La escritura es mi oficio.- Elena Poniatowska
Elena Poniatowska celebra 90 años de vida y una trayectoria signada por el periodismo y la literatura. Foto: Héctor García
Nota de Erika P. Bucio
Reforma, Cd. de México (13 mayo 2022).- Elena Poniatowska augura la muerte de la prensa escrita, el oficio donde inició su carrera y aún ejerce.
"Tenemos que estar listos para la verdadera muerte de la prensa escrita", asevera la escritora, entrevistada en su casa de Chimalistac. Cada vez se compran menos periódicos y cada vez están más delgados. Una fatalidad para quien ha hecho de la escritura su oficio. "Vivo el periodismo, esta casa proviene del periodismo".
Cumplirá 90 años en unos días y la agenda de la Premio Cervantes de Literatura 2013 se ha llenado de peticiones de entrevistas que ha sido necesario dosificar en función de su salud, su ojo izquierdo ha limitado su capacidad de trabajo y de concentración. Lo confiesa con tristeza.
Las mañanitas a Poniatowska
"Me canso más que antes, antes era un dinamo", dice la escritora desde el sillón amarillo mientras la ronda Váis, el gato llamado así en honor de su amigo Carlos Monsiváis. "El ojo izquierdo me da problemas, el de mi ideología", dice. En su sala, uno de los cojines lleva una figura caricaturizada de López Obrador, sonriente.
Recibe de pants, los mismos que llevaba por la mañana cuando salió a grabar un programa de televisión. No lleva aretes puestos. Dice que se los robaron cuando se metieron a su casa en noviembre pasado, hecho al que no le dio mayor importancia. "Fue un robo y ya", dijo entonces. Su casa es la única de su calle sin una gran barda.
En el Palacio de Bellas Artes el jueves 19, día de su cumpleaños, se le rendirá un homenaje nacional, también se prepara una comida de celebración con familia y amigos, pero no será en su casa, porque el comedor es muy chico.
LIBROS PENDIENTES
A pesar de ese ojo izquierdo que le llora cuando se pone a leer, Poniatowska quiere dedicarse a escribir "el poco tiempo que le queda" más cuentos y novelas. Confiesa no ser religiosa y está convencida de que se irá a los 92 años, como su madre.
"Pienso que la escritura es lo que más me interesa en la vida, es mi oficio", dice.
Uno de esos libros pendientes será dedicado a Rosario Ibarra de Piedra, pionera en México de la lucha por los desaparecidos. Piensa que la muerte de la fundadora del Comité ¡Eureka! no recibió la atención suficiente.
"Su lucha es admirable", asegura. "Me parece una gran heroína mexicana y no hay suficiente sobre ella". Poniatowska acompañó a doña Rosario a Nueva York y fue su traductora al inglés. "Conmovía al escucharla".
Ha escrito muchos artículos sobre su admirable lucha, una mujer que buscaba, a la que maltrataron y no era recibida por los funcionarios. A quien le decían que se regresara a Monterrey y se conformara con la desaparición de su hijo Jesús, víctima de desaparición forzada, acusado de pertenecer a la Liga Comunista 23 de Septiembre.
"En vez de eso, (Rosario) alquila un cuartito de azotea, los taxistas la reconocen y no la quieren llevar porque a lo mejor alguien del Gobierno les hace algo". Ella no se conformó y a las madres de los desaparecidos les dio fuerza.
LECCIONES BREVES
Le gustaría que los periódicos dieran más voz a la gente y más periodistas que "van a los lugares e informan, no los que hacen la crónica por teléfono". Deberían tener un poco más de humor. "Los Germanes Dehesa hacen muchísima falta".
Una periodista de la que José Joaquín Blanco, al que trató cuando ya tenía más de 30 años en el oficio, opinó: "Soy sencillita pero cuídate de mí más que de una bruja". Bajita, rubia, Poniatowska no es ni cándida ni ingenua con sus entrevistados. Decía cuando era más joven que las "entrevistas son luchas morales en que hay que matar al entrevistado".
"Nunca maté a ningún entrevistado", afirma con sorna la primera mujer en ganar el Premio Nacional de Periodismo en 1978.
Y sin proponérselo, suelta una rápida lección de periodismo tras un largo camino de hacer entrevistas: "Prepararse, tener un buen cuestionario y luego observar mucho".
Aunque asegura que también tuvo suerte, en esa época eran pocas las mujeres periodistas. Comenzó a escribir en la sección de Sociales de Excélsior con Ana Cecilia Treviño "Bambi". Proviene de un medio social donde las mujeres eran educadas para casarse y tener hijos. En Filadelfia hizo estudios de High school en un convento con monjas, aunque le hubiera gustado ir a la universidad y estudiar medicina.
Los entrevistados eran sus amigos, un círculo de pintores, escritores e intelectuales. "Les caía en gracia una muchachita joven que les hacía muchas preguntas con mucho entusiasmo".
Por querer ser útil a su país y abrazar las causas sociales, privilegió su narrativa y el quehacer periodístico sobre la poesía, que también escribe, pero que jamás ha publicado.
Desciende del último rey de Polonia al que dedicó sus dos últimas entregas El amante polaco I y II, donde la escritora narró pasajes de su propia vida, algo sobre lo que siempre le ha costado escribir.
Niega que ser llamada la Princesa Roja lo viva como un "escarmiento", aunque tampoco le molesta. "Igual podrían haber dicho la Jorobada de Notre Dame". En realidad, nada le molesta.
"Lo único que me molestaría sería perder la vista porque ahí sí cómo leo o cómo escribo".
EL LLAMADO DE LA ESCRITURA
Del periodismo, Elena Poniatowska dio el salto a la narrativa. En buena medida, se ha dicho, su obra literaria es en esencia su encuentro con México. La autora se ha ocupado de escribir de los "sin voz", los que han estado siempre silenciados.
En Hasta no verte Jesús mío quiso ser fiel a la oaxaqueña Josefina Bojórquez, inspiración del personaje protagónico Jesusa Palancares, como por años escuchó al líder ferrocarrilero Demetrio Vallejo, con su voz monocorde hablándole de sindicalismo, que derivó en su novela El tren pasa primero.
Cuando recogió las voces del temblor del 85 en Tlatelolco, volvió a encontrarse con algunos de los jóvenes del 2 de octubre cuyas voces recopiló en su crónica La noche de Tlatelolco. En los días posteriores al terremoto, le contó Poniatowska a Cynthia Steele en la revista Hispamérica, se unió a las brigadas de rescate y recorrió albergues hasta que recibió una llamada de Julio Scherer, de la revista Proceso, que acababa de hablar con Carlos Monsiváis: "¿Qué está haciendo la mejor cronista de México sentada en su casa?".
Poniatowska respondió que no estaba sentada en su casa pero no podía escribir. Scherer le dijo que no anduviera cargando cubetas que otros podían cargar, sino lo que sabía hacer. Y recibió luego la llamada definitiva de Monsiváis: "Ponte a escribir".
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