidad de prisiones y Protección Civil. Se desistió de pasar legalmente la Guardia Nacional al Ejército cuando se revelaron sus intenciones y generó protestas, pero en los hechos, le pertenece.
Tanto es su poder sobre el Presidente, que pasaron sin escándalo ni remociones la violaciones a los derechos humanos que cometió la Guardia Nacional al reprimir la protesta social en Chihuahua, tragándose el régimen décadas de denuncias contra ese tipo de acciones que llamaban autoritarias.
El general Sandoval se siente con autoridad plena y profesa lealtad. La tiene, en efecto con el Presidente, porque López Obrador le permite todo. Incluso temas de índole personal. Como botón de muestra: el general quería que su hijo estudiara un posgrado que da la Secretaría de la Defensa a civiles, donde no se permiten militares.
Para resolverlo, el general retirado, su protector e impulsor, Audomaro Martínez, director del Centro Nacional de Inteligencia, lo inscribió como miembro del aparato de inteligencia civil. Por supuesto, nadie les reclamó.
Tampoco ha habido objeciones para que, en la marca de la casa, ordenara el espionaje de un periodista crítico a las políticas de la militarización policial, que se discutió dentro de las reuniones de gabinete, donde por cierto, no son inusuales las referencias de molestia contra quienes cuestionan las políticas de gobierno.
Es decir, el uso del aparato de inteligencia militar, que está para la defensa de la seguridad nacional, para saciar el coraje del secretario.
Las Fuerzas Armadas lo tienen todo, en particular el Ejército, cuyos mandos cambiaron en meses su ánimo de molestia con el Presidente, en los tiempos que quería desaparecer las Fuerzas Armadas con el argumento de que no había ninguna amenaza externa, a apoyarse plenamente en ellas.
Un ejemplo importante es el Tren Maya, donde se descubrió que en uno de los tramos de la ruta que atraviesa por la selva, había campamentos de entrenamientos de Los Zetas que manejaban ex Kaibiles, los soldados de élite de Guatemala.
El Presidente anunció en octubre que los tramos 6 y 7 del Tren Maya iban a ser construidos por ingenieros militares. Lo que no dijo es que además de ello –era innecesario mencionar los narcocampamentos–, el tramo se lo iba a concesionar a la Secretaría de la Defensa.
Es decir, no sólo participarán en la planeación y la construcción, sino que además les permitirá manejar el tramo como un negocio, igual que con las constructoras privadas que participan en otra parte de la ruta, para que tengan ingresos. Negocio paralelo a los militares, pero hay que señalarlo, tan legal como ilegítimo.
López Obrador ha hecho cierta la frase de que el amor de un gobierno se ve en el presupuesto. Para el próximo año, sus recursos se incrementarán 15.7% del presupuesto de este año de 94 mil millones de pesos. La Marina tendrá un aumento de 2.1% en su presupuesto, que actualmente es de 33 mil millones.
En septiembre se autorizó un incremento salarial para todas las Fuerzas Armadas, retroactivo a enero de este año, y un incremento significativo de plazas, cuando en el resto de la administración sólo hay austeridad. Adicionalmente, como reportó Mexicanos Contra la Corrupción, los fideicomisos del Ejército tuvieron un incremento de mil 48 por ciento, mientras López Obrador ordenaba que se cancelaran todos porque eran vehículos de corrupción.
¿Por qué anhelarían las Fuerzas Armadas el poder? Lo tienen ampliamente sin necesidad de desgastarse, sin que les llamen golpistas, sin que les recuerden 1968, ni Tlataya, ni que para los marinos en la lucha contra la delincuencia organizada nunca existieron los prisioneros, ni que se violen los derechos humanos y se permitan acciones de espionaje contra civiles.
El único lunar negro que tienen con el gobierno es Ayotzinapa, pero ya se verá cómo se desvanecen las acusaciones contra un militar, o se le sacrifica, para que no digan que el general Sandoval quiere todo.
“Los militares han pesado siempre”: cómo el caso Cienfuegos destapó el poder del Ejército mexicano
Cuando el exsecretario de la Defensa Nacional de México regresó a su país tras librar una acusación de narcotráfico en Estados Unidos, varios voltearon a ver hacia los altos mandos de las Fuerzas Armadas. Algunos creen que históricamente ellos han movido los hilos del poder desde un segundo plano.
POR: ISAIAS ALVARADO
Univisión, 22 NOV 2020;
A finales de 2018, pocos días antes de asumir la presidencia de México, Andrés Manuel López Obrador se reunió en privado con la élite militar de ese país para hablar sobre su estrategia de seguridad, pero solo recibió órdenes, según lo cuenta el general brigadier retirado José Francisco Gallardo.
“Sale tronado Andrés Manuel. Lo doblaron. Yo dije: ‘señor, si lo amenazaron, si le dijeron algo, díganos’”, dijo Gallardo al programa ‘Los Periodistas’, en el cual advirtió que existe una “cofradía” de generales que supuestamente controla al mandatario en turno y que algunos llaman ‘El Sindicato’.
“¿Qué alcance tiene ese poder fáctico, general?”, le preguntó el conductor Alejandro Páez Varela.
“Pues lo estamos viendo… doblaron al presidente”, insistió Gallardo refiriéndose a la presión diplomática que ejerció México tras la detención en California del exsecretario de la Defensa Nacional Salvador Cienfuegos Zepeda. Esa acción derivó en el retiro de los cargos de narcotráfico que enfrentaba.
Fue un hecho inédito y pasó muy rápido: en una audiencia de unos 15 minutos desestimaron la acusación interpuesta en una corte federal de Nueva York, nueve horas después alguaciles estadounidenses ya lo habían trasladado a México y, unos minutos más tarde, la Fiscalía mexicana lo dejó libre.
La mañana siguiente, López Obrador aplaudió la repatriación de Cienfuegos, quien fue titular del Ejército en el sexenio de Enrique Peña Nieto (2012-2018), subrayando que debía haber confianza mutua entre ambos países.
“Es un hecho que reafirma que somos un país libre y soberano (…) Tengan confianza, que nosotros tenemos el compromiso de no fallarle al pueblo”, expresó acerca del proceso judicial que ahora encabezan los fiscales mexicanos.
Es la primera vez que Estados Unidos decide soltar un caso de narcotráfico de alto perfil y devolver al acusado a México para que allá continúen la investigación. El Departamento de Justicia (DOJ) indicó que el objetivo es mantener la cooperación bilateral en la lucha contra el crimen organizado. No explicó más.
Una de varias teorías que giran en torno a este caso es que altos mandos de las Fuerzas Armadas mexicanas se molestaron tanto que le exigieron a López Obrador que lo trajera de vuelta y este obedeció.
“Es tan grave lo que está sucediendo que una hipótesis -efectivamente- es que el presidente pudo ser chantajeado, presionado (...) Me parece que el presidente ha sido víctima de una trampa (...) que alguien lo encerró en una sola opción, casi como un ultimátum”, sostiene Anabel Hernández, experta en narcotráfico, en una entrevista con el periodista Julio Astillero.
Lo que dice Hernández es parte de un acalorado debate en ambos lados de la frontera. Quienes comparten esa idea la vinculan a la cada vez mayor influencia militar en la vida civil de México.
No solo es responsabilidad de soldados y marinos el combate a la delincuencia en las zonas más inseguras del país, sino que también les confiaron la atención médica en medio de la pandemia, el rescate de mexicanos varados en el extranjero por los brotes de coronavirus y la administración de aduanas y puertos.
Además realizan las obras del aeropuerto de Santa Lucía, combaten el multimillonario robo de combustible (huachicoleo) y usaron su prestigio para impulsar el proyecto ferroviario llamado Tren Maya.
El rol del Ejército en la guerra contra las drogas se inició en 2006 y se afianzó a finales de 2017 a través de una ley de seguridad, cuya aprobación deja a los soldados en las calles por tiempo indefinido. López Obrador no permitió que el “pueblo uniformado”, como les llama, regresara a los cuarteles, incumpliendo una de sus principales promesas de campaña. En su gobierno los niveles de violencia son aún peores.
La militarización en México se ha profundizado por la creación de una nueva fuerza castrense, la Guardia Nacional, que se fundó hace un año tomando a elementos de la extinta Policía Federal.
La historia señala que los soldados han sido el as bajo la manga de los presidentes mexicanos y algunos los usaron incluso para reprimir movimientos sociales, llegando hasta la masacre de estudiantes de Tlatelolco en 1968 y la desaparición de opositores durante la llamada ‘Guerra Sucia’. Fue una época oscura en la que había una regla no escrita para la prensa: el presidente, la Virgen de Guadalupe y el Ejército eran intocables.
A pesar de la influencia que han tenido durante 107 años jamás han dado un golpe de Estado en México, a diferencia de la mayoría de los países de Latinoamérica. Algunos sostienen que su poder se ejerce con dureza y efectividad tras bambalinas, por eso no les ha sido necesario quitar a un gobernante incómodo.
“Los militares han pesado siempre, incluso los retirados tienen un trato privilegiado”, afirma Fred Álvarez, experto en seguridad pública, en una entrevista con Univision Noticias.
El roce por el caso Ovidio
Este viernes, en un evento que conmemoró el 110 aniversario de la Revolución Mexicana, el actual secretario de la Defensa de México, Luis Crescencio Sandoval, reiteró su lealtad a López Obrador, en quien recae el mando supremo del Ejército, la Secretaría de Marina y la Guardia Nacional.
“Es evidente que no anhelamos ningún poder porque nuestra razón de ser está alejada de pretensiones políticas o de otro tipo (…) porque dependemos del Ejecutivo, a cuya autoridad nos subordinamos por ley, por la decisión democrática del pueblo de México, pero sobre todo por convicción”, dijo.
Es un acto simbólico que se repite cada 20 de noviembre y que parece tranquilizar al mandatario en funciones.
Pero en la era López Obrador no todo ha sido miel sobre hojuelas. Hubo un roce público en octubre de 2019, cinco días después de la humillación que sufrió el Ejército cuando detuvo en Sinaloa a Ovidio Guzmán López, uno de los hijos del narcotraficante Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán.
Por órdenes del presidente lo dejaron libre, advirtiendo que solo así se evitó una masacre en Culiacán.
Aquel día, en un desayuno de la Asociación de Graduados del Colegio de Defensa Nacional de México, el general Carlos Demetrio Ochoa Gaytán pronunció un discurso sumamente crítico: “Nos preocupa el México de hoy. Nos sentimos agraviados como mexicanos y ofendidos como soldados”.
Ayotzinapa y Tlatlaya
Si bien los arrestos de varios generales acusados de tener vínculos con el narcotráfico han empañado la imagen del Ejército, pocos fueron condenados por ello. Además, distintos reportes señalan que sus efectivos siguen excediendo su fuerza y abusando de los derechos humanos sin ser castigados.
El Ejército es la institución mexicana con más denuncias por desaparición forzada, tortura y ejecuciones extrajudiciales ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), según un informe que documentó la "fallida" estrategia para combatir al narcotráfico, abarcando de 2006 a 2018.
El reporte elaborado por la Comisión Mexicana para la Defensa y Promoción de los Derechos Humanos cita que en ese período torturó a 313 personas, usando puñetazos, chorros de agua, descargas eléctricas, asfixia con bolsas de plástico, ahogamientos controlados (waterboarding) y amenazas.
También advierte sobre abusos sexuales: “Elementos del Ejército han perpetrado crímenes sexuales de diferentes formas, desde tocamientos lascivos hasta violación sexual”, denuncia la comisión.
A finales de septiembre, López Obrador dijo que entre los 70 sospechosos que buscaban arrestar por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa en septiembre de 2014 había elementos del Ejército. Estos acusados son o eran parte del 27 Batallón de Infantería, con sede en Iguala, en el estado de Guerrero.
Una de tantas versiones es que militares coludidos con narcotraficantes participaron en el secuestro y el posible asesinato de los estudiantes de magisterio. A la fecha, solo un capitán del Ejército ha sido detenido por este suceso que marcó el sexenio de Peña Nieto.
El padre de uno de los jóvenes desaparecidos, Antonio Tizapa, protestó afuera de la Corte de Brooklyn este miércoles para denunciar que Cienfuegos "obstruyó la justicia en el caso Ayotzinapa" siendo el titular de la Secretaría de la Defensa Nacional. Pero ese mismo día, el general retirado se fue a México.
Otro incidente que manchó la carrera de Cienfuegos ocurrió solo tres meses antes del caso Ayotzinapa. En junio de 2014, efectivos del 102 Batallón de Infantería fueron señalados por su presunta participaron en la masacre de Tlatlaya, como le han llamado al asesinato de 22 personas en un almacén de la localidad de San Pedro Limón en el municipio de Tlatlaya, en el Estado de México.
La versión oficial es que se trató de un enfrentamiento del crimen organizado, pero la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México (CNDH) concluyó que al menos 12 personas fueron ejecutadas y que los soldados habían alterado la escena del crimen para que pareciera que hubo un tiroteo.
En 2015, un informe de la organización Miguel Agustín Pro documentaba que los militares tenían órdenes de "abatir delincuentes" en el área de Tlatlaya antes de que se registrara aquella masacre. A la fecha, ningún efectivo castrense ha sido castigado por estos hechos.
A pesar de los escándalos, el Ejército es una de las instituciones mejor calificadas por los mexicanos.
Fred Álvarez, experto en seguridad pública, cree que generales retirados y otros personajes sumaron a la presión sobre el presidente para que repatriaran a Cienfuegos, quizás temiendo una cooperación del exsecretario con la Fiscalía de Estados Unidos para evitar un castigo más grave y un posible juicio escandaloso.
“Eso puso nerviosa a la gente, porque si alguien tiene mucha información sobre todo México (sobre empresarios, partidos políticos, gobernadores) es el secretario de la Defensa”, mencionó.
Álvarez resalta que la influencia militar quedó de manifiesto cuando Cienfuegos regresó a México. “El general llegó vestido de traje y se fue a dormir a su casa. Le dieron un trato exclusivo”, dijo.
A muchos también extrañó el giro en el discurso de López Obrador. Al día siguiente de la captura del general, el 16 de octubre, lo calificó como un incidente “muy lamentable” y enfatizó que era reflejo de la corrupción de los gobiernos anteriores. Pero el jueves lo matizó diciendo frases como “no podemos aceptar que se fabriquen delitos” o “no se puede acusar a nadie si no hay pruebas”.
Anabel Hernández, quien es autora de varios libros sobre la relación entre el Cartel de Sinaloa y el gobierno de México, dice que las frases del presidente parecen anticipar la exoneración del general.
“Es una defensa absolutamente atípica y no es congruente con la primera expresión que hizo el propio presidente un día después de que Cienfuegos fue detenido”, criticó ella en la entrevista con el periodista Julio Astillero.
“Esta situación es escandalosa en todos los ámbitos, tanto en Estados Unidos, como en México”, dijo.
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