19 ago 2021

Regreso a clases/Jaime Sepúlveda y Carlos del Río

 Regreso a clases/Jaime Sepúlveda y Carlos del Río

en REFORMA, 19 Ago. 2021

Pocos temas tan controversiales existen sobre la pandemia de COVID-19 como el regreso a clases en forma presencial de estudiantes y profesores. En el espectro de opiniones tenemos, en un extremo, a los que piensan que imponer a los escolares el retorno a las aulas significa un riesgo alto para ellos y sus familiares. En el otro extremo están los que ven como un riesgo mucho mayor el aislar a los niños de un entorno educativo y social. La educación a distancia ha acrecentado las enormes desigualdades educativas en muchos países, incluyendo a México. El impacto negativo en desempeño escolar y en la salud mental de los escolares es gigantesco. En países pobres, se estima que un niño que pierde un año escolar se retrasa educativamente tres años.

Por fortuna, existe evidencia de que, si se aplican correctamente las medidas no farmacológicas -como uso obligatorio del cubrebocas, distanciamiento social y buena ventilación- la transmisión dentro de la escuela puede ser limitada. Además, hoy en día tenemos la posibilidad de aumentar la protección de los niños mediante la vacunación de los adultos. Es por ello que los autores de este artículo apoyamos el regreso presencial a clases a la brevedad, pero sólo en condiciones que maximicen la seguridad de alumnos y docentes.

¿Dónde estamos en la vacunación de los menores de 12 años? En Estados Unidos y algunos países europeos, ya se está aplicando la vacuna de Pfizer-BioNTech contra COVID-19 a niños y adolescentes entre 12 y 18 años, y se están llevando a cabo estudios de eficacia y seguridad en niños de 6 meses a 11 años de edad. Sin embargo, existe un debate ético sobre la pertinencia de la vacunación en niños -quienes supuestamente tienen un riesgo mínimo de enfermar gravemente o morir- cuando tenemos tantas personas adultas en países de medianos y bajos ingresos que no han tenido acceso a siquiera una primera dosis. Por otro lado, con la presencia de la variante Delta, se ha observado una mayor tasa de ataque en menores de edad. En varios países como Indonesia, se ha observado una muy alta mortandad en niños, lo cual indica que pudiera darse en otras latitudes. Sorprenden, por lo tanto, las recientes declaraciones de la Secretaría de Salud afirmando que no hay evidencia científica de que los niños requieran vacunación contra COVID-19. Incluso, el gobierno federal ha argumentado que la presión por la vacunación en niños deriva de intereses económicos de la industria farmacéutica. En nuestra opinión, contar con una vacuna que proteja a los niños será fundamental, no sólo para proteger su salud sino también para frenar la transmisión del virus.

El gobierno federal decidió priorizar la vacunación de todos los maestros, lo cual es encomiable. Lamentablemente, utilizó una vacuna que no confiere suficiente protección, y que requerirá un refuerzo a la brevedad -idealmente con una vacuna mRNA-. Preocupa además la manera en que se ha minimizado la protección conferida por el cubrebocas y la reticencia del gobierno federal de hacer su uso de manera obligatoria.

El beneficio que la educación presencial ofrece no tiene sustituto -y menos cuando las alternativas son clases por televisión o en hogares sin internet-. Por ende, el regreso a clases presenciales es una prioridad. Sin embargo, ello requiere tener al menos las siguientes condiciones: la vacunación de los jóvenes escolares de 12 a 18 años; refuerzo con vacuna mRNA a todos los docentes; y el uso universal de cubrebocas para todos los escolares de 2 años de edad en adelante -así como de sus docentes- en todos los planteles. En suma, el regreso a clases es indispensable, pero hay que hacerlo en condiciones que aseguren la mayor protección posible a docentes, alumnos y sus familiares.

Jaime Sepúlveda es Profesor Distinguido en Salud Global de la Universidad de California, San Francisco.Carlos del Río es Profesor Distinguido de Medicina y Epidemiología de la Universidad de Emory @CarlosdelRio7


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